Actualizado el miércoles, 5 mayo, 2021
Uno de los cortos preferidos de la comunidad muhimu es el de Blobby, un adorable relato sobre la soledad que sufren los ancianos. Si esta soledad, además es acompañada de situaciones de extrema pobreza la situación es tan deshumanizada que requiere de la atención de todos como sociedad.
Esta situación la encontramos no sólo en países en vías de desarrollo, también en los de un «primer mundo» cada vez más deshumanizado.
En este caso hablamos de un país donde jamás pensábamos que podía ocurrir algo así: Japón. En esta isla, los ancianos cometen delitos para tener con quien hablar en la cárcel, o van a prisión porque las jubilaciones no les alcanzan para sobrevivir. Es decir, para escapar de la soledad o escapar de la pobreza.
Actualmente hay 5.000 ancianos japoneses en la cárcel. Es el 20% del total de la población reclusa. Alarmante.
El 14% de las personas fallecidas en el país asiático que no compartían vivienda con nadie fueron halladas entre uno y tres meses después del deceso. Esto lo permiten sociedades cada vez menos cooperativas y con ciudadanos aislados entre sí. Y una epidemia está haciendo estragos en muchos países: la soledad de los ancianos. El Reino Unido, según un informe encargado por la Comisión Jo Cox sobre la Soledad, indicó que tienen más de nueve millones de personas (el 13,7% de su población) que se sienten solas.
Las cifras de este estudio son tan aterradoras que incluyen datos como por ejemplo que unas 200.000 consultadas confesaban no haber hablado con nadie desde hacía más de un año.
La epidemia de la soledad moderna
Aunque el teletrabajo ha generado un éxodo incipiente hacia el campo, en Tokio cada vez hay más publicidad de venta de pisos nuevos para personas solas. Los solitarios de todas las edades se han convertido en una apetecida categoría de consumidor. Los supermercados venden raciones individuales de todo, y muchos restaurantes usan el término “ohitori-sama” (honorable señor solo; el término sirve también en femenino) para ofrecer mesas con un solo asiento y buenas vistas, pero situadas fuera del ángulo visual de las parejas y los grupos a la hora de la cena.
Algunos políticos sí están intentando cambiar las cosas. Fue el caso de la diputada laborista Jo Cox, asesinada a sus 41 años, por un individuo que le disparó y apuñalóa la salida de un acto en una biblioteca de Birstall, en el norte de Inglaterra. Un hombre de 52 años fue detenido en relación con la agresión. El asesino neonazi proclamó “¡Gran Bretaña primero!” (una posible referencia a un partido de la ultraderecha que aboga por la salida de la UE).
La tragedia desencadenó la suspensión de todos los actos de campaña pero no frenó una de sus conquistas, la creación de una especie de Ministerio de la Soledad, en el que se trata de hacer frente a la que algunos expertos no dudan en catalogar como «la epidemia de la sociedad moderna».
Pero de los países desarrollados Japón parece ser el país que más sufre esta enfermedad social. El gobierno ha tenido que solicitar un estudio para entender por qué en los últimos años crecieron de manera increíble los delitos menores cometidos por personas ancianas.
Tras analizar caso por caso descubrieron que en un 90% de los casos ancianos y ancianas los cometían, no por necesidad, sino para poder ir a la cárcel y sentirse menos solos. Y el fenómeno es mayor en las mujeres, que se sienten cuidadas y escuchadas por las guardias de seguridad.
Muchas cumplen penas de hasta tres años y lo dramático es que al ser liberadas vuelven a cometer otro delito para retornar a prisión.
Millones de ancianos viven solos y rara vez hablan con sus familiares o amigos. El estudio demostró que un 75% de las ancianas que eran detenidas por robos vivían solas y confesaban no tener familias, no tener relación con ellas o no tener a nadie que les ayudase. Ir a la cárcel era para ellas la salvación.
Ellos saben que la ley penal nipona es severísima. Robar un sandwich de 1,50 dólares implica una pena de prisión de hasta dos años. Y si al salir roban otra vez un sandwich de ese valor la pena es de cinco años de prisión. Pero hay algo pero que la cárcel, esperar a solas la muerte.
Pero el estudio concluyó que el motivo no era sólo la soledad, sino la pobreza extrema a la que estaban condenados. La pensión promedio de los mayores de 65 años es de 560 dólares mensuales es muy inferior al coste de la vida básica y digna en este país.
Es un fenómeno de precariedad que también sufren los jóvenes.
Diferentes ONG y asociaciones han catalogado un nuevo fenómeno de pobreza juvenil, los llamados “sinkies”: jóvenes con trabajo pero que no ganan lo suficiente para independizarse o tener hijos.
En concreto, quien ha dado la voz de alarma ha sido Cáritas Europa, que cataloga con ese nombre a esas parejas jóvenes en las que ambos trabajan, que no tienen hijos y que, al combinar sus salarios, no llegan a un ingreso mínimo decente. Un grave problema que deben de afrontar nuestros políticos.
¿Cómo es la situación de los ancianos y ancianas de tu país o comunidad?
3 respuestas a «Ancianos que roban para ir a la cárcel y así escapar de la pobreza y la soledad (en un país que no imaginas)»