Actualizado el jueves, 8 julio, 2021
Hay quienes piensan que enamorarse es lo mismo que amar. Y quienes piensan que desear es estar enamorado. Pero no es así y nos vendría a todos muy bien poner algo de luz en todos estos conceptos.
Querer vs amar
Hay tres patas que sustentan cualquier relación: el deseo, el proyecto de vida y la amistad. Tener las 3 implica la relación perfecta, aunque con 2, ya se puede mantener una relación. Pero una por si sola no es suficiente, ni siquiera el deseo.
A pesar de ser la fórmula que se suele identificar como la más deseada y la más pura, el enamoramiento se desarrolla en muchas ocasiones ante la imposibilidad de amarse a uno mismo, de sentirse como un ser individual, de aceptarse. Quizás por ello se desarrolla sobre todo en etapas previas a la madurez: buscas en otra persona lo que no encuentras en ti, lo que piensas que te hace falta y te complementa. Muchos expertos, por tanto, consideran que el enamoramiento es, simplemente, una manera de amarnos a través de otra persona.
Sin duda el apego saludable es indispensable para nuestra vida pero nos enfrentamos a el problema de confundir el querer con el amar y viceversa. Como consecuencia de esta confusión llenamos nuestra mochila emocional de falsos “te quiero” y de “te amo” sin saber exactamente qué significan.
¿Y amar? Para saber qué es ‘amar’ primero hay que diferenciarlo de la palabra ‘querer’. Amar es cuando reconocemos al otro como una persona valiosa en toda su dimensión. Veamos cómo lo explica la cultura popular a través del libro «El Principito».
—Te amo —dijo el Principito.
—Yo también te quiero —respondió la rosa.
—Pero no es lo mismo —respondió él, y luego continuó— Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía. Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes… Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.»
– Ya entendí – dijo la rosa.
– No lo entiendas, vívelo – agregó el principito.
Preciosa reflexión que nos regaló Saint-Exupèry, pero no es la única.
El budismo también ha querido matizar esta distinción:
La enseñanza afirma sabiamente que si quieres a una flor, la arrancas para tenerla contigo, y si “amas” a una flor, la riegas todos los días y la cuidas.
Querer implica tener expectativas con respecto al otro. Si la otra persona me aporta lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones diferentes. Incluso puede que proyecte también sobre ti sus propias expectativas y al final, acabes dedicando tu vida a sus expectativas y la otra persona a las tuyas. ¿Un poco absurdo, no?
Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. El amor no hace daño. Son los apegos los que crean el sufrimiento. Cuando amamos nos entregamos sin pedir o esperar nada a cambio.
Solo podemos amar desde el autoconocimiento. Y conocerse es justamente saber de ti, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus debilidades, de tus luchas, de tus errores.
Amar es un sentimiento altruista y desinteresado. Querer es un deseo que implica satisfacer una necesidad.
En conclusión, cuando amas a alguien, le aceptas tal cual es, permaneces a su lado disfrutando de la felicidad y de los malos momentos. Sintiendo la vida también a través de esa persona.
Desde muhimu os invitamos a que reflexionéis, que hagáis un trabajo interior y os cuestionéis si lo estáis haciendo bien. ¿Gestionamos bien los apegos y nuestros sentimientos o, por contra, estamos confundiéndonos por el deseo de ponerle palabras duraderas y profundas a nuestras relaciones?