Actualizado el viernes, 30 septiembre, 2022
El capitalismo no es un sistema orgánico, los mercados no son fuerzas de la naturaleza y las empresas no tienen mente propia. Todas son colecciones de decisiones humanas, reglas, incentivos, predicciones y consecuencias no deseadas, y las personas pueden cambiarlas si así lo desean. Estamos examinando las fuerzas estructurales que dan forma al éxito individual y organizacional en las economías capitalistas, junto con ejemplos y datos que apuntan hacia posibles soluciones a sus desigualdades y exclusiones.
Albert Einstein fue considerado el pensador más importante del siglo XX y el primer científico famoso. Pronunció o escribió a lo largo de su vida sobre los más diversos temas, desde el patriotismo a Dios (ya que él creía en el dios de Spinoza), la ciencia, el amor, la familia y, como no, sobre la política. Preocupado por el contexto que se vivía en su época no tuvo reparo en revelar cuál era su ideología política y, sobre todo, mostrar públicamente su falta de sintonía con el capitalismo.
Científico que se planteó la necesidad de buscar una coherencia entre el método científico y un abordaje filosófico consecuente, para hacer avanzar el conocimiento humano sobre sólidas bases, se convirtió en un declarado e insospechado defensor del socialismo.
De hecho, escribió en 1949 un controvertido artículo titulado «¿Por qué socialismo?», dónde desarrolló sus principales tesis para defensar esta opción ideológica. El artículo se puede descargar gratuitamente aquí.
El artículo de Albert Einstein en el que comienza explicando la historia de acuerdo con Marx , se muestra de acuerdo con él y explica las razones por las que el científico cree que el socialismo materialista, es el único futuro posible para la humanidad, según creía el científico. Einstein, además de atacar fuertemente el capitalismo de la época, el modelo democrático donde la empresas financian a los partidos, y el modelo educativo.
«La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un desperdicio enorme de trabajo, y a ése amputar la conciencia social de los individuos que mencioné antes.
Considero esta mutilación de los individuos el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal. Se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura.»
El texto superior es tan solo un fragmento que apareció originalmente publicado en la revista Monthly Review, en Nueva York, en mayo de 1949. La digitalización del texto fue elaborada por la Unión de Juventudes Socialistas de Puerto Rico que se incluyó en el Marxists Internet Archive en el año 2000. La fuente de la imagen superior fue elaborada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura del Gobierno de Venezuela. En el vídeo inferior tenéis una narración del texto completo.
Aquí la transcripción del fragmento de su reflexión:
«Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada.
Una economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.»
¿Alternativas reales al capitalismo?
Erik Olin Wright, uno de los más conocidos marxistas analíticos escribió «Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI«, una continuación de su obra «Construyendo utopías reales». Dedicó sus últimos meses de vida (fue diagnosticado de cáncer agresivo en 2018) a redactar estas páginas bien argumentadas, que comienzan reconociendo la fuerza de las tesis de quienes defienden la inevitabilidad del capitalismo y el que no es tan malo, para después proponer contraargumentos basados en hechos y en valores: hechos como que el capitalismo sigue una dinámica de destrucción de los recursos, que, aunque es compatible con una democracia parcial, impide cualquier reforma sustancial para hacerla más amplia. Argumentos basados en razones morales derivadas de la justicia y en oposición a la creciente desigualdad en el acceso a formas de prósperas, que no solo incluyen los bienes básicos sino también planes de vida decentes que reconozcan la diversidad humana. Razones de oposición al destejido sistemático de los vínculos sociales en los que se basan las comunidades y la cooperación. Y argumentos a favor de una estrategia que entienda el socialismo como una democracia económica, apoyada en formas híbridas de economía antimonopolistas, que incluyan a veces iniciativas públicas pero sobre todo grandes cooperativas sociales.
El capitalismo ha transformado el mundo y aumentado nuestra productividad, pero a costa de un enorme sufrimiento humano. Nuestros valores compartidos –igualdad y equidad, democracia y libertad, comunidad y solidaridad– pueden proporcionar la base para una crítica al capitalismo y ayudar a guiarnos hacia una sociedad socialista y democrática. Erik Olin Wright ha compendiado décadas de trabajo en este manifiesto conciso y estrictamente argumentado: analizando las variedades de anticapitalismo, evaluando los diferentes enfoques estratégicos, y sentando las bases para una sociedad dedicada a la prosperidad humana.
Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI es un argumento urgente y poderoso a favor del socialismo, y una guía incomparable para ayudarnos a alcanzarlo. Otro mundo es posible.
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