Actualizado el Friday, 7 October, 2022
Lo más difícil en la vida no es tomar decisiones, sino darse cuenta de todas las veces que elegir y no eres consciente de ello. En principio, debemos saber que hay tres tipos básicos de decisiones: las que tomamos prácticamente en cualquier momento, las que obedecen a un acontecimiento específico, y las grandes decisiones de la vida.
Muchos creen que solo cuentan las grandes decisiones, pero también las pequeñas que tenemos que tomar continuamente tienen un factor clave ya que producen un efecto acumulativo que en muchas ocasiones, son las que derivan a que tengamos que acabar tomando una gran decisión u otra. El clásico racional de toma de decisiones consiste en:
- Identificar el problema
- Identificar los criterios de decisión
- Sopesarlos
- Buscar un proceso que genere alternativas
- Evaluar cada alternativa
- Y elegir la mejor opción.
“Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quién elige el camino del corazón no se equivoca nunca”
Popol Vuh.
¿Cómo tomar una buena decisión?
Una investigación reciente calculó que el 40% de la felicidad deriva de las decisiones que tomamos. Pero ¡tranquilo! hoy os vamos a dejar 3 preguntas esenciales que te ayudarán en esta esencial tarea.
1. ¿Estoy preparado para tomar la decisión?
Empecemos por lo evidente: JAMAS tomar decisiones trascendentales cuando nos encontremos enfadados, cansados o drogados. Parece sencillo pero no te imaginarías la cantidad de decisiones que evitamos tomar hasta que por fin nos encontramos en una de estas tres situaciones y decidimos pasar a la acción. Y no subestimes la importancia del cansancio: estar despierto durante más de 22 horas equivale a una tasa de alcohol de 0.08 mg en la sangre.
Por contra, las mejores ideas nos vienen en la ducha, mientras hacemos caminamos o contemplamos un atardecer. Esto se debe a que en esos momentos, estamos relajados y somos capaces de concentrarnos sin la perturbación que nos causa el estrés.
2. ¿Qué pasaría si elijo mal?
A veces, una mala decisión puede convertirse lo mejor que te ha pasado. Cuando más aprendemos es cuando incurrimos en errores. Un fallo puede enseñarnos más que todas las decisiones acertadas juntas para formarnos como persona y profesiones. A veces, nuestras peores decisiones obtienen fantásticos resultados y las peores no acaban tal mal para nosotros. Lo contrario también es cierto: lo que en principio podían parecer buenas decisiones que nos conducen hacia consecuencias fatales.
En su libro “Cómo dejar de preocuparse y empezar a vivir”, Dale Carnegie propone una de las estrategias más eficaces para dejar de preocuparse: no pensar en el desastre que pueda ocurrir y asumir que ya ha tenido lugar. Debemos aceptar lo peor y tratar de mejorar la situación. Por tanto, relájate, a veces, lo peor no es decidir mal sino no decidir nada y quedarnos estancados sin evolucionar y crecer como personas.
3. ¿Me estoy “engañando a mi mismo?
Una de las cosas que he aprendido con el paso de los años, es que mi ego me juega malas pasadas. Y cuando digo ‘malas pasada’ no me refiero a esas de las que fui consciente. Me refiero, sobre todo, a todas aquellas que pasaron sin que me diera cuenta y que incluso hoy día, me siguen pasando. Y tengo una mala noticia para compartir contigo: quizás también te esté sucediendo a ti.
Ulises, de vuelta de la guerra de Troya, pidió a sus marineros que le taparan los oídos y le ataran al mástil del barco para no verse atraído por los cantos de las sirenas, cerca de cuya isla tenían que pasar. Como conocía sus propias debilidades, Ulises pudo tomar medidas para evitar caer en la trampa. También nosotros, si somos conscientes de las trampas de nuestro propio pensamiento, podemos “atarnos al mástil” y evitar el naufragio de nuestro barco.
Estos errores en el pensamiento se producen por la propia forma en que nuestro cerebro procesa la información y muchas veces son imposibles de erradicar. Al igual que los errores de percepción visual, nuestra única forma de conservar cierta cordura y coherencia es, al menos, saber que existen para poder identificar cuando podemos ser víctimas de ellos en nuestra toma de decisiones.
“Todos los caminos son válidos. Pero debes tener siempre presente que un camino es solamente un camino, y si crees que no debes seguirlo, no has de permanecer en él bajo ningún pretexto. Tu decisión de mantenerte en él o de abandonarlo debe estar libre de miedo y de ambición. Y para tener esa claridad mental has de llevar una vida disciplinada. Solo entonces sabrás que cualquier camino es solamente un camino, y no te equivocarás al dejarlo si eso es lo que te dice tu corazón.
Observa cada camino detallada y deliberadamente. Hazlo tantas veces como sea necesario. Entonces te debes formular una pregunta. Es una pregunta que solamente se plantea la gente mayor. Mi maestro me la enseñó cuando yo era muy joven y mi sangre demasiado vigorosa para que la pudiera entender. Ahora la entiendo. La pregunta es: “¿Ese camino tiene corazón?”.
… Si lo tiene, el camino es bueno; si no, es inútil.
Los caminos no llevan a ninguna parte, pero unos tienen corazón y los otros no. Unos otorgan un viaje placentero, y te haces uno con ellos. Los otros te confunden y te arruinan la vida. Unos te hacen fuerte, los otros te debilitan.
El problema es que nadie se plantea esta pregunta, y cuando finalmente el hombre se da cuenta de que ha seguido un camino sin corazón, el propio camino está a punto de devorarlo. En este punto muy pocos son capaces de parar a deliberar y abandonarlo.
Para mí, lo único que vale la pena es recorrer caminos con corazón. Por ellos viajo y el único reto es atravesarlos en toda su longitud.
Por ellos viajo y viajo, observando, sin aliento.”
“Las enseñanzas de Don Juan”, en el que Carlos Castaneda recogió sus conversaciones con el brujo Yaqui Juan Matus (Don Juan).