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El documental que acusa a China de una gran red de tráfico de órganos

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Actualizado el domingo, 1 agosto, 2021

Basado en hechos y testimonios reales, esta historia conseguirá ponerte los pelos de punta. Falun Gong parece molestar, y mucho, a China y, en especial, a Jiang Zemin, su anterior Presidente.

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Tal vez es la primera vez que oyes hablar de Falun Gong, pero es una doctrina religiosa que llegó a superar en número (más de 70 millones de practicantes en todo el país) a los miembros del Partido Comunista de China. Y fue entonces cuando comenzó su calvario.

Jiang Zemin, antiguo Presidente de la República Popular China, catalogó a esta doctrina religiosa como secta en 1999 y se comenzó a prohibir las páginas web que la mencionaban pero todo derivó, más adelante, en encarcelamientos, torturas y muertes.

A pesar de no hacer daño a nadie, de defender los Derechos Humanos y de basarse, según su propia definición, en la tolerancia, la compasión y la verdad, Falun Gong ha sido el gran objetivo del gobierno chino.

Los practicantes de esta religión han sido víctimas de una gran red de tráfico de órganos, que tanto beneficia a la economía china. O eso es lo que defiende Ethan Guttman. falung-gong

Este periodista ha invertido sus últimos años en investigar estos sucesos y, de todas sus investigaciones, ha podido recopilar suficiente información para publicar una serie de libros entre los que se encuentra este: La Masacre: Asesinatos en masa, sustracción de órganos y la solución secreta de China para el problema de los disidentes.

Ahora, ha trabajado para sacar adelante un documental sobre el tema para la cadena de televisión PBS: Hard to Believe.

Guttman explora por qué el mundo ha estado mirando hacia otro lado, en vez de investigar el encarcelamiento arbitrario de los practicantes de este grupo religioso.  «¿Por qué nadie se moviliza por ello?», se pregunta.

Guttman estima que entre 500.000 y un millón de personas llegaron a encontrarse encerrados entre 2000 y 2008 por pertenecer a esta religión. 65.000 murieron.

En 1984, China aprobó un reglamento para permitir sustraer órganos de los prisioneros ejecutados con tal de usarlos para trasplantes. Pero los cálculos fallan. En 2012, la revista médica Lancet estimaba que el 90% de los trasplantes provenían de este método, no obstante, si en 2013 se ejecutaron a 2.300 personas, ¿es posible que se llevaran a cabo más de 10.000 operaciones de este tipo?.

Guttman no es el único que denuncia esta masacre, el abogado por los Derechos Humanos, David Matas, también a investigado los transplantes chinos desde 2006 y coincide con que el aumento considerable en este tipo de operaciones, coincide con el comienzo de la persecución a Falun Gong.

Y te preguntarás, ¿por qué? La respuesta, por supuesto, es, en parte, económica. Los beneficios de este comercio eran enormes. Los hospitales cobraban 30.000 dólares por córnea, 62.000 por riñón y hasta 130.000 por hígado y corazón. No obstante, el rastro de tal dinero nunca se encontraba. Si quieres saber más datos, te recomendamos el documental Hard to Believe.

Aunque la masacre parece imposible de frenar, gracias a las investigaciones de personas como Guttman miles de personas pueden ver lo que ocurre en China.

Fuente: PlayGround


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