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Descubre 12 perspectivas diferentes sobre cómo vivir una buena vida. ¿Con cuál te identificas?

05/08/2020 by María Hidalgo

Mere­ce ser compartido:

Actua­li­za­do el Tues­day, 17 Novem­ber, 2020

✅ Para saber más sobre cómo la filo­so­fía y la psi­co­lo­gía moral nos pue­den ayu­dar a ser feli­ces a tra­vés de una vida éti­ca, espi­ri­tual y res­pon­sa­ble, te reco­men­da­mos los retos for­ma­ti­vos de Dise­ño Social EN+


¿Tie­nes una filo­so­fía de vida? Eso pue­de sonar como una pre­gun­ta dema­sia­do gran­de. Pero, por supues­to, es uno en el que los huma­nos han esta­do pen­san­do duran­te mile­nios. No solo nece­si­ta­mos una res­pues­ta a la pre­gun­ta “¿Por qué esta­mos aquí?” — Tam­bién nece­si­ta­mos saber qué debe­mos hacer con nues­tro tiem­po aquí.

Es posi­ble pasar por la vida sin pasar dema­sia­do tiem­po pen­san­do en esto. Pero pen­sar en tu filo­so­fía per­so­nal de la vida pue­de ser una expe­rien­cia mara­vi­llo­sa­men­te enri­que­ce­do­ra. Pue­des empren­der un via­je y des­cu­brir las dife­ren­tes ideas que algu­nas de las men­tes más gran­des de la huma­ni­dad han des­cu­bier­to a lo lar­go de los siglos. Des­de lo sagra­do a las tra­di­cio­nes secu­la­res, de Orien­te a Occi­den­te, y de lo anti­guo a lo moderno, este post explo­ra 15 for­mas con­tras­tan­tes, y a veces com­ple­men­ta­rias, de acer­car­se a la vida, según lo dicho por exper­tos en sus res­pec­ti­vas áreas.


Vivir una buena vida

Apren­de­rás:

  • por qué los con­fu­cia­nis­tas no están de acuer­do con los budistas;
  • cómo el estoi­cis­mo te ayu­da a man­te­ner la cal­ma, inclu­so cuan­do no tie­nes el control; 
  • lo que Jean-Paul Sar­tre qui­so decir cuan­do dijo que está­ba­mos “con­de­na­dos a ser libres”.

La antigua filosofía oriental del budismo

La anti­gua filo­so­fía orien­tal del budis­mo valo­ra la éti­ca sobre todo.
En mar­zo de 2000, en lo alto del Hima­la­ya, el exper­to en budis­mo Owen Fla­na­gan tuvo la suer­te de encon­trar­se en com­pa­ñía del Dalai Lama. Deseo­so de apro­ve­char la opor­tu­ni­dad, Fla­na­gan le hizo una pre­gun­ta al prin­ci­pal budis­ta tibe­tano sobre la éti­ca de matar a alguien.

Si uno pudie­ra ase­si­nar a Hitler, o una figu­ra mal­va­da simi­lar, duran­te el ascen­so al poder de esa per­so­na, ¿debe­ría hacerlo?

El Dalai Lama con­sul­tó a sus com­pa­ñe­ros líde­res espi­ri­tua­les. Les lle­vó unos minu­tos lle­gar a una con­clu­sión. ¿Su res­pues­ta? Es éti­co matar a esa per­so­na. Lue­go, el Dalai Lama agre­gó una adver­ten­cia: “Pero no te enfa­des”.

La éti­ca es un prin­ci­pio fun­da­men­tal en el budis­mo. Uno de los prin­ci­pa­les pro­pó­si­tos de un budis­ta en la vida es mini­mi­zar el dolor y el sufri­mien­to en gene­ral, e ideal­men­te, maxi­mi­zar la feli­ci­dad. Eso pue­de invo­lu­crar hechos que pare­cen malos, como matar a Hitler. Mien­tras actúes con la men­ta­li­dad correc­ta, sin eno­jar­te, segui­rás actuan­do éti­ca­men­te. Segui­rías actuan­do por com­pa­sión en tu inten­to de redu­cir la can­ti­dad de sufri­mien­to en el mun­do en gene­ral. Es un dile­ma muy simi­lar al dile­ma éti­co del tranvía.

El Buda, tam­bién cono­ci­do como Siddhartha Gau­ta­ma, vivió en el siglo VI a. C. Desa­rro­lló el budis­mo para con­tras­tar con la tra­di­ción brah­má­ni­ca india que pre­ce­dió al hin­duis­mo. Los brah­ma­nes creían que todos los seres vivos esta­ban atra­pa­dos en un ciclo de naci­mien­to y muer­te. Des­pués de la muer­te, la esen­cia per­ma­nen­te de un ser, o atman, trans­fe­ri­da a otro ser. Esca­par de este ciclo solo fue posi­ble para los brah­ma­nes de nacimiento.

Sin embar­go, Buda recha­zó la noción de atman: dijo que no poseía­mos ese tipo de esen­cia per­ma­nen­te. Más bien, afir­mó que todo era imper­ma­nen­te. Enton­ces, en lugar de luchar por la libe­ra­ción de la esen­cia de uno en el uni­ver­so, el budis­mo ense­ña que debe­mos aspi­rar a obte­ner el nir­va­na o la sal­va­ción lle­van­do vidas bue­nas, desin­te­re­sa­das y éticas.

Una cosa a tener en cuen­ta es que el budis­mo podría ayu­dar­lo a alcan­zar un esta­do de sere­ni­dad, pero ese no es real­men­te el pun­to. El budis­mo no se tra­ta de ti. Se tra­ta del bien que pue­des hacer por el mun­do en general.

Descubre 12 perspectivas diferentes sobre cómo vivir una buena vida. ¿Con cuál te identificas? 1

Confucianismo y taoísmo

Aca­ba­mos de apren­der que el budis­mo no se tra­ta de ti como indi­vi­duo. En su lugar, se nece­si­ta una vis­ta exte­rior. Pero al hacer­lo, ¿pier­des el foco en la reali­dad de la vida?

Algu­nos segui­do­res de Con­fu­cio han afir­ma­do que sí. Para ellos, no pen­sar en uno mis­mo es como cerrar los ojos para no poder ver la nariz. El hecho de que no pue­da ver­lo no sig­ni­fi­ca que no esté allí.

Para los con­fu­cia­nos, vivir una bue­na vida no se tra­ta de negar­se a uno mis­mo. Se tra­ta de reco­no­cer el yo como par­te de las rela­cio­nes que nos defi­nen a todos.

Otra filo­so­fía orien­tal anti­gua, el taoís­mo, tam­bién abar­ca el lugar de uno en el mun­do, pero enfa­ti­za la impor­tan­cia de actuar en armo­nía con la naturaleza.

La dife­ren­cia cla­ve aquí es: el con­fu­cia­nis­mo tra­ta sobre las rela­cio­nes, mien­tras que el taoís­mo nos ense­ña a actuar en armo­nía con el mundo.

Fun­da­men­tal para el con­fu­cia­nis­mo, según el eru­di­to Bryan Van Nor­den, es el hecho de que no pode­mos exis­tir inde­pen­dien­te­men­te de los demás. Enton­ces, para vivir bien, debe­mos man­te­ner nues­tras relaciones.

De hecho, tene­mos víncu­los con todos los que nos rodean. El filó­so­fo con­fu­ciano Wang Yang­ming seña­ló que, natu­ral­men­te, todos sen­ti­rían preo­cu­pa­ción por un niño en peli­gro. Tam­bién nos preo­cu­pa­ría un ani­mal en la mis­ma posi­ción, o inclu­so un árbol. Esta com­pa­sión pro­vie­ne de ser cons­cien­tes, en algún nivel, de que todos esta­mos pro­fun­da­men­te inter­co­nec­ta­dos. Una idea que tam­bién desa­rro­lla la teo­ría de la reso­nan­cia límbica.

El taoís­mo com­par­te el sen­ti­do de inter­co­ne­xión del con­fu­cia­nis­mo, pero pone énfa­sis en la natu­ra­le­za. Abar­ca las cosas en sus pro­pios tér­mi­nos y nun­ca deja que las emo­cio­nes nublen los pen­sa­mien­tos. Algu­nas per­so­nas pien­san que el taoís­mo se tra­ta solo de estar con la natu­ra­le­za, pero hay más que eso. Nues­tra rela­ción con la natu­ra­le­za pue­de repre­sen­tar los desa­fíos que enfren­ta­mos en la vida.

Por ejem­plo, una his­to­ria anti­gua expli­ca cómo el Daoís­ta Dayu res­pon­dió a una inun­da­ción inmi­nen­te. En lugar de poner defen­sas, hizo nue­vos cana­les en su tie­rra para usar el flu­jo natu­ral del agua para el rie­go. Por lo tan­to, Dayu enten­dió y acep­tó su situa­ción, y la dominó.

Un ejem­plo con­tem­po­rá­neo de una men­ta­li­dad taoís­ta es lo que el pro­fe­sor Robin R. Wang lla­ma la “men­ta­li­dad del agen­te inmo­bi­lia­rio”. Un agen­te de bie­nes raí­ces podría tra­ba­jar para 30 clien­tes a la vez sabien­do que solo una pare­ja le com­pra­rá. En lugar de sen­tir­se frus­tra­do por la baja tasa de éxi­to, el agen­te de bie­nes raí­ces apren­de a no obse­sio­nar­se con nin­gún clien­te y acep­ta con cal­ma la reali­dad de esa situa­ción. En otras pala­bras, el camino hacia el éxi­to no siem­pre es una línea rec­ta. El taoís­mo nos ense­ña a abra­zar los zig­zags que encontramos.

El Aristotelismo

Orien­te no fue el úni­co lugar en el mun­do anti­guo don­de se desa­rro­lla­ron múl­ti­ples filo­so­fías. Los anti­guos filó­so­fos grie­gos y roma­nos expre­sa­ron sus pro­pios pun­tos de vis­ta sobre cómo vivir una bue­na vida. Uno de esos pun­tos de vis­ta es el aristotelismo.

Un aris­to­té­li­co es alguien que sigue las ense­ñan­zas de Aris­tó­te­les de su famo­so tra­ba­jo Éti­ca a Nicó­ma­co. Es una filo­so­fía rea­lis­ta y hones­ta, como argu­men­ta el autor Daniel Kauf­man.

Pien­se en un tenis­ta muy talen­to­so, alguien que sea lo sufi­cien­te­men­te bueno como para con­tar como uno de los gran­des de todos los tiem­pos. Si vive duran­te un perío­do en que la com­pe­ten­cia es débil, nun­ca podrá demos­trar su talen­to. Ese juga­dor sim­ple­men­te no ten­drá la opor­tu­ni­dad de prosperar.

El aris­to­te­lis­mo reco­no­ce que una filo­so­fía sim­ple como un libro de reglas no es sufi­cien­te por sí sola. Lo que todos que­re­mos es pros­pe­rar, rea­li­zar todo nues­tro poten­cial y la mayor can­ti­dad de obje­ti­vos posi­ble. Eso se cono­ce como una vida eude­mo­nía, y si has vivi­do una vida así, debe­rías sen­tir­te orgulloso.

Lamen­ta­ble­men­te, no todos somos igual­men­te capa­ces de esto, al igual que ese tenis­ta talen­to­so. Pien­se en alguien naci­do en una fami­lia que no apo­ya, o alguien cuya vida está arrui­na­da por un desas­tre natu­ral. Es más difí­cil para estas per­so­nas pros­pe­rar sin cul­pa propia.

Esa es una ver­dad difí­cil de acep­tar. Y a pesar de la influen­cia de Aris­tó­te­les en el pen­sa­mien­to moderno, es más común en estos días afe­rrar­se a la creen­cia de que tene­mos el con­trol de nues­tro pro­pio des­tino. Pero el aris­to­te­lis­mo reco­no­ce que la ver­dad es más com­ple­ja que eso.

Enton­ces, ¿qué pue­des hacer para vivir una bue­na vida? Bueno, inclu­so con la influen­cia de even­tos exter­nos, aún debe inten­tar flo­re­cer lo mejor que pue­da, y no solo en un área, sino en varias. Un artis­ta mara­vi­llo­so, por ejem­plo, por muy talen­to­so que sea, aún debe cui­dar a su familia.

Al apun­tar al equi­li­brio y maxi­mi­zar sus pro­pias habi­li­da­des y for­ta­le­zas, pue­de inten­tar lograr una vida eude­mo­ni­ca. Pero ten­drá que acep­tar las cosas como son: si tie­ne éxi­to no depen­de solo de usted.

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El Estoicismo y Epicureísmo

Dos filo­so­fías más con­tras­tan­tes sur­gie­ron del mun­do clá­si­co: el estoi­cis­mo en Gre­cia y el epi­cu­reís­mo en Roma.

Zenón de Citium esta­ble­ció el estoi­cis­mo en Ate­nas alre­de­dor del 300 a. C. El estoi­cis­mo dic­ta que los huma­nos deben lle­var una vida moral carac­te­ri­za­da por cua­tro vir­tu­des: sabi­du­ría prác­ti­ca, cora­je, jus­ti­cia y tem­plan­za. El epi­cu­reís­mo, por otro lado, fun­da­do por Epi­cu­ro en Roma, tie­ne un con­cep­to cla­ve: el placer.

La dife­ren­cia cla­ve aquí es: el estoi­cis­mo se cen­tra en la indi­fe­ren­cia, mien­tras que el epi­cu­reís­mo se cen­tra en el placer.

El pro­fe­sor Mas­si­mo Pigliuc­ci expli­ca que, más allá de las cua­tro vir­tu­des del estoi­cis­mo, tie­ne un segun­do pilar. Como un aris­to­té­li­co, un estoi­co debe reco­no­cer que algu­nas cosas sim­ple­men­te están fue­ra de su con­trol. Por lo tan­to, ella tra­ta de desa­rro­llar ata­ra­xia, un esta­do de tran­qui­li­dad, para que pue­da hacer fren­te con cal­ma a la desgracia.

Los estoi­cos divi­den las cosas fue­ra de su con­trol en dos cate­go­rías: indi­fe­ren­tes pre­fe­ri­dos y no pre­fe­ri­dos. Pien­sa en la rique­za. Ser rico siem­pre será pre­fe­ri­ble, mien­tras que ser pobre no se pre­fie­re. Pero el estoi­cis­mo dice que tu nivel de rique­za no afec­ta lo vir­tuo­so que eres. Una per­so­na rica pue­de ser bue­na o mala. Enton­ces, la rique­za es “indi­fe­ren­te” y no afec­ta si eres una bue­na persona.

El enfo­que de un estoi­co en la indi­fe­ren­cia tam­bién pue­de ayu­dar con las emo­cio­nes nega­ti­vas. Diga­mos que alguien te insul­ta. En lugar de eno­jar­se, pien­se en las crí­ti­cas. ¿Hay algu­na ver­dad en ello? Si es así, el insul­to te ha hecho un favor. Si no, ¿a quién le impor­ta? La per­so­na esta equi­vo­ca­da. No es que deba­mos estar sin emo­cio­nes. El estoi­cis­mo per­mi­te emo­cio­nes posi­ti­vas como la ale­gría y el amor.

El epi­cu­reís­mo pone más énfa­sis en el sen­ti­mien­to. De hecho, se basa en el sim­ple con­cep­to de pla­cer. Todos lucha­mos natu­ral­men­te por el pla­cer. Inclu­so los bebés evi­tan el dolor y bus­can pla­cer: es lo que el filó­so­fo y autor Hiram Cres­po lla­ma la facul­tad de aver­sión al pla­cer. Sin embar­go, eso no sig­ni­fi­ca hedo­nis­mo desen­fre­na­do, no si prac­ti­ca­mos cálcu­lo hedó­ni­co. El cálcu­lo hedó­ni­co impli­ca eva­luar si es pro­ba­ble que algo resul­te pla­cen­te­ro a lar­go plazo.

Enton­ces, una acción epi­cu­ra no sería sim­ple­men­te beber mucha mucha cer­ve­za en una noche. Reco­no­ce­ría que, des­pués de un cier­to núme­ro de cer­ve­zas, la expe­rien­cia gene­ral, inclui­da la resa­ca, no sería pla­cen­te­ra. Por el con­tra­rio, algu­nas deci­sio­nes impor­tan­tes, como estu­diar en una uni­ver­si­dad, pue­den ser dolo­ro­sas al prin­ci­pio, pero agra­da­bles a la larga.

El epi­cu­reís­mo no pro­por­cio­na res­pues­tas uni­ver­sa­les a las pre­gun­tas mora­les. En cam­bio, el mejor cur­so de acción es uti­li­zar el cálcu­lo hedó­ni­co para encon­trar la solu­ción más pla­cen­te­ra. Así que no seas dema­sia­do serio, y ve por la vida con una son­ri­sa en tu ros­tro.

Si esto le pare­ce atrac­ti­vo, demos un paso más y ana­li­ce­mos rápi­da­men­te algu­nos de los prin­ci­pios estoi­cos fundamentales.

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Des­cu­bre 12 pers­pec­ti­vas dife­ren­tes sobre cómo vivir una bue­na vida. ¿Con cuál te iden­ti­fi­cas? 7

La felicidad estoica

Nadie quie­re vivir una vida infe­liz, ¿ver­dad? De hecho, la gen­te ha esta­do bus­can­do las mejo­res for­mas de evi­tar la infe­li­ci­dad duran­te mucho tiem­po. Y al hacer­lo, algu­nas de las men­tes más bri­llan­tes de la his­to­ria se han pasa­do la vida pre­gun­tán­do­se qué cau­sa la infe­li­ci­dad y cómo pode­mos evi­tar tales cosas.

Si bien ha habi­do avan­ces en psi­co­te­ra­pia y neu­ro­cien­cia, la filo­so­fía del estoi­cis­mo sigue sien­do un recur­so popu­lar para las per­so­nas que bus­can un sis­te­ma con­fia­ble de prin­ci­pios en sus vidas.

El estoi­cis­mo se remon­ta al año 300 a. C. Sin embar­go, una de las razo­nes por las que sigue sien­do rele­van­te hoy en día es que muchos de los prin­ci­pios del estoi­cis­mo toda­vía se pue­den encon­trar en las prác­ti­cas psi­quiá­tri­cas moder­nas, como la tera­pia cognitivo-conductual. 

Por ejem­plo, uno de los prin­ci­pios bási­cos del estoi­cis­mo es apren­der a con­cen­trar­se en las cosas que real­men­te están bajo su con­trol. A menu­do, nues­tras fuen­tes de infe­li­ci­dad están rela­cio­na­das con cosas que están com­ple­ta­men­te fue­ra de nues­tro con­trol. Nos obse­sio­na­mos con las opi­nio­nes de los demás, que­da­mos atra­pa­dos en el trá­fi­co, el mal tiem­po, las enfer­me­da­des o las fluc­tua­cio­nes de la economía. 

¿Qué pasa­ría si pudié­ra­mos apren­der a dejar de lado nues­tros deseos de metas que no son con­fia­bles? ¿Y si nues­tra feli­ci­dad no depen­die­ra de cosas como el dine­ro y las opi­nio­nes de los demás? ¿Qué pasa­ría si pudié­ra­mos entre­nar­nos para que nues­tra feli­ci­dad solo depen­die­ra de las cosas que están com­ple­ta­men­te bajo nues­tro con­trol? Ésta es una de las intui­cio­nes esen­cia­les del estoicismo.

Para empe­zar, hay tres áreas cla­ve en las que cen­trar­se: éti­ca, físi­ca y lógi­ca, todas ellas inter­co­nec­ta­das. La éti­ca se tra­ta de encon­trar una for­ma ideal de vivir. Para hacer eso, debe­mos tener un cono­ci­mien­to de la físi­ca , que, en este caso, se refie­re a com­pren­der cómo fun­cio­nan la natu­ra­le­za y los huma­nos. Y una de las prin­ci­pa­les cosas que debe­mos saber sobre los seres huma­nos es que tene­mos la capa­ci­dad de la razón y la lógi­ca , que juga­rán un papel cen­tral en la reso­lu­ción de pro­ble­mas y en la bús­que­da de nues­tra for­ma de vida ideal.

Todo esto se pue­de resu­mir dicien­do que los estoi­cos creen que la cla­ve para una exis­ten­cia pací­fi­ca es vivir de acuer­do con la natu­ra­le­za. Por lo tan­to, no debe­mos sub­es­ti­mar la impor­tan­cia de com­pren­der la natu­ra­le­za huma­na, lo que inclu­ye reco­no­cer los hábi­tos y ten­den­cias comu­nes que pue­den obs­ta­cu­li­zar nues­tro bienestar.

El Hinduismo y el Islam

Has­ta aho­ra, hemos vis­to escue­las filo­só­fi­cas que no tie­nen dio­ses, aun­que una de ellas, el budis­mo, está cla­si­fi­ca­da como una reli­gión. Pero, por supues­to, las reli­gio­nes teís­tas pro­por­cio­nan mucha sabi­du­ría sobre cómo vivir una bue­na vida.

Aun­que el hin­duis­mo se jac­ta de tener muchos dio­ses, vivir una bue­na vida se rela­cio­na pre­do­mi­nan­te­men­te con el con­cep­to de kar­ma: la idea de que te pue­den pasar cosas bue­nas o malas depen­dien­do de cómo has actua­do tú o tu yo pasado.

Por el con­tra­rio, el Islam sos­tie­ne un con­jun­to de escri­tu­ras que esta­ble­cen la pala­bra de Dios. Y el refor­mis­mo islá­mi­co es una rama espe­cí­fi­ca que pone a la huma­ni­dad en su núcleo.

El hin­duis­mo y el islam pro­gre­si­vo recu­pe­ran anti­guas ideas a un con­tex­to moderno.

El pro­fe­sor Dee­pak Sar­ma dice que la creen­cia en el kar­ma es común a todas las ramas del hin­duis­mo. Este con­cep­to está liga­do a la reen­car­na­ción: la creen­cia de que des­pués de morir, rena­ces en un cuer­po diferente.

Duran­te el cur­so de tu vida, acu­mu­las kar­ma tan­to posi­ti­vo como nega­ti­vo según tus accio­nes. El kar­ma acu­mu­la­do se da a cono­cer de dos mane­ras. Pri­me­ro, afec­ta los even­tos que te suce­de­rán en el futu­ro. En segun­do lugar, afec­ta el cuer­po que habi­tas en tu pró­xi­ma vida. Por lo tan­to, es común que los hin­dúes digan que los even­tos bue­nos o malos que expe­ri­men­tan son el resul­ta­do del karma.

El obje­ti­vo final es salir de este ciclo de naci­mien­to y rena­ci­mien­to. Para acer­car­se lo más posi­ble a esto, debes desa­rro­llar un buen kar­ma. Enton­ces, a medi­da que avan­za en la vida tra­tan­do de ser lo mejor posi­ble, tam­bién está pagan­do por las malas accio­nes que usted o su yo pasa­do han cometido.

Otra fe anti­gua, el Islam, tam­bién tie­ne mucho que ense­ñar­nos hoy. De hecho, una rama de esta reli­gión se ha desa­rro­lla­do bas­tan­te recien­te­men­te. El Dr. Adis Dude­ri­ja se sin­tió atraí­do por el refor­mis­mo islá­mi­co debi­do a su inter­pre­ta­ción moder­na de su fe. Recha­za el extre­mis­mo, defien­de la jus­ti­cia social y de géne­ro, y abra­za las múl­ti­ples creen­cias que con­for­man el mun­do moderno.

La razón tam­bién jue­ga un papel cru­cial en el Ire­for­mis­mo islá­mi­co. Como las escri­tu­ras son anti­guas, no siem­pre tie­nen una apli­ca­ción lite­ral en el mun­do moderno. Por lo tan­to, según el refor­mis­mo islá­mi­co, es el inte­lec­to lo que impul­sa nues­tra com­pren­sión del Islam hoy. Esta rein­ter­pre­ta­ción en un con­tex­to moderno es par­ti­cu­lar­men­te impor­tan­te cuan­do se tra­ta de moralidad.

Aquí hay un ejem­plo. Las escri­tu­ras musul­ma­nas reco­no­cie­ron que las muje­res eran igua­les a los hom­bres, recha­zan­do prác­ti­cas como el infan­ti­ci­dio feme­nino. Estas opi­nio­nes pue­den pare­cer obvias hoy, pero ori­gi­nal­men­te esta­ban ade­lan­ta­das a su tiem­po. Al inter­pre­tar estos tex­tos, enton­ces, debe­mos ser fie­les a su espí­ri­tu y defen­der las cau­sas de las muje­res que son pro­gre­si­vas hoy en día.

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Judaísmo y Cristianismo

Inter­pre­tar las escri­tu­ras anti­guas en un con­tex­to moderno es un desa­fío que enfren­ta no solo el Islam, sino tam­bién el judaís­mo y el cris­tia­nis­mo. Y de mane­ra simi­lar, estas dos reli­gio­nes fomen­tan la idea de que nues­tra inter­pre­ta­ción de los tex­tos sagra­dos pue­de variar.

El rabino Bar­ba­ra Block, por ejem­plo, reco­no­ce que la Biblia hebrea no es una obra de filo­so­fía. Más bien, es algo que se ha inter­pre­ta­do de muchas mane­ras dife­ren­tes a lo lar­go de la his­to­ria. Y esta varie­dad de inter­pre­ta­cio­nes le da al judaís­mo su mara­vi­llo­sa complejidad.

Del mis­mo modo, el inte­lec­tual públi­co Alis­ter McGrath recha­za la idea de que el cris­tia­nis­mo es una colec­ción par­ti­cu­lar de ideas. Se tra­ta más de la refle­xión, espe­cí­fi­ca­men­te, con­tem­plar el papel de Jesucristo.

Tan­to en el judaís­mo como en el cris­tia­nis­mo, las Escri­tu­ras brin­dan una opor­tu­ni­dad para la reflexión.

Inclu­so el Tal­mud, un tex­to sagra­do judío cla­ve, sub­ra­ya la impor­tan­cia de las ideas varia­bles. Cuen­ta una his­to­ria sobre las Casas de Sham­mai y Hillel. Están tenien­do una dispu­ta sobre la inter­pre­ta­ción correc­ta de la ley. Una voz del cie­lo los inte­rrum­pe, decla­ran­do una pre­fe­ren­cia por el pun­to de vis­ta de la Casa de Hillel, pero enfa­ti­za que “Ambas son las pala­bras del Dios vivo”. Nece­si­ta­mos tomar deci­sio­nes, pero varias opcio­nes pue­den ser válidas.

La ora­ción tam­bién es fun­da­men­tal para el judaís­mo, pero Rab­bi Block sugie­re que no debe­mos pen­sar en pedir­le favo­res a Dios. En cam­bio, la ora­ción es bue­na para nues­tras almas y nos ayu­da con las deci­sio­nes. Por ejem­plo, una ora­ción pue­de agra­de­cer a Dios por ayu­dar a los nece­si­ta­dos, pero depen­de de noso­tros salir y brin­dar esa ayuda.

En el cris­tia­nis­mo, tam­bién depen­de de noso­tros encon­trar el sig­ni­fi­ca­do. La fe cris­tia­na es más una pers­pec­ti­va que un con­jun­to fijo de reglas. Como lo expre­só el escri­tor C. S. Lewis: “Creo en el cris­tia­nis­mo por­que creo que el Sol ha sali­do, no solo por­que lo veo, sino por­que por él veo todo lo demás”.

Enton­ces, una pre­gun­ta como “¿Por qué hay sufri­mien­to?” dibu­ja res­pues­tas varia­das. Algu­nos dicen que el sufri­mien­to nos per­mi­te cre­cer. Mar­tin Lute­ro con­si­de­ró sufrir un recor­da­to­rio de mor­ta­li­dad. San Agus­tín argu­men­tó que la pre­sen­cia del mal nos recor­dó que otras cosas eran buenas.

McGrath ofre­ce otra pers­pec­ti­va: lo que suce­dió des­pués de la Cru­ci­fi­xión nos per­mi­te com­pren­der cómo reac­cio­nar ante el trau­ma. Las Escri­tu­ras expli­can que los segui­do­res de Cris­to se sin­tie­ron deses­pe­ra­dos des­pués de que mata­ron a su líder, pero gra­dual­men­te desa­rro­lla­ron for­mas de sobrellevarlo.

Ese es solo un ejem­plo de cómo el cris­tia­nis­mo, como el judaís­mo, pue­de ayu­dar­nos a encon­trar un sig­ni­fi­ca­do en el mun­do, sin ser prescriptivo.

La cultura ética y el humanismo secular

Actual­men­te, la reli­gión tra­di­cio­nal no es tan domi­nan­te como lo era antes. Han sur­gi­do algu­nas filo­so­fías alter­na­ti­vas que reco­no­cen algu­nos de los bene­fi­cios de la reli­gión, sin com­par­tir su creen­cia en nin­gún dios

La cul­tu­ra éti­ca y el huma­nis­mo secu­lar son dos filo­so­fías que no impli­can creer en Dios.

Comen­ce­mos con la Cul­tu­ra Éti­ca, que se defi­ne a sí mis­ma como una reli­gión no teís­ta. Como su nom­bre lo indi­ca, pone un fuer­te énfa­sis en la éti­ca y el valor de la comu­ni­dad. Enfa­ti­za la impor­tan­cia de estos valo­res tra­di­cio­na­les al tener un cle­ro, como muchas reli­gio­nes teístas.

La Cul­tu­ra Éti­ca fue fun­da­da por Felix Adler en 1876. Adler ori­gi­nal­men­te estu­dió para con­ver­tir­se en rabino, pero solo dio un ser­món. En él, pre­sen­tó una inter­pre­ta­ción del judaís­mo como una reli­gión secu­lar. Esta visión radi­cal le impi­dió con­ver­tir­se en rabino, por lo que se fue por su cuen­ta. Cul­tu­ra éti­ca se dio cuen­ta del deseo del tras­cen­den­ta­lis­ta esta­dou­ni­den­se Ralph Wal­do Emer­son de “una igle­sia de ética”.

La clé­ri­ga Anne Klaey­sen reco­no­ce algu­nos pro­ble­mas con la ense­ñan­za de Adler, como su miso­gi­nia. Sin embar­go, muchos aspec­tos siguen sien­do cier­tos, inclui­da su creen­cia de que el mun­do moderno pre­sen­ta a las per­so­nas desa­fíos que las reli­gio­nes más anti­guas no pue­den mane­jar. Los segui­do­res de Adler res­pal­dan docu­men­tos como la Decla­ra­ción Uni­ver­sal de Dere­chos Huma­nos, des­ta­can­do nues­tra depen­den­cia mutua y nues­tras obli­ga­cio­nes mutuas. Si bien no hay un dios en la cul­tu­ra éti­ca, sigue sien­do idealista.

El huma­nis­mo secu­lar, por otro lado, no es una reli­gión. Es una filo­so­fía no dog­má­ti­ca que enfa­ti­za la impor­tan­cia del pen­sa­mien­to inde­pen­dien­te. Al igual que la Cul­tu­ra Éti­ca, el huma­nis­mo secu­lar nos ani­ma a cui­dar­nos los unos a los otros, dice John R. Shook, pero sin un mar­co reli­gio­so. Varias escue­las filo­só­fi­cas ali­men­tan el huma­nis­mo secu­lar, inclui­do el aris­to­te­lis­mo y el estoi­cis­mo, así como el uti­li­ta­ris­mo y el existencialismo.

Guia­do por la razón, el huma­nis­mo secu­lar ofre­ce una for­ma prác­ti­ca de com­pren­der y mejo­rar la con­di­ción huma­na. El énfa­sis en la razón sig­ni­fi­ca que el huma­nis­mo secu­lar res­pe­ta pro­fun­da­men­te a la ciencia.

A dife­ren­cia de algu­nas filo­so­fías, el huma­nis­mo secu­lar no está des­ti­na­do a defi­nir su visión del mun­do exclu­si­va­men­te; tam­bién pue­de ser otras cosas. Sin embar­go, si te con­si­de­ras espi­ri­tual, enton­ces una eti­que­ta como “huma­nis­ta reli­gio­so” podría ser más precisa.

Lo que com­par­ten la cul­tu­ra éti­ca y el huma­nis­mo secu­lar es la afir­ma­ción de que no tie­nes que creer en un dios para lle­var una vida bue­na y ética.

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El existencialismo y el pragmatismo

¿Ele­gis­te nacer? ¿No? Tam­po­co nadie más. Ese es el pun­to de par­ti­da para el exis­ten­cia­lis­mo, la filo­so­fía del siglo XX de Jean-Paul Sar­tre y Simo­ne de Beau­voir. Habien­do naci­do, somos cons­cien­tes y libres de tomar nues­tras pro­pias deci­sio­nes. Por lo tan­to, en pala­bras de Sar­tre, esta­mos “con­de­na­dos a ser libres”.

Un poco antes, al otro lado del Atlán­ti­co, sur­gió otra filo­so­fía no reli­gio­sa: el prag­ma­tis­mo esta­dou­ni­den­se. Al igual que la Cul­tu­ra Éti­ca, se ins­pi­ró en Ralph Wal­do Emer­son y su famo­sa defen­sa de la auto­su­fi­cien­cia. Pero, como Emer­son tam­bién nos recor­dó, solo somos libres den­tro de cier­tos límites.

El exis­ten­cia­lis­mo y el prag­ma­tis­mo refle­xio­nan sobre las for­mas en que somos libres.

Hay algo con­tra­dic­to­rio sobre el exis­ten­cia­lis­mo, como reco­no­ce Skye C. Cleary. En reali­dad, lla­mar­se a sí mis­mo exis­ten­cia­lis­ta con­tra­di­ce de qué se tra­ta real­men­te. No debe­mos dejar­nos defi­nir por nin­gún con­jun­to par­ti­cu­lar de creen­cias; en cam­bio, sim­ple­men­te debe­ría­mos ser autén­ti­cos con noso­tros mis­mos. Y como indi­vi­duos, somos dema­sia­do com­ple­jos como para resu­mir­los con sim­ples eti­que­tas, espe­cial­men­te por­que todos esta­mos cam­bian­do constantemente.

Sar­tre dio el ejem­plo de un cama­re­ro que es bueno en su tra­ba­jo. Él lle­ga a creer que ser un cama­re­ro es lo que lo defi­ne. Pero nin­gún rol úni­co pue­de defi­nir a una per­so­na. Debe­mos reco­no­cer que las cosas cam­bia­rán en el futu­ro, tal como lo hicie­ron en el pasado.

Esa creen­cia en el cam­bio sig­ni­fi­ca que el exis­ten­cia­lis­mo no es nece­sa­ria­men­te som­brío. Todos debe­mos aspi­rar a ir más allá de lo que somos en este momen­to, y usar nues­tra liber­tad para crear vidas sig­ni­fi­ca­ti­vas para noso­tros mis­mos. Ade­más, a pesar de nues­tra sub­je­ti­vi­dad inevi­ta­ble, las rela­cio­nes con los demás tam­bién son cruciales.

El prag­ma­tis­mo esta­dou­ni­den­se fue fun­da­do por dos esta­dou­ni­den­ses, William James y Char­les Peir­ce. Es simi­lar al exis­ten­cia­lis­mo al prin­ci­pio con una obser­va­ción bas­tan­te oscu­ra. La filo­so­fía es mucho más que un jue­go inte­lec­tual: es algo por lo que vivir o morir.

Fun­da­men­tal para el prag­ma­tis­mo, como argu­men­tan John Kaag y Dou­glas Ander­son, es la natu­ra­le­za pre­ca­ria de la vida. Enfren­ta­mos enor­mes desa­fíos y la posi­bi­li­dad de muer­te está siem­pre pre­sen­te. Pero es posi­ble avan­zar de todos modos, apren­dien­do a nave­gar por terre­nos inestables.

James y Peir­ce tenían for­mas con­tras­tan­tes de hacer esto: James defen­dió un enfo­que indi­vi­dua­lis­ta de la vida, mien­tras que Peir­ce enfa­ti­zó la impor­tan­cia de la comu­ni­dad. Lo que unió a ambos fue la creen­cia de que al per­se­guir cier­tos idea­les, como la belle­za, la ver­dad y la bon­dad, todos tene­mos la capa­ci­dad de mejo­rar las cosas, inclu­so si nun­ca pode­mos lograr la per­fec­ción. Pode­mos estar terri­ble­men­te res­trin­gi­dos en nues­tras vidas, pero tene­mos la liber­tad de actuar bien.


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