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5 claves para educar a los niños en el respeto, no en el miedo al castigo

Merece ser compartido:

Actualizado el domingo, 13 noviembre, 2022

Educar a niños obedientes no garantiza que serán más exitosos y felices. Criar en el miedo a las consecuencias y los castigos puede asegurar la obediencia, pero no garantiza la felicidad. Además, la obediencia dirigida a “proteger” de posibles peligros solo genera niños inseguros que no se atreven a explorar, pierden la iniciativa y carecen de espontaneidad.

«El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices».

Oscar Wilde
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Los riesgos de educar en el miedo al castigo

Durante décadas, la educación infantil ha estado impregnada del conductismo. Según esta corriente psicológica, los niños deben aprender que los buenos comportamientos se premian y los malos se castigan. Sin embargo, este sistema de premios y castigos no siempre es efectivo, pues puede hacer que los niños guíen sus comportamientos por las gratificaciones externas, lo cual significa que es más probable que desarrollen un locus de control externo en vez de regirse por una motivación intrínseca.

Educar en el miedo al castigo no consigue que los niños sepan lo que está bien y lo que no, por lo que es fácil que repitan los malos comportamientos en el futuro

En realidad, es imprescindible que los niños comprendan las diferencias entre lo que está bien y lo que no, de manera que puedan decidir autónomamente cómo comportarse en cada situación según su sistema de valores interno. Si un niño solo actúa bien por miedo al castigo, cuando la sombra de este desaparezca, se comportará mal.

Cuando se educa en el miedo al castigo, el niño no obedece por decisión propia sino motivado por el temor. No comprende el concepto de respeto y no habrá desarrollado una brújula interior que guíe sus pasos. Además, más tarde puede canalizar ese miedo o rabia a través de comportamientos desadaptativos.

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Los niños «respondones» suelen ser más críticos y maduros

Un estudio realizado en la Universidad de Virginia ha demostrado que, en materia de educación infantil, todo es cuestión de perspectiva. Según estos psicólogos, los niños y adolescentes que solemos catalogar como «respondones» (o «contestones») tienen menos probabilidades de desarrollar problemas de conducta y consumir drogas cuando crezcan.

«A los niños se les debe enseñar cómo pensar, no qué pensar».

Margaret Mead

Esto se debe a que estos niños suelen tener un pensamiento más crítico, y esa es la razón por la que se oponen a las normas que no comprenden. En vez de reprimir esos intentos de «rebeldía», los padres deben aprender a canalizarlos asertivamente, de manera que los niños comprendan por qué deben seguir ciertas reglas.

Cuando un niño replica una y otra vez está pidiendo que se le dé la oportunidad de tomar sus propias decisiones

Replicar la autoridad es la manera que tienen los niños para reafirmar su identidad, reclamar que les permitan tomar sus propias decisiones y ejercer cierto control sobre sus vidas. No es algo negativo, simplemente están entrenando esa habilidad. Es mucho peor un niño que acepta todo sin chistar porque ello implica una personalidad más débil y sugestionable. Es probable que en el futuro ese niño se deje condicionar demasiado por sus amigos, pues no sabrá defender sus opiniones y tomar sus decisiones al margen de la presión de grupo.

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Educar en el respeto es educar en la felicidad

La obediencia sustentada en la sumisión y la incomprensión no es saludable  ni psicológica ni educativamente hablando. Sin embargo, de la misma manera en que los castigos pueden ocasionar problemas, la permisividad también provoca infelicidad. Los niños también necesitan normas y límites para sentirse seguros y darle un sentido a su mundo.

Existen muchas maneras de educar a un niño sin tener que recurrir a las amenazas. La clave radica en establecer pocas normas que el niño pueda comprender y que estén adaptadas a su etapa del desarrollo.

1. Corrige asertivamente

Existen diferentes maneras de corregir un comportamiento. Es muy diferente decir «Cállate, siempre estás molestando» a «Por favor, ¿puedes guardar silencio?». Tus palabras pueden arrollar o pueden convertirse en un ejemplo de cómo relacionarse de manera respetuosa. El lenguaje es una de las principales herramientas para educar, así que es muy importante utilizarlo adecuadamente.

No es lo mismo decirle a un niño que se calle de una vez o que se esté quieto a pedirle que guarde silencio o espere un segundo

2. Déjale tomar pequeñas decisiones

Es importante que los niños vayan aprendiendo a tomar decisiones desde pequeños y que asuman la responsabilidad que estas conllevan. Así irás fomentando la autoconfianza. Cuando sea pequeño, lo ideal es que le des solo dos opciones, pero a medida que crezca puedes darle mayor libertad y animarle a reflexionar sobre las consecuencias de sus decisiones.

3. El castigo debe ser educativo

Si tienes que recurrir al castigo, asegúrate de que tu hijo comprenda las causas. El miedo al castigo por sí solo no sirve de nada; el castigo en sí es inútil si el niño no entiende qué ha hecho mal y por qué. Además, para que un castigo pueda ser educativo, debes brindar opciones alternativas de conducta, de manera que tu hijo sepa cómo debe comportarse en una situación similar en el futuro. Y jamás uses frases que humillen o coloquen etiquetas, como «eres un niño malo» o «eres muy torpe».

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Si tienes que castigarle, déjale claro qué ha hecho mal y por qué

4. No reprimas sus emociones

Las emociones son reacciones naturales, por lo que nunca se le debe decir a un niño frases como «no debes enfadarte» o «llorar es de débiles». Quien esconde o ignora sus emociones no tiene una buena inteligencia emocional. Por eso, el papel de los padres es enseñar a sus hijos a expresar de manera más asertiva sus emociones y sentimientos. Un niño jamás debe tener miedo a expresar lo que siente.

5. Educa en el respeto

Los niños aprenden en gran medida por imitación, por lo que el ejemplo de los padres es fundamental para que desarrollen sus estrategias de resolución de conflictos. Si te equivocas, pídele disculpas, así tu hijo se sentirá valorado y en el futuro tendrá la humildad necesaria para pedir disculpas cuando se equivoque. Recuerda que no estás educando solamente al niño, sino al adulto del mañana.

Se puede educar con firmeza, desde el amor y el respeto. Dejemos atrás el miedo al castigo.

«Yo propongo que los patrones de apego infantil de Ainsworth sean reformulados como patrones de procesamiento mental de información que varían en la medida que integran información basada en cognición y afecto para crear modelos de realidad. Las figuras de apego, entonces, son los individuos que protegen al niño de daños y a la vez le proveen el contexto interpersonal dentro del cual el niño aprende a usar su mente. Debido a los cambios madurativos periódicos de la mente, los roles de las figuras de apego cambian consecuentemente.

Lo que permanece constante, como sea, es la función de la figura de apego, que provee a la persona cuidada del sentido de seguridad base desde el cual aventurarse en lo desconocido, que, al mismo tiempo, parece tentador y peligrosamente amenazante. En este modelo los niños tipo B, que son llamados seguros en la infancia, están equilibrados en relación al uso de afecto y cognición. Los niños tipo A, llamados evitantes o evitativos en la infancia, se defienden contra el afecto y dependen fuertemente de la cognición. Los niños tipo C, llamados ambivalentes en la infancia, usan una estrategia coercitiva basada principalmente en el afecto. En el extremo algunos niños defensivos desarrollan falso afecto y algunos niños ambivalentes desarrollan (en la medida que van creciendo), falsa cognición. Estos patrones mentales y conductuales hacen a los niños vulnerables a alteraciones conductuales y atencionales, alteraciones de la intimidad y de la sexualidad, depresión y, en casos extremos, adicción a sustancias y suicidio. En unos pocos casos los patrones llevan a la psicopatía.

Muchas de las ideas que he expresado aquí van mas allá de la teoría del apego que nos es familiar. ¿He ido demasiado lejos? ¿Cuánto deberíamos apartarnos de las bases seguras de Bowlby y Ainsworth? Tal vez dependa de cuan seguros seamos. Bowlby y Ainsworth son pensadores valientes e integradores que conceptualizaron realidades mas allá del rango de las entonces familiares teorías del funcionamiento humano. En este contexto me gusta pensar que Bowlby y Ainsworth no necesitarían ni querrían que nosotros mantuviéramos inalterable todo lo que ellos pensaron.

En efecto, pienso que el mejor honor para ellos es emular su método de exploración mental amplia y valiente, de pensamiento integrativo, particularmente en lo que es relevante clínicamente para aliviar el sufrimiento de aquellos que han experimentado la pérdida de la alegría en las relaciones humanas ( Bowlby 1988). Este capitulo, lo ofrezco como un pequeño regalo a Bowlby y Ainsworth a cambio de su regalo a todos nosotros de una teoría magnífica, viva y de una poderosa metodología. He buscado seguir esa huella.»

Patricia Crittenden

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El niño optimista, claves de Martin EP Seligman

Todos queremos que nuestros hijos crezcan felices y puedan alcanzar su máximo potencial. Pero, ¿qué pasa si sus pensamientos y sentimientos los detienen? Descubrirás las peligrosas consecuencias del pensamiento pesimista y conocerás el increíble poder de su opuesto: el optimismo. 

Repletos de conocimientos psicológicos y consejos prácticos, estas claves educativas exploran cómo puede criar a su hijo para que sea optimista y, como resultado, prepararlo para una vida de éxito y resistencia.

El niño optimista (del experto y escritor Martin EP Seligman) explora los beneficios de criar a los niños para que sean optimistas y los peligros del pensamiento pesimista. Basándose en la investigación fundamental del psicólogo Martin Seligman, esta guía práctica explica cómo los padres pueden infundir optimismo en sus hijos y equiparlos con una forma de pensar saludable.

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Los optimistas dan mejores explicaciones

El optimismo no se trata de lemas alegres o ilusiones. En cambio, el optimismo útil significa asumir la responsabilidad precisa de sus acciones y perseverar a través de los reveses. Puede ayudar a sus hijos a ser más optimistas enseñándoles a ver sus desafíos como temporales y específicos en lugar de permanentes y absorbentes. 

La sabiduría convencional nos dice que un optimista es una persona con un vaso medio lleno, mientras que un pesimista ve el vaso medio vacío. Pero el optimismo es mucho más que eso. De hecho, su posición en el espectro del optimismo-pesimismo afecta todas las áreas de su vida, incluida su salud mental. 

Una persona con una mentalidad pesimista se concentrará en la peor explicación posible para que algo malo esté sucediendo. Por ejemplo, si reprueba un examen, un pesimista podría pensar: “Reprobé este examen porque soy estúpido. Nunca podré tener éxito «. Un optimista en la misma situación, por otro lado, podría pensar: “Fracasé porque no estudié lo suficiente. La próxima vez trabajaré más duro y lo haré mejor «. 

Cuando un pesimista recurre a los peores escenarios sobre el futuro, se lo conoce como pensamiento catastrófico . Pero el pesimismo no se trata solo de sentirse deprimido por el fracaso. Una mentalidad pesimista puede afectar negativamente toda tu vida. La razón de esto es que cuando te detienes en los peores escenarios, comienzas a sentir que el futuro es sombrío y que cambiar tu situación es imposible. Estos sentimientos pueden conducir rápidamente a síntomas de depresión, como mal humor y comportamiento apático. Quizás como era de esperar, los niños pesimistas son más propensos a tener bajo rendimiento y deprimirse más adelante en la vida.

El estado de sentirse impotente para cambiar su situación se conoce como desamparo aprendido. Cuando estás en un estado de indefensión aprendida, sientes que nada de lo que haces importa. Como resultado, a menudo te rindes sin siquiera intentarlo. Mientras investigaba la depresión, el autor, Martin Seligman, y su equipo encontraron que los sentimientos extremos de impotencia son una de las causas fundamentales de la depresión. También encontraron que los optimistas son más capaces de resistir estos sentimientos. Cuando se enfrentan a la adversidad, los optimistas siguen intentándolo y no son derrotados fácilmente. Esto puede explicar por qué tienen menos probabilidades de sufrir depresión que los pesimistas. 

Afortunadamente, Seligman ha descubierto que es posible «desaprender» la impotencia; todo lo que se necesita son las herramientas adecuadas. Así como inmunizamos a los niños contra las enfermedades físicas, usted puede inmunizar a su hijo contra el pesimismo y ayudar a protegerlos de la depresión y el bajo rendimiento. 

Esta vacuna funciona enseñándole a su hijo las habilidades cognitivas que fomentan el optimismo de por vida.

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Nuestros hijos e hijas nunca han estado más deprimidos

Entonces, ¿cómo puede ayudar a su hijo a ser más optimista? Muchos padres y educadores piensan que la respuesta se encuentra en un concepto simple: la autoestima . Si alentamos a nuestros hijos a sentirse bien consigo mismos, creen, seguramente seguirá el optimismo y un menor riesgo de depresión. Pero el vínculo entre la autoestima, el optimismo y la depresión es complejo. 

Desde la década de 1960, las escuelas y los padres se han centrado en reforzar la autoestima de los niños. Las escuelas les piden que escriban todas las razones por las que son especiales, por ejemplo, o que hagan carteles que proclamen: «¡Me amo!». En los juegos de béisbol, los padres se quedan al margen gritando: «¡Estás haciendo un gran trabajo!» – incluso cuando su hijo juega mal. Al parecer, la máxima prioridad es aumentar la autoestima de los niños. Entonces, ¿por qué muchos de ellos son tan infelices?

Las tasas de depresión han aumentado en todo el mundo occidental desde la década de 1950. Las personas también sufren de depresión a una edad cada vez más joven. De hecho, un estudio de 1993 encontró que casi un tercio de los estadounidenses de 13 años tenían síntomas depresivos. 

Entonces, ¿por qué el movimiento de la autoestima no está dando resultados? ¿Por qué nuestros hijos se sienten peor en lugar de mejor? El problema radica en un malentendido fundamental de lo que realmente es la autoestima . 

A menudo se nos da el mensaje de que la autoestima se trata de cómo los niños se sienten consigo mismos. Pero los sentimientos son solo un aspecto de la autoestima. El componente más importante es lo que hace un niño 

De hecho, gran parte de su autoestima proviene de cómo se comporta, no de cómo se siente. Proviene de dominar las habilidades, persistir en los problemas, enfrentar los desafíos y encontrar soluciones al aburrimiento y la frustración. En otras palabras, la autoestima surge como resultado de hacerlo bien . 

Simplemente animando a los niños a sentirse bien consigo mismos, los padres y educadores están tratando de mejorar directamente la autoestima de los niños, lo cual no es posible. Este enfoque confuso explica la reciente explosión de la depresión; hemos cambiado de una sociedad de logros a una sociedad de sentirse bien, llena de lemas vacíos y un énfasis poco realista en la felicidad sobre los logros. 

El optimismo genuino y la alta autoestima no se trata de enseñarle a su hijo a sentirse especial o feliz todo el tiempo. Veremos cómo funciona realmente el optimismo. 

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Los pesimistas creen que los malos eventos tienen causas permanentes y generalizadas

¿Cómo define el optimismo? Mucha gente diría que se trata de adoptar mantras positivos o visualizar resultados felices. Pero estarían equivocados: el optimismo no se trata en absoluto de estas cosas. En cambio, se trata de cómo piensas sobre las causas de los eventos.

Este es tu estilo explicativo. Se compone de varias dimensiones, que se utilizan para explicar por qué ha ocurrido un evento, ya sea positivo o negativo. Una de las más importantes de estas dimensiones se refiere a si ve las causas de los eventos como permanentes o temporales. 

El niño pesimista cree que las cosas que causan los malos eventos son permanentes y no se pueden cambiar. Por lo tanto, razona, seguirán sucediendo cosas malas en el futuro. Por ejemplo, un niño pesimista podría responder a un regaño diciendo: «¡Mi mamá es la más mala!» Esto atribuye la infelicidad del niño al carácter de su madre, y el carácter no se puede cambiar.

Un niño optimista, por otro lado, podría decir: «Mi mamá está de peor humor». ¿La diferencia? El estado de ánimo es temporal. Entonces, al niño optimista le resulta más fácil tener esperanzas en el futuro y eso, a su vez, lo hace más resistente a la depresión. 

Puede medir el optimismo de su hijo prestando atención a las palabras que usa. Si habla de sus fracasos usando palabras como “siempre” y “nunca”, es una señal de que puede tener un estilo explicativo permanente y puede ser pesimista. Palabras como «recientemente» y «a veces», por el contrario, sugieren optimismo. 

La segunda dimensión es la omnipresencia . Los niños pesimistas creen que las causas son omnipresentes : que las consecuencias del fracaso se sentirán en muchas áreas de su vida, no solo en el área en la que fracasaron. Un niño pesimista que no gane un concurso de redacción de ensayos podría decirse a sí mismo que «Apesta en todo». 

Por el contrario, los niños optimistas creen que la causa del fracaso es específica; hacerlo mal en un aspecto no significa que lo estén haciendo mal en general . Un niño optimista también puede estar molesto por perder la competencia de redacción, pero simplemente pensará que fracasó porque “apesta escribiendo”, no en todo . 

El niño optimista que no cree que otras partes de su vida se vean afectadas por su fracaso puede seguir adelante y divertirse con sus amigos más tarde en el día. El niño pesimista pasará el resto del día solo en su dormitorio, deprimido y retraído; su pesimismo le ha llevado a renunciar a todo, no solo a escribir. 

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Los optimistas piensan en la culpa de sí mismos de una manera saludable

Cuando algo sale mal, ¿qué haces? Más importante aún, ¿a quién culpas? Para los niños en riesgo de depresión, la respuesta suele ser: «yo mismo». 

La autoculpa es su respuesta a la personalización : la asignación de culpa cuando las cosas salen mal. Desafortunadamente, esto conduce a una culpa crónica, baja autoestima y depresión. Por otro lado, los niños que habitualmente comparten la culpa con otras personas o circunstancias tienden a tener una mayor autoestima y menores niveles de culpa y vergüenza. Como era de esperar, el niño optimista logra un buen equilibrio entre culparse a sí mismo y buscar la causa del fracaso en otra parte. 

Por supuesto, no debe enseñar a sus hijos a culpar siempre al mundo por sus problemas. La realidad es que todos cometemos errores. A veces maltratamos a las personas o manejamos mal las situaciones. Alentar a los niños a evitar asumir cualquier culpa no es realista ni éticamente correcto. 

Pero el niño optimista asume una responsabilidad precisa , una distinción importante. Esto significa que se hace responsable de lo que salió mal, pero no se culpa a sí misma tanto como para sentirse abrumadoramente culpable. 

Por ejemplo, imagina a dos amigas llamadas Andrea y Lucy. Andrea molesta a Lucy diciéndole que ya no quiere ser su amiga. Después, se da cuenta de que realmente ha herido los sentimientos de Lucy; no debería haber sido tan cruel, se dice a sí misma. Entonces ella asume la responsabilidad exacta. ¿Cómo? Bueno, en primer lugar, reconoce que tiene la culpa de los sentimientos heridos de Lucy. Lo que no hace es avergonzarse indebidamente o decirse a sí misma que es una mala amiga, ni ve el incidente como un reflejo de ella como persona. 

La culpa por el comportamiento es otra forma en que los niños optimistas aprenden a aceptar su parte de culpa. Este tipo de culpa es temporal y específica. Por ejemplo, un niño optimista que está castigado por golpear a su hermana explicará la situación conectando su castigo con su comportamiento. Él dirá: «Me castigaron porque golpeé a mi hermana». 

Ante la misma situación, es probable que el niño pesimista se culpe a sí mismo en general . Este tipo de culpa es tanto permanente como generalizada, y puede manifestarse como pensamientos como «Me castigaron porque soy un niño malo». 

Para fomentar una auto-culpa sana, asegúrese de criticar el comportamiento de su hijo en lugar de su carácter . Si usted fue el padre en nuestro ejemplo, debe decirle a su hijo que su castigo fue por golpear a su hermana, no por ser «malo».

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No educar en el castigo puede ayudarle a desarrollar una mentalidad optimista

Aquí hay algunas buenas noticias: con las técnicas adecuadas, cualquiera puede aprender a pensar de manera más optimista. Para hacer esto, necesitará dominar cuatro habilidades cognitivas básicas. Una vez que lo haga, puede transmitir estas habilidades a sus hijos a través de la enseñanza y el modelado , es decir, practicando los comportamientos que desea que su hijo aprenda.

Después de todo, una cosa es decirle algo a un niño. Otra es predicar con el ejemplo.

La primera habilidad que necesitará en su caja de herramientas es captar pensamientos : reconocer los pensamientos negativos que cruzan su mente cuando se siente mal. ¿Cómo haces esto? Bueno, imagina a una madre que encuentra las mañanas difíciles, llamémosla Lydia. Al comienzo del día, a menudo les grita a sus hijos, lo que luego lamenta. Pero al practicar la captura de pensamientos, Lydia aprende a reconocer que justo después de gritar, la idea de que es una madre terrible tiende a cruzar por su mente. 

Una vez que haya identificado su patrón de pensamiento negativo, Lydia podrá practicar la evaluación . Al observar de cerca sus pensamientos negativos, puede evaluar su precisión. Para hacer esto, hace dos listas. La primera consiste en todas las razones por las que podría ser una mala madre; la segunda son todas las razones por las que ella es realmente buena. Al final, su lista de buenas madres es la más larga de las dos. Teniendo en cuenta esta evidencia, Lydia está menos segura de que sea una madre tan terrible después de todo. 

A continuación, Lydia trata de encontrar explicaciones más precisas para sus arrebatos matutinos. Los usa para disputar sus pensamientos negativos. Ella no es una persona mañanera, razona, y necesita trabajar en su irritabilidad durante este momento del día. Esto interrumpe su cadena de pensamientos negativos: le ayuda a darse cuenta de lo ilógico que es concluir que es una madre terrible simplemente porque no es una persona mañanera. 

Ahora, Lydia no está sola en su tendencia a asumir cosas malas. Cuando las cosas van mal, las personas pesimistas generalmente tienden a imaginar los peores resultados posibles. Pero la habilidad final para aprender el optimismo, la decatastrofización , consiste en enfocarse en el resultado más probable .

Digamos que la amiga de Lydia, Eileen, la critica por cancelar sus planes juntos. Fiel a su estilo, Lydia inmediatamente comienza a catastrofarse, imaginando que Eileen probablemente querrá terminar su amistad. Pero una vez que aprende a evaluar la probabilidad de que ocurran estas catástrofes, comienza a ver que toda esta preocupación es simplemente innecesaria. 

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Transforma los castigos en herramientas de solución de problemas

Enseñarle a su hijo a desafiar sus pensamientos pesimistas lo ayudará en su camino hacia el optimismo. Pero cuando se trata de criar niños sanos, el optimismo no es suficiente. Una vez que sus hijos comiencen a analizar sus problemas con precisión, se darán cuenta de que a veces hay un problema real que deben resolver. 

En estos casos, el optimismo por sí solo no hará que los problemas desaparezcan. En cambio, el niño optimista necesita aprender a resolverlos . Muchos de los desafíos que enfrenta su hijo se centrarán en sus habilidades sociales y, para los niños propensos al pesimismo, es posible que las relaciones sociales no sean fáciles. Sin embargo, también puede ayudarlo en este departamento.

El primer paso hacia una mejor capacidad de resolución de problemas es enseñarle a su hijo a reducir la velocidad .

Muchos niños reaccionan naturalmente de manera impulsiva, lo que puede llevar a acciones de las que luego se arrepientan. En cambio, enséñele a su hijo que la buena resolución de problemas significa detenerse y pensar durante al menos un minuto antes de reaccionar. Por ejemplo, si alguien choca con su hijo en la cafetería de la escuela y lo hace derramar su almuerzo, su reacción instintiva podría ser golpear a esa persona. Pero puedes enseñarle que no debe apresurarse a actuar. 

Una vez que un niño ha logrado reducir la velocidad, puede dar el segundo paso. Eso es tomar una perspectiva : pensar en por qué la otra persona actuó de la manera que ella lo hizo y qué estaba pensando cuando lo hizo. A menudo podemos medir las perspectivas de las personas mirando sus caras en busca de pistas. En la cafetería, su hijo podría mirar la expresión de la persona que lo golpeó. Si parece enojada, es una señal de que podría haberlo hecho a propósito. Pero si parece avergonzada o triste, probablemente fue un accidente. 

El tercer paso en la resolución de problemas es el establecimiento de metas . A diferencia de los otros dos pasos, el establecimiento de metas ocurre fuera del calor del momento. Digamos que su hijo ha molestado a un amigo; el establecimiento de metas es donde ella dice lo que quiere que suceda, decide una meta y luego enumera todas las formas en que podría lograr la meta. Por ejemplo, si su objetivo es reparar la amistad, entonces podría enumerar acciones como «haz algo bueno por él» o «acepta no volver a hacer las cosas que le molestan». 

El optimismo no es una panacea para los desafíos y la adversidad que la vida nos presenta. Pero puede ayudarlo a usted y a su hijo a enfrentar sus desafíos con resiliencia, esperanza y una actitud positiva. 

La sensación de dominar una habilidad o tarea es una parte importante del optimismo y la autoestima. Puede comenzar a fomentar este sentimiento en los niños pequeños con algo tan simple como ir de compras. La próxima vez que vaya a una tienda, deje que su hijo elija y pague tres artículos él mismo, y coloque los artículos en su propia bolsita. Pequeñas actividades como esta le darán a su hijo la sensación de que tiene la capacidad de influir en su mundo y hacer que las cosas sucedan. 

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