The Art of Travel es una guía poco ortodoxa para viajar. A diferencia de las guías de viaje convencionales, el libro de Alain de Botton es más un manual filosófico de trotamundos, explora las razones detrás de nuestro impulso de descubrir nuevos lugares y ofrece algunos consejos generales para hacer que el viaje sea más agradable.
A diferencia de las guías convencionales que simplemente señalan lugares turísticos, este libro ofrece una perspectiva filosófica que va más allá de las rutas comunes. En este artículo, exploraremos las razones detrás de nuestro impulso de descubrir nuevos destinos y proporcionaremos consejos detallados para hacer que cada viaje sea una experiencia más enriquecedora.
El deseo de viajar, arraigado en lo más profundo de la humanidad, se ha manifestado a lo largo de la historia. Desde la búsqueda de nuevas tierras hasta la exploración de culturas desconocidas, el ser humano ha sentido una innegable atracción por lo desconocido. Alain de Botton, en su obra maestra, destila esta compleja emoción y la presenta como un impulso intrínseco que va más allá de la simple curiosidad.
The Art of Travel: Un Enfoque Filosófico
Mientras que las guías de viaje convencionales se centran en los destinos turísticos más populares, «El Arte de Viajar» nos invita a mirar más allá. La filosofía de De Botton nos enseña que cada lugar tiene su propia esencia única y que debemos buscar la autenticidad en cada experiencia. Desde las callejuelas menos transitadas hasta los encuentros con lugareños, el libro nos anima a explorar más allá de las atracciones turísticas convencionales.
Consejos para Enriquecer tu Experiencia de Viaje
1. La Importancia de la Observación Detallada
Alain de Botton aboga por la observación detallada como una herramienta para enriquecer nuestras experiencias de viaje. En lugar de simplemente pasar por alto los lugares, sugiere detenerse y apreciar los pequeños detalles: la arquitectura local, los colores vibrantes y los sonidos ambientales. Esta atención a lo aparentemente insignificante puede transformar por completo la manera en que experimentamos un destino.
2. La Conexión con la Cultura Local
Otro aspecto crucial que aborda «El Arte de Viajar» es la importancia de conectarse con la cultura local. De Botton nos insta a sumergirnos en las costumbres y tradiciones, interactuar con los lugareños y probar la auténtica cocina. Esta conexión más profunda no solo amplía nuestro entendimiento del lugar, sino que también nos brinda una perspectiva más rica y significativa.
3. Aprender de la Historia Local
Enriquecer nuestra experiencia de viaje implica comprender la historia local. Alain de Botton sugiere explorar museos, sitios históricos y relatos culturales para obtener una comprensión más profunda del contexto. Esta conexión con la historia no solo agrega profundidad a nuestro viaje, sino que también nos ayuda a apreciar la evolución de la comunidad que estamos visitando.
«The Art of Travel» ofrece una nueva dimensión a la manera en que abordamos la experiencia de viajar. Al adoptar un enfoque filosófico, la obra de Alain de Botton no solo nos guía hacia destinos físicos, sino también hacia la exploración de nuestro yo interior y nuestras motivaciones más profundas. Al seguir los consejos ofrecidos, cada viaje se convierte en una oportunidad para el crecimiento personal y la conexión auténtica con el mundo que nos rodea.
Viajar, aunque tiene su parte de peligros, puede ser un gran placer. Los vuelos pueden ayudarnos a cambiar nuestras perspectivas y pueden recordarnos los momentos edificantes que la vida tiene para ofrecer. Mirar el arte es una excelente manera de aprender a apreciar los paisajes, y viajar en la naturaleza puede traer tranquilidad, especialmente si dibujamos y escribimos sobre lo que vemos. Estés donde estés, es importante prestar atención a los detalles; esa es la forma más segura de disfrutar de tu entorno.
Viajar como una Experiencia Placentera y Educativa
El acto de viajar va más allá de simples desplazamientos; es una experiencia enriquecedora que puede transformar nuestras vidas. Desde la emoción de explorar nuevos lugares hasta la introspección que surge al observar el mundo, cada viaje es una oportunidad para crecer y aprender.
Cambiando Perspectivas a Través de los Vuelos
Los vuelos, a menudo vistos como simples medios de transporte, poseen un poder transformador. Al elevarnos por encima de las nubes, nuestras perspectivas cambian literalmente. Este cambio físico también puede inspirar cambios internos, recordándonos la vastedad y la belleza del mundo que habitamos.
Apreciar los Paisajes a Través del Arte
El arte, en sus diversas formas, sirve como una ventana única a los paisajes que nos rodean. Pinturas, fotografías y esculturas capturan la esencia de lugares lejanos, permitiéndonos apreciar la diversidad del mundo. Al observar estas expresiones artísticas, nos conectamos con la belleza y la historia de diferentes regiones.
Tranquilidad en la Naturaleza: Dibujar y Escribir como Medios
La conexión con la naturaleza durante los viajes es inigualable. Tomarse el tiempo para dibujar y escribir sobre los paisajes no solo crea recuerdos tangibles, sino que también proporciona una sensación de paz interior. La inmersión en entornos naturales permite una conexión más profunda con el mundo que nos rodea.
Importancia de Observar Detalles en el Entorno
Ya sea en un destino exótico o en la comodidad de nuestro hogar, la atención a los detalles es fundamental. Observar la textura de las paredes, la interacción de la luz y la sombra, y los sonidos cotidianos nos permite descubrir la belleza en lo ordinario. Esta práctica nos invita a vivir de manera más consciente.
Explorando el Propio Dormitorio: Un Viaje en Casa
Para aquellos que encuentran intimidante la idea de viajar a tierras exóticas, hay una opción sorprendentemente enriquecedora: explorar su propio dormitorio. Siguiendo el consejo del autor francés del siglo XVIII Xavier de Maistre, este ejercicio revela aspectos de nuestra habitación que pasamos por alto en la rutina diaria.
Inspiración del Autor Francés del Siglo XVIII
Xavier de Maistre, conocido por su obra «Viaje Alrededor de Mi Habitación», demostró que la aventura no siempre requiere vastos horizontes. Su perspectiva única y su capacidad para encontrar maravillas en lo cotidiano son una inspiración para aquellos que buscan descubrir la magia en su entorno más cercano.
Enfocándonos en Detalles Olvidados en Nuestra Habitación
Al realizar un paseo consciente por nuestro dormitorio, descubrimos detalles que han estado frente a nosotros todo el tiempo. Desde la disposición de los muebles hasta las pequeñas peculiaridades de la decoración, cada elemento cuenta una historia. Este ejercicio nos enseña a apreciar la riqueza de nuestro propio espacio.
Apreciando las Vistas Cotidianas
Incluso aquellos privilegiados con vistas espectaculares a menudo olvidan disfrutarlas plenamente. Detenerse para contemplar la belleza de la ciudad desde la ventana o el sereno paisaje rural puede renovar nuestra apreciación por lo que nos rodea. La gratitud por lo cotidiano es un componente clave para una vida plena.
La Importancia de la Receptividad y la Curiosidad
La receptividad y la curiosidad no son cualidades reservadas solo para viajes exóticos. Estas virtudes son igualmente valiosas en casa, en nuestro entorno diario. Al mantenernos abiertos a nuevas experiencias y curiosos sobre el mundo que nos rodea, encontramos alegría y significado en la rutina cotidiana.
Más Allá de las Fronteras Físicas: Viaje Interior
El verdadero viaje va más allá de las fronteras geográficas. Explorar nuestro mundo interior, comprender nuestras emociones y crecer personalmente constituyen una forma de viaje invaluable. Este viaje interior puede ser tan emocionante y revelador como cualquier aventura externa.
La Magia de Escribir sobre Experiencias de Viaje
Escribir sobre nuestras experiencias de viaje tiene un poder único. No solo ayuda a preservar recuerdos, sino que también permite reflexionar sobre lecciones aprendidas. La narración de historias de viaje, ya sea en un diario personal o en un blog, crea una conexión perdurable con nuestras experiencias.
Explorando Diversos Tipos de Viajes
La diversidad de viajes es infinita. Desde explorar tierras exóticas hasta disfrutar de una caminata en el vecindario, cada tipo de viaje tiene su encanto. La clave está en encontrar la aventura en todas partes, reconociendo que la magia puede estar a la vuelta de la esquina.
Aplicando Lecciones de Viaje en la Rutina Cotidiana
Las lecciones aprendidas durante los viajes pueden enriquecer nuestra vida diaria. La paciencia desarrollada al enfrentar desafíos en un país extranjero puede aplicarse a situaciones cotidianas. La apertura a nuevas ideas y culturas se convierte en una herramienta invaluable para el crecimiento personal.
La Eterna Belleza de Viajar y Explorar
Viajar, ya sea física o mentalmente, nos brinda una oportunidad inigualable para apreciar la belleza del mundo que nos rodea. Desde la majestuosidad de nuevos paisajes hasta la familiaridad reconfortante de nuestro hogar, cada experiencia de viaje contribuye a la riqueza de nuestra vida.
El arte de viajar
Fantasear con islas tropicales es bastante común, casi tan común como la sensación de decepción que esas islas a menudo inspiran en la vida real. En lugar de playas vírgenes y relajación, un viaje a los trópicos a menudo significa multitudes, mosquitos y quemaduras solares. De hecho, la idea de viajar suele ser mucho más agradable que la realidad.
Pero, como explican estos consejos, no tiene por qué ser así.
Al disfrutar más de las pequeñas cosas, ya sea el milagro de los viajes aéreos o la belleza de la naturaleza, podemos disfrutar más de nuestros viajes. Desde consejos sobre cómo apreciar los detalles de las cosas que te rodean hasta anécdotas tranquilizadoras sobre las aventuras (y desventuras) de viajeros anteriores, estos consejos te darán una perspectiva filosófica sobre una actividad, cuya diversión a menudo se da por sentada.
Tu tambien aprenderás:
- cómo Gran Bretaña se convirtió en un emocionante destino turístico;
- cuál crítico de arte recomienda “pintura de palabras”; y
- por qué debería apreciar las nubes.
Los sueños de viajar a menudo son bastante diferentes de los viajes reales, en parte porque no puedes viajar lejos de ti mismo
La vida humana es a menudo una larga búsqueda de la felicidad, y los medios para lograr este fin, a menudo esquivo, son innumerables. Algunos recurren al dinero; otros, amar. Otros buscan la felicidad y el significado de los viajes.
Pero la realidad de los viajes a menudo tiene poco en común con las vagas fantasías que primero inspiran a uno a salir a la carretera, una disparidad que se captura muy bien en A Rebours , una novela francesa escrita por Joris-Karl Huysmans en 1884.
El protagonista del libro, el duque de Esseintes, es un recluso y un misántropo; desprecia la sociedad de su pueblo local y pasa sus días escondido en su habitación, leyendo literatura clásica.
Pero su lectura lo inspira a reingresar al mundo. El duque lee a Charles Dickens, cuyas vívidas descripciones de la niebla de Londres lo llenan de un anhelo por ver la famosa ciudad. Pronto, hace las maletas y se pone en marcha.
Mientras todavía está en París, para matar el tiempo antes de que su tren salga para la primera etapa del viaje a Londres, el protagonista entra en una librería inglesa y compra una guía turística de Londres. Todavía lleno de su entusiasmo por Londres, luego va a una taberna inglesa, repleta de criadas británicas morenas y con olor a cerveza y carne.
Pero toda esta prematura británica le quita el viento a las velas del duque. Cuando llega el momento de abordar el tren a Londres, está completamente agotado. Entonces, en lugar de enfrentar los inconvenientes del viaje en tren (correr a la estación, encontrar un maletero, dormir en un compartimiento, hacer filas), regresa a casa para no volver a embarcarse nunca en otro viaje durante el resto de sus días.
Las decepciones de los viajes ciertamente no se limitan a la ficción, y afectan a las personas del siglo XXI tanto como a las del XIX.
Para empezar, viajar no es la mejor manera de escapar de sus problemas, porque donde quiera que vaya, allí estará.
El autor fue una vez a Barbados. Había estado ansioso por escapar de su rutina diaria, algo de tiempo para relajarse y liberarse. Pero cuando llegó allí, no pudo simplemente relajarse y disfrutar del hermoso paisaje o la deliciosa fruta fresca; más bien, se sentía melancólico y ansioso, tal como lo había hecho en su casa en Londres.
Los viajes reales suelen ser mucho menos glamorosos que los sueños que uno tiene sobre ellos. Pero viajar todavía tiene un mundo de maravillas que revelar: solo se trata de ajustar nuestro enfoque moderno.
Los viajes aéreos pueden sorprendernos, cambiar nuestra perspectiva y enseñarnos a apreciar las nubes
Charles Baudelaire, el poeta francés del siglo XIX, admiraba mucho los grandes barcos. Le parecía fantástico y delicioso que una nave tan voluminosa pudiera volar, con rapidez y eficacia, de un continente a otro.
Las fragatas y los barcos de vapor de los siglos pasados pueden ser lo suficientemente impresionantes, pero los medios de transporte modernos son aún más alucinantes.
Los viajes aéreos no son simplemente asombrosos; también brinda la oportunidad de, literalmente, cambiar su perspectiva.
Si Baudelaire pensó que la elegante flotación de un gran barco era impresionante, imagínese lo que habría pensado si hubiera presenciado el despegue de un Boeing 747. O, mejor aún, si hubiera experimentado la prisa y la emoción de estar dentro del avión mientras deja el suelo.
Este momento es suficiente para romper la indiferencia incluso del viajero más experimentado. Durante el despegue, cuando abandonamos literalmente la tierra, recordamos nuestra capacidad para experimentar momentos similares de cambio en nuestras propias vidas.
Y luego, a medida que volamos más alto, vemos cómo las fábricas, las casas y los automóviles se hacen cada vez más pequeños. Esta es una experiencia de curación psicológica, que nos muestra cuáles son realmente todas nuestras dolencias y ambiciones humanas: pequeñas. Desde aquí, incluso su país puede comenzar a parecer relativamente insignificante.
Pero el avión se eleva más, hasta que volamos en medio de un extraño paisaje de montañas de algodón y campos nevados. Estamos entre las nubes.
Las nubes tienen mala reputación en la Tierra; imponen sombra y descargan lluvia. Pero, cuando estás junto a ellos, su belleza se vuelve innegable, al igual que su tridimensionalidad.
Hablando históricamente, tenemos una vista poco común, una que hubiera fascinado a pintores del pasado, como Leonardo da Vinci y Nicolas Poussin.
Baudelaire definitivamente habría estado envidioso. Aunque su visión de las nubes era terrestre, todavía escribió efusivamente sobre ellas. En uno de sus poemas, el narrador declara «¡Amo las nubes / las nubes que pasan / por allá / por allá / esas nubes preciosas!»
El exotismo, que promete escapar de la fatiga del hogar, nos atrae a viajar
Una vez, el autor fue a Amsterdam. Aunque no era exactamente un destino de viaje lejano, la ciudad era, para el autor, innegablemente extranjera. Se encontró deleitándose con cosas aparentemente mundanas, como las señales en el aeropuerto. Las dobles vocales del holandés y las fuentes desconocidas confirmaron un hecho interesante: el autor se encontraba en una tierra extraña, un lugar que, para él, era exótico.
La necesidad de descubrir culturas desconocidas ha atraído durante mucho tiempo a los viajeros al extranjero. Y una de las promesas de estas culturas, a saber, un escape de la fatiga familiar del día a día, es inherente al término general exotismo .
El exotismo ha existido por un tiempo. En el siglo XIX, la palabra «exótico» se usaba generalmente en referencia a los países de Oriente Medio y sus alrededores, o, como se llamaba entonces a esta zona, Oriente. Y, en ese entonces, se hacía bastante referencia a Oriente.
En 1813, Lord Byron escribió un poema muy popular, «El Giaour», que, ambientado en Turquía, relata la historia de una mujer musulmana, Leila, que pertenece al harén de un hombre llamado Hassan. Después de enamorarse de un no musulmán (un giaour), Hassan ahoga a Leila en el mar.
En 1829, el autor francés Víctor Hugo escribió una serie de poemas populares titulada «Les Orientales», ambientados en el Mediterráneo oriental. Y, unos años más tarde, el pintor francés Eugène Delacroix viajó a Marruecos y comenzó a llamarse africano.
Este entusiasmo europeo por todo lo «oriental» incluso dio forma a los espacios continentales. De hecho, en 1833, el enorme Obelisco de Luxor fue sacado del Templo de Luxor en Egipto y transportado en la barcaza Louqsor con el nombre apropiado hasta Cherburgo, Francia. Desde allí, fue llevado a París y, hasta el día de hoy, marca el imponente centro de la Place de la Concorde de la ciudad.
El exotismo promete escapar de la monotonía y el aburrimiento. Y de todos los autores descontentos del siglo XIX, pocos estaban tan descontentos y hartos de las devociones burguesas como Gustave Flaubert, que vivía en Rouen, Francia.
Sus diarios están llenos de quejas sobre la torpeza de sus vecinos y sus insignificantes preocupaciones. Flaubert imaginaba Oriente como un escape de ese tedio, fantasía reflejada en su novela Les Mémoires d’un Fou de 1839 , cuyo protagonista desperdicia su juventud soñando despierto con Egipto.
Flaubert incluso llegó a vivir sus fantasías. Cuando tenía 24 años, heredó la fortuna familiar, lo que le permitió escapar de Ruán y viajar a Egipto, donde satisfizo su hambre de culturas exóticas y mujeres exóticas.
Los viajes solían consistir en explorar, pero los viajeros modernos deben aprender a hacer preguntas
Una vez, mientras visitaba Madrid, el autor se sintió repentinamente abrumado por una sensación de lasitud. Se fue a su cama, donde habría permanecido si la señora de la limpieza del hotel no hubiera interrumpido repetidamente su sueño. Al final, decidió que bien podría ir a ver la ciudad.
La fatiga sin rumbo que llevó al autor a refugiarse en su cama es un síntoma bastante común de los viajes; sin embargo, también es bastante nuevo.
Los viajeros de antaño no tenían tiempo para la torpeza porque viajar solía ser una exploración.
Por ejemplo, tomemos a Alexander von Humboldt, un explorador alemán que viajó a América del Sur en 1799.
Su viaje tuvo un propósito claro: registrar hechos. Y si no estaba ocupado haciendo eso, estaba desarrollando experimentos que ayudarían a registrar los hechos en el futuro.
Durante el viaje, apenas tuvo un minuto libre. Registró sistemáticamente variaciones en la temperatura del mar; aprendió a estimar la ubicación del barco con la ayuda de su sextante y las estrellas; y recuperó especies de vida marina sin clasificar de una red que colgaba por la borda.
Una vez que el barco estuvo anclado frente a la costa de Nueva Andalucía, la ferviente grabación de hechos de Humboldt continuó. Registró la temperatura y la presión atmosférica; midió y bosquejó la vida vegetal; se comunicó con la población local y registró hechos sobre su forma de vida.
En resumen, Humboldt estaba ocupado, algo que los viajeros modernos generalmente no están.
Hoy, no hay necesidad de explorar porque, gracias a personas como Humboldt, el mundo ya ha sido explorado. Y es este hecho, quizás, lo que llevó al episodio de letargo del autor; no tenía nada de qué emocionarse.
En Madrid, el autor visitó la Real Basílica de San Francisco el Grande. Pero los secos hechos ofrecidos por la guía lo dejaron frío. ¿Qué le importaba que los frescos fueran pintados en el siglo XIX? Así que trató de ver las cosas desde una perspectiva nueva haciendo sus propias preguntas.
¿Qué llevó a la gente a construir iglesias? ¿Por qué no todas las iglesias siguen el mismo diseño? ¿Por qué los arquitectos que diseñaron esta iglesia tuvieron tanto éxito?
Estas preguntas pueden reavivar la curiosidad que a menudo apagan las guías.
Las vacaciones a menudo involucran la naturaleza, cuyos efectos beneficiosos podemos aprender a prolongar
William Wordsworth, el poeta romántico británico, fue un vehemente crítico de la vida de la ciudad. La contaminación, el tráfico, los edificios antiestéticos: estas cosas, creía, no podían tener más que un efecto perjudicial en el bienestar interior.
Muchos estarían de acuerdo con Wordsworth hoy. Por lo tanto, no es de extrañar que las personas a menudo elijan vacacionar en el mundo natural, donde pueden curarse y relajarse.
En opinión de Wordsworth, la naturaleza es beneficiosa tanto para el cuerpo como para la mente, mejorando la resistencia del primero y la pureza del segundo.
Mientras visitaba el Lake District de Inglaterra, el autor no pudo evitar estar de acuerdo. Aunque estaba lloviendo, el autor se sintió relajado mientras caminaba a través de un denso bosque de robles, con las gotas de lluvia repiqueteando sobre el dosel.
Los robles parecían eternamente pacientes, absorbiendo lentamente nutrientes y agua a través de sus raíces, temporada tras temporada. Según Wordsworth, los seres humanos tienen mucho que aprender de la naturaleza, lo que nos da muchos ejemplos de paciencia y resistencia. Entre los robles, el autor se sintió más tranquilo al soltarse de las preocupaciones cotidianas.
Pero, ¿qué pasa cuando dejas el bosque y vuelves a entrar en la ciudad? ¿No desaparecerá esta calma?
Bueno, Wordsworth prolongó los beneficios de la naturaleza al almacenar «puntos en el tiempo».
Explicó este concepto a su hermana en una carta de 1790. En ese año, caminó por los Alpes suizos, y las espectaculares vistas, del desfiladero de Gondo, del lago Maggiore, le dejaron una profunda impresión. Estas opiniones, le escribió a su hermana, lo consolarían por el resto de sus días.
Como de hecho lo hicieron. Décadas más tarde, Wordsworth continuó escribiendo sobre los Alpes en sus poemas. Estos preciosos momentos, suspendidos en el ámbar de la memoria, eran «puntos en el tiempo», recuerdos felices de tiempos pasados que podían disipar la tristeza actual.
Los viajeros de hoy en día pueden beneficiarse de esta misma técnica. Contempla una hermosa vista y realmente admírala. Luego, cuando el estrés de la vida en la ciudad sea demasiado, puedes recordar este momento de paz y, con suerte, relajarte mientras te relajabas en ese entonces.
La belleza de la naturaleza puede inspirar sentimientos espirituales y la Biblia anima a contemplarla
Los hermosos paisajes naturales a menudo parecen haber sido construidos por una fuerza grande e incomprensible, por lo que quizás no sea sorprendente que el mundo natural a menudo inspire profundos sentimientos espirituales.
El autor ciertamente sintió indicios de una presencia divina mientras viajaba por Egipto y exploraba las montañas del sur del Sinaí. Los profundos cañones y valles y las imponentes montañas de granito, todas con más de 400 millones de años, fueron sin duda sobrecogedoras.
Es casi seguro que los hombres que escribieron la Biblia tuvieron una experiencia similar, ya que este paisaje es el telón de fondo de muchos episodios del libro sagrado. En el Libro del Éxodo, por ejemplo, Dios vela por un grupo de israelitas descontentos que, frustrados por la escasez de alimentos en el Sinaí, se enfrentan a la tentación de adorar a dioses extranjeros.
De hecho, la belleza natural a menudo se ha citado como testimonio de una presencia santa. Por ejemplo, Ralph Waldo Emerson, el erudito y crítico del siglo XIX, escribió una vez que el propósito de la naturaleza era «presentarse como la aparición de Dios».
Quizás por eso, muchos cuentos bíblicos fomentan la contemplación de la naturaleza.
El Libro de Job cuenta la historia de un hombre rico, feliz y devoto: Job. Sin embargo, en poco tiempo, sus rebaños de ovejas son robados o asesinados y una tormenta violenta mata a su hijo primogénito. Los amigos de Job insisten en que algún pecado debe haber provocado esta serie de desgracias. Pero Job sabe que es inocente.
Apesadumbrado, Job le pregunta a Dios qué hizo para merecer tanta dificultad. En respuesta, Dios le dice a Job que contemple el mundo natural. La naturaleza, parece decir Dios, es más grande que el individuo; tiene leyes propias, leyes que pueden parecer misteriosas y duras a la humanidad, pero que, como los edictos inescrutables de Dios, tienen una lógica profunda.
El arte puede profundizar nuestra apreciación de los paisajes, tanto extranjeros como nacionales
Si Vincent van Gogh nunca hubiera tomado un pincel y una paleta y se hubiera comprometido con escenas de lienzo de Provenza, Francia, el autor probablemente nunca hubiera viajado allí.
Mucha gente ha tenido experiencias similares, solo anhelando ver España después de ver las películas de Pedro Almodóvar o solo desarrollando un entusiasmo por los pasos a desnivel después de ver la fotografía de Andreas Gursky.
De hecho, el arte es una excelente manera de obtener una apreciación de los paisajes extranjeros.
Es fácil perder de vista la belleza del mundo. A menudo, la necesidad de viajar muere tan pronto como surge; después de todo, ¿qué podría ofrecer otro país? Hemos dado la vuelta a la manzana demasiadas veces para pensar que podríamos ver algo nuevo.
Bueno, si te sientes así, podría significar que necesitas mirar más de cerca, que es precisamente lo que la lente del lienzo de un artista puede ayudarte a hacer.
El gran arte ofrece una nueva perspectiva, una forma de ver un lugar que de repente lo llena de vida e interés.
Por ejemplo, en la Gran Bretaña anterior al siglo XVIII, la campiña inglesa se consideraba la encarnación del tedio: una extensión plana y estéril sin mucho. Si se les da a elegir entre Gran Bretaña y el Mediterráneo, los viajeros optan por este último en todo momento.
Esta preferencia fue alentada por la tradicional tradición del arte. En los antiguos poemas romanos de Virgilio y Horacio y en las pinturas de pintores del siglo XVII como Nicolas Poussin y Claude Lorrain, Italia – y las ciudades italianas de Roma y Nápoles en particular – fueron inmortalizadas.
Pero luego, en el siglo XVIII, los artistas británicos comenzaron a representar su tierra natal.
James Thomson escribió un poema llamado «The Seasons», que celebraba el paisaje inglés. Inspiró a otros poetas, como Stephen Duck y John Clare, a hacer lo mismo. Mientras tanto, los pintores británicos Thomas Gainsborough y Richard Wilson también comenzaron a representar la campiña inglesa.
Estas nuevas perspectivas tuvieron un efecto palpable. Muy pronto, los turistas se agolparon en el Distrito de los Lagos y las Tierras Altas de Escocia.
Dibujar y escribir pueden centrar nuestra atención cuando viajamos
¿Has observado alguna vez los hábitos de los turistas? Suelen dedicar poco tiempo a mirar monumentos históricos o paisajes impresionantes; más bien, con una cámara o un teléfono, toman algunas fotos y pasan abruptamente a la siguiente vista obligatoria.
Pero, si uno no se toma el tiempo para observar realmente las cosas, ¿cuál es el punto de viajar?
Si desea afinar su enfoque y profundizar su apreciación de lo que ve en sus viajes, intente dibujar las cosas que encuentre.
El crítico de arte del siglo XIX John Ruskin tenía gran fe en el poder del dibujo para mejorar la apreciación estética. Creía que el dibujo es una forma de que las personas tomen la belleza externa y la interioricen.
Durante su infancia, Ruskin estaba tan abrumado por la belleza de la hierba que quiso comerla, una fantasía poco práctica que pudo realizar más adelante en la vida por medios más artísticos. En lugar de comerse literalmente la hierba, la «ingirió» pasando horas sacando hoja tras hoja diminuta.
A diferencia de tomar una fotografía, que no requiere tiempo, el proceso de dibujo que requiere mucho tiempo nos invita a hacer preguntas. Por ejemplo, ¿cómo se adhiere el tronco de ese árbol a sus raíces y por qué algunas hojas tienen un tono de verde diferente al de otras?
El dibujo nos anima a observar nuestro entorno con más atención y apreciarlo más.
La escritura, a la que John Ruskin a veces se refiere como «pintura de palabras», tiene un efecto similar; puede ayudarnos a absorber y apreciar lo que nos rodea.
Ruskin no aprobaba el hábito perezoso de enviar a casa cartas escritas apresuradamente. Por lo general, estas cartas dicen poco y ofrecen descripciones superficiales de los hermosos paisajes o el clima frío. Es mejor hacer preguntas más difíciles y buscar detalles más finos. ¿Por qué, por ejemplo, un lago es más bonito que otro? ¿A qué otro objeto podría parecerse? ¿Destaca por razones distintas a su tamaño?
Escribir nos impulsa a prestar mucha atención a cada detalle, y es este estado de concentración el que nos ayudará a apreciar dónde estamos.