Actualizado el Thursday, 26 November, 2020
Los gobiernos parecen estar enfrascados en una carrera armamentística de la Inteligencia Artificial, diseñando aviones y armas con tecnologías inteligentes. Comparativamente los fondos que se dedican a proyectos que son directamente beneficiosos para la raza humana, tales como los diagnósticos médicos, parecen tener menos prioridad.
– Stephen Hawking
Mientras gran parte de la población ha permanecido confinada en sus casas, las grandes empresas productoras de aceite de palma, soja, papel, madera o carne han continuado arrasando los bosques como de costumbre.
La deforestación descontrolada y la pérdida de biodiversidad en países como Indonesia está haciendo que animales salvajes, como este tigre, se vean obligados a entrar en contacto con el ser humano y terminen siendo víctimas de trampas como esta. Este año, al menos otros dos tigres de Sumatra —de los menos de 600 ejemplares que sobreviven en libertad en su hábitat natural— han acabado atrapados en trampas en concesiones forestales de la industria papelera. Uno de ellos pudo ser rescatado a tiempo y recibió atención médica de inmediato.
Ahora que la pandemia ha puesto en evidencia que la pérdida de bosques está íntimamente relacionada con el brote de nuevas enfermedades, es más importante que nunca poner freno a la deforestación y evitar consecuencias nefastas para nuestra salud y la del planeta
No se genera una pandemia sin una economía global. Pero la economía ha sido global desde mucho antes de la invención de los aviones a reacción, y la salud pública y el comercio se han entrelazado durante siglos. Si bien nuestra economía global actual empeora una pandemia de alguna manera, también nos ofrece las herramientas para combatirla. Ya se están produciendo y probando vacunas en numerosos países, y los científicos están compartiendo tratamientos potencialmente beneficiosos en Internet. Si bien algunos gobiernos pueden aprovechar este momento para ser oportunistas , será necesaria la cooperación mundial para poner fin a esta crisis.
En el contexto de la pandemia global causada por el coronavirus, quizás debamos dejar especular sobre si el coronavirus es ataque biológico y tomar conciencia de las advertencias que la comunidad científica lleva años realizando. Es necesario entender el vínculo existente entre la pérdida de biodiversidad y el aumento de enfermedades infecciosas peligrosas para la especie humana.
La naturaleza no es un enemigo desconocido, sino un aliado necesario. Un ecosistema sano supone una barrera natural de control de plagas y patógenos y la destrucción de los mismos para la explotación de recursos naturales nos expone a peligros inciertos.
Tras nueve meses y más de un millón de muertos, la investigación sobre el origen de la pandemia de la covid-19 sigue abierta. Los murciélagos son el sospechoso número uno para los virólogos: es muy probable que uno de estos animales fuera el vector de contagio del virus hasta los seres humanos. Sin embargo, sus factores desencadenantes y sus causas profundas tienen un carácter estrictamente humano: la deforestación acelerada, el crecimiento de las minas a cielo abierto, el comercio (legal e ilegal) de fauna salvaje y, por supuesto, el calentamiento global. En otras palabras: la acción depredadora del capitalismo sobre cada ecosistema y casi cada vida. Estamos por tanto ante una crisis sanitaria que es, ante todo, una crisis ecológica.
El murciélago y el capital
Andreas Malm —uno de los pensadores fundamentales del ecologismo político actual— nos propone un libro revelador, dotado de una prosa que ruge. Con la combinación necesaria de calma y urgencia que ostenta el auténtico pensamiento crítico, analiza los mecanismos por los cuales el capital, en su búsqueda ilimitada de beneficios, nos ha conducido a una situación que, desde la escala microbiana a la atmosférica, impone un riesgo crónico y letal. Desentrañando en detalle la experiencia sin precedentes que hemos vivido todos en los últimos meses, Malm propone implementar una serie de políticas ecológicas radicales y a gran escala. Y nos recuerda que, al menos en el frente climático, no habrá «nueva normalidad», pues las medidas cosméticas y burocráticas que proponen nuestros actuales representantes políticos no serán suficientes. Si no queremos vivir en «un planeta febril habitado por gente febril», necesitamos una perspectiva revolucionaria.
Andreas Malm es un escritor, periodista y activista sueco conocido por ser una de las voces más relevantes en los debates sobre la cuestión del cambio climático. A medio camino entre el erudito y el agitador, ha publicado diversos libros sobre la economía política del cambio climático, el antifascismo y las luchas en el Medio Oriente. Forma parte del grupo Klimax, que lleva a cabo acciones de desobediencia civil y sabotaje como estrategia de lucha y concienciación de cara a confrontar las futuras crisis climáticas. Recientemente, ha coordinado un proyecto de investigación interdisciplinar de la Universidad de Lund sobre la relación entre los combustibles fósiles, la acumulación de capital y la ultraderecha europea. Entre sus principales libros cabe destacar: Cómo dinamitar un oleoducto: nuevas luchas para un mundo en llamas (de próxima publicación en Errata naturae), The Progress of This Storm: Nature and Society in a Warming World, o Fossil Capital: The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming.
Biodiversidad y pandemias
Ecologistas en Acción hace un llamamiento a la sociedad y al Gobierno de España para tomar medidas que detengan la actual emergencia socioecológica.
Defender la naturaleza también es cuidar nuestra salud.
Existe un claro vínculo entre la destrucción de la biodiversidad y el aumento de enfermedades infecciosas peligrosas para la especie humana, como el nuevo coronavirus. Defender la naturaleza también es cuidar nuestra salud.
La deforestación del Amazonas provoca un drástico aumento en las poblaciones de mosquitos debido a la mayor exposición a la luz solar y la humedad propia de zonas deforestadas, favoreciendo la expansión de la malaria.
Detrás de muchas zoonosis está la irresponsabilidad del ser humano y especialmente la destrucción de la biodiversidad. En 1999 en Malasia, un brote de la enfermedad de Nipah con una letalidad del 40%, causó estragos en la población local. El origen del virus estaba en el Pteropus vampyrus (Gran zorro volador), una especie de murciélago frugívoro. El virus probablemente contagió en primer lugar a cerdos criados como ganado, y de ahí se propagó al ser humano.
Estos murciélagos, inmunes a este virus, han sido desplazados de sus entornos naturales por la deforestación y los numerosos incendios, acercándolos a asentamientos urbanos y estableciendo contacto con poblaciones humanas. Cuando las personas entran en contacto con especies con las que no ha evolucionado para convivir y la ocupación del suelo se adentra más en entornos salvajes, mayor es el riesgo de aparición de pandemias como la del nuevo coronavirus.
Un ecosistema sano supone una barrera natural de control de plagas y patógenos, por lo que su destrucción nos expone a peligros inciertos como la COVIDー19. El mantenimiento de los servicios ecosistémicos que suponen beneficios esenciales para la salud humana es la mejor garantía de supervivencia.
Numerosas/os científicas/os coinciden en que la pérdida de biodiversidad implica en la mayoría de los casos un aumento en el riesgo de transmisión de enfermedades como el coronavirus.
La pesca incontrolada ha mermado las poblaciones de peces en Malawi, depredadores naturales de los caracoles acuáticos que albergan los parásitos responsables de la esquistosomiasis, favoreciendo su dispersión.
En la India se ha relacionado el aumento de casos de rabia con la desaparición de buitres por el consumo de carne contaminada con Diclofenaco, un potente antiinflamatorio utilizado en el ganado local.
El virus del Nilo Occidental se extendió con inmensa facilidad en Estados Unidos gracias a un paisaje dominado por la agricultura intensiva donde se expande el mirlo americano (Turdus migratorius), huésped preferente del virus.
Son numerosos los ejemplos que ilustran cómo detrás de muchas zoonosis está la irresponsabilidad del ser humano. La destrucción de la biodiversidad sienta las bases para más pandemias futuras. El aumento de las temperaturas medias debido al cambio climático está vinculado con el auge de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, que afecta a las garrapatas que la transmiten.
La caza furtiva y venta de chimpancés como alimento en los años 20 dio origen al SIDA.
“Vivimos de espaldas a la naturaleza, pero nuestra salud depende de ella. Vendrán más virus y no habrá sistema sanitario que pueda contenerlo. Solo la biodiversidad podrá regular y amortiguar impactos
@FernandoVallada (@CSIC)