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La independencia está de moda pero nos ha vuelto infelices. Nos lo cuenta “La teoría sueca del amor”

21/11/2016 by Valeria Hiraldo

Mere­ce ser compartido:

Actua­li­za­do el Sun­day, 18 July, 2021

Des­de hace años, yo tam­bién creía estar sola era la mayor liber­tad. Pero tam­bién me equivocaba.

La polé­mi­ca está ser­vi­da gra­cias a la pelí­cu­la docu­men­tal La teo­ría sue­ca del amor del cineas­ta Erik Gan­di­ni. Una pro­pues­ta que mues­tra la heri­da abier­ta que ha supues­to para Sue­cia alcan­zar su ideal de inde­pen­den­cia. En ella nos mues­tra los ines­pe­ra­dos e infe­li­ces resul­ta­dos de este via­je pero a la vez reve­la intere­san­tes des­cu­bri­mien­tos sobre la vida y la felicidad.

Los datos de este país escan­di­na­vo son muy deso­la­do­res: uno de cada dos sue­cos vive solo y uno de cada cua­tro mue­re solo.

“El tópi­co defi­ne a Sue­cia como un mode­lo de socie­dad avan­za­da con una ele­va­da cali­dad de vida. Pero, ¿es real­men­te un país feliz? ¿Es posi­ble que la pobla­ción más autó­no­ma e inde­pen­dien­te del mun­do esté insatisfecha?

Sin la nece­si­dad de pedir ayu­da o favo­res, el con­tac­to humano que­da redu­ci­do a la míni­ma expre­sión. Cada vez hay más madres sol­te­ras que tie­nen hijos a tra­vés de la inse­mi­na­ción arti­fi­cial. El núme­ro de gen­te que mue­re sola aumen­ta año tras año. ¿Mere­ce la pena asu­mir el ais­la­mien­to y la sole­dad para tener una vida autó­no­ma e independiente?

El ico­no­clas­ta direc­tor Erik Gan­di­ni explo­ra el esti­lo de vida sue­co con sen­ti­do del humor, refle­xio­nan­do sobre cómo una vida segu­ra y fácil pue­de con­ver­tir­se en una exis­ten­cia vacía y solitaria”

Pero, ¿cómo han lle­ga­do a esta terri­ble situa­ción? El sue­ño de la bús­que­da de inde­pen­den­cia comen­zó en 1972 median­te un mani­fies­to polí­ti­co La fami­lia del futu­ro: una polí­ti­ca socia­lis­ta para la fami­lia,  con el cual se pre­ten­dían esta­ble­cer las direc­tri­ces de la polí­ti­ca esta­tal en rela­ción al con­cep­to tra­di­cio­nal de fami­lia, y en el que se esta­ble­cía que “toda rela­ción huma­na ver­da­de­ra se tie­ne que sus­ten­tar en el prin­ci­pio de inde­pen­den­cia entre las personas”.

La independencia está de moda pero nos ha vuelto infelices. Nos lo cuenta "La teoría sueca del amor" 1

Des­pués de más de 40 años de su pues­ta en mar­cha, se ha con­se­gui­do. Pero, los resul­ta­dos no han sido los espe­ra­dos. Gan­di­ni apro­ve­cha para dar­le un sen­ti­do del humor muy espe­cial, un poco de cinis­mo y una narra­ti­va poco habitual.

“No es ver­dad que la feli­ci­dad sig­ni­fi­que una vida libre de pro­ble­mas. Una vida feliz impli­ca tener que supe­rar los pro­ble­mas (…) Hacer fren­te a los retos, lo inten­tas y te esfuer­zas. Y enton­ces lle­gas al momen­to de feli­ci­dad cuan­do ves que has podi­do con­tro­lar los retos del des­tino. Y es jus­ta­men­te esto: la feli­ci­dad de haber supe­ra­do las difi­cul­ta­des (…) lo que se pier­de cuan­do cre­cen las comodidades”, 

así con­clu­ye este docu­men­tal de la mano del soció­lo­go pola­co Zyg­munt Bau­man.

__ ¿Qué des­cu­bri­rás en este post? __

  • Un libro sobre la sole­dad: El siglo solitario
    • Des­cu­bra por qué este es el siglo de la sole­dad y cómo pode­mos reconectarnos
    • La sole­dad ha sido impul­sa­da por el capi­ta­lis­mo neoliberal
    • La sole­dad cau­sa enfer­me­da­des y dolencias
    • La sole­dad podría ser cla­ve para com­pren­der los movi­mien­tos de ultra derecha
    • La recien­te ola de urba­ni­za­ción está exa­cer­ban­do la sole­dad global
    • Un mun­do sin con­tac­to ali­men­ta la soledad
    • Los niños son espe­cial­men­te vul­ne­ra­bles a los peli­gros del tiem­po exce­si­vo fren­te a una pantalla
    • Los robots socia­les ofre­cen un reme­dio poten­cial con­tra la soledad
    • Reu­nir­se reque­ri­rá cam­bios estruc­tu­ra­les y personales

Un libro sobre la soledad: El siglo solitario

La sole­dad no es solo algo que la gen­te sufre por sí mis­ma. Tam­bién es un esta­do colec­ti­vo que cau­sa enfer­me­da­des y dolen­cias, soca­va nues­tra capa­ci­dad de ser tole­ran­tes unos con otros y ame­na­za la demo­cra­cia. Pode­mos cons­truir un mun­do más conec­ta­do, y la pan­de­mia pre­sen­ta una opor­tu­ni­dad para un cam­bio radical.

The Lonely Cen­tury , escri­to por Noree­na Hertz, explo­ra la sole­dad que carac­te­ri­za al siglo XXI. Basán­do­se en una déca­da de inves­ti­ga­ción, reve­la cómo las polí­ti­cas neo­li­be­ra­les, las nue­vas tec­no­lo­gías y la migra­ción masi­va a las ciu­da­des han con­tri­bui­do a que nos sin­ta­mos tan solos, y qué cam­bios deben ocu­rrir para que poda­mos reconectarnos.

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Descubra por qué este es el siglo de la soledad y cómo podemos reconectarnos

¿Por qué tan­tos de noso­tros esta­mos tan solos? Algu­nos podrían cul­par a COVID-19, con sus blo­queos, dis­tan­cia­mien­to social y auto­a­is­la­mien­to. Pero el pro­ble­ma es mayor; la sole­dad ha sido una carac­te­rís­ti­ca defi­ni­to­ria del siglo XXI. 

Duran­te déca­das, los polí­ti­cos han defen­di­do el inte­rés pro­pio sobre el bien colec­ti­vo. Esto, com­bi­na­do con la migra­ción masi­va a las ciu­da­des y nues­tra depen­den­cia de la tec­no­lo­gía, ha soca­va­do nues­tra capa­ci­dad para conec­tar­nos con quie­nes nos rodean. Como resul­ta­do, la sole­dad está dañan­do nues­tra salud, rique­za y felicidad.

Estos con­se­jos explo­ran los temas que han dado for­ma a Lonely Cen­tury, que van des­de la adic­ción a las redes socia­les has­ta la com­pa­ñía de los robots sexua­les con IA. A pesar de la fata­li­dad y la tris­te­za, des­cu­bri­re­mos que toda­vía hay espe­ran­za y des­cu­bri­re­mos los pasos que pode­mos tomar para vol­ver a conectarnos.

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La soledad ha sido impulsada por el capitalismo neoliberal

La mayo­ría de noso­tros sabe­mos lo que es sen­tir­se solo. Pero, ¿la sole­dad te lle­va­ría algu­na vez a come­ter un crimen?

Pue­de pare­cer impro­ba­ble, pero con­si­de­re la pri­sión de Tochi­gi en Japón. Duran­te los últi­mos 20 años, el núme­ro de pre­sos mayo­res se ha cua­dri­pli­ca­do. ¿Por qué? Bueno, las muje­res mayo­res, la mayo­ría mayo­res de 65 años, han esta­do come­tien­do fal­tas meno­res para esca­par de la sole­dad para la com­pa­ñía y el cui­da­do de sus com­pa­ñe­ros de prisión.

Pero no solo los ancia­nos se han sen­ti­do más solos. En Euro­pa, Esta­dos Uni­dos y Aus­tra­lia, la tasa de sole­dad entre los jóve­nes de 15 años tam­bién ha ido en aumen­to. E inclu­so antes de la pan­de­mia de coro­na­vi­rus, uno de cada cin­co millen­nials afir­mó no tener nin­gún amigo.

Está cla­ro que Lonely Cen­tury no es un pro­ble­ma gene­ra­cio­nal. Y la sole­dad que esta­mos expe­ri­men­tan­do no se tra­ta solo de sen­tir­nos des­co­no­ci­dos o no vis­tos por ami­gos o fami­lia­res. Tam­bién se tra­ta de sen­tir­se sin el apo­yo de nues­tros emplea­do­res, la comu­ni­dad y el gobierno. 

En la déca­da de 1980, Mar­ga­ret That­cher y Ronald Reagan impul­sa­ron un pro­yec­to polí­ti­co lla­ma­do capi­ta­lis­mo neo­li­be­ral o neo­li­be­ra­lis­mo. Pidió a los gobier­nos que mini­mi­cen su inter­fe­ren­cia en los mer­ca­dos, así como en los asun­tos per­so­na­les de las per­so­nas. El pro­yec­to tam­bién defen­dió la auto­su­fi­cien­cia, el gobierno peque­ño y la com­pe­ten­cia en el mer­ca­do. Los valo­res comu­ni­ta­rios y el bien colec­ti­vo eran menos prioritarios.

Duran­te las últi­mas cua­tro déca­das, el neo­li­be­ra­lis­mo ha crea­do un inmen­so aumen­to en las bre­chas de rique­za. En 1989, los direc­to­res eje­cu­ti­vos esta­dou­ni­den­ses gana­ban 58 veces más que un tra­ba­ja­dor pro­me­dio. Para 2018, esta bre­cha se había mul­ti­pli­ca­do casi por cinco. 

Como resul­ta­do, gran par­te de la pobla­ción aho­ra se sien­te aban­do­na­da. El sis­te­ma, en gene­ral, ha corroí­do nues­tra capa­ci­dad para man­te­ner a nues­tras fami­lias o man­te­ner nues­tro esta­tus en la socie­dad. Pero la pobre­za no solo nos hace sen­tir mar­gi­na­dos; tam­bién nos pone en mayor ries­go de soledad. 

El neo­li­be­ra­lis­mo ha afec­ta­do lite­ral­men­te la for­ma en que nos rela­cio­na­mos entre noso­tros. Déca­das de hiper­com­pe­ti­ti­vi­dad han cam­bia­do nues­tros valo­res colec­ti­vos. Para muchos, la soli­da­ri­dad y la bon­dad aho­ra jue­gan un papel secun­da­rio en la bús­que­da del inte­rés pro­pio. Esta acti­tud de “cada uno por sí mis­mo” nos hace menos incli­na­dos a ayu­dar a las per­so­nas de nues­tra comu­ni­dad. Como resul­ta­do, cada vez más per­so­nas se sien­ten aisladas.

Nues­tra nue­va men­ta­li­dad neo­li­be­ral super­in­di­vi­dua­lis­ta se refle­ja inclu­so en las can­cio­nes pop. En 1977, David Bowie can­tó que “podría­mos ser héroes”. Pero en el siglo XXI, los can­tan­tes usan cada vez más los pro­nom­bres en pri­me­ra per­so­na; solo pien­se en “I am a God” de Kan­ye West.

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La soledad causa enfermedades y dolencias

Man­te­qui­lla, azú­car, nata. Estos son ingre­dien­tes bási­cos en la die­ta de los hare­dim, miem­bros de una estric­ta comu­ni­dad judai­ca que repre­sen­tan alre­de­dor del 12 por cien­to de la pobla­ción de Israel. Como era de espe­rar, los hare­dim son sie­te veces más pro­pen­sos a la obe­si­dad que sus homó­lo­gos secu­la­res israe­líes. Tam­bién ganan mucho menos que sus veci­nos; más del 54 por cien­to de los hare­dim viven por deba­jo del umbral de pobreza.

Se podría supo­ner, enton­ces, que su espe­ran­za de vida tam­bién sería menor. Pero, de hecho, ocu­rre lo con­tra­rio. Los hare­dim tie­nen una espe­ran­za de vida más lar­ga de lo que sugie­re su cla­si­fi­ca­ción socio­eco­nó­mi­ca. ¿Por qué? Los exper­tos creen que se debe a que tene­mos una comu­ni­dad mucho más uni­da. Los hare­dim rezan, cele­bran y tra­ba­jan jun­tos; tam­bién se ofre­cen ayu­da para el cui­da­do de los niños, apo­yo finan­cie­ro y solo con­se­jos generales.

Enton­ces la comu­ni­dad trae lon­ge­vi­dad. Por el con­tra­rio, no debe­ría sor­pren­der­nos que nues­tra actual cri­sis de sole­dad esté cobran­do un pre­cio físico.

Pien­se en un momen­to en el que se sin­tió solo. Lo más pro­ba­ble es que la expe­rien­cia haya sido tran­qui­la y silen­cio­sa en lugar de estre­san­te. Pero su cuer­po aún pro­du­ce las mis­mas hor­mo­nas de “lucha o hui­da” que pro­du­ce cuan­do esta­mos bajo ata­que. Como resul­ta­do, sus nive­les de coles­te­rol, pre­sión arte­rial y cor­ti­sol aumen­ta­ron más rápi­do de lo que lo harían si se sin­tie­ra respaldado. 

Even­tual­men­te, tales fluc­tua­cio­nes de la pre­sión arte­rial y las tasas de coles­te­rol crean efec­tos dura­de­ros en su cuer­po. Des­en­ca­de­nan res­pues­tas de estrés en su cere­bro y con­du­cen a una infla­ma­ción per­sis­ten­te. Y cuan­do su cuer­po está infla­ma­do, su sis­te­ma inmu­no­ló­gi­co está sobre­car­ga­do. Eso te deja más sus­cep­ti­ble a todo tipo de enfermedades. 

No es de extra­ñar, enton­ces, que las per­so­nas soli­ta­rias ten­gan un 32 por cien­to más de pro­ba­bi­li­da­des de sufrir un derra­me cere­bral, un 29 por cien­to más de pro­ba­bi­li­da­des de sufrir una enfer­me­dad car­día­ca y un 64 por cien­to más de pro­ba­bi­li­da­des de desa­rro­llar demen­cia clínica.

Nues­tra cri­sis de sole­dad tam­bién le está cos­tan­do a la eco­no­mía mun­dial, por una suma de miles de millo­nes de dóla­res. En los Esta­dos Uni­dos, la sole­dad de las per­so­nas mayo­res le cues­ta a Medi­ca­re, el pro­gra­ma nacio­nal de segu­ro de salud, alre­de­dor de $ 7 mil millo­nes al año. Y eso es antes de la pan­de­mia de COVID-19.

“Esta­dís­ti­ca­men­te, la sole­dad equi­va­le a fumar quin­ce ciga­rri­llos al día”. 

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La soledad podría ser clave para comprender los movimientos de ultra derecha

Cuan­do pen­sa­mos en los par­ti­da­rios de Donald Trump, “soli­ta­rio” pro­ba­ble­men­te no sea la pri­me­ra pala­bra que nos vie­ne a la men­te. Pero en una encues­ta de 2016, el Cen­tro para el Estu­dio de las Elec­cio­nes y la Demo­cra­cia encon­tró que los par­ti­da­rios de Trump tenían menos pro­ba­bi­li­da­des de tener ami­gos cer­ca­nos o cono­ci­dos que aque­llos que vota­ron por Ber­nie San­ders o Hillary Clin­ton. Los par­ti­da­rios de Trump tam­bién eran menos pro­pen­sos a pedir apo­yo a sus veci­nos u orga­ni­za­do­res comu­ni­ta­rios cuan­do nece­si­ta­ban ayuda.

Esta sole­dad no es una cues­tión de líneas par­ti­dis­tas. Si com­pa­ra­mos a los par­ti­da­rios de Trump con las per­so­nas que vota­ron por su prin­ci­pal opo­nen­te repu­bli­cano, Ted Cruz, la dife­ren­cia es mar­ca­da: los votan­tes de Trump tenían el doble de pro­ba­bi­li­da­des de infor­mar que “rara vez o nun­ca” par­ti­ci­pa­ron en gru­pos como orga­ni­za­cio­nes de padres y maes­tros o equi­pos deportivos.

El víncu­lo entre la sole­dad y el sur­gi­mien­to del popu­lis­mo de dere­cha fue esta­ble­ci­do por pri­me­ra vez por Han­nah Arendt, una de las teó­ri­cas polí­ti­cas más impor­tan­tes del siglo XX. Arendt huyó de la per­se­cu­ción anti­se­mi­ta en la Ale­ma­nia de Hitler y emi­gró a los Esta­dos Uni­dos. En 1951, publi­có un tex­to fun­da­men­tal lla­ma­do “Los orí­ge­nes del tota­li­ta­ris­mo”. Sos­tie­ne que el tota­li­ta­ris­mo atrae a indi­vi­duos soli­ta­rios ofre­cién­do­les el poten­cial de recla­mar el res­pe­to por sí mis­mos y un sen­ti­do de propósito.

Hoy, se está desa­rro­llan­do una ten­den­cia simi­lar debi­do a la eco­no­mía. Hay menos tra­ba­jos tra­di­cio­na­les en la indus­tria y, como ya hemos vis­to, el neo­li­be­ra­lis­mo está impul­san­do la des­igual­dad. Como resul­ta­do, muchos hom­bres blan­cos de la cla­se tra­ba­ja­do­ra sufren la pér­di­da de segu­ri­dad eco­nó­mi­ca y esta­tus social. 

Eso ali­men­ta exac­ta­men­te el tipo de mar­gi­na­ción con la que jue­gan los popu­lis­tas de dere­cha como Trump y la fran­ce­sa Mari­ne Le Pen.

La pro­me­sa de Trump de “Hacer que Esta­dos Uni­dos vuel­va a ser gran­de” atra­jo a las per­so­nas soli­ta­rias que desea­ban vol­ver a los días de anta­ño. Cla­ma­ron por un empleo tra­di­cio­nal, un sen­ti­do de auto­es­ti­ma y un espí­ri­tu comu­ni­ta­rio. Los som­bre­ros y cami­sas a jue­go que usa­ban en los míti­nes ali­men­ta­ron un ritual comu­ni­ta­rio. Ya no se sen­tían ais­la­dos y, en cam­bio, se con­vir­tie­ron en par­te de una confraternidad.

Trump supo bene­fi­ciar­se de este sen­ti­mien­to de comu­ni­dad, siem­pre usan­do pala­bras como noso­tros y como noso­tros en sus dis­cur­sos. Sin embar­go, como todos los demás movi­mien­tos popu­lis­tas de dere­cha, la comu­ni­dad de Trump tam­bién se basó en la exclu­sión. Alie­na a otras per­so­nas a tra­vés de men­sa­jes xenó­fo­bos. Para los votan­tes des­con­ten­tos de Trump, la inmi­gra­ción era un obje­ti­vo más fácil que el neo­li­be­ra­lis­mo, la auto­ma­ti­za­ción o las prio­ri­da­des de gas­to del gobierno.

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La reciente ola de urbanización está exacerbando la soledad global

En 2019, el autor se encon­tró con una mujer lla­ma­da Brit­tany. Mien­tras cami­na­ban por el vecin­da­rio NoHo de la ciu­dad de Nue­va York, la pare­ja dis­cu­tió el movi­mien­to #MeToo y sus libros favo­ri­tos. Había un pro­fun­do sen­ti­mien­to de camaradería. 

Aquí está el tru­co: ¡el autor nun­ca había cono­ci­do a Brit­tany antes! En cam­bio, había acep­ta­do pagar a una empre­sa lla­ma­da Ren­tA­Friend $ 40 por hora para que alguien pasa­ra la tar­de con ella. Brit­tany reve­ló que la mayo­ría de sus clien­tes eran pro­fe­sio­na­les soli­ta­rios de entre trein­ta y cua­ren­ta años que no tenían tiem­po para hacer ami­gos ni inver­tir la ener­gía para mantenerlos.

Pero Ren­tA­Friend es solo uno de los muchos ser­vi­cios nue­vos que atien­den a los habi­tan­tes de la ciu­dad solitarios.

Artis­tas y poe­tas han expre­sa­do la sole­dad de la vida urba­na des­de al menos el siglo XIX. Pero dado que se espe­ra que casi el 70 por cien­to de la pobla­ción mun­dial se tras­la­de a las ciu­da­des para 2050, la situa­ción exi­ge una aten­ción urgente.

Par­ti­cu­lar a nues­tra épo­ca es el hecho de que en muchos de los cen­tros urba­nos del mun­do — pien­se en Manhat­tan, Tokio o París — alre­de­dor de la mitad de los resi­den­tes viven solos. Por supues­to, no todos están solos. Pero según el infor­me de la Comi­sión Euro­pea de 2018 sobre la sole­dad, las per­so­nas que viven solas tie­nen muchas más pro­ba­bi­li­da­des de sen­tir­se solas, espe­cial­men­te en tiem­pos de dificultad.

Para quie­nes son pro­pen­sos a la sole­dad, la hora de comer es un momen­to espe­cial­men­te difí­cil. Para reme­diar esto, se ha impues­to una ten­den­cia de rápi­do cre­ci­mien­to en todo el mun­do. Lla­ma­do muk­bang , impli­ca ver a un anfi­trión comer gran­des can­ti­da­des de comi­da en línea. 

Las estre­llas de Muk­bang tie­nen millo­nes de segui­do­res y ganan has­ta seis cifras a tra­vés de la publi­ci­dad. Y no es una inter­ac­ción uni­di­rec­cio­nal; Duran­te la trans­mi­sión, los espec­ta­do­res pue­den pagar para enviar un “glo­bo estre­lla” que otros ven en sus pan­ta­llas. El pre­sen­ta­dor reco­no­ce la dona­ción por nom­bre de usua­rio y pre­gun­ta a quien la envió qué debe­ría comer a continuación.

Si bien las rela­cio­nes tran­sac­cio­na­les como las pro­por­cio­na­das por muk­bang o Ren­tA­Friend tie­nen el poten­cial de ali­viar la sole­dad, requie­ren muy poca infor­ma­ción emo­cio­nal. Algu­nos faná­ti­cos del muk­bang inclu­so infor­man que, para ellos, las amis­ta­des reales se sien­ten pesadas. 

Pero, como vere­mos en el pró­xi­mo con­se­jo, desa­rro­llar la habi­li­dad de la amis­tad es esen­cial para desa­rro­llar el múscu­lo social que crea el enten­di­mien­to mutuo y sub­ra­ya las prác­ti­cas democráticas.

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Un mundo sin contacto alimenta la soledad

Diga­mos que entras en una tien­da de comes­ti­bles y tomas un paque­te de galle­tas. Todo pare­ce nor­mal, excep­to que en lugar de espe­rar en la fila a un caje­ro, sim­ple­men­te guar­da las galle­tas en su bol­so y sale de la tien­da. Una compu­tado­ra regis­tra su com­pra y le cobra automáticamente. 

Si esto pare­ce un futu­ro impro­ba­ble, te sor­pren­de­rá saber que esta tien­da ya exis­te. Se lla­ma Ama­zon Go y es una de las pri­me­ras tien­das de con­ve­nien­cia admi­nis­tra­das por el gigan­te del comer­cio elec­tró­ni­co. En los pró­xi­mos años, Ama­zon tie­ne pla­nes de abrir miles de estas tien­das en todo el mundo. 

Ama­zon Go es un ejem­plo extre­mo de la ten­den­cia del comer­cio sin con­tac­to que ha ido en aumen­to a lo lar­go del siglo XXI. Hoy en día, pue­de pedir una comi­da en un res­tau­ran­te a tra­vés de empre­sas como Deli­ve­roo o Seam­less, hacer yoga en su sala de estar des­de un video de You­Tu­be o com­prar ali­men­tos en línea sin tener que levan­tar­se del sofá. Y aho­ra, debi­do a la pan­de­mia, muchos de noso­tros esta­mos evi­tan­do por com­ple­to el con­tac­to con otras personas.

En las últi­mas déca­das, Esta­dos Uni­dos y el Rei­no Uni­do han recor­ta­do drás­ti­ca­men­te los fon­dos para espa­cios comu­nes como biblio­te­cas, par­ques infan­ti­les y cen­tros juve­ni­les. Solo en el Rei­no Uni­do, casi 800 biblio­te­cas cerra­ron sus puer­tas entre 2008 y 2018.

Pero los recor­tes en la finan­cia­ción de los espa­cios públi­cos plan­tean un pro­ble­ma para la demo­cra­cia. Estos espa­cios son cru­cia­les por­que nos per­mi­ten prac­ti­car la inter­ac­ción con per­so­nas dife­ren­tes a noso­tros. Su pér­di­da tam­bién eli­mi­na las opor­tu­ni­da­des de peque­ños encuen­tros que dan color a nues­tra vida diaria.

Un estu­dio de 2013 rea­li­za­do por soció­lo­gos de la Uni­ver­si­dad de Colum­bia Bri­tá­ni­ca encon­tró que tales “micro­in­te­rac­cio­nes” tie­nen un efec­to medi­ble en nues­tro bien­es­tar gene­ral. Los inves­ti­ga­do­res reclu­ta­ron clien­tes fue­ra de un Star­bucks en una bulli­cio­sa zona urba­na. A un gru­po se le pidió que enta­bla­ra una con­ver­sa­ción amis­to­sa con el baris­ta, mien­tras que al otro se le indi­có que fue­ra efi­cien­te y evi­ta­ra con­ver­sa­cio­nes tri­via­les innecesarias. 

Los resul­ta­dos fue­ron defi­ni­ti­vos: las per­so­nas del gru­po “amis­to­so” sin­tie­ron una mayor sen­sa­ción de cone­xión y feli­ci­dad. Pare­ce que si la ama­bi­li­dad es genui­na o rea­li­za­da, el acto de ser ami­ga­ble pue­de ser tan impor­tan­te como el pro­ce­so de reci­bir ama­bi­li­dad. Ambos nos hacen sen­tir más conectados. 

Con esto en men­te, debe­mos ase­gu­rar­nos de que la deman­da de COVID de dis­tan­cia­mien­to social no con­ti­núe dan­do for­ma a nues­tras vidas des­pués de que ter­mi­ne la pandemia.

La independencia está de moda pero nos ha vuelto infelices. Nos lo cuenta "La teoría sueca del amor" 8

Los niños son especialmente vulnerables a los peligros del tiempo excesivo frente a una pantalla

Si algu­na vez ha sen­ti­do que está conec­ta­do a su telé­fono inte­li­gen­te, no está solo. En pro­me­dio, revi­sa­mos nues­tros telé­fo­nos 221 veces al día. Apro­xi­ma­da­men­te la mitad de los ado­les­cen­tes pasan la mayor par­te de su tiem­po en línea, y más de un ter­cio de noso­tros revi­sa­mos nues­tros telé­fo­nos den­tro de los pri­me­ros cin­co minu­tos des­pués de despertarnos.

No es coin­ci­den­cia que muchos de noso­tros este­mos pega­dos a nues­tras pan­ta­llas. Según el ex pre­si­den­te de Face­book, Sean Par­ker, el equi­po detrás del sitio tra­tó cons­cien­te­men­te de hacer­lo lo más adic­ti­vo posible.

Las tec­no­lo­gías digi­ta­les como los telé­fo­nos inte­li­gen­tes y las redes socia­les han faci­li­ta­do más que nun­ca la comu­ni­ca­ción con per­so­nas de todo el mun­do. Pero la faci­li­dad de comu­ni­ca­ción no ayu­da a resol­ver la cri­sis de la sole­dad. Para enten­der por qué, vea­mos cómo las redes socia­les han soca­va­do nues­tra capa­ci­dad para conec­tar­nos con las per­so­nas que tene­mos fren­te a nosotros.

Pro­ba­ble­men­te pue­das recor­dar un momen­to en el que te sen­tis­te frus­tra­do por­que el enfo­que de un ami­go o pare­ja esta­ba en su telé­fono en lugar de en ti. Resul­ta que el tiem­po fren­te a la pan­ta­lla en reali­dad está afec­tan­do nues­tras habi­li­da­des socia­les cara a cara. Este es espe­cial­men­te el caso de los niños pequeños.

Un pro­yec­to de la Uni­ver­si­dad de Bris­tol des­cu­brió que los niños que pasa­ban más de dos horas al día miran­do una pan­ta­lla eran menos capa­ces de expre­sar­se emo­cio­nal­men­te. Y en 2019, un estu­dio cana­dien­se de niños de uno a cua­tro años des­cu­brió que el aumen­to del tiem­po fren­te a la pan­ta­lla afec­tó nega­ti­va­men­te su capa­ci­dad para tener empa­tía, ayu­dar o man­te­ner la cal­ma en situa­cio­nes difíciles.

Igual­men­te preo­cu­pan­te es el hecho de que las redes socia­les han deja­do a los niños par­ti­cu­lar­men­te vul­ne­ra­bles al ciber­aco­so. La mitad de todos los niños aho­ra obtie­nen un telé­fono inte­li­gen­te antes de su déci­mo cum­plea­ños, por lo que es poco pro­ba­ble que la ame­na­za des­apa­rez­ca pronto.

Si que­re­mos hacer del mun­do en línea un lugar mejor para nues­tros niños, los gobier­nos debe­rán regu­lar: debe­rán pro­mul­gar leyes que pro­te­jan a los niños de las redes socia­les adic­ti­vas. Una polí­ti­ca poten­cial­men­te efec­ti­va sería prohi­bir las redes socia­les adic­ti­vas para niños meno­res de la edad de consentimiento.

Esto pue­de pare­cer una vio­la­ción de las liber­ta­des per­so­na­les. Pero el públi­co bri­tá­ni­co se sin­tió igual­men­te indig­na­do en 1989, cuan­do los cin­tu­ro­nes de segu­ri­dad se hicie­ron obli­ga­to­rios para los niños. En últi­ma ins­tan­cia, se tra­ta de la evi­den­cia. Si hubie­ra prue­bas de que las res­tric­cio­nes en las redes socia­les podrían pro­te­ger a los niños de la exclu­sión y el ais­la­mien­to, la gen­te se sumaría.

La independencia está de moda pero nos ha vuelto infelices. Nos lo cuenta "La teoría sueca del amor" 9

Los robots sociales ofrecen un remedio potencial contra la soledad

¿Algu­na vez ha oído hablar de un Room­ba , una aspi­ra­do­ra robó­ti­ca peque­ña y redon­da que cho­ca con las super­fi­cies de mane­ra entra­ña­ble o se atas­ca deba­jo de los sofás?

Para muchos pro­pie­ta­rios de Room­ba, estos robots han supe­ra­do su pro­pó­si­to fun­cio­nal. En un estu­dio, inves­ti­ga­do­res del Ins­ti­tu­to de Tec­no­lo­gía de Geor­gia le die­ron Room­bas a 30 hoga­res. Seis meses des­pués, dos ter­cios de las aspi­ra­do­ras tenían nom­bre. Y cuan­do el fabri­can­te de Room­ba iRo­bot pro­me­tió reem­pla­zar los elec­tro­do­més­ti­cos rotos, hubo una pro­tes­ta. Los clien­tes no que­rían cual­quier robot. Que­rían su robot.

Si las per­so­nas pue­den vin­cu­lar­se con sus aspi­ra­do­ras, ¿podrían los robots ser una for­ma de abor­dar la soledad?

En Japón, los tra­ba­ja­do­res sani­ta­rios son esca­sos y las tasas de sole­dad entre los ancia­nos están aumen­tan­do. Enton­ces, en 2018, las auto­ri­da­des de Sai­jo, una ciu­dad en el oes­te de Japón, deci­die­ron rea­li­zar un expe­ri­men­to. Empa­re­ja­ron a diez resi­den­tes mayo­res con un robot auxi­liar gra­tui­to lla­ma­do PaPe­Ro. El dis­po­si­ti­vo empleó tec­no­lo­gía de reco­no­ci­mien­to facial para ofre­cer salu­dos per­so­na­li­za­dos, recor­da­to­rios opor­tu­nos y ges­tos sin­ce­ros. Los par­ti­ci­pan­tes se ape­ga­ron rápi­da­men­te a sus nue­vos compañeros.

Muchos adul­tos mayo­res japo­ne­ses están entu­sias­ma­dos con la posi­bi­li­dad de que los robots socia­les se con­vier­tan en sus com­pa­ñe­ros, cui­da­do­res o inclu­so ami­gos. En una encues­ta de 2018, el 80 por cien­to expre­só que esta­ría dis­pues­to a inten­tar vivir con un robot. Pero los robots socia­les no son los úni­cos para los ancianos. 

En San Mar­cos, Cali­for­nia, Abyss Crea­tions ha esta­do ocu­pa­da fabri­can­do Real­Doll, uno de los robots sexua­les más rea­lis­tas del mun­do. Las muñe­cas están equi­pa­das con geni­ta­les hiper­rea­lis­tas y man­dí­bu­las con bisa­gras que pue­den abrir­se y cerrar­se. Los usua­rios pue­den per­so­na­li­zar el tama­ño del cuer­po y los senos, los colo­res del cabe­llo e inclu­so los esti­los vaginales.

Cla­ra­men­te, las Real­Dolls están dise­ña­das para el sexo. Pero Abyss Crea­tions ha des­cu­bier­to que muchos clien­tes tam­bién usan las muñe­cas como com­pa­ñía. Enton­ces, la com­pa­ñía ha cam­bia­do su enfo­que a Har­mony, una cabe­za con inte­li­gen­cia arti­fi­cial inte­gra­da que se pue­de suje­tar al cuer­po de una RealDoll. 

Har­mony pue­de hablar y reco­no­cer voces. Se le pue­de pro­gra­mar con doce ras­gos de per­so­na­li­dad, inclui­dos “tími­da”, “sexual” e “inge­nua”. Har­mony tam­bién tie­ne un sis­te­ma de “esta­do de áni­mo”; actúa tris­te si la dejan des­aten­di­da duran­te unos días y se enfa­da si la lla­man estúpida.

Real­Doll demues­tra el poten­cial de los robots para ali­viar la sole­dad, pero exis­te un ries­go. A medi­da que la tec­no­lo­gía de los robots mejo­re, ¿esta­re­mos menos dis­pues­tos a inver­tir tiem­po y ener­gía en amis­ta­des reales?

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Reunirse requerirá cambios estructurales y personales

Las socie­da­des en las que vivi­mos están divi­di­das por moti­vos de raza, géne­ro y rique­za, y la pan­de­mia de COVID-19 solo ha acla­ra­do estas divi­sio­nes. ¿Hay algo que los gobier­nos pue­dan hacer? Bueno, cier­ta­men­te hay un precedente. 

Des­pués de la Gran Depre­sión en la déca­da de 1930, el pre­si­den­te Fran­klin D. Roo­se­velt pro­mul­gó el New Deal, un amplio pro­gra­ma de regu­la­ción y gas­to públi­co. Su obje­ti­vo era lle­var refor­mas y ali­vio a los ciu­da­da­nos que habían sido los más afectados.

A raíz de la pan­de­mia de coro­na­vi­rus, tene­mos una opor­tu­ni­dad simi­lar de unir­nos y crear algo nuevo.

El mayor desa­fío para Lonely Cen­tury es vol­ver a conec­tar el capi­ta­lis­mo con la bon­dad. Un paso impor­tan­te sería des­ti­nar recur­sos a las áreas don­de más se nece­si­tan: segu­ri­dad social, bien­es­tar y aten­ción médica.

Pero más allá de estos com­pro­mi­sos bási­cos con nues­tro bien­es­tar colec­ti­vo, los gobier­nos ten­drán que pen­sar en for­mas de dar a todas las per­so­nas una voz real en la demo­cra­cia. En últi­ma ins­tan­cia, debe­ría­mos vivir en comu­ni­da­des acti­vas, inclu­si­vas y tolerantes. 

Tai­wán ofre­ce un ejem­plo de cómo podría ver­se esto. Sus 200.000 habi­tan­tes expre­san regu­lar­men­te sus opi­nio­nes sobre cómo debe­ría ser la vida en la isla. ¿Debe­ría Tai­wán prohi­bir las paji­tas de plás­ti­co? ¿Es acep­ta­ble ven­der alcohol en línea? ¿Pue­de Uber ingre­sar al mercado? 

Estas encues­tas no son vin­cu­lan­tes; solo gene­ran reco­men­da­cio­nes. Aun así, el gobierno tai­wa­nés ha imple­men­ta­do, en pro­me­dio, cua­tro quin­tas par­tes de ellos. Siem­pre que las auto­ri­da­des opta­ban por con­tra­rres­tar las opi­nio­nes de la mayo­ría, tenían que expli­car por qué. 

Los bene­fi­cios de este sis­te­ma son obvios. Des­ta­ca diver­sas pers­pec­ti­vas sobre cómo se debe gober­nar la isla y obli­ga a los ciu­da­da­nos tai­wa­ne­ses a prac­ti­car acti­va­men­te la demo­cra­cia. Cuan­do los votan­tes enfren­tan un dile­ma, deben apren­der a recon­ci­liar sus diferencias.

El enfo­que tai­wa­nés ofre­ce un ejem­plo de men­ta­li­dad colec­ti­va, algo que todos debe­ría­mos esfor­zar­nos por cons­truir en lugar del asfi­xian­te indi­vi­dua­lis­mo neo­li­be­ral. Cuan­do empe­za­mos a pen­sar en noso­tros mis­mos como par­te de nues­tras comu­ni­da­des, pode­mos luchar para crear una socie­dad más soli­da­ria y tole­ran­te. Podría­mos hacer esto apo­yan­do a un can­di­da­to polí­ti­co con una agen­da inclu­si­va o boi­co­tean­do a las empre­sas que impo­nen malas con­di­cio­nes laborales.

Cada uno de noso­tros tie­ne el poder de reco­nec­tar­nos y comen­zar a repa­rar el daño del Lonely Cen­tury. Inclu­so algo tan peque­ño como lle­var galle­tas a su lugar de tra­ba­jo o col­gar el telé­fono cuan­do está con sus ami­gos y fami­lia­res pue­de con­tri­buir a rever­tir los efec­tos del Lonely Century.

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