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La psicología evolutiva y las dos estrategias: prestigio o poder

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A nadie le gustan los matones. Sin embargo, la reciente elección presidencial de Estados Unidos ejemplifica cómo los acosadores tienden a acumular poder. Donald Trump llegó a la Casa Blanca atacando con enojo y agresividad a todos los que se atrevieron a desafiarlo, recurriendo a insultos infantiles y comportamientos ofensivos. La psicología social y evolutiva puede ayudarnos a comprender por qué los votantes lo recompensaron por ello.

El Ascenso de un Matón

Donald Trump utilizó una estrategia de ataque que muchos consideraron chocante. Apodó a sus oponentes con insultos despectivos como «Little Marco» y «Crooked Hillary», se burló de las apariencias de las mujeres y ridiculizó a personas con discapacidades. Estos comportamientos, aunque moralmente cuestionables, no impidieron su ascenso al poder; de hecho, parecieron facilitarlo.

La Psicología del Dominio

La psicología social y evolutiva proporciona una visión intrigante sobre por qué comportamientos como los de Trump pueden ser efectivos en la política. Los estudios muestran que los acosadores a menudo usan una estrategia de dominio para lograr influencia social, aprovechando su fuerza, riqueza o estatus social para manipular e intimidar a otros. Este tipo de estrategia puede ser extremadamente efectiva para acumular poder y controlar a los demás.

En muchos contextos sociales y animales, el dominio asegura el acceso a recursos y aumenta la supervivencia. Los seres humanos no son tan diferentes. La intimidación y el dominio pueden resultar en una posición de poder, donde el miedo y la sumisión juegan un papel crucial.

El Poder del Miedo

Para los miembros del grupo de estatus inferior, el matón dominante es una figura temida. Aunque no les gusta, a menudo ceden ante él porque tienen miedo de las consecuencias de no hacerlo. Este miedo puede ser suficiente para asegurar la lealtad y el apoyo, incluso si es a regañadientes. En el contexto de una elección presidencial, este fenómeno puede traducirse en votos.

Recompensar al Acosador

La paradoja radica en que, aunque los votantes pueden no aprobar moralmente las tácticas de un matón, pueden ver estas tácticas como señales de fuerza y capacidad para liderar. En un clima de incertidumbre y cambio, estas cualidades pueden ser vistas como necesarias. Los votantes recompensaron a Trump no necesariamente porque estuvieran de acuerdo con sus métodos, sino porque creían que su dominio y agresividad podrían traducirse en una defensa eficaz de sus intereses.

El fenómeno de un matón alcanzando el poder, ejemplificado por Donald Trump, plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del liderazgo y el poder en la sociedad moderna. ¿Estamos, como sociedad, dispuestos a sacrificar nuestros principios morales en favor de una percepción de fuerza y dominio? La psicología social y evolutiva sugiere que, bajo ciertas circunstancias, la respuesta puede ser sí. Esto nos lleva a reflexionar sobre los valores que queremos promover y los líderes que estamos dispuestos a seguir.

Aunque a nadie le gustan los matones, el miedo y la percepción de fuerza pueden llevarnos a darles poder, como se vio en la elección de Donald Trump. La comprensión de esta dinámica puede ayudarnos a tomar decisiones más informadas y conscientes en el futuro.

Observaron este fenómeno en una investigación que publicaRON en el Journal of Personality and Social Psychology . 

Un reciente estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology ha revelado un fenómeno intrigante sobre cómo los seres humanos obtienen poder e influencia dentro de los grupos. Este estudio observó cómo pequeños grupos de estudiantes universitarios, trabajando juntos durante 20 minutos para resolver un problema, calificaban a sus compañeros en términos de influencia, respeto y miedo. Los resultados mostraron que muchas de las personas consideradas más influyentes también fueron vistas como aterradoras; aquellas que obtuvieron poder eran a menudo las mismas que inducían miedo.

Dos Caminos Hacia el Poder

El estudio demuestra que los seres humanos han evolucionado para utilizar dos estrategias distintas para alcanzar el poder y la influencia: el dominio y el prestigio.

El Poder del Prestigio

Los humanos somos seres culturales que dependemos del conocimiento y la sabiduría de otros. Respetamos y seguimos a aquellos que son inteligentes, capaces y dispuestos a enseñar amablemente. Estas personas, consideradas prestigiosas, ganan influencia al compartir su conocimiento y habilidades. Ser visto como competente y benevolente es una forma poderosa de ganar respeto y liderazgo dentro de un grupo.

El Poder del Dominio

Por otro lado, la dominancia es una estrategia más antigua y profundamente arraigada en nuestra herencia genética. Otorgamos poder a aquellos que son, en términos técnicos, más poderosos y capaces de ganar enfrentamientos, ya sean físicos o de otro tipo. Incluso en un entorno no violento, las personas pueden inducir miedo y ganar influencia a través de su comportamiento dominante y agresivo.

Aplicación a la Política: El Caso de Donald Trump

La presidencia de Donald Trump ejemplifica cómo estas dos estrategias pueden jugar un papel en la política moderna. Trump no llegó al poder simplemente menospreciando y derogando a otros; en algún momento, necesitó ganar votos en una democracia donde los votos se otorgan libremente. Los votantes estadounidenses eligieron a Trump no porque le temieran, sino porque lo veían como su matón, el tipo duro que los defendería.

Un Matón para Defenderlos

Aproximadamente el 47% de los votantes eligieron a Trump porque lo percibieron como un defensor feroz, dispuesto a intimidar a quienes se interpusieran en su camino. Estos votantes, a menudo sintiéndose abandonados por su gobierno, encontraron en Trump las cualidades de arrogancia y agresividad que, paradójicamente, les resultaban atractivas. En un contexto donde el gobierno parece el enemigo, la única solución que no es la rebelión parece ser un líder que sea un idiota acosador, dispuesto a atacar a cualquiera que se interponga en su camino.

La Resistencia al Status Quo

Para muchos estadounidenses, la idea de un prestigioso exsecretario de estado y senador, que probablemente apoyaría el status quo, no era una opción atractiva. En cambio, buscaron un líder que, aunque desagradable para algunos, prometiera romper con las normas establecidas y defender sus intereses con fiereza.

Lecciones para el Futuro

El estudio sugiere que tanto el dominio como el prestigio son rutas válidas hacia el poder e influencia. Sin embargo, en una democracia, la capacidad de un líder para ganar votos de manera sostenida dependerá de más que solo inducir miedo o demostrar poder. Los votantes buscan líderes que no solo puedan defenderlos, sino que también inspiren confianza y respeto.

Para el futuro, los partidos políticos y los aspirantes a líderes deben considerar estas dinámicas al elegir y apoyar a sus candidatos. Un líder que pueda combinar el prestigio con el carisma y la capacidad de defender vigorosamente los intereses de sus seguidores será probablemente más exitoso. Al entender las motivaciones y percepciones del electorado, es posible fomentar un liderazgo que no solo sea efectivo en el corto plazo, sino también sostenible y respetado a largo plazo.

Los estudios de investigación sugieren que esta línea de razonamiento a veces funciona. Los psicólogos Jon Maner y Nicole Mead descubrieron que, aunque la primera prioridad de los dominantes es garantizar su propio poder, esto cambia cuando su grupo compite contra otros. 

En un contexto donde un gobernante dominante lucha por el éxito de su grupo, se comporta como un buen líder, anteponiendo las necesidades del grupo a las suyas. Este tipo de liderazgo implica colocar a los miembros más competentes del grupo a cargo, permitiendo que brillen por el bien común, incluso si esto significa un desafío al propio poder del líder. En tiempos donde el gobierno parece ser el enemigo, la única solución que no es la rebelión parece ser un líder que es un idiota acosador, dispuesto a atacar a cualquiera que se interponga en su camino.

El Dominio de Trump

La presidencia de Donald Trump es un claro ejemplo de este fenómeno. Trump, con su estilo agresivo y dominante, capturó el apoyo de una parte significativa del electorado estadounidense, prometiendo reparar injusticias percibidas y atacar a quienes se interpusieran en su camino. Queda por ver qué hará Trump con el increíble poder que su país le ha otorgado. Sin embargo, su ascenso al poder tiene implicaciones significativas para aquellos que prefieren el statu quo, como los demócratas que defienden la atención médica para los pobres, la igualdad de trato para personas de todas las razas y religiones, y el respeto por las mujeres.

La Psicología Evolucionada del Electorado

La elección de Trump reveló una profunda hambre en el pueblo estadounidense por un líder que encarne el dominio y la agresividad. Este fenómeno es algo que los demócratas deben tener en cuenta para futuras elecciones. La psicología evolucionada del electorado muestra que en tiempos de crisis y percepción de injusticia, un líder dominante puede ser visto como la solución.

Esto no significa que los demócratas necesiten un matón propio. Después de todo, el prestigio es una ruta tan efectiva hacia el poder como el dominio. Los líderes prestigiosos son admirados y seguidos voluntariamente porque inspiran respeto y afecto genuino. Sin embargo, para ejercer prestigio con éxito, un líder debe ser capaz de generar sentimientos de calidez y afecto en sus seguidores.

La Lección no aprendida de Hillary Clinton

La campaña de Hillary Clinton en 2016 es un caso de estudio en la incapacidad de evocar los sentimientos necesarios de calidez y admiración. A pesar de su vasta experiencia y competencia, Clinton no logró generar el tipo de afecto generalizado que un líder prestigioso necesita para triunfar. Esto puede deberse en parte a su género y a su larga trayectoria pública, que la sometió a un escrutinio constante y a menudo injusto.

La lección para los demócratas es clara. El futuro éxito del partido depende de encontrar un líder que combine el prestigio con el carisma necesario para generar verdadero afecto. Este líder debe ser capaz de inspirar y unir a los votantes, presentándose no solo como competente y digno de admiración, sino también como alguien cálido y accesible.

En los próximos años, los demócratas deben enfocarse en encontrar y promover a un campeón que pueda equilibrar el prestigio y el carisma. Este líder debe ser capaz de confrontar los desafíos con valentía y, al mismo tiempo, inspirar a los votantes con una visión de futuro inclusiva y justa. Deben aprender de las lecciones del pasado y adaptarse a la psicología evolucionada del electorado estadounidense.

La política del dominio y la agresividad no es la única ruta hacia el poder. Con un líder prestigioso y carismático, el Partido Demócrata puede ofrecer una alternativa convincente y atractiva, capaz de unir a una nación dividida y avanzar hacia un futuro más equitativo y respetuoso para todos.


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