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6 musulmanes ejemplares que ayudaron a construir un mundo mejor

10/07/2016 by Lluís Torrent

Mere­ce ser compartido:

Actua­li­za­do el Thurs­day, 30 Decem­ber, 2021

Antes de que con­ti­nues leyen­do este artícu­lo te invi­to a hacer un sen­ci­llo ejer­ci­cio. Bus­ca en “Goo­gle Ima­ges” la pala­bra “Islam”. Rápi­da­men­te verás imá­ge­nes del Corán, de mez­qui­tas, de musul­ma­nes rezan­do, etc. Pero, tam­bién verás imá­ge­nes aso­cia­das a actos terro­ris­tas, ISIS, y deca­pi­ta­cio­nes… Si prue­bas la com­bi­na­ción “Islam + terro­ris­mo” el núme­ro de resul­ta­dos ya pare­ce no tener fin.

¿Por qué sole­mos ver el Islam como algo nega­ti­vo? Como ya escri­bi­mos en un ante­rior artícu­lo sobre Islam y terro­ris­mo, las per­so­nas que pro­fe­san la reli­gión islá­mi­ca, se sien­ten igual o más ame­na­za­das por el terro­ris­mo que aque­llas que viven a miles de kiló­me­tros de dis­tan­cia del epi­cen­tro de los actos terro­ris­tas y don­de dicha reli­gión es minoritaria.

Hoy, con el fin de con­tri­buir a cam­biar esta ima­gen, que­re­mos com­par­tir con nues­tros lec­to­res una ima­gen ela­bo­ra­da por la revis­ta Foreign Affairs Lati­noa­mé­ri­ca en la que nos mues­tran algu­nas figu­ras icó­ni­cas de la his­to­ria que pro­fe­sa­ban la reli­gión islá­mi­ca. Son musul­ma­nes ejem­pla­res y han ayu­da­do a hacer de nues­tro mun­do un lugar mejor.

Infografia de musulmanes que hicieron de este mundo un lugar mejor
Ima­gen: Foreign Affairs Latinoamérica

6 musul­ma­nes ejem­pla­res que ayu­da­ron a cons­truir un mun­do mejor

__ ¿Qué des­cu­bri­rás en este post? __

  • 1. Mala­la Yousafzai
    • His­to­rias de super­vi­ven­cia, resi­lien­cia y esperanza
    • El hogar feliz de la infan­cia de Mala­la era un paraí­so, pero el extre­mis­mo reli­gio­so lo cam­bió todo
    • La vida de Mala­la en Swat pudo haber ter­mi­na­do, pero siguió con su tra­ba­jo de todos modos
    • Los cami­nos de las her­ma­nas Zay­nab y Sabreen fue­ron deter­mi­na­dos por la suert
    • Muzoon usó su pasión por la edu­ca­ción para ayu­dar a otras niñas refugiadas
    • Naj­la luchó por su sue­ño de edu­ca­ción, sin impor­tar las circunstancias
    • Al cre­cer des­pla­za­da, María apren­dió a lle­var su casa den­tro de ella
    • Marie Clai­re logró sus sue­ños gra­cias a la influen­cia y el sacri­fi­cio de su madre
    • La ayu­da mejo­ra enor­me­men­te las con­di­cio­nes de vida de gru­pos como los rohing­ya, pero no pue­de reem­pla­zar lo que han perdido
  • 2. Sha­qui­lle O’Neal
    • 3. Mal­com X
    • Uno de los esta­dou­ni­den­ses más influ­yen­tes del siglo XX
    • Mal­colm per­dió a su padre y a su madre a una edad temprana
    • Los difí­ci­les años esco­la­res de Mal­colm lo expu­sie­ron al racis­mo, pero Bos­ton le reve­ló otro mundo
    • Mal­colm cono­ció la cul­tu­ra negra moder­na en Rox­bury y Harlem
    • Des­pués de per­der su tra­ba­jo, Mal­colm tomó una vida delic­ti­va en el Har­lem de la déca­da de 1940
    • Las acti­vi­da­des cri­mi­na­les de Mal­colm final­men­te lo lle­va­ron a pri­sión, don­de tuvo un pro­fun­do despertar
    • Mal­colm salió de la pri­sión dedi­ca­da a la Nación del Islam y lis­to para difun­dir su mensaje
    • Como minis­tro de la Nación del Islam se con­vir­tió en Mal­colm X y ganó la aten­ción nacional
    • La aten­ción que reci­bió Mal­colm X final­men­te lo lle­vó a estar en des­acuer­do con la Nación del Islam
    • Una pere­gri­na­ción a La Meca abrió los ojos de Mal­colm a la her­man­dad musulmana
    • Mal­colm fir­mó la “Car­ta de La Meca”, El-Hajj Malik El-Sha­bazz, un nom­bre que había adop­ta­do legal­men­te en la épo­ca de su matri­mo­nio con Betty
    • Aun­que Mal­colm X esta­ba en paz con la posi­bi­li­dad de morir, su ase­si­na­to fue una pér­di­da trágica
  • 4. Tawak­kul Karman
  • 5. Muham­mad Ali
    • Enfrén­ta­te cara a cara con “The Grea­test”, Muham­mad Ali
    • Muham­mad Ali tenía un árbol genea­ló­gi­co con problemas
    • Cas­sius Clay fue un niño pre­coz y ter­co que expe­ri­men­tó una edu­ca­ción rela­ti­va­men­te agradable
    • Des­pués de per­der su bici­cle­ta, Cas­sius Clay ini­ció el camino hacia la glo­ria del boxeo
    • La gran opor­tu­ni­dad de Cas­sius Clay lle­gó en los Jue­gos Olím­pi­cos de Roma de 1960, don­de ganó el oro
    • Cuan­do Cas­sius Clay se unió a la Nación del Islam, comen­zó a abor­dar cues­tio­nes socia­les y políticas
    • Des­pués de negar­se a ser­vir en el ejér­ci­to, Muham­mad Ali fue sus­pen­di­do del boxeo
    • Como otros, Muham­mad Ali fue des­te­rra­do debi­do a las estric­tas órde­nes de su líder religioso
    • Muham­mad Ali regre­só en “La pelea del siglo”, que supu­so su pri­me­ra derro­ta profesional
    • The Rum­ble in the Jun­gle se vol­vió legendario
    • Des­pués de su carre­ra en el boxeo, Muham­mad Ali con­ti­nuó usan­do su fama por bue­nas causas
  • 6. Sal­ma bint Hizab al-Oteibi

1. Malala Yousafzai

Mala­la You­saf­zai es una estu­dian­te, acti­vis­ta y blo­gue­ra pakis­ta­ní. Ganó el Pre­mio Nobel de la Paz en 2014;  con 17 años, se con­vir­tió en la per­so­na más joven en acce­der a ese pre­mio en cual­quie­ra de las cate­go­rías que se otorga.

Mala­la es cono­ci­da por su acti­vis­mo a favor de los dere­chos civi­les, espe­cial­men­te de los dere­chos de las muje­res en el valle del río Swat, en la pro­vin­cia de Khy­ber Pakh­tunkh­wa del noroes­te de Pakis­tán, don­de el régi­men tali­bán ha prohi­bi­do la asis­ten­cia a la escue­la de las niñas, la pro­mo­ción de You­saf­zai se ha con­ver­ti­do en un movi­mien­to con apo­yo internacional.

En 2013, 2014 y 2015 la revis­ta Time inclu­yó a You­saf­zai como una de las “100 per­so­nas más influ­yen­tes del mun­do”. Fue la pri­me­ra gana­do­ra del pre­mio Natio­nal Youth Pea­ce Pri­ze que aho­ra lle­va su nom­bre. En julio de 2013, Mala­la se diri­gió al pleno de la Asam­blea las Nacio­nes Uni­das para pedir el acce­so a la edu­ca­ción en todo el mun­do, y en octu­bre de 2014 el Gobierno de Cana­dá, a tra­vés de su Par­la­men­to le con­fie­ra la ciu­da­da­nía cana­dien­se Hono­ra­ria a Yousafzai.

En We Are Dis­pla­ced, la acti­vis­ta inter­na­cio­nal Mala­la You­saf­zai com­par­te su his­to­ria de ser des­pla­za­da de su tie­rra natal, Pakis­tán. Tam­bién com­par­te las his­to­rias de algu­nas de las muje­res y niñas que ha cono­ci­do mien­tras visi­ta­ba los cam­pos de refu­gia­dos en todo el mun­do. Con más de 68,5 millo­nes de per­so­nas actual­men­te des­pla­za­das de sus hoga­res en todo el mun­do, estas his­to­rias son un recor­da­to­rio vívi­do e impor­tan­te de la indi­vi­dua­li­dad y huma­ni­dad de todas y cada una de las per­so­nas desplazadas.

La cri­sis de los refu­gia­dos afec­ta vidas en todo el mun­do, pero nin­gún gru­po se ha vis­to más afec­ta­do que las muje­res y las niñas. Algu­nas muje­res y niñas, des­pla­za­das por la vio­len­cia y la gue­rra y a menu­do pri­va­das de la edu­ca­ción, no solo han sobre­vi­vi­do, sino que, increí­ble­men­te, algu­nas inclu­so han logra­do sus sue­ños. Ade­más, algu­nos han encon­tra­do for­mas, inclu­so en las cir­cuns­tan­cias más horri­bles, de ten­der una mano ami­ga a los demás.

Historias de supervivencia, resiliencia y esperanza

Gran par­te del mun­do cono­ce a Mala­la You­saf­zai. Es una acti­vis­ta inter­na­cio­nal y defen­so­ra de las muje­res y las niñas, y su his­to­ria per­so­nal es increí­ble. Mala­la fue des­pla­za­da de su hogar en Pakis­tán por la vio­len­cia de los fun­da­men­ta­lis­tas afga­nos, los tali­ba­nes. Pero ella nun­ca detu­vo su incan­sa­ble defen­sa de la edu­ca­ción femenina.

Aún así, la suya es solo una de las muchas his­to­rias que com­par­ten los des­pla­za­dos por con­flic­tos vio­len­tos, ham­bru­nas y desas­tres natu­ra­les. En sus via­jes, Mala­la ha cono­ci­do a muchas muje­res y niñas y ha escu­cha­do sus his­to­rias. Al com­par­tir algu­nos de estos, ayu­da a ilu­mi­nar la com­ple­ja mara­ña de emo­cio­nes que sien­ten muchas per­so­nas des­pla­za­das, des­de la deses­pe­ra­ción has­ta el desa­fío y el dolor y la gra­ti­tud. Son his­to­rias de per­se­ve­ran­cia a tra­vés de cir­cuns­tan­cias horri­bles y de per­so­nas que cons­tru­yen nue­vas vidas para sí mis­mas mien­tras sue­ñan con un futu­ro mejor.

6 musulmanes ejemplares que ayudaron a construir un mundo mejor 1

El hogar feliz de la infancia de Malala era un paraíso, pero el extremismo religioso lo cambió todo

¿Qué aspec­to tie­ne el paraí­so? ¿Qui­zás un pai­sa­je natu­ral lleno de pinos, mon­ta­ñas cubier­tas de nie­ve y ríos que corren? Bueno, Mala­la You­saf­zai cono­ce bien un lugar como este: el valle Swat de Pakis­tán. Cuan­do era niña, Swat era tan her­mo­sa que a menu­do se la lla­ma­ba “la Sui­za del Este”.

Mala­la nació en 1997 en Min­go­ra, la ciu­dad cen­tral de Swat. Su infan­cia fue feliz y sus recuer­dos están lle­nos de jue­gos con ami­gos y visi­tas a fami­lia­res en el pue­blo de mon­ta­ña de Shan­gla. El padre de Mala­la era un acti­vis­ta apa­sio­na­do por el medio ambien­te y la edu­ca­ción de las niñas.

Lue­go, en 2005, un devas­ta­dor terre­mo­to gol­peó a Pakis­tán, matan­do a 73.000 per­so­nas y dejan­do a muchas más vul­ne­ra­bles. Fue en estas cir­cuns­tan­cias que la gen­te se vol­vió más sus­cep­ti­ble a los men­sa­jes de los extre­mis­tas reli­gio­sos mas­cu­li­nos, que tam­bién brin­da­ron ayu­da a los sobre­vi­vien­tes. Estos hom­bres lla­ma­ron al terre­mo­to una adver­ten­cia divi­na y lo usa­ron como pre­tex­to para pre­di­car una ver­sión estric­ta del Islam. Pidie­ron a las muje­res que se cubrie­ran la cara, denun­cia­ron la músi­ca, el bai­le y las pelí­cu­las occi­den­ta­les, e inclu­so dije­ron que la edu­ca­ción de las niñas no era islámica.

Esta ver­sión del Islam no tenía sen­ti­do para per­so­nas como Mala­la y su fami­lia, pero eso no impor­ta­ba. La influen­cia y el poder de los extre­mis­tas cre­cie­ron y, final­men­te, se unie­ron a los tali­ba­nes, que ante­rior­men­te no habían sido una ame­na­za en Pakis­tán. Cuan­do empe­za­ron a apa­re­cer en las calles hom­bres de lar­gas bar­bas y tur­ban­tes negros, todo el mun­do tuvo mie­do. Sabían de la cone­xión entre estos hom­bres y los tali­ba­nes y su inten­ción de hacer cum­plir ideas extremas.

Mala­la se encon­tró por pri­me­ra vez con los tali­ba­nes en per­so­na en un via­je por carre­te­ra a Shan­gla. Su pri­mo aca­ba­ba de empe­zar a repro­du­cir una cin­ta de case­te cuan­do vio un con­trol de carre­te­ra aten­di­do por hom­bres con tur­ban­tes negros y ame­tra­lla­do­ras. Pasan­do todas sus cin­tas a la madre de Mala­la, le dijo que las escon­die­ra en su bol­so. Cuan­do el auto­mó­vil lle­gó a la barri­ca­da, uno de los hom­bres se incli­nó y pre­gun­tó si tenían case­tes o CD; su pri­ma dijo que no.

Movién­do­se hacia la ven­ta­na tra­se­ra, el hom­bre aso­mó nue­va­men­te la cabe­za den­tro del auto y le dijo seve­ra­men­te a Mala­la que debe­ría cubrir­se la cara. Que­ría pre­gun­tar por qué, por­que era solo una niña, pero los hom­bres tenían armas y ella esta­ba ate­rro­ri­za­da. Los hom­bres hicie­ron señas con su auto para que pasa­ra, pero cla­ra­men­te, las cosas habían cam­bia­do en Swat, y esta­ban a pun­to de empeo­rar mucho, mucho.

La vida de Malala en Swat pudo haber terminado, pero siguió con su trabajo de todos modos

Cuan­do Mala­la tenía once años, los tali­ba­nes habían comen­za­do una cam­pa­ña de terror en el valle de Swat. Cor­ta­ron la elec­tri­ci­dad, bom­bar­dea­ron escue­las y comi­sa­rías y mata­ron a quie­nes habla­ron en su contra.

Cuan­do 2008 lle­gó a su fin, los tali­ba­nes orde­na­ron el cie­rre de todas las escue­las de niñas; cual­quie­ra que per­ma­ne­cie­ra abier­to esta­ría suje­to a ata­ques. Para Mala­la, fue una catás­tro­fe. Sabía que sin una edu­ca­ción su futu­ro sería drás­ti­ca­men­te limitado.

Las cosas se pusie­ron tan mal que en 2009 el gobierno orde­nó la eva­cua­ción de Swat para dejar espa­cio para una cam­pa­ña mili­tar masi­va con­tra los tali­ba­nes. Fue el comien­zo de las vidas com­pli­ca­das que Mala­la y su fami­lia vivi­rían como des­pla­za­dos inter­nos. Via­ja­ban entre hote­les sucios y las casas de fami­lia­res y extra­ños, siem­pre en movi­mien­to y preo­cu­pa­dos por ser una car­ga para los demás. Pasa­ron casi tres meses antes de que se per­mi­tie­ra a los civi­les regre­sar a Mingora.

Cuan­do lo hicie­ron, la mayo­ría de las cosas vol­vie­ron a la nor­ma­li­dad. Pero el ejér­ci­to había derro­ta­do a los tali­ba­nes, no los había des­trui­do; Los com­ba­tien­tes tali­ba­nes se habían reti­ra­do a tie­rra, don­de con­ti­nua­ron lle­van­do a cabo ase­si­na­tos selec­ti­vos des­de las som­bras. Al poco tiem­po, la pro­pia Mala­la se con­vir­tió en un objetivo.

Antes de ver­se obli­ga­da a huir de Min­go­ra, se había mani­fes­ta­do en con­tra de las accio­nes de los tali­ba­nes en la radio y la tele­vi­sión y en un blog de BBC Urdu. La ayu­dó a crear una pode­ro­sa pla­ta­for­ma para abo­gar por la edu­ca­ción de las niñas. Cuan­do la vida vol­vió a la nor­ma­li­dad, reanu­dó su tra­ba­jo. Pero el 9 de octu­bre de 2012, Mala­la reci­bió un dis­pa­ro en la cabe­za de un miem­bro de los tali­ba­nes por hablar sobre la paz y la edu­ca­ción de las niñas.

Lo que suce­dió ese día se ha con­ta­do muchas veces, y ella desea no vol­ver a con­tar­lo en deta­lle. Dicho esto, des­pués del tiro­teo, Mala­la fue tras­la­da­da de un hos­pi­tal a otro den­tro de Pakis­tán antes de final­men­te ser tras­la­da­da en avión a Bir­mingham, Ingla­te­rra. Casi tres meses des­pués, fue dada de alta del hos­pi­tal y su fami­lia comen­zó una nue­va vida allí des­de cero.

La vida de Mala­la esta­ría en peli­gro si regre­sa­ra a Pakis­tán, pero de todos modos tomó mucho tiem­po acos­tum­brar­se a la idea de que vivir en Bir­mingham no era solo tem­po­ral. Mala­la se encon­tró toman­do una deci­sión difí­cil: ¿debe­ría con­ti­nuar abo­gan­do por la edu­ca­ción de las niñas?

Las car­tas de apo­yo e ins­pi­ra­ción de miles de per­so­nas en todo el mun­do la con­ven­cie­ron de con­ti­nuar, espe­cial­men­te las de muje­res y niñas que le agra­de­cie­ron su tra­ba­jo. Las his­to­rias que siguen son de las muje­res y niñas que cono­ció en el trans­cur­so de ese trabajo.

6 musulmanes ejemplares que ayudaron a construir un mundo mejor 2

Los caminos de las hermanas Zaynab y Sabreen fueron determinados por la suert

En 2015, el direc­tor esta­dou­ni­den­se Davis Gug­genheim hizo un docu­men­tal sobre la vida de Mala­la, He Named Me Mala­la . Cuan­do salió, Mala­la se fue de gira con él. Des­pués de pro­yec­tar la pelí­cu­la, habla­ba con los jóve­nes que asis­tían y les pedía que habla­ran de sus expe­rien­cias. Así fue como, en una esca­la en Min­nea­po­lis, cono­ció a Zaynab.

Zay­nab y su her­ma­na Sabreen nacie­ron en Yemen. Fue­ron cria­dos por su abue­la des­pués de que su madre emi­gró a los Esta­dos Uni­dos cuan­do aún eran niños. Pero en 2010, cuan­do Zay­nab tenía 14 años y Sabreen 12, sus vidas cam­bia­ron por una terri­ble suer­te. Pri­me­ro, su abue­la sufrió una caí­da y murió poco des­pués. Mien­tras tan­to, Yemen se vol­vió cada vez más ines­ta­ble a medi­da que el gobierno, los revo­lu­cio­na­rios y los gru­pos terro­ris­tas com­pe­tían por el con­trol. Para 2012, los bom­bar­deos apa­ren­te­men­te indis­cri­mi­na­dos se habían vuel­to comunes.

Zay­nab se puso en con­tac­to con su madre, quien le indi­có que se diri­gie­ra a Egip­to, don­de podía que­dar­se con la fami­lia exten­di­da mien­tras soli­ci­ta­ba una visa estadounidense.

Allí, la suer­te de Zay­nab comen­zó a cam­biar. En diciem­bre de 2014, poco antes de cum­plir die­ci­nue­ve años, reci­bió la bue­na noti­cia de que había sido apro­ba­da para una visa esta­dou­ni­den­se. Esto sig­ni­fi­có mudar­se a Min­nea­po­lis y reu­nir­se con su madre. Ade­más de eso, había muchos estu­dian­tes musul­ma­nes en su nue­va escue­la, ros­tros ami­ga­bles que la ayu­da­ron a encon­trar su camino. Asma, por ejem­plo, era una estu­dian­te soma­lí que le mos­tró los alre­de­do­res, le tra­du­jo y final­men­te se con­vir­tió en su mejor amiga.

Pero la her­ma­na de Zay­nab, Sabreen, no tuvo tan­ta suer­te. Su soli­ci­tud de visa para Esta­dos Uni­dos fue dene­ga­da sin expli­ca­ción y tuvo que pagar por un cru­ce ile­gal a Euro­pa. Duran­te un via­je de nue­ve días, ella y otros refu­gia­dos fue­ron tras­la­da­dos de un bar­co aba­rro­ta­do a otro. Ni siquie­ra había un baño, solo una caja que todos tenían que usar.

El últi­mo de los bar­cos inclu­so se que­dó sin com­bus­ti­ble a tres horas de tie­rra, y los refu­gia­dos fue­ron res­ca­ta­dos por un bar­co envia­do por la Cruz Roja. Ate­rri­zó en Ita­lia y lue­go fue envia­da a un cam­po de refu­gia­dos en los Paí­ses Bajos. Allí cono­ció a un hom­bre de Yemen, y en unos meses los dos se com­pro­me­tie­ron. Aho­ra casa­dos, viven en Bélgica.

Pero Sabreen toda­vía no tie­ne pape­les de inmi­gra­ción. Mien­tras Zay­nab pro­si­gue su edu­ca­ción en Min­nea­po­lis, el futu­ro sigue sien­do incier­to para su her­ma­na. Ambos bus­ca­ron refu­gio soli­ci­tan­do una visa esta­dou­ni­den­se, pero solo uno de ellos tuvo la suer­te de obtenerla.

Muzoon usó su pasión por la educación para ayudar a otras niñas refugiadas

Ser un refu­gia­do no sig­ni­fi­ca ser impo­ten­te: las per­so­nas a veces pue­den hacer cam­bios inclu­so en las situa­cio­nes más difí­ci­les. Un gran ejem­plo de esto es Muzoon, a quien Mala­la cono­ció cuan­do visi­tó el cam­po de refu­gia­dos de Zaa­ta­ri en Jor­da­nia. Un miem­bro de UNICEF los pre­sen­tó; Muzoon era muy cono­ci­da en el cam­pa­men­to por su defen­sa de la edu­ca­ción, y esta­ba cla­ro que ella y Mala­la serían almas gemelas.

Muzoon cre­ció en Siria, don­de tenía gran­des espe­ran­zas en la edu­ca­ción y su futu­ro. Pero lue­go la gue­rra se tra­gó a su país en 2011, y las calles se lle­na­ron de bom­bar­deos y dis­pa­ros. Pron­to, las escue­las cerra­ron. Des­pués de dos años de vivir en medio de esta vio­len­cia, la fami­lia de Muzoon deci­dió huir.

Con­du­je­ron has­ta la fron­te­ra con Jor­da­nia y lue­go cami­na­ron des­de allí has­ta el cam­po de refu­gia­dos de Zaa­ta­ri. Sus nue­vas cir­cuns­tan­cias eran desa­fian­tes: la fami­lia de ocho per­so­nas com­par­tía una tien­da de cam­pa­ña y no tenían mue­bles ni elec­tri­ci­dad. A pesar de esto, la prin­ci­pal preo­cu­pa­ción de Muzoon era la inte­rrup­ción de su educación.

Así que exha­ló un sus­pi­ro de ali­vio cuan­do se ente­ró de que había una escue­la en el cam­pa­men­to de Zaa­ta­ri. No solo podría con­ti­nuar sus estu­dios, sino que tam­bién podría crear algo de enfo­que para sí mis­ma en con­di­cio­nes inciertas.

Otras chi­cas del cam­pa­men­to no pare­cían com­par­tir su entu­sias­mo. Un gru­po de niñas inclu­so le dijo que veían la escue­la como inú­til: sus padres pen­sa­ban que era mejor para ellas ase­gu­rar su futu­ro con­cen­trán­do­se en casar­se. Muzoon vio esto como una tram­pa; el matri­mo­nio los ence­rra­ría en la pobre­za impi­dién­do­les apren­der habi­li­da­des que los harían autosuficientes.

Deci­dió hacer algo al res­pec­to. Comen­zó a hablar con la gen­te del cam­pa­men­to, abo­gan­do por la edu­ca­ción de las niñas en lugar del matri­mo­nio pre­coz. Una chi­ca con la que habló tenía solo 17 años, pero su padre que­ría que se casa­ra con un hom­bre mayor de 40. La chi­ca no veía otra opción mejor, pero Muzoon sugi­rió que habla­ra con su padre, hacién­do­le ver que una edu­ca­ción le pro­por­cio­na­ría mucha más segu­ri­dad de la que podría ofre­cer­le un matri­mo­nio concertado.

Unos días des­pués, la niña infor­mó que iría a la escue­la. Muzoon creía fir­me­men­te que si los dos comen­za­ban a ir a la escue­la, otros los segui­rían. Fue una chis­pa de espe­ran­za. Cuan­do Mala­la visi­tó el cam­pa­men­to de Zaa­ta­ri, Muzoon se había gana­do una repu­tación por su defen­sa de la edu­ca­ción. Algu­nos inclu­so la lla­ma­ban “la Mala­la de Siria”. Muzoon no solo se negó a ser derro­ta­da por sus cir­cuns­tan­cias, sino que inclu­so encon­tró una mane­ra de ayu­dar a los demás.

Najla luchó por su sueño de educación, sin importar las circunstancias

Naj­la se crió en Sin­jar, Irak, en el seno de una gran fami­lia de la mino­ría reli­gio­sa yazi­di. Como muchos niños, tuvo ham­bre de edu­ca­ción des­de que era muy peque­ña. Pero lo que hizo a Naj­la úni­ca es lo mucho que esta­ba dis­pues­ta a luchar por ello.

Comen­zó cuan­do tenía ocho años. Hubo que con­ven­cer al padre de Naj­la de que le per­mi­tie­ra ir a la escue­la, ya que él y su madre no pen­sa­ban que edu­car a sus hijas fue­ra impor­tan­te. Cuan­do final­men­te fue, la escue­la esta­ba tan lle­na de reve­la­cio­nes que la hizo sen­tir como si estu­vie­ra vien­do el mun­do por pri­me­ra vez.

Sin embar­go, su padre que­ría que ella renun­cia­ra y se con­cen­tra­ra en apren­der a ser ama de casa. Así que Naj­la luchó de la úni­ca mane­ra que se le ocu­rrió: esca­pó de su casa hacia las cer­ca­nas mon­ta­ñas Sin­jar. Cuan­do regre­só cin­co días des­pués, su padre esta­ba furio­so. Pero final­men­te cedió y le per­mi­tió asis­tir a la escuela.

Siguie­ron otros obs­tácu­los para la edu­ca­ción de Naj­la. En 2012, el espo­so de su her­ma­na fue ase­si­na­do. Jus­to des­pués de eso, la veci­na ami­ga de Naj­la se sui­ci­dó por auto­in­mo­la­ción, ate­rro­ri­za­da por­que su her­mano le había dicho a su padre que tenía novio. Naj­la se hun­dió en una depre­sión y no pudo afron­tar la nece­si­dad de ir a la escue­la duran­te mucho tiempo.

Pero luchó de nue­vo, esta vez con­tra los sen­ti­mien­tos que se agi­ta­ban den­tro de ella. En 2013, reanu­dó sus estu­dios e inclu­so comen­zó a soñar con ir a la universidad.

Lue­go, en 2014, el gru­po terro­ris­ta ISIS apun­tó al pue­blo yazi­di por geno­ci­dio. ISIS era cono­ci­do por des­truir pue­blos, secues­trar y abu­sar de muje­res y niñas y ase­si­nar a hom­bres. ISIS ocu­pó la cer­ca­na ciu­dad de Mosul, y cuan­do la elec­tri­ci­dad en Sin­jar se cor­tó una noche, la gen­te lo tomó como una cla­ra indi­ca­ción de que los terro­ris­tas esta­ban en camino. Cuan­do una corrien­te de carros y tan­ques comen­zó a acer­car­se al pue­blo, la fami­lia huyó de inme­dia­to, empa­can­do a 18 per­so­nas en un solo carro.

Una vez más, Naj­la huyó a las mon­ta­ñas Sin­jar, escon­dién­do­se allí con su fami­lia duran­te ocho días. Lue­go se muda­ron a la ciu­dad de Dohuk en Kur­dis­tán, y final­men­te encon­tra­ron refu­gio en un edi­fi­cio sin ter­mi­nar jun­to con más de 100 fami­lias más. Nun­ca regresaron.

Como refu­gia­da, Naj­la siguió soñan­do con la edu­ca­ción y con ir a la uni­ver­si­dad. Inclu­so comen­zó a ense­ñar a leer a otros niños para man­te­ner viva la esperanza.

Mala­la cono­ció a Naj­la duran­te su via­je Girl Power 2017 para visi­tar a muje­res de todo el mun­do y escu­char sus his­to­rias. Esta­ba tan impre­sio­na­da con la fuer­za inte­rior y la capa­ci­dad de Naj­la para man­te­ner viva la espe­ran­za que cuan­do invi­tó a dos niñas a acom­pa­ñar­la a la Asam­blea Gene­ral de las Nacio­nes Uni­das en 2017, Naj­la fue una.

Al crecer desplazada, María aprendió a llevar su casa dentro de ella

En Colom­bia, el con­flic­to civil lle­va más de 40 años, dejan­do a 7,2 millo­nes de per­so­nas des­pla­za­das. María es una de estas personas.

Cria­da en una fin­ca de la Colom­bia rural, María cono­ció una infan­cia lle­na de espa­cio para correr y jugar y la com­pa­ñía de ani­ma­les como galli­nas y cer­dos. Los man­gos y las naran­jas fres­cas siem­pre esta­ban dis­po­ni­bles en los árbo­les del jar­dín familiar.

Pero cuan­do tenía cua­tro años, la madre de María aban­do­nó abrup­ta­men­te la fin­ca con ella y sus cua­tro her­ma­nos a cues­tas. Su padre, dijo su madre, nece­si­ta­ba que­dar­se pero se uni­ría a ellos más tar­de. De hecho, lo habían mata­do el día ante­rior y la madre de María esta­ba preo­cu­pa­da de que ella y los niños fue­ran los siguientes.

La fami­lia ter­mi­nó en Cali, una de las ciu­da­des más gran­des de Colom­bia. Allí vivían en un cam­pa­men­to impro­vi­sa­do lleno de per­so­nas des­pla­za­das por la vio­len­cia que se desa­rro­lla en todo el país. Allí la vida era dura. La pobre­za y el cri­men lo infun­die­ron todo, y las pan­di­llas esta­ban a car­go. Los dis­pa­ros sona­ban con regu­la­ri­dad y evi­tar las balas per­di­das era una preo­cu­pa­ción cotidiana.

Tam­bién había racis­mo de qué preo­cu­par­se. La gen­te tra­ta­ba terri­ble­men­te a María y su fami­lia, abu­san­do de ellos por su piel oscu­ra y acen­tos rurales.

Gra­cias a su madre, María poco a poco pudo encon­trar algo pare­ci­do a una vida nor­mal. Para empe­zar, la fami­lia no tenía dine­ro pro­pio. Pero nece­si­ta­ban com­prar comi­da, así que su madre comen­zó a ir de tien­da en tien­da en el cam­pa­men­to, ofre­cien­do lavar ropa por dinero.

Cuan­do María tenía sie­te años, una orga­ni­za­ción comu­ni­ta­ria ayu­dó a su madre a tras­la­dar a la fami­lia a una casa. Esta­ba en malas con­di­cio­nes, la llu­via gotea­ba regu­lar­men­te por el techo, pero era una mejo­ra. Su madre tam­bién ins­cri­bió a María y sus her­ma­nos en un pro­gra­ma de tea­tro de fin de sema­na que pro­du­jo una obra basa­da en las his­to­rias de des­pla­za­mien­to de los niños, titu­la­da Nobody Can Take Away What We Carry Insi­de. Has­ta el día de hoy, María recu­rre a la expre­sión crea­ti­va cuan­do la vida pare­ce inso­por­ta­ble; a los 16 años, por ejem­plo, hizo un docu­men­tal sobre su expe­rien­cia de desplazamiento.

María se ha muda­do muchas veces des­de que vivió en esa casa des­tar­ta­la­da, pero has­ta el día de hoy solo se ha sen­ti­do como en casa en un lugar: el lugar de sus recuer­dos, don­de podía reco­ger man­gos fres­cos y correr por el campo.

Marie Claire logró sus sueños gracias a la influencia y el sacrificio de su madre

Mala­la a menu­do dedi­ca tiem­po des­pués de los dis­cur­sos a escu­char las his­to­rias de los refu­gia­dos pre­sen­tes en la audien­cia. Una his­to­ria que per­ma­ne­ció en su men­te duran­te mucho tiem­po fue la de Marie Clai­re, a quien cono­ció des­pués de hablar en Lan­cas­ter, Pensilvania.

Cuan­do Marie Clai­re era solo una bebé, esta­lló la gue­rra en su tie­rra natal, la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go, lo que obli­gó a su fami­lia a huir para sal­var la vida. Se con­vir­tie­ron en refu­gia­dos indo­cu­men­ta­dos en la veci­na Zam­bia, pero la vida allí fue dura y cruel, ya que los refu­gia­dos enfren­ta­ron hos­ti­li­dad en todas partes.

En la escue­la, Marie fue insul­ta­da, arro­ja­da con pie­dras y escu­pi­da por otros niños. Pero cuan­do lle­ga­ba a casa llo­ran­do, su madre siem­pre le recor­da­ba que esta­ba a car­go de su vida; si que­ría lograr sus sue­ños, tenía que con­cen­trar­se en ellos y blo­quear el abuso.

Lue­go, una noche cuan­do Marie Clai­re tenía 12 años, una tur­ba de jus­ti­cie­ros ata­có su casa. Su madre fue ase­si­na­da, sacri­fi­cán­do­se para sal­var a sus hijos, y su padre fue apu­ña­la­do en la cabe­za varias veces. Mila­gro­sa­men­te, sobre­vi­vió. Pero la fami­lia esta­ba devas­ta­da y Marie Clai­re tuvo que aban­do­nar la escue­la para cui­dar­lo mien­tras se recuperaba.

Cuan­do final­men­te regre­só a la escue­la, fue con una nue­va deter­mi­na­ción. Había sido el sue­ño de su madre ver algún día gra­duar­se de Marie Clai­re, y con eso en men­te, Marie Clai­re se dedi­có a sus estu­dios. Como era de espe­rar, comen­zó a sobresalir.

Lue­go, cuan­do tenía 16 años, su fami­lia reci­bió la noti­cia de que la Agen­cia de las Nacio­nes Uni­das para los Refu­gia­dos había acep­ta­do su soli­ci­tud de refu­gio. Fue un pro­ce­so que su madre había ini­cia­do para ellos muchos años antes. Lan­cas­ter, Pennsyl­va­nia se con­ver­ti­ría en su nue­vo hogar. Allí, una mujer lla­ma­da Jen­ni­fer se ofre­ció como volun­ta­ria para ayu­dar­los a instalarse.

Marie Clai­re esta­ba emo­cio­na­da de ter­mi­nar la escue­la secun­da­ria en los Esta­dos Uni­dos. Pero ella ya tenía 19 años, y su nue­va escue­la gene­ral­men­te no admi­tía a nadie mayor de 18. Ape­nas pudo con­ven­cer a las admi­sio­nes para que la deja­ran entrar, e inclu­so enton­ces, ¡solo tenía cin­co meses para com­ple­tar los cur­sos de su diploma!

Logró hacer­lo y, en junio de 2016, se con­vir­tió en la pri­me­ra de su fami­lia en gra­duar­se de la escue­la secun­da­ria. Los ros­tros de su padre y Jen­ni­fer esta­ban lle­nos de orgu­llo. Y en ese momen­to, Marie Clai­re sin­tió que su madre tam­bién esta­ba con ella, miran­do con des­pre­cio el momen­to por el que se había sacri­fi­ca­do tanto.

La ayuda mejora enormemente las condiciones de vida de grupos como los rohingya, pero no puede reemplazar lo que han perdido

El pue­blo rohing­ya son musul­ma­nes que viven prin­ci­pal­men­te en el oes­te de Myan­mar, en la fron­te­ra con Ban­gla­desh. Esto los con­vier­te en un gru­po reli­gio­so mino­ri­ta­rio en un país prin­ci­pal­men­te budis­ta, y debi­do a esto, han sido per­se­gui­dos des­de la déca­da de 1960.

El pri­mer cam­po de refu­gia­dos de Ban­gla­desh para los rohing­ya se esta­ble­ció en 1990, en una zona inhós­pi­ta don­de las llu­vias y las inun­da­cio­nes son comu­nes. A pesar de esto, más de 900.000 per­so­nas viven allí hoy.

Cuan­do los sol­da­dos y extre­mis­tas de Myan­mar comen­za­ron nue­vos ata­ques con­tra los rohing­ya en 2017, miles bus­ca­ron segu­ri­dad en Ban­gla­desh. Ese sep­tiem­bre, Mala­la se pro­nun­ció con­tra esta ver­gon­zo­sa situa­ción. En una con­fe­ren­cia huma­ni­ta­ria poco des­pués de eso, cono­ció al acti­vis­ta huma­ni­ta­rio fran­cés Jérô­me Jarre.

Jarre y otros habían crea­do el Ejér­ci­to del Amor, que invo­lu­cra a los jóve­nes en la res­pues­ta a emer­gen­cias en todo el mun­do. Esto inclu­ye recau­dar dine­ro a tra­vés de las redes socia­les. Los fon­dos per­mi­tie­ron a los rohing­ya crear 4.000 refu­gios y 80 pozos de aguas pro­fun­das para ellos mis­mos. Tam­bién han crea­do pues­tos de tra­ba­jo den­tro de los cam­pos de refu­gia­dos, des­de la tra­duc­ción has­ta la cons­truc­ción. Estos tra­ba­jos se nece­si­ta­ban deses­pe­ra­da­men­te, por­que una vez que los rohing­ya lle­gan a los cam­pa­men­tos de Ban­gla­desh, se les prohí­be irse, inclu­so para trabajar.

Una de las per­so­nas cuyo tra­ba­jo se finan­cia con dine­ro recau­da­do por Love Army es Aji­da. Ella, su espo­so y sus tres hijos huye­ron al cam­pa­men­to con solo la ropa que lle­va­ban pues­ta des­pués de que el ejér­ci­to y la poli­cía des­tru­ye­ran su aldea.

Les tomó nue­ve días lle­gar a Ban­gla­desh, don­de final­men­te se ins­ta­la­ron en un cam­pa­men­to remo­to, a media hora a pie de la carre­te­ra más cer­ca­na. Tie­nen poco más que una sim­ple cho­za de bam­bú que ellos mis­mos cons­tru­ye­ron. Aji­da cons­tru­yó una estu­fa de barro para coci­nar para su fami­lia. Ella apren­dió esta habi­li­dad de su madre, y cuan­do el Ejér­ci­to del Amor se ente­ró, la con­tra­ta­ron para cons­truir más. Has­ta la fecha, ha fabri­ca­do más de 2,000 estu­fas, que el Love Army dona a otros refugiados.

Esto y el tra­ba­jo que Aji­da y su espo­so hacen en un equi­po de lim­pie­za esta­ble­ci­do por Love Army les pro­por­cio­na algu­nos ingre­sos y enfo­que. Sin embar­go, su vida como refu­gia­dos sigue sien­do difí­cil. Sus hijos extra­ñan su hogar y no entien­den por qué lo dejaron.

Como seña­la Mala­la, muchas per­so­nas espe­ran que los refu­gia­dos sien­tan gra­ti­tud hacia su país de aco­gi­da y ali­vio por estar a sal­vo. Pero como mues­tra la his­to­ria de Aji­da, como las de las otras muje­res, dejar atrás todo lo que te es fami­liar sig­ni­fi­ca vivir con emo­cio­nes que no son fáci­les de recon­ci­liar. Estas no son solo his­to­rias de sobre­vi­vien­tes que final­men­te lle­gan a un lugar mejor; tam­bién son rela­tos de lo que se pier­de y de lo que nun­ca se pue­de recuperar.

2. Shaquille O’Neal

Los aman­tes del balon­ces­to segu­ro que reco­no­cen este nom­bre. Sha­qui­lle Rashaun O’Neal es un exju­ga­dor esta­dou­ni­den­se de balon­ces­to, con­si­de­ra­do uno de los juga­do­res más domi­nan­tes de la his­to­ria de la NBA. O’Neal ha gana­do cua­tro cam­peo­na­tos de la NBA, tres con Los Ange­les Lakers y uno con Mia­mi Heat, ade­más de fina­li­zar sub­cam­peón con Orlan­do Magic en 1995 y con Los Ange­les Lakers en 2004.

O’Neal ha logra­do un MVP de la tem­po­ra­da en 2000, ocho apa­ri­cio­nes en el mejor quin­te­to de la NBA, tres MVP de las Fina­les, tres MVP del All-Star Game (el últi­mo de ellos, com­par­ti­do con su excom­pa­ñe­ro de los Lakers Kobe Bryant) y el Roo­kie del Año. Es el sex­to máxi­mo ano­ta­dor de la his­to­ria de la NBA con 28.596 pun­tos, supe­ra­dos por su ex-com­pa­ñe­ro Kobe Bryant el 7 de febre­ro de 2012 en su Phi­la­delphia natal fren­te a los Phi­la­delphia 76ers.

En la selec­ción esta­dou­ni­den­se, O’Neal cose­chó el oro olím­pi­co en 1996 y el Mun­dial de 1994 en Cana­dá, sien­do ele­gi­do el MVP de dicho cam­peo­na­to mundial.

3. Malcom X

Mal­colm X, fue un ora­dor, minis­tro reli­gio­so y acti­vis­ta esta­dou­ni­den­se. Fue un defen­sor de los dere­chos de los afro­ame­ri­ca­nos, un hom­bre que acu­só a los esta­dou­ni­den­ses blan­cos en las más duras con­di­cio­nes de sus crí­me­nes con­tra sus com­pa­trio­tas negros. En cam­bio, sus detrac­to­res lo acu­sa­ron de pre­di­car el racis­mo y la vio­len­cia. Ha sido des­cri­to como uno de los más influ­yen­tes afro­ame­ri­ca­nos en la his­to­ria estadounidense.

En la cár­cel, Mal­colm X se con­vir­tió en miem­bro de la Nación del Islam, una sec­ta musul­ma­na diri­gi­da por Eli­jah Muham­mad, y tras su liber­tad con­di­cio­nal en 1952, se con­vir­tió en minis­tro de la orga­ni­za­ción. Duran­te casi una doce­na de años fue la cara públi­ca de la Nación del Islam, pero las ten­sio­nes entre él y Muham­mad lle­va­ron a su sali­da de la orga­ni­za­ción en mar­zo de 1964.

Tras aban­do­nar la Nación del Islam, Mal­colm X hizo la pere­gri­na­ción a La Meca y se con­vir­tió al sunis­mo. Via­jó exten­sa­men­te por toda Áfri­ca, Orien­te Medio e inclu­so visi­tó la Unión Sovié­ti­ca. Esos via­jes le cam­bia­ron la visión que tenía del mun­do y de la lucha por las liber­ta­des civi­les. Fun­dó la Mus­lim Mos­que, Inc., una orga­ni­za­ción islá­mi­ca, y la secu­lar Orga­ni­za­ción de la Uni­dad Afro­ame­ri­ca­na. Menos de un año des­pués de aban­do­nar la Nación del Islam, Mal­colm X fue ase­si­na­do antes de dar un dis­cur­so en Nue­va York.

La Auto­bio­gra­fía de Mal­colm X es un rela­to pro­fun­do y per­so­nal del via­je de un hom­bre des­de que aban­do­nó la escue­la y entró en una vida de cri­men y adic­ción a las dro­gas has­ta encon­trar la reden­ción a tra­vés del acti­vis­mo de dere­chos huma­nos. Estas cla­ves cuen­tan la his­to­ria de una men­te curio­sa y en evo­lu­ción: un hom­bre que dedi­có su vida a ayu­dar a los afro­ame­ri­ca­nos a ganar iden­ti­dad y libe­rar­se de la opre­sión por cual­quier medio necesario.

Uno de los estadounidenses más influyentes del siglo XX

Con la excep­ción de Mar­tin Luther King Jr, Mal­colm X es pro­ba­ble­men­te el nom­bre más cono­ci­do en el movi­mien­to esta­dou­ni­den­se de dere­chos civi­les de la déca­da de 1960. Pero mien­tras que el dis­cur­so de King “Ten­go un sue­ño” y su trá­gi­co ase­si­na­to son de cono­ci­mien­to común, mucha gen­te sabe poco de lo que dijo o escri­bió Mal­colm X o de la his­to­ria de su vida.

Cono­ce­mos al hom­bre des­de su pro­pia pers­pec­ti­va: de dón­de vino; cómo se unió a la Nación del Islam; sus via­jes a Orien­te Medio y Áfri­ca. Todas estas son pie­zas cru­cia­les del rom­pe­ca­be­zas detrás de uno de los afro­ame­ri­ca­nos más influ­yen­tes del siglo pasado.

Malcolm perdió a su padre y a su madre a una edad temprana

Mal­colm X nació Mal­colm Little el 19 de mayo de 1925.

Su padre, el reve­ren­do Earl Little, fue un pre­di­ca­dor bau­tis­ta que ayu­dó a difun­dir las ense­ñan­zas de Mar­cus Gar­vey, fun­da­dor de la Aso­cia­ción Uni­ver­sal para el Mejo­ra­mien­to de los Negros (UNIA).

Mal­colm era el sép­ti­mo de ocho hijos y su madre, Loui­se, luchó por cui­dar de todos. Loui­se nació en las Indias Occi­den­ta­les, pro­duc­to de la vio­la­ción de su madre por par­te de un amo de escla­vos blan­co, lo que sig­ni­fi­ca­ba que Loui­se tenía la piel muy cla­ra que a veces hacía que la con­fun­die­ran con una mujer blanca.

Esto tam­bién sig­ni­fi­có que Mal­colm nació con el cabe­llo roji­zo y una tez cla­ra, el más cla­ro de todos sus her­ma­nos. Mal­colm creía que era esta dife­ren­cia en su apa­rien­cia lo que hacía que su madre fue­ra más dura con él que con sus otros hijos. A sus ojos, él era un recor­da­to­rio vivo del vio­la­dor blan­co en el pasa­do de la familia.

Mien­tras tan­to, qui­zás debi­do a esta mis­ma dife­ren­cia, su padre favo­re­cía a Mal­colm, lle­ván­do­lo con fre­cuen­cia a las reunio­nes de la UNIA.

Pero los esfuer­zos de su padre por crear un sen­ti­do de orgu­llo e iden­ti­dad en la comu­ni­dad negra lle­va­ron a un final trágico.

Uno de los pri­me­ros recuer­dos de Mal­colm data de cuan­do vivían en Lan­sing, Michi­gan. Se des­per­tó en medio de la noche pre­sa del páni­co. Un gru­po de supre­ma­cis­tas blan­cos, La Legión Negra, había incen­dia­do la casa de los Littles, pero afor­tu­na­da­men­te la fami­lia esca­pó ilesa.

Como era de espe­rar, empeo­ró: cuan­do Mal­colm tenía seis años, su padre fue ase­si­na­do. A pesar de haber sido gol­pea­do fatal­men­te, la poli­cía cali­fi­có su muer­te como un accidente.

Des­pués de eso, Loui­se luchó por man­te­ner uni­da a la fami­lia como madre sol­te­ra. Ella esta­ba orgu­llo­sa y no le gus­ta­ba recu­rrir a la ayu­da del gobierno, pero final­men­te tuvo que hacerlo.

Esto sig­ni­fi­có lidiar con los ofi­cia­les de bien­es­tar infan­til del gobierno, que fue­ron espe­cial­men­te crue­les con Loui­se, tra­tan­do de poner a los niños en su con­tra. Final­men­te lo logra­ron, metie­ron a Loui­se en un hos­pi­tal psi­quiá­tri­co esta­tal cuan­do Mal­colm tenía 12 años y envia­ron a los niños a vivir con dife­ren­tes familias.

Los difíciles años escolares de Malcolm lo expusieron al racismo, pero Boston le reveló otro mundo

A Mal­colm no le fue fácil en la escue­la y, a la edad de 13 años, se metió en pro­ble­mas des­pués de hacer­le una bro­ma a uno de sus maestros.

Des­pués de ser rega­ña­do por usar un som­bre­ro en cla­se, colo­có una tachue­la en la silla de su maes­tro cuan­do el maes­tro no esta­ba mirando.

Como resul­ta­do, Mal­colm fue expul­sa­do de la escue­la y envia­do a un cen­tro de deten­ción. La gen­te que diri­gía la casa lo tra­ta­ba bien, pero usa­ban libre­men­te la pala­bra “negro” a su alre­de­dor y habla­ban de él como si no pudie­ra enten­der lo que decían.

Era la pri­me­ra vez que Mal­colm había vivi­do con per­so­nas blan­cas, y comen­zó a ver que era común que tra­ta­ran a las per­so­nas negras como si no pudie­ran tener el mis­mo inte­lec­to o sen­si­bi­li­dad que los blancos.

Un año des­pués, Mal­colm ingre­só a la secun­da­ria, don­de con­ti­nuó este tipo de tratamiento.

Él era uno de los pocos estu­dian­tes negros en la escue­la e hizo todo lo posi­ble para inte­grar­se con sus com­pa­ñe­ros blan­cos. Se unió al equi­po de balon­ces­to, pero no se le per­mi­tió bai­lar en pre­sen­cia de nin­gu­na chi­ca blan­ca en las fies­tas pos­te­rio­res al juego.

Mal­colm inclu­so fue ele­gi­do pre­si­den­te de la cla­se ese año, pero lle­gó a creer que sus com­pa­ñe­ros lo esta­ban tra­tan­do como una mas­co­ta, no como un igual.

Cuan­do su maes­tro le pre­gun­tó qué que­ría ser, Mal­colm res­pon­dió: “un abo­ga­do”. Mal­colm se sin­tió heri­do cuan­do el maes­tro le dijo que debe­ría ser más rea­lis­ta y pen­sar en ser carpintero.

Pero Mal­colm pron­to vio un mun­do nue­vo en una visi­ta a Boston.

El verano des­pués del sép­ti­mo gra­do, Mal­colm acep­tó una invi­ta­ción para visi­tar a su media her­ma­na Ella, que vivía en el área de Rox­bury de la ciu­dad. Por pri­me­ra vez, vio a los negros ser orgu­llo­sa­men­te ellos mis­mos en su pro­pio vecin­da­rio y no tra­tar de ser blancos.

Cuan­do Mal­colm regre­só a Lan­sing, ya no podía tole­rar las bro­mas racis­tas de sus pro­fe­so­res y com­pa­ñe­ros de cla­se; sabía que había un lugar mejor para él.

Malcolm conoció la cultura negra moderna en Roxbury y Harlem

Afor­tu­na­da­men­te, su her­ma­na Ella pudo con­ver­tir­se en la tuto­ra legal de Mal­colm, lo que le per­mi­tió mudar­se a Rox­bury, don­de rápi­da­men­te apren­dió sobre la vida en la calle.

Por coin­ci­den­cia, una de las pri­me­ras per­so­nas que cono­ció Mal­colm fue un hom­bre lla­ma­do Shorty, que resul­tó ser de Lan­sing, Michigan.

Shorty tomó a Mal­colm bajo su pro­tec­ción, le seña­ló los deta­lles más finos del lado más sór­di­do de Rox­bury y le con­si­guió un tra­ba­jo como lus­tra­dor de zapa­tos en el legen­da­rio club de jazz Rose­land Ball­room .

El joven Mal­colm no solo lus­tra­ba los zapa­tos de músi­cos como Duke Elling­ton y Count Basie, sino que tam­bién apren­dió a apre­su­rar­se: el tra­ba­jo del lim­pia­bo­tas tam­bién impli­ca­ba pro­por­cio­nar a los músi­cos y clien­tes alcohol, marihua­na o los núme­ros de telé­fono de las pros­ti­tu­tas locales.

Duran­te este tiem­po, el pro­pio Mal­colm se entre­gó al alcohol, la marihua­na, la ropa lla­ma­ti­va y el baile.

Shorty Mal­colm mos­tró cómo esco­ñar­se su cabe­llo — un dolo­ro­so pro­ce­so de uso de la lejía calien­te para ende­re­zar los rizos. Pero más tar­de lle­ga­ría a ver el cabe­llo con con­ked como un emble­ma de la auto­de­gra­da­ción, “el hom­bre negro con el cere­bro lava­do” dañan­do su cabe­llo en un esfuer­zo por hacer que “parez­ca blanco”.

Aún sin cum­plir los 18 años, Mal­colm pasó de un tra­ba­jo a otro antes de con­se­guir un tra­ba­jo esta­ble como mozo de tren, ven­dien­do comi­da y bebi­da a los pasajeros.

Tra­ba­jan­do en la línea de Bos­ton a la ciu­dad de Nue­va York, Mal­colm tuvo su pri­me­ra opor­tu­ni­dad de visi­tar Har­lem. En solo una noche se ena­mo­ró de la ciu­dad, espe­cial­men­te de la enor­me dis­co­te­ca Savoy, dos veces más gran­de que el Roseland.

Mal­colm deci­dió mudar­se y, en 1942, se con­vir­tió en cama­re­ro en Sma­ll’s Para­di­se, un res­tau­ran­te de Har­lem y un hito cul­tu­ral popular.

Después de perder su trabajo, Malcolm tomó una vida delictiva en el Harlem de la década de 1940

Tra­ba­jar en Sma­ll’s Para­di­se le ofre­ció a Mal­colm la opor­tu­ni­dad de apren­der rápi­da­men­te cómo muchas per­so­nas se gana­ban la vida en las calles de Har­lem: apre­su­rán­do­se. Mal­colm des­cu­brió en quién con­fiar, a quién evi­tar y los entre­si­jos de todo tipo de acti­vi­da­des delic­ti­vas, inclui­dos el robo, el pro­xe­ne­tis­mo y el juego.

Mal­colm pron­to pon­dría en prác­ti­ca este cono­ci­mien­to cuan­do per­dió su tra­ba­jo en Sma­ll’s Para­di­se des­pués de come­ter el error de ofre­cer el núme­ro de una pros­ti­tu­ta a un poli­cía encubierto.

Des­pués de ser des­pe­di­do, se diri­gió a un ami­go cono­ci­do como “Sammy the Pimp”, quien sugi­rió que podría ganar dine­ro ven­dien­do marihuana.

Des­de su épo­ca en Rose­land and Savoy, Mal­colm tenía muchos ami­gos músi­cos que eran clien­tes fia­bles. En un buen día, Mal­colm, de 17 años, gana­ría entre 50 y 60 dóla­res. Y cuan­do la poli­cía comen­zó a sos­pe­char que Mal­colm tra­fi­ca­ba en Har­lem, se lle­vó su nego­cio a la carre­te­ra, via­jó de gira con los músi­cos y los man­tu­vo a raya.

Pero en 1943, las cosas se esta­ban ponien­do más difíciles.

La poli­cía cerró tem­po­ral­men­te el Savoy y los rumo­res de que un poli­cía blan­co había dis­pa­ra­do a un sol­da­do negro casi ter­mi­na­ron en disturbios.

Esto efec­ti­va­men­te detu­vo el poco dine­ro que los blan­cos traían a Har­lem y aumen­tó la pre­sen­cia poli­cial. Enton­ces, Mal­colm encon­tró tra­ba­jo “diri­gien­do” o escol­tan­do a clien­tes blan­cos a luga­res secre­tos en Har­lem don­de sus nece­si­da­des sexua­les podrían ser atendidas.

A tra­vés de todas estas expe­rien­cias, Mal­colm vio que Har­lem no era más que una “cue­va de peca­do” para los blancos.

Cla­ra­men­te, Mal­colm esta­ba en el camino equi­vo­ca­do, y ese camino esta­ba a pun­to de lle­gar a su fin.

Las actividades criminales de Malcolm finalmente lo llevaron a prisión, donde tuvo un profundo despertar

En 1945, Mal­colm, de 20 años, esta­ba cayen­do en la mis­ma tram­pa que muchos esta­fa­do­res: corría ries­gos más peli­gro­sos para ganar dine­ro y aumen­ta­ba su con­su­mo de dro­gas para aumen­tar su confianza.

Las cosas empe­za­ron a poner­se real­men­te mal cuan­do una dispu­ta de jue­go lo obli­gó a salir de Harlem.

Mal­colm fue acu­sa­do de hacer tram­pa des­pués de ganar una apues­ta rea­li­za­da por un hom­bre lla­ma­do “West Indian Archie”. Archie le dio a Mal­colm un pla­zo para devol­ver­le el dine­ro, bajo pena de muer­te. Como resul­ta­do, Mal­colm se con­vir­tió en una nebli­na de dro­gas para­noi­ca de opio, cocaí­na y bencedrina.

Dejó Har­lem y regre­só a Bos­ton, espe­ran­do que las cosas se calmaran.

Pero Mal­colm siguió pre­sio­nan­do. En Bos­ton, se aso­ció con Shorty y dos novias blan­cas para robar hoga­res ricos. La ola de crí­me­nes lle­gó a su fin cuan­do lo arres­ta­ron tra­tan­do de empe­ñar un reloj robado.

Este fue el pri­mer deli­to penal de Mal­colm, que gene­ral­men­te habría resul­ta­do en una sen­ten­cia de dos años. Pero el juez esta­ba par­ti­cu­lar­men­te moles­to por­que Mal­colm cons­pi­ró con dos niñas blan­cas. Enton­ces, en febre­ro de 1946, Mal­colm fue sen­ten­cia­do a diez años de prisión.

Fue en pri­sión don­de Mal­colm tuvo un des­per­tar espiritual.

Mal­colm que­dó impre­sio­na­do por un anciano con­vic­to lla­ma­do Bim­bi, quien le mos­tró que se pue­de ins­pi­rar res­pe­to hablan­do bien. Bim­bi lo ani­mó a usar la biblio­te­ca de la pri­sión y Mal­colm rápi­da­men­te se obse­sio­nó con la lec­tu­ra. Leyó de todo, des­de dic­cio­na­rios de inglés y latín has­ta filo­so­fía e his­to­ria mundial.

Mal­colm pasa­ba noches ente­ras leyen­do y, como resul­ta­do de la mala luz, desa­rro­lla­ba astig­ma­tis­mo que reque­ría len­tes correctivos.

Fue en ese momen­to que dos de los her­ma­nos de Mal­colm le escri­bie­ron, con­tán­do­le sobre la Nación del Islam: una reli­gión que inten­ta­ba ayu­dar al hom­bre negro a recu­pe­rar su iden­ti­dad olvi­da­da hace mucho tiempo.

Mien­tras esta­ba en pri­sión, Mal­colm tomó apa­sio­na­da­men­te el men­sa­je de la Nación del Islam, rezó por pri­me­ra vez y leyó cada vez más sobre la trá­gi­ca his­to­ria de los afroamericanos.

Malcolm salió de la prisión dedicada a la Nación del Islam y listo para difundir su mensaje

La pri­sión resul­tó ser un buen cam­po de entre­na­mien­to para que Mal­colm encon­tra­ra su voz para hablar en públi­co. Mien­tras estu­vo allí, par­ti­ci­pó en deba­tes orga­ni­za­dos en los que dos per­so­nas dis­cu­tían lados opues­tos de un problema.

En estos deba­tes, Mal­colm encon­tró muchas opor­tu­ni­da­des para difun­dir el men­sa­je de la Nación del Islam y lo que esta­ba apren­dien­do en los libros de his­to­ria. Con­de­na­ría las atro­ci­da­des que el hom­bre blan­co había come­ti­do con­tra la gen­te no blan­ca del mun­do en nom­bre del cris­tia­nis­mo y las ganancias.

Tuvo un impac­to par­ti­cu­lar­men­te memo­ra­ble duran­te un deba­te cuan­do desa­fió la idea de que Jesús era la ima­gen páli­da, rubia y de ojos azu­les a la que reza el hom­bre blan­co, y final­men­te logró que su opo­nen­te del deba­te reco­no­cie­ra que “Jesús era moreno”.

Cuan­do Mal­colm fue libe­ra­do en 1952, se mudó a Detroit para que­dar­se con su her­mano Wil­fred. Mal­colm esta­ba ansio­so por dedi­car su vida a la Nación del Islam.

Antes de salir de la cár­cel, Mal­colm había esta­do escri­bien­do car­tas dia­rias a Eli­jah Muham­mad, el líder de la nación. Muham­mad notó la dedi­ca­ción de Mal­colm y en la pri­me­ra opor­tu­ni­dad lo invi­tó a cenar.

Duran­te la comi­da, Mal­colm ofre­ció libre­men­te sus ser­vi­cios a la Nación del Islam.

Mal­colm inme­dia­ta­men­te comen­zó una cam­pa­ña de reclu­ta­mien­to en Detroit, ganan­do len­ta­men­te más segui­do­res. Su éxi­to fue nota­do por otros minis­tros de la nación que le pidie­ron que pasa­ra y habla­ra duran­te los servicios.

Mal­colm demos­tró ser un exper­to en difun­dir apa­sio­na­da­men­te las ense­ñan­zas de Eli­jah Muham­mad y el fun­da­dor de la Nación del Islam, WD Fard.

Estas ense­ñan­zas incluían la idea de que el “hom­bre ori­gi­nal” era negro y que los afro­ame­ri­ca­nos son todos des­cen­dien­tes de musul­ma­nes afri­ca­nos a quie­nes los hom­bres blan­cos les han qui­ta­do sus ver­da­de­ras identidades.

Mal­colm esta­ba demos­tran­do ser un acti­vis­ta y ora­dor natural.

Como ministro de la Nación del Islam se convirtió en Malcolm X y ganó la atención nacional

Mal­colm se con­vir­tió rápi­da­men­te en minis­tro ofi­cial de la Nación del Islam. Al igual que otros minis­tros, se le dio el ape­lli­do de X, que repre­sen­ta el ver­da­de­ro ape­lli­do ances­tral que se había per­di­do para siempre.

Mal­colm X pron­to comen­zó a esta­ble­cer nue­vos tem­plos de la Nación del Islam en todo el país.

Los abrió en luga­res como Bos­ton, Fila­del­fia y Atlan­ta. Y en muchas de estas ciu­da­des, Mal­colm atra­jo a nue­vos miem­bros al cap­tar a las per­so­nas que salían de las igle­sias cris­tia­nas y con­ven­cer­las de que se ente­ra­ran de una fe que no era una “reli­gión de hom­bres blancos”.

Final­men­te, Mal­colm X fue nom­bra­do minis­tro de su pro­pio tem­plo en la ciu­dad de Nue­va York.

Estar de regre­so en la ciu­dad de Nue­va York des­pués de nue­ve años le ofre­ció a Mal­colm la opor­tu­ni­dad de sen­tar­se con West Indian Archie y hablar. Ter­mi­nó agra­de­cien­do a Archie por obli­gar­lo a aban­do­nar la ciu­dad de Nue­va York, pro­ba­ble­men­te sal­ván­do­le la vida.

A fines de la déca­da de 1950, la Nación del Islam esta­ba en los titulares.

En 1957, un miem­bro lla­ma­do Brother Hin­ton fue ata­ca­do por la poli­cía en Har­lem que esta­ba disol­vien­do una pelea en la que él no esta­ba involucrado.

Mal­colm se ente­ró del inci­den­te y lle­vó a 50 miem­bros de su con­gre­ga­ción a la esta­ción de poli­cía. Encon­tró al her­mano Hin­ton cubier­to de san­gre y exi­gió que lo envia­ran a un hos­pi­tal, lo que final­men­te per­mi­tió la policía.

El her­mano Hin­ton se recu­pe­ró y la Nación del Islam lo ayu­dó a deman­dar con éxi­to a la ciu­dad de Nue­va York por más de $ 70,000.

Poco des­pués, la tele­vi­sión y los perió­di­cos infor­ma­ron sobre este inci­den­te de bru­ta­li­dad poli­cial y lla­ma­ron la aten­ción nacio­nal sobre la Nación del Islam.

La atención que recibió Malcolm X finalmente lo llevó a estar en desacuerdo con la Nación del Islam

En 1961, la Nación del Islam esta­ba flo­re­cien­do. Se esta­ban lle­van­do a cabo gran­des mani­fes­ta­cio­nes y, como la pren­sa se sin­tió atraí­da por la apa­sio­na­da per­so­na­li­dad de Mal­colm, uti­li­zó entre­vis­tas para trans­mi­tir su mensaje.

Mal­colm que­ría dejar las cosas cla­ras sobre la Nación del Islam. The Nation no se tra­ta­ba de “supre­ma­cía negra”, se tra­ta­ba de empo­de­rar al hom­bre negro y dar­le un sen­ti­do de orgu­llo y dig­ni­dad en su identidad.

Mal­colm tam­bién res­pon­dió muchas pre­gun­tas sobre por qué usó el tér­mino “el dia­blo blan­co”. Expli­có que no se tra­ta­ba de difun­dir el odio, sino de expo­ner los hechos sobre el com­por­ta­mien­to “dia­bó­li­co” que el hom­bre blan­co euro­peo y esta­dou­ni­den­se había mos­tra­do a las razas no blan­cas a lo lar­go de la his­to­ria. Para Mal­colm, supu­so la pre­gun­ta: ¿Por qué el hom­bre negro debe­ría inten­tar inte­grar­se con un pue­blo así?

El segun­do pun­to que Mal­colm tra­tó de hacer a la pren­sa fue recor­dar­les a todos que no esta­ba ense­ñan­do su pro­pio men­sa­je, sino el de Eli­jah Muham­mad. Inclu­so recha­za­ba las soli­ci­tu­des de entre­vis­tas y les decía a las per­so­nas que en su lugar diri­gie­ran sus pre­gun­tas a Mahoma.

Para Mal­colm, Muham­mad era inex­pug­na­ble: el hom­bre res­pon­sa­ble de su salvación.

Así que fue una gran sor­pre­sa cuan­do, en 1963, Mal­colm reci­bió noti­cias inquie­tan­tes sobre su mentor.

Resul­tó que dos de los secre­ta­rios de Eli­jah Muham­mad esta­ban pre­sen­tan­do deman­das de pater­ni­dad en su con­tra por ser padre de sus hijos. Mal­colm se sin­tió traicionado.

Esta rup­tu­ra con Eli­jah Muham­mad se pro­fun­di­zó a medi­da que aumen­ta­ba la fama de Mal­colm. Para Eli­jah y los otros líde­res de la Nación del Islam, Mal­colm era aho­ra una amenaza.

Tras el ase­si­na­to de John F. Ken­nedy a fina­les de 1963, Mal­colm vol­vió a apa­re­cer en los titu­la­res nacio­na­les al cali­fi­car el even­to como una señal de que “las galli­nas habían vuel­to a casa para dormir”.

Inme­dia­ta­men­te des­pués de este comen­ta­rio, la Nación del Islam prohi­bió públi­ca­men­te a Mal­colm hablar duran­te 90 días. Enton­ces la gen­te que Mal­colm cono­cía den­tro de la Nación le infor­mó que se habían dado órde­nes para su muerte.

Una peregrinación a La Meca abrió los ojos de Malcolm a la hermandad musulmana

Mal­colm X tuvo que reeva­luar todo en este pun­to. El hom­bre al que había dedi­ca­do su vida lo había defrau­da­do y aho­ra esta­ba pre­pa­ra­do para matar­lo. Cuan­do el asis­ten­te de Mal­colm le dijo que le habían pedi­do que colo­ca­ra una bom­ba en su auto­mó­vil, X supo que era algo serio.

Para esca­par de las ame­na­zas y reafir­mar sus creen­cias espi­ri­tua­les, Mal­colm deci­dió hacer una pere­gri­na­ción a La Meca.

Mal­colm esta­ba intere­sa­do en ampliar su cono­ci­mien­to del Islam. A lo lar­go de los años, la gen­te le había habla­do a Mal­colm sobre el “ver­da­de­ro Islam” y en qué se dife­ren­cia­ba de las ense­ñan­zas de Eli­jah Muham­mad. Enton­ces, Mal­colm esta­ba ansio­so por hacer la pere­gri­na­ción a la ciu­dad san­ta de La Meca, un deber sagra­do que a todo musul­mán se le pide que haga en algún momen­to de su vida.

El via­je fue una expe­rien­cia reve­la­do­ra. En su via­je, Mal­colm apren­dió rápi­da­men­te que la reli­gión musul­ma­na orto­do­xa era bas­tan­te dife­ren­te de lo que le habían hecho creer.

Mien­tras reco­rría la tie­rra san­ta, vio musul­ma­nes de todos los colo­res. Que­dó par­ti­cu­lar­men­te impre­sio­na­do cuan­do reci­bió res­pe­to fra­ter­nal y hos­pi­ta­li­dad de per­so­nas de ojos azu­les y cabe­llo rubio que serían con­si­de­ra­das blan­cas en los Esta­dos Unidos.

Cono­ció al prín­ci­pe Fai­sal de Ara­bia Sau­di­ta y le die­ron libros para leer y le dije­ron que no se deja­ra enga­ñar por fal­sos profetas.

Con­mo­vi­do por sus expe­rien­cias, escri­bió una car­ta a la pren­sa esta­dou­ni­den­se expre­san­do su asom­bro por las demos­tra­cio­nes de her­man­dad que había encon­tra­do entre todas las razas y que debía recon­si­de­rar sus creen­cias anteriores.

Des­pués de La Meca y El Cai­ro, Mal­colm via­jó a Bei­rut, Nige­ria y Gha­na. En el camino hizo apa­ri­cio­nes públi­cas en uni­ver­si­da­des y se reu­nió con políticos.

Tra­tó de con­se­guir el apo­yo de estos paí­ses, argu­men­tan­do que se debe­ría hacer tan­to esfuer­zo para ayu­dar a los afro­ame­ri­ca­nos como para ayu­dar a los suda­fri­ca­nos negros.

Malcolm firmó la “Carta de La Meca”, El-Hajj Malik El-Shabazz, un nombre que había adoptado legalmente en la época de su matrimonio con Betty

Mal­colm regre­só a Nue­va York el 21 de mayo de 1964, dos días des­pués de cum­plir 39 años. La pren­sa tuvo muchas pre­gun­tas a su llegada.

Mal­colm rápi­da­men­te se refi­rió a su nue­va perspectiva.

Expli­có que esta­ba empe­zan­do a com­pren­der que los blan­cos no eran inhe­ren­te­men­te racis­tas. Pero toda­vía sen­tía que la socie­dad blan­ca “supues­ta­men­te cris­tia­na” había sem­bra­do el sen­ti­mien­to de supe­rio­ri­dad en gene­ra­cio­nes de per­so­nas blan­cas y que esto había lle­va­do a un pro­ble­ma destructivo.

Esto se pudo ver en los dis­tur­bios que esta­lla­ron en los gue­tos alre­de­dor de los Esta­dos Unidos.

Estos gue­tos se habían for­ma­do como resul­ta­do de gene­ra­cio­nes de racis­mo y mal­tra­to por par­te de la socie­dad blan­ca. Mal­colm lo vio como una “dina­mi­ta socio­ló­gi­ca” que había sido sem­bra­da por los blan­cos y dijo que a menos que se toma­ran medi­das para mejo­rar la situa­ción, era solo cues­tión de tiem­po antes de que explotara.

Para resol­ver este pro­ble­ma, Mal­colm enten­dió que era hora de que se difun­die­ra un nue­vo men­sa­je integral.

Para correr la voz y hacer públi­ca su rup­tu­ra con la Nación del Islam, Mal­colm for­mó la orga­ni­za­ción Mus­lim Mos­que, Inc. Pero sabía que se nece­si­ta­rían esfuer­zos más con­ven­cio­na­les para crear el tipo de cam­bio socio­ló­gi­co nece­sa­rio para libe­rar a los negros del gueto.

En un esfuer­zo por ser más inclu­si­vo, fun­dó la Orga­ni­za­ción de Uni­dad Afro­ame­ri­ca­na (OAAU). Si bien la gen­te blan­ca no podía unir­se a la OAAU, Mal­colm tenía un con­se­jo cons­truc­ti­vo para aque­llos que que­rían ayudar.

Uno de sus mayo­res arre­pen­ti­mien­tos fue un inci­den­te años antes cuan­do una uni­ver­si­ta­ria blan­ca le pre­gun­tó qué podía hacer y él res­pon­dió: “Nada”.

Expli­có que aho­ra le diría a esa niña que ini­cie su pro­pia orga­ni­za­ción en su pro­pio vecin­da­rio, para difun­dir la pala­bra anti­rra­cis­mo y con­tra la vio­len­cia entre los blancos.

Aunque Malcolm X estaba en paz con la posibilidad de morir, su asesinato fue una pérdida trágica

Las ame­na­zas de muer­te que rodea­ron a Mal­colm X die­ron urgen­cia a todas sus accio­nes. Des­pués de todo, su padre y cua­tro de seis de sus tíos murie­ron como resul­ta­do de la vio­len­cia y Mal­colm creía que sería ase­si­na­do por un racis­ta blan­co o por la Nación del Islam.

Si bien esta­ba en paz con esta posi­bi­li­dad, no esta­ba en paz con su fami­lia sien­do amenazada.

Esta­ba espe­cial­men­te moles­to cuan­do la vio­len­cia entró en su casa.

Mal­colm esta­ba luchan­do con­tra una deman­da pre­sen­ta­da por la Nación del Islam, que esta­ba tra­tan­do de for­zar a su fami­lia a aban­do­nar la casa que les había dado la Nación muchos años antes. La noche del 13 de febre­ro de 1965, Mal­colm y su espo­sa Betty, que esta­ba emba­ra­za­da de su sex­to hijo, se des­per­ta­ron sobre­sal­ta­dos cuan­do les arro­ja­ron un cóc­tel Molo­tov por la ven­ta­na delantera.

Pero eso fue solo un pre­lu­dio de la tra­ge­dia del 21 de febre­ro de 1965.

Ese día, la orga­ni­za­ción OAAU de Mal­colm X esta­ba cele­bran­do una reu­nión en el salón de bai­le Audu­bon en la ciu­dad de Nue­va York. La espo­sa y los hijos de Mal­colm esta­ban en la audiencia.

Cuan­do Mal­colm subió al esce­na­rio, tres hom­bres arma­dos de la Nación del Islam abrie­ron fue­go, matán­do­lo casi instantáneamente.

Betty pro­te­gió a sus hijos, cubrién­do­los con su pro­pio cuer­po duran­te el tiro­teo. Pero des­pués de que los tira­do­res huye­ron del lugar, ella se derrum­bó jun­to al cuer­po de su espo­so y gri­tó: “Lo mataron”.

El actor y ami­go Ossie Davis pro­nun­ció un elo­gio con­mo­ve­dor en su funeral.

Davis pre­di­jo que algu­nas per­so­nas pen­sa­rían en Mal­colm X como un racis­ta o un hom­bre de odio, pero seña­ló que Mal­colm en reali­dad nun­ca se aso­ció con nin­gu­na vio­len­cia en su vida. Y si la gen­te escu­cha­ra aten­ta­men­te lo que esta­ba dicien­do, escu­cha­rían las pala­bras de un hom­bre que sim­ple­men­te que­ría lo mejor para su pueblo.

Para Davis, Mal­colm repre­sen­ta­ba un orgu­llo­so ejem­plo de un hom­bre negro fuer­te e intransigente.

4. Tawakkul Karman

Tawak­kul Kar­man es una perio­dis­ta, polí­ti­ca y acti­vis­ta yeme­ní por la defen­sa de los dere­chos huma­nos, fun­da­do­ra en 2005 del gru­po Muje­res sin cade­nas y una per­so­na­li­dad polí­ti­ca del par­ti­do islá­mi­co, Con­gre­ga­ción Yeme­ní por la Refor­ma. Se con­vir­tió en el ros­tro inter­na­cio­nal de los levan­ta­mien­tos yeme­nies en 2011, que fue­ron par­te de la Pri­ma­ve­ra Ára­be. Ha sido lla­ma­da la “Mujer de Hie­rro” y la “Madre de la Revo­lu­ción” por los yemeníes.

Es co-gana­do­ra del Pre­mio Nobel de la paz del 2011 con­vir­tién­do­se en la pri­me­ra yeme­ní, la pri­me­ra mujer ára­be, y la segun­da mujer musul­ma­na y la segun­da más joven en ganar un Nobel. El vier­nes 7 de octu­bre de 2011 obtu­vo el Pre­mio Nobel de la Paz jun­to a las libe­ria­nas Ley­mah Rober­ta Gbo­wee y Ellen John­son Sir­leaf “por su bata­lla no vio­len­ta a favor de la segu­ri­dad de las muje­res y de su pleno dere­cho en la ple­na par­ti­ci­pa­ción de la obra de cons­truc­ción de la paz”.

Kar­man ganó impor­tan­cia en su país des­pués de sus pape­les como perio­dis­ta y defen­so­ra debi­do a que una empre­sa de tele­fo­nía celu­lar le dene­gó una licen­cia en 2007, hecho por el que pro­tes­ta a favor de la liber­tad de expre­sión. Tawak­kul orga­ni­zó pro­tes­tas sema­na­les des­pués de lo suce­di­do en mayo de 2007, expan­dien­do las pro­ble­má­ti­cas a refor­mar. Redi­ri­gió las pro­tes­tas en Yemen para apo­yar la “Revo­lu­ción de Jaz­mín” que ella lla­ma Pri­ma­ve­ra Ára­be, des­pués de que ciu­da­da­nos de Túnez derro­ca­ran el gobierno de Zine El Abi­di­ne Ben Ali en enero de 2011. Ha esta­do siem­pre opues­ta y ha rea­li­za­do pro­tes­tas en con­tra del régi­men del Pre­si­den­te Ali Abdu­llah Saleh.

5. Muhammad Ali

Muham­mad Ali fue un boxea­dor esta­dou­ni­den­se, con­si­de­ra­do el mejor de todos los tiem­pos, o uno de los más des­ta­ca­dos. Fue una figu­ra social de enor­me influen­cia en su gene­ra­ción, en la polí­ti­ca y en las luchas socia­les o huma­ni­ta­rias a favor de los afro­ame­ri­ca­nos y del Islam.

En 1978, se con­vir­tió en el pri­mer boxea­dor en osten­tar en tres oca­sio­nes un títu­lo mun­dial en dicha cate­go­ría. Se carac­te­ri­zó por su esti­lo de boxeo ale­ja­do de la téc­ni­ca tra­di­cio­nal, aun­que era un cono­ce­dor del depor­te y de sus con­trin­can­tes. Seis de sus peleas han sido con­si­de­ra­das como las mejo­res del año por la revis­ta The Ring. Ver­tía tan­to opi­nio­nes cla­ra­men­te irre­ve­ren­tes sobre sus opo­nen­tes, como acer­ta­dos pro­nós­ti­cos de sus contiendas.

Fue­ra del cua­dri­lá­te­ro, Muham­mad Ali se eri­gió como una figu­ra con influen­cia social des­de los años 1960 cuan­do se opu­so a su reclu­ta­mien­to por par­te de las fuer­zas arma­das de su país duran­te la Gue­rra de Viet­nam. Se decla­ró obje­tor de con­cien­cia, pese al recha­zo de los defen­so­res del nacio­na­lis­mo esta­dou­ni­den­se. For­mó par­te de la orga­ni­za­ción reli­gio­sa de la Nación del Islam y, aun­que se ganó detrac­to­res por su con­duc­ta inde­pen­dien­te de los este­reo­ti­pos sobre los afro­ame­ri­ca­nos, a par­tir de los años 70 con­si­guió el res­pe­to como figu­ra depor­ti­va de renom­bre mun­dial, en espe­cial tras su pelea con­tra Geor­ge Fore­man. En el oca­so de su carre­ra, empe­zó a dar mues­tras de des­gas­te físi­co; des­pués de su reti­ro pade­ció la enfer­me­dad de Parkinson.

Muham­mad Ali, un hom­bre cuya com­ple­ja his­to­ria lo reve­la como mucho más que uno de los mejo­res boxea­do­res de peso pesa­do de la his­to­ria. El autor Jonathan Eig lle­va a los lec­to­res a tra­vés de los humil­des comien­zos de un joven Cas­sius Clay, su trans­for­ma­ción en Muham­mad Ali y los muchos triun­fos y escán­da­los que siguieron.

Enfréntate cara a cara con “The Greatest”, Muhammad Ali

Pocas per­so­nas encar­nan el tumul­tuo­so cli­ma social de los Esta­dos Uni­dos en la déca­da de 1960 tan bien como Muham­mad Ali. En ese momen­to, hubo una agi­ta­ción social sin pre­ce­den­tes debi­do al movi­mien­to de dere­chos civi­les y pro­tes­tas gene­ra­li­za­das con­tra la gue­rra en Viet­nam. Y hablan­do de ambos asun­tos, con una pre­sen­cia eléc­tri­ca y pala­bras poé­ti­ca­men­te con­tun­den­tes, esta­ba Muham­mad Ali, un boxea­dor increí­ble que cam­bió para siem­pre el depor­te con su per­so­na­li­dad vibran­te y esti­lo poco ortodoxo.

Cada vez que Ali subía al ring, debi­do en gran par­te a las intré­pi­das pos­tu­ras públi­cas que adop­tó al pedir la paz y la igual­dad, se sen­tía como algo más que un sim­ple com­ba­te de boxeo; Se sin­tió como un even­to polí­ti­co pode­ro­so, con este hom­bre excep­cio­nal­men­te talen­to­so luchan­do de algu­na mane­ra en nom­bre de los mar­gi­na­dos y todos aque­llos que esta­ban har­tos del sta­tus quo.

El perio­dis­ta Jonathan Eig nos lle­va de regre­so a los tur­bu­len­tos años 60, cuan­do un joven Cas­sius Clay pasó de ser un héroe olím­pi­co a una figu­ra divi­si­va des­pués de hacer el cam­bio per­so­nal y públi­co a Muham­mad Ali. Pocas per­so­nas lle­va­ron una vida tan diná­mi­ca como el hom­bre que lle­ga­ría a ser cono­ci­do sim­ple­men­te como “El más grande”.

Muhammad Ali tenía un árbol genealógico con problemas

Para com­pren­der quién fue Muham­med Ali y qué lo moti­vó en su vida, es impor­tan­te cono­cer sus ante­ce­den­tes familiares.

Como muchos otros afro­ame­ri­ca­nos, el árbol genea­ló­gi­co de Ali incluía escla­vos y due­ños de esclavos.

Muham­mad Ali nació Cas­sius Mar­ce­llus Clay, un nom­bre que se remon­ta a su bisa­bue­lo, John Henry Clay, un escla­vo cuyo pro­pio nom­bre pro­vie­ne de su due­ño, el polí­ti­co de Ken­tucky, Henry Clay.

A pesar de ser due­ño de escla­vos, Henry Clay era un cole­ga cer­cano de Abraham Lin­coln y tenía opi­nio­nes simi­la­res con­tra la escla­vi­tud. Clay tam­bién fue uno de los fun­da­do­res de la Socie­dad Ame­ri­ca­na de Colo­ni­za­ción , que pro­pu­so libe­rar escla­vos y enviar­los de regre­so a África.

En algu­na fecha des­co­no­ci­da, el bisa­bue­lo de Muham­mad Ali, John Henry Clay, fue eman­ci­pa­do y obtu­vo una peque­ña can­ti­dad de pro­pie­dad don­de hizo cre­cer su fami­lia. Pero en los años pos­te­rio­res a la eman­ci­pa­ción, la vida de los esta­dou­ni­den­ses negros no fue nada fácil.

En par­ti­cu­lar, los pro­ble­mas siguie­ron al abue­lo de Muham­mad Ali, Her­man Hea­ton Clay. Según cuen­ta la his­to­ria, alre­de­dor del año 1900, Clay, de 24 años, le robó una mone­da de vein­ti­cin­co cen­ta­vos a un cono­ci­do lla­ma­do Char­les Dic­key. Más tar­de, un ami­go de Dic­key se acer­có a Her­man con un bas­tón pesa­do y le exi­gió que sal­da­ra su deu­da. Clay no solo se negó a devol­ver la mone­da, sino que le dis­pa­ró al ami­go de Dic­key con una pistola.

Por ello, Her­man Clay pasó seis años en la cár­cel. Cuan­do salió, se casó con la abue­la de Muham­mad Ali, Edith Greathou­se, pero había más pro­ble­mas en camino.

El pri­mer hijo de Her­man y Edith, Eve­rett Clay, fue envia­do a pri­sión por ase­si­nar a su espo­sa con una nava­ja. Pero su segun­do hijo, Cas­sius Mar­ce­llus Clay, Sr., se ganó la vida como pin­tor de vallas publi­ci­ta­rias y letre­ros, y final­men­te se con­vir­tió en el padre de Cas­sius Mar­ce­llus Clay, Jr., quien nació en enero de 1942, y lue­go lide­ra­ría un vida fas­ci­nan­te como Muham­mad Ali.

Cassius Clay fue un niño precoz y terco que experimentó una educación relativamente agradable

Inclu­so cuan­do era un bebé, Cas­sius Clay encon­tró for­mas de lla­mar la aten­ción. Cuen­ta la leyen­da que nin­gún otro bebé en la sala del hos­pi­tal gri­tó tan fuer­te como Cas­sius. Afor­tu­na­da­men­te para este niño revol­to­so, Cas­sius no ten­dría mucho de qué gri­tar, ya que los Clay logra­ron for­jar­se una vida de rela­ti­va paz y tranquilidad.

Mien­tras los Clay vivían en una peque­ña casa en el vecin­da­rio de West Louis­vi­lle, Ken­tucky, Cas­sius Clay, Sr. tra­ba­jó duro para hacer­lo lo más cómo­do posi­ble. Plan­tó un huer­to, cavó un estan­que de peces de colo­res en el patio tra­se­ro e inclu­so pin­tó la casa de rosa, ya que era el color favo­ri­to de su esposa.

Cuan­do Cas­sius Clay, Jr. tenía dos años, nació su her­mano, Rudolph Arnett Clay. Y algún tiem­po des­pués, su padre cons­tru­yó una habi­ta­ción adi­cio­nal en la casa para que pudie­ran tener más espa­cio para jugar.

Pero no se equi­vo­quen: los Clay eran pobres. Su ropa se com­pra­ba en Good­will y sus zapa­tos a veces tenían que remen­dar­se con forros de car­tón. Sin embar­go, los niños esta­ban bien cui­da­dos y nun­ca pasa­ron hambre.

A medi­da que pasa­ba el tiem­po, los niños se bene­fi­cia­ron del dine­ro extra que reci­bía la fami­lia. Cas­sius y Rudolph pudie­ron con­se­guir ani­ma­les de com­pa­ñía, un tren eléc­tri­co e inclu­so una bici­cle­ta para compartir.

Según su madre, Odes­sa Clay, el joven Cas­sius era un niño bas­tan­te pre­coz y ter­co. Recor­dó que él siem­pre esta­ba tra­tan­do de sal­tar de su coche­ci­to y ver lo que suce­día a su alrededor.

Cuan­do cum­plió los diez meses, el peque­ño Cas­sius Jr. ya esta­ba ansio­so por hacer oír su voz y se negó a per­mi­tir que nadie lo ayu­da­ra. Ya sea vis­tién­do­se o comien­do, Cas­sius que­ría ser inde­pen­dien­te y cui­dar de sí mis­mo. Como resul­ta­do, las cosas en su dor­mi­to­rio y en la coci­na a menu­do se ensu­cia­ban bastante.

Después de perder su bicicleta, Cassius Clay inició el camino hacia la gloria del boxeo

Con­se­guir su pri­me­ra bici­cle­ta es un rito de ini­cia­ción común para muchos niños, ya que les da su pri­me­ra prue­ba de liber­tad e inde­pen­den­cia. Pero, des­afor­tu­na­da­men­te, expe­ri­men­tar su pri­me­ra bici­cle­ta roba­da tam­bién es una prue­ba común.

Para Cas­sius Clay, Jr., el even­to trans­for­ma­dor de que le roba­ran su bici­cle­ta ocu­rrió en octu­bre de 1954.

Cas­sius, que tenía 12 años en ese momen­to, esta­ba par­ti­cu­lar­men­te moles­to por­que la bici­cle­ta era un pre­cia­do rega­lo de Navi­dad de su padre. Cas­sius y su her­mano habían esta­do en bici­cle­ta por Louis­vi­lle cuan­do de repen­te se vie­ron atra­pa­dos en una fuer­te tor­men­ta que los obli­gó a bus­car refu­gio en el Audi­to­rio de Colum­bia. Cuan­do final­men­te pasó la tor­men­ta y los chi­cos emer­gie­ron, Cas­sius se enfu­re­ció al des­cu­brir que la bici­cle­ta se había ido.

Pero a pesar de lo eno­ja­do que esta­ba Cas­sius, el even­to tuvo un lado posi­ti­vo. Los adul­tos pre­sen­tes en el lugar acon­se­ja­ron a los her­ma­nos que denun­cia­ran el robo de la bici­cle­ta a la poli­cía. Y, como qui­so el des­tino, el ofi­cial de turno en el audi­to­rio ese día fue Joe Elsby Mar­tin, quien ayu­dó a diri­gir un club de boxeo en el sótano del Audi­to­rio de Columbia.

Mar­tin no pudo evi­tar notar lo ansio­so que esta­ba este escuá­li­do niño de 12 años de 90 libras de pelear con­tra quien le había roba­do su bici­cle­ta, por lo que reco­men­dó que Cas­sius se unie­ra a su gru­po de ado­les­cen­tes en el club de boxeo. De hecho, Cas­sius esta­ba para­li­za­do por las vis­tas, los soni­dos y los olo­res sudo­ro­sos del club de boxeo, y final­men­te tomó la fatí­di­ca deci­sión de acep­tar la ofer­ta de Mar­tin. Y así comen­zó la joven carre­ra de boxeo de Cas­sius Clay.

Aun­que en el mejor de los casos era un estu­dian­te medio­cre en la escue­la, Cas­sius se con­vir­tió en un devo­to apren­diz en el club de boxeo y uti­li­zó el depor­te como una opor­tu­ni­dad para demos­trar su valía. Y gra­cias a su pasión, no pasó mucho tiem­po antes de que el joven gana­ra par­ti­dos y se abrie­ra camino en la cla­si­fi­ca­ción amateur.

Si bien el pri­mer com­ba­te de boxeo ama­teur de Cas­sius Clay fue en 1954, se esti­ma que siguie­ron más de cien com­ba­tes en los pró­xi­mos seis años, lo que con­du­jo a su gran opor­tu­ni­dad en 1960.

La gran oportunidad de Cassius Clay llegó en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, donde ganó el oro

En 1960, Cas­sius Clay tenía 18 años y se hacía un nom­bre como boxea­dor de peso semi­pe­sa­do. Pero ese año, su carre­ra reci­bió un gran impul­so cuan­do fue ele­gi­do para for­mar par­te del Equi­po Olím­pi­co de Boxeo de EE. UU.

Los Jue­gos Olím­pi­cos de 1960 tuvie­ron lugar en Roma y el entu­sias­mo juve­nil de Clay lo con­vir­tió rápi­da­men­te en el favo­ri­to de los faná­ti­cos, si no exac­ta­men­te en el favo­ri­to para ganar el oro.

Si bien se le con­si­de­ra­ba lo mejor que los esta­dou­ni­den­ses tenían para ofre­cer, no se espe­ra­ba que el equi­po esta­dou­ni­den­se derro­ta­ra a con­ten­dien­tes como el aus­tra­liano Tony Madi­gan, el pola­co Zbig­niew Pietrzy­kows­ki o el actual cam­peón olím­pi­co, el ruso Gen­na­diy Shatkov.

Sin embar­go, las cosas tuvie­ron un comien­zo bri­llan­te cuan­do Clay ven­ció a un com­pe­ti­dor bel­ga en el segun­do asal­to de su pri­me­ra pelea. Lue­go, sor­pren­dió a todos al derro­tar a Shat­kov sin ape­nas sudar.

Las cosas se pusie­ron más difí­ci­les cuan­do lle­gó el momen­to de pelear con­tra Tony Madi­gan en las semi­fi­na­les. Madi­gan se las arre­gló para lle­gar has­ta el final con Clay, dejan­do que los jue­ces deci­die­ran por una­ni­mi­dad a favor de Clay, ya que había sido, con mucho, el más agre­si­vo de los dos.

Lue­go vino el par­ti­do final con­tra Pietrzy­kows­ki, quien, al igual que el boxea­dor esta­dou­ni­den­se Amos John­son, el últi­mo hom­bre en ven­cer a Clay en el ring, fue zurdo.

Pero Clay había apren­di­do la lec­ción de su pelea con­tra John­son, y esta vez se ase­gu­ró de cam­biar su jue­go para adap­tar­se a su opo­nen­te. Esta vez, Clay no con­fió en su velo­ci­dad y la fuer­za de su bra­zo izquier­do para ganar el par­ti­do. En cam­bio, se man­tu­vo fir­me y con­fió más en su derecha.

Mien­tras Pietrzy­kows­ki conec­tó algu­nos gol­pes fuer­tes en las dos pri­me­ras ron­das, Clay se man­tu­vo imper­tur­ba­ble mien­tras inten­si­fi­ca­ba su agre­sión en la ter­ce­ra ron­da, dejan­do la cara de su opo­nen­te magu­lla­da y ensan­gren­ta­da. La deci­sión fue nue­va­men­te uná­ni­me, y la meda­lla de oro fue la de Clay.

Aho­ra cam­peón olím­pi­co, Cas­sius Clay esta­ba en la vía rápi­da hacia la fama y la fortuna.

Cuando Cassius Clay se unió a la Nación del Islam, comenzó a abordar cuestiones sociales y políticas

En los cua­tro años que siguie­ron a los Jue­gos Olím­pi­cos de 1960, Clay con­ti­nuó ganan­do un com­ba­te de boxeo tras otro. Pero los años 60 tam­bién fue­ron una épo­ca de impor­tan­tes cam­bios per­so­na­les para él.

Des­pués de una vic­to­ria épi­ca con­tra Sonny Lis­ton en 1964, Clay con­so­li­dó su esta­tus como uno de los mejo­res boxea­do­res de peso pesa­do de todos los tiem­pos. Y fue en la fies­ta pos­te­rior a este par­ti­do cuan­do Clay cono­ció a Mal­colm X, un des­ta­ca­do por­ta­voz de la Nación del Islam y el movi­mien­to musul­mán negro.

No fue una coin­ci­den­cia que Mal­colm fue­ra un invi­ta­do esa noche, ya que Clay ya había expre­sa­do un inte­rés de lar­ga data en unir­se al movi­mien­to y apo­yar sus esfuer­zos para traer dig­ni­dad e inde­pen­den­cia a la comu­ni­dad negra en los Esta­dos Unidos.

Clay no solo era cer­cano a Mal­colm X, sino tam­bién al líder de la Nación del Islam, Eli­jah Muham­mad. Ambos hom­bres esta­ban ansio­sos por que Clay hicie­ra la con­ver­sión públi­ca al Islam, lo que tam­bién sig­ni­fi­ca­ría cam­biar su nombre.

Para Clay, esta con­ver­sión espi­ri­tual sería una opor­tu­ni­dad para que él usa­ra su esta­tu­ra para abor­dar pro­ble­mas racia­les y pro­mo­ver la bata­lla en cur­so por los dere­chos civi­les. Y esto es exac­ta­men­te lo que men­cio­nó en la con­fe­ren­cia de pren­sa el día des­pués de reu­nir­se con Mal­colm X en la fiesta.

La pren­sa esta­ba ansio­sa por cues­tio­nar­lo sobre su con­di­ción de supues­to “musul­mán negro”. Clay tam­bién corri­gió fir­me­men­te a los repor­te­ros y se ase­gu­ró de que usa­ran el nom­bre correc­to del movi­mien­to, la Nación del Islam. Clay lue­go le con­tó a la pren­sa sobre sus creen­cias per­so­na­les. Expli­có que esta­ba renun­cian­do al cris­tia­nis­mo, que Alá era su dios y que creía en la paz.

Duran­te esta rue­da de pren­sa, tam­bién expli­có que, como miem­bro de la Nación del Islam, se opo­nía a los prin­ci­pios de inte­gra­ción, que suge­rían que los negros debe­rían inten­tar enca­jar en la socie­dad blan­ca. En cam­bio, que­ría pro­mo­ver una cul­tu­ra negra fuer­te y orgullosa.

Unos días des­pués de la con­fe­ren­cia de pren­sa, el 6 de mar­zo de 1964, cayó la bom­ba: Eli­jah Muham­mad emi­tió un comu­ni­ca­do en la radio anun­cian­do que Cas­sius Clay era aho­ra ofi­cial­men­te musul­mán y, por lo tan­to, aho­ra sería cono­ci­do por su nom­bre musul­mán: Muham­mad Ali.

Después de negarse a servir en el ejército, Muhammad Ali fue suspendido del boxeo

Jun­to con el movi­mien­to por los dere­chos civi­les, tam­bién hubo tur­bu­len­cias socia­les en la déca­da de 1960 debi­do a la gue­rra en Viet­nam, y Muham­mad Ali tam­bién tenía fuer­tes opi­nio­nes al respecto.

En abril de 1967, las con­vic­cio­nes polí­ti­cas y reli­gio­sas de Ali lo lle­va­ron a hablar en con­tra de la par­ti­ci­pa­ción del ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se en Viet­nam. Como musul­mán y hom­bre de paz, le dijo a la pren­sa que se nega­ría a ser­vir como obje­tor de conciencia.

En opi­nión de Ali, los mili­ta­res esta­ban explo­tan­do a los negros en sus esfuer­zos por reclu­tar sol­da­dos, mien­tras per­mi­tían que los blan­cos pri­vi­le­gia­dos evi­ta­ran el reclu­ta­mien­to. Así que Ali pre­sen­tó una orden judi­cial en la que decía que su man­da­to judi­cial en el ejér­ci­to se basa­ba en la dis­cri­mi­na­ción racial y debe­ría detenerse.

Sin embar­go, Ali no pudo con­ven­cer a los tri­bu­na­les esta­ta­les ni a la Cor­te Supre­ma de Esta­dos Uni­dos de que con­si­de­ra­ran su argu­men­to, lo que sig­ni­fi­ca­ba que se le orde­nó com­pa­re­cer en el cuar­tel gene­ral mili­tar esta­dou­ni­den­se en Hous­ton. El 28 de abril de 1967, Ali y otros 26 hom­bres esta­ban pro­gra­ma­dos para ser pro­ce­sa­dos ​​por el per­so­nal de las Fuer­zas Arma­das de Esta­dos Uni­dos, aun­que Ali era el úni­co que tenía un abo­ga­do con él.

Cuan­do lo lla­ma­ron por su nom­bre, Ali se negó a poner­se de pie y un ofi­cial de la Mari­na le advir­tió que si no obe­de­cía podría enfren­tar has­ta cin­co años de pri­sión y una mul­ta de $ 10,000. Pero Ali aún se negó y solo le pre­sen­ta­ría al ofi­cial los docu­men­tos que decla­ra­ran su objeción.

Des­pués del inci­den­te en la ofi­ci­na de reclu­ta­mien­to, Ali dio una con­fe­ren­cia de pren­sa con­fir­man­do su con­ti­nua nega­ti­va. Poco des­pués, reci­bió la noti­cia de que sus accio­nes hicie­ron que la Aso­cia­ción Mun­dial de Boxeo (AMB) y todas las demás aso­cia­cio­nes de boxeo esta­dou­ni­den­ses impor­tan­tes anu­la­ran sus títu­los de cam­peo­na­to y sus­pen­die­ran su dere­cho a pelear pro­fe­sio­nal­men­te en los Esta­dos Uni­dos duran­te tres años.

La injus­ti­fi­ca­da seve­ri­dad de la reac­ción de la AMB dejó en cla­ro que se tra­ta­ba de un movi­mien­to polí­ti­co de su par­te para cas­ti­gar a un atle­ta por­que no esta­ba de acuer­do con sus creencias.

Sin embar­go, si Ali esta­ba eno­ja­do, no lo demos­tró. Cuan­do se le pidió una res­pues­ta, sim­ple­men­te dijo que esta­ba desean­do vol­ver a casa, visi­tar a su madre y dis­fru­tar de su cocina.

Como otros, Muhammad Ali fue desterrado debido a las estrictas órdenes de su líder religioso

La sus­pen­sión del boxeo de Muham­mad Ali fue algo bueno a los ojos de Eli­jah Muham­mad, el líder de la Nación del Islam. De acuer­do con las pau­tas de la fe, está estric­ta­men­te prohi­bi­do fumar, beber y otros actos de frivolidad.

Pero lue­go, en mar­zo de 1969, Eli­jah Muham­mad con­vo­có a Ali a su casa, des­pués de haber escu­cha­do que Ali había esta­do insi­nuan­do un regre­so aho­ra que su sus­pen­sión esta­ba lle­gan­do a su fin.

Este tipo de soli­ci­tud de últi­mo minu­to era inusual y puso ner­vio­sa a Ali, y resul­tó que con razón.

Si bien Eli­jah Muham­mad era peque­ño de esta­tu­ra, era una figu­ra inti­mi­dan­te para muchos de sus segui­do­res, inclui­do Ali. Ade­más, cuan­do salu­dó a Ali en su casa, su encan­ta­do­ra son­ri­sa habi­tual no se encon­tra­ba por nin­gún lado. Eli­jah dejó en cla­ro que no podía acep­tar el deseo de Ali de vol­ver al boxeo, ya que el depor­te no se ali­nea­ba con los valo­res de la Nación del Islam.

Así que Ali se enfren­tó a una elec­ción: boxear o Eli­jah. Su elec­ción pron­to que­dó cla­ra, ya que poco des­pués de la reu­nión, Muham­mad Ali fue ofi­cial­men­te des­te­rra­do de La Nación del Islam. Según Eli­jah, todos los segui­do­res vol­ve­rían a lla­mar­lo Cas­sius Clay.

La exclu­sión de Muham­mad Ali no fue un caso ais­la­do: hubo muchos otros que se nega­ron a obe­de­cer los deseos de Eli­jah y fue­ron con­de­na­dos al ostra­cis­mo por las per­so­nas a las que antes habían dedi­ca­do sus vidas.

Mien­tras tan­to, muchos otros miem­bros de la Nación del Islam siguie­ron las órde­nes de Eli­jah y aban­do­na­ron sus carre­ras y rela­cio­nes para evi­tar ser recha­za­dos. Uno de esos hom­bres fue el can­tan­te de Caly­pso, Louis Farrakhan. Aban­do­nó su carre­ra como músi­co y final­men­te se con­vir­tió en el nue­vo líder de la Nación del Islam des­pués de la muer­te de Eli­jah Muham­mad en 1975.

Sin embar­go, Muham­mad Ali no renun­cia­ría a su carre­ra ni a su lega­do. En cam­bio, esta­ba deci­di­do a reafir­mar su grandeza.

Muhammad Ali regresó en “La pelea del siglo”, que supuso su primera derrota profesional

Des­pués de tres años de sus­pen­sión, Ali esta­ba lis­to para regre­sar al mun­do del boxeo con una pelea de alto per­fil con­tra el cam­peón de peso pesa­do en ese momen­to, Joe Frazier.

La pelea esta­ba pro­gra­ma­da para el 8 de mar­zo de 1971 en el Madi­son Squa­re Gar­den de la ciu­dad de Nue­va York, y sería uno de los com­ba­tes de boxeo más espe­ra­dos y febril­men­te pro­mo­cio­na­dos de todos los tiempos.

El dine­ro de la recom­pen­sa por lo que se cono­ce­ría como “La pelea del siglo” tam­po­co tuvo pre­ce­den­tes, ya que se garan­ti­za­ba que cada lucha­dor reci­bi­ría $ 2.5 millo­nes, gana­ra o per­die­ra. Esto equi­val­dría a $ 15 millo­nes en 2018.

Los pre­cios de las entra­das tam­bién eran astro­nó­mi­cos: des­pués de ago­tar­se en cues­tión de segun­dos, las entra­das pron­to se reven­den a pre­cios supe­rio­res a 700 dóla­res. Mien­tras tan­to, se cree que unos 300 millo­nes de per­so­nas vie­ron la pelea por televisión.

Y los con­ten­dien­tes no defrau­da­ron; Ali y Fra­zier le die­ron al públi­co 15 ron­das com­ple­tas de com­ba­tes espectaculares.

La mayo­ría de los tes­ti­gos estu­vie­ron de acuer­do en que Ali conec­tó más gol­pes y superó a Fra­zier en los dos pri­me­ros asal­tos, pero tam­bién pare­cía cla­ro que Ali era el más exhaus­to de los dos des­pués del sex­to asal­to. En la segun­da mitad de la pelea, Ali pasó mucho tiem­po apo­ya­do en las cuer­das solo para man­te­ner­se de pie.

Aún así, Ali se man­tu­vo de pie duran­te 14 asal­tos, a pesar de que Fra­zier conec­tó una gran can­ti­dad de gol­pes pode­ro­sos. Pero lue­go, en el deci­mo­quin­to asal­to, Ali reci­bió un enor­me gan­cho de izquier­da a la cabe­za que lo envió a estre­llar­se con­tra la lona. Más tar­de se reve­ló que este gan­cho de izquier­da sacu­dió el cere­bro de Ali con tan­ta fuer­za que rom­pió algu­nas de sus célu­las cerebrales.

Sor­pren­den­te­men­te, a pesar de este daño, Ali de algu­na mane­ra logró poner­se de pie en menos de diez segun­dos. Y ade­más, se man­tu­vo de pie duran­te los dos minu­tos res­tan­tes del partido.

Esa noche, los jue­ces emi­tie­ron una deci­sión uná­ni­me decla­ran­do gana­dor a Joe Fra­zier. Pero tam­bién se con­tó otra his­to­ria duran­te el com­ba­te: uno de los mejo­res lucha­do­res que jamás haya vivi­do toda­vía era capaz de lle­gar has­ta el final.

The Rumble in the Jungle se volvió legendario

Ali con­ti­nua­ría luchan­do con­tra Fra­zier en dos com­ba­tes más dispu­tados, ganan­do ambos, y tam­bién encon­tra­ría un nue­vo rival en Ken Nor­ton, quien logró rom­per­le la man­dí­bu­la a Ali duran­te su pelea el 23 de mar­zo de 1973.

La derro­ta de Ali en el par­ti­do de Nor­ton le cos­tó su títu­lo de cam­peo­na­to mun­dial. Pero nun­ca alguien que se eche atrás, pron­to esta­ba pla­nean­do su regre­so con otra bata­lla épi­ca, esta anun­cia­da como “The Rum­ble in the Jungle”.

Esta pelea ins­tan­tá­nea­men­te legen­da­ria ganó su nom­bre al tener lugar en Zai­re (hoy Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go), el 30 de octu­bre de 1974. Y esta vez, Ali esta­ba pelean­do con­tra un invic­to Geor­ge Fore­man, quien recien­te­men­te había rete­ni­do el títu­lo del cam­peo­na­to al ven­cer Norton.

Más de 50.000 per­so­nas se pre­sen­ta­ron para ver esta pelea masi­va­men­te publi­ci­ta­da, y a los ojos de muchos, Ali era defi­ni­ti­va­men­te el per­de­dor. Pero esta vez, des­ple­ga­ría una tác­ti­ca nota­ble­men­te efec­ti­va que se cono­ció como la estra­te­gia de la cuer­da a la dro­ga .

Duran­te el par­ti­do, así como antes de él, Ali se bur­ló sin pie­dad de Fore­man, mien­tras pasa­ba mucho tiem­po jugan­do a la defen­si­va y recos­tán­do­se con­tra las cuer­das mien­tras Fore­man inten­ta­ba en vano dar gol­pes sig­ni­fi­ca­ti­vos. Lue­go, en los últi­mos 30 segun­dos de cada ron­da, Ali cobra­ba vida y lan­za­ba com­bi­na­cio­nes mor­ta­les sobre su can­sa­do oponente.

La estra­te­gia fun­cio­nó a las mil mara­vi­llas, y en el octa­vo asal­to, Fore­man se había ago­ta­do por com­ple­to, lo que le dio a Ali la mejor opor­tu­ni­dad de ate­rri­zar una secuen­cia devas­ta­do­ra de cin­co gol­pes que envia­ron a Fore­man a la lona y hacia la cuenta.

Con­tra todas las pro­ba­bi­li­da­des y la sabi­du­ría con­ven­cio­nal, Ali había recu­pe­ra­do el títu­lo de peso pesa­do una vez más, y lo man­ten­dría duran­te los pró­xi­mos años has­ta que cono­ció a un lucha­dor pro­me­te­dor lla­ma­do Leon Spinks.

Leon Spinks sor­pren­dió a muchos al derro­tar a Ali en su pri­mer par­ti­do, en febre­ro de 1978. Pero ese sep­tiem­bre, Ali tuvo la opor­tu­ni­dad de una revan­cha en Nue­va Orleans, y una vez más, la máqui­na exa­ge­ra­da se puso a toda mar­cha cuan­do el Super­do­me de Loui­sia­na se lle­nó has­ta los topes. con 63.000 espectadores.

Esta vez, sin embar­go, el par­ti­do no estu­vo a la altu­ra de los altos nive­les de anti­ci­pa­ción. Cega­do por su nue­va fama, Spinks ape­nas se había entre­na­do para el par­ti­do, mien­tras que Ali esta­ba lejos de tener una salud o un esta­do físi­co ópti­mos. Duran­te el par­ti­do, Ali con fre­cuen­cia engan­cha­ba su bra­zo alre­de­dor del cue­llo de Spinks para apo­yar­se en él y recu­pe­rar el alien­to. Aún así, Ali luchó con un nivel de deter­mi­na­ción que no se le había hecho reu­nir en más de cua­tro años.

Al final del par­ti­do, la deci­sión uná­ni­me fue para Ali, con­vir­tién­do­lo en el pri­mer peso pesa­do en ganar el cam­peo­na­to por ter­ce­ra vez, y tam­bién sería la última.

Después de su carrera en el boxeo, Muhammad Ali continuó usando su fama por buenas causas

Aun­que Ali con­ti­nuó luchan­do has­ta 1981, su salud se esta­ba dete­rio­ran­do rápi­da­men­te; los miles de gol­pes que había reci­bi­do en la cabe­za esta­ban empe­zan­do a mos­trar sus efec­tos. Cla­ra­men­te, era hora de que Ali encon­tra­ra una sali­da dife­ren­te en la vida.

El don de Ali para la char­la y su esta­tus con­so­li­da­do como una cele­bri­dad popu­lar lo con­vir­tie­ron en un can­di­da­to per­fec­to para el cir­cui­to de pro­gra­mas de entre­vis­tas y entre­vis­tas de tele­vi­sión. E inclu­so en este foro, pudo encon­trar for­mas crea­ti­vas de supe­rar los desafíos.

No era raro que Ali, enfer­mo, se sin­tie­ra som­no­lien­to y casi se dur­mie­ra en medio de una entre­vis­ta tele­vi­sa­da. Pero Ali encon­tró una mane­ra entre­te­ni­da de sacar lo mejor de su situa­ción pre­ten­dien­do que­dar­se dor­mi­do y soñan­do con el boxeo. Con los ojos cerra­dos, Ali comen­za­ba a gol­pear el aire, sua­ve­men­te al prin­ci­pio pero lue­go con más fuer­za has­ta que pre­ten­día estar lan­zan­do un gol­pe al entrevistador.

En otras oca­sio­nes, actua­ba como si estu­vie­ra cabe­cean­do y lue­go, de repen­te, cobra­ba vida mien­tras can­ta­ba una melo­día del popu­lar gru­po de los 50, The Plat­ters. En ambos esce­na­rios, el públi­co siem­pre se que­dó riendo.

En los años 80 y 90, Muham­mad Ali tam­bién puso su fama y esta­tu­ra a tra­ba­jar en la diplo­ma­cia internacional.

En 1985, Ali for­mó par­te de una dele­ga­ción ofi­cial envia­da a Bei­rut, Líbano, por Ronald Reagan, en un esfuer­zo por lograr la libe­ra­ción de doce­nas de rehe­nes esta­dou­ni­den­ses rete­ni­dos por extre­mis­tas musulmanes.

En el camino, Ali se detu­vo en Lon­dres para hablar con el líder ira­ní, el aya­to­lá Jomei­ni. Des­pués de la reu­nión, un rehén esta­dou­ni­den­se fue libe­ra­do. Sin embar­go, más tar­de se demos­tró que el momen­to era una coin­ci­den­cia, ya que Jomei­ni nun­ca estu­vo invo­lu­cra­do con los rehe­nes en el Líbano.

Si bien esta ope­ra­ción no tuvo éxi­to, Ali con­ti­nua­ría ofre­cien­do sus ser­vi­cios en situa­cio­nes simi­la­res, deci­di­do a con­tri­buir como pudie­ra a pesar de debi­li­tar­se cada vez más. Ali fue diag­nos­ti­ca­do por pri­me­ra vez con la enfer­me­dad de Par­kin­son alre­de­dor de 1984, y per­ma­ne­ce­ría con él has­ta su muer­te el 3 de junio de 2016.

Has­ta sus últi­mos días, Muham­mad Ali nun­ca dejó de hacer cam­pa­ña para obte­ner más fon­dos para la inves­ti­ga­ción del Par­kin­son y más paz en el mundo.

6. Salma bint Hizab al-Oteibi

La can­di­da­ta Sal­ma bint Hizab al-Otei­bi es la pri­me­ra mujer en con­se­guir un esca­ño en un con­se­jo muni­ci­pal de la pro­vin­cia sau­dí de La Meca, el cen­tro mun­dial del Islam.

Die­ci­sie­te muje­res se con­vir­tie­ron en pio­ne­ras en Ara­bia Sau­dí, al ganar un pues­to en los con­se­jos muni­ci­pa­les del país (en diciem­bre de 2015) en las pri­me­ras elec­cio­nes en las que las muje­res tenían dere­cho a sufragio.

El nom­bre de Sal­ma bint Hazab al Otai­bi fue el pri­me­ro en cono­cer­se de las nue­vas con­ce­ja­las elec­tas. Ganó un pues­to en el dis­tri­to de Madri­ka, en la pro­vin­cia de La Meca, que alber­ga la prin­ci­pal ciu­dad san­ta del islam.

Nun­ca antes muje­res pudie­ron pre­sen­tar­se como can­di­da­tas ni votar.


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