Actualizado el Tuesday, 24 January, 2023
El silencioso repunte del “terrorismo de extrema derecha” y por qué la covid-19 puede agravarlo
El terrorismo de extrema derecha sigue sin existir para la justicia española a pesar de las advertencias internacionales, pero a nadie se le escapa ya que las ideologías de corte ultraderechista y xenófobo están viviendo una época de auge en la última década en Europa. El eje político parece haberse desplazado considerablemente hacia una derecha más radical y violenta que la de los últimos años.
La extrema derecha es el ideario que alimenta a acciones terroristas cada vez más dañinas. Una tendencia que ha puesto sobre la mesa el Institute for Economics and Peace (IEP) en el informe anual sobre el Índice de Terrorismo Global.
Estos acontecimientos y el auge que han experimentado los partidos políticos de extrema derecha en Europa en los últimos años han avivado esta oleada de violencia homófoba, xenófoba y misógina. En Alemania sólo en 2017 se registraron 1.054 actos de violencia de extrema derecha, en Reino Unido e Italia, se han venido sucediendo ataques con armas de fuego y armas blancas contra políticos, llegando incluso al asesinato en el caso de la diputada británica Jo Cox en 2016, además de ataques contra inmigrantes y homosexuales por parte de miembros de grupos neofascistas como Casa Pound, aliado de Hogar Social, Liga Norte o el Movimiento de Resistencia Nórdico en Suecia. Francia, país europeo que más relevancia ha tomado durante los últimos años en cuanto a atentados yihadistas se trata, se ha convertido también en epicentro del terrorismo de ultraderecha.
En el contexto actual de crisis económica y su consecuente agitación social, junto con la llegada de refugiados a territorio europeo, los movimientos xenófobos han intentado (y en muchas ocasiones lo han conseguido) posicionarse del lado de las clases autóctonas menos favorecidas y presentarse como la respuesta a sus problemas.
El flujo de refugiados hacia Europa, provocado principalmente por la guerra en Siria, ha servido de argumentación para achacar los problemas derivados de la crisis a la inmigración.
Según la Comisión Europea, la lucha contra el terrorismo empieza “por hacer frente a la polarización de la sociedad, la discriminación y otros factores que pueden reforzar la vulnerabilidad de las personas ante un discurso radical”. Estos son algunos factores con los que coincide Gilles de Kerchove que, aun así, admite que “no hay un solo factor” en la radicalización de las personas. “Yo siempre he dicho que hay que actuar en tres puntos, porque es una combinacion de factores”, explica. El experto europeo indentifica “factores objetivos”, como la discriminación, el racismo, las condiciones socioeconómicas, la marginalización y los problemas de identidad; la ideología y mensajes que facilitan la entrada de contenido extremo como Internet o las prisiones (“siguen siendo auténticas incubadoras de radicalización, a pesar de los esfuerzos, apunta de Kerchove). Por otra parte, a pesar de que pone en duda de que haya un aumentado de atentados tras los confinamientos por la pandemia, sí apunta que personas con “problemas mentales” anteriores, puedan verse atraídas por “mensajes yihadistas o de extrema derecha” tras pasar más tiempo en Internet.
Esta dinámica la podemos observar tanto en el ámbito institucional —por ejemplo, a través de los resultados electorales de los partidos de ultraderecha— como en la sociedad civil. El Brexit, el paso de Le Pen a la segunda vuelta de las presidenciales en Francia, el ascenso de partidos de tinte xenófobo como Amanecer Dorado en Grecia, el FPÖ en Austria, el PVV en Holanda, el FIDESZ en Hungría, etc. se enmarcan en este contexto en el ámbito institucional.
En los últimos años, el terrorismo islamista ha sido la principal amenaza de seguridad en el mundo. Y, como tal, ha recibido toda la atención de gobiernos y medios de comunicación. Sin embargo, en los últimos años ha ido creciendo una violencia con otros apellidos y que está encendiendo algunas alarmas casi olvidadas en los departamentos de seguridad: el terrorismo de extrema derecha.
También estamos asistiendo a un florecimiento de los movimientos de ultraderecha en las calles, siendo cada vez más comunes las noticias sobre concentraciones de ideología xenófoba refugiándose en un discurso ultranacionalista y en una supuesta defensa de los intereses de las clases más pobres. Un informe de la Fundación Rosa Luxemburgo cifra tres decenas las personas condenadas por actos violentos de extrema derecha, pero con penas que no superan los tres años y medio y sin aplicársele nunca delitos de terrorismo.
Europa no olvida su pasado. O, al menos, buena parte de ella. Y, por ello, las imágenes de ciudadanos confrontando pacíficamente este tipo de concentraciones se están haciendo cada vez más frecuentes. Durante los últimos meses, las redes sociales se han ocupado de hacer virales imágenes tan potentes como la de Maria-Teresa Tess Asplund frente a 300 neonazis en Suecia, la de Saffiyah Khan en Reino Unido o la de Zakia Belkhiri en Bélgica.
Este es el caso de la imagen que encabeza este artículo. La fotografía que quizá represente mejor la resistencia del ciudadano medio europeo contra el avance del movimiento fascista. La joven que viste el uniforme scout en la imagen, Lucie Myslikova, es una estudiante de cine originaria de la ciudad checa de Brno, lugar en la que se produjo una marcha del partido neonazi Trabajadores por la Justicia Social (DSSS).
Al centrar todos los esfuerzos en buscar las motivaciones personales e individuales tras este tipo de ataques se está dejando de lado su naturaleza social y política. Es necesario prestar atención al papel que juega el entorno y el contexto social en la aparición de este tipo de violencia terrorista. Mientras sigamos pensando que sus perpetradores son psicópatas o desequilibrados en lugar de terroristas, será imposible poner en marcha una estrategia de prevención efectiva. Para ello es indispensable tener en cuenta las variables de tipo social -desde los discursos de odio al fracaso de las políticas de integración- que se encuentran tras el terrorismo de extrema derecha. Este supone actualmente una amenaza para la convivencia, la paz y la seguridad tan grave como cualquier otra forma de violencia terrorista.
La fotografía de Vladimir Cicmanec capta el instante en el que la joven de 16 años se dirige a un manifestante. Según la propia Lucie en declaraciones a la BBC, la discusión trató sobre refugiados e inmigración y, pese a lo que pudiera parecer por la imagen, se desarrolló de manera no violenta. Lucie participó en la contramarcha, que, dicho sea de paso, doblaba en número a la concentración neonazi, y decidió cuestionar las consignas de los neonazis:
“Creo que los jóvenes deberían involucrarse en este tipo de cosas. Deberían ser conscientes de lo que ocurre”.
Según relata ella misma, argumentó que todo país tiene un deber de ayudar a quienes escapan de conflictos, a lo que el neonazi le habría respondido que sería violada por esa misma gente a quien trataba de salvar. Pese a lo imponente de la imagen, Lucie asegura que no temió por su seguridad física. Lo que no habría soportado es quedarse en silencio:
“Si hubiera decidido no involucrarme, me habría dejado una herida interna que nunca hubiera sanado”.
Casi el 70% de los atentados y complots que ha sufrido EEUU en los primeros ocho meses del año están enmarcados en el “supremacismo blanco”, enmarcados en la extrema derecha.