Con la valentía de Ana, no solo se dio visibilidad al horror que vivían (y viven) muchas mujeres, sino que animó a otras a denunciar e incluso fomentó el cambio del Código Penal dos años más tarde, estableciendo las órdenes de alejamiento y considerando la violencia psicológica como delito. En definitiva, abrió un debate público más que necesario, haciendo de la violencia machista una prioridad en la agenda pública.