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5 trastornos mentales que sufren 5 de nuestros superhéroes más queridos

26/06/2018 by Raquel Nogueira

Mere­ce ser compartido:

Actua­li­za­do el Thurs­day, 23 Decem­ber, 2021

El cine y la lite­ra­tu­ra están pla­ga­dos de tras­tor­nos men­ta­les que ali­men­tan las gran­des his­to­rias y dar pro­fun­di­dad a todos esos per­so­na­jes que ama­mos y odia­mos. Y, cla­ro está, el mun­di­llo de los super­hé­roes no podría ser diferente.

“Un gran poder con­lle­va una gran res­pon­sa­bi­li­dad” es una de las fra­ses que muchos fans de Peter Par­ker tie­nen gra­ba­da a fue­go, y razón no le fal­ta. Ade­más, todo poder tie­ne un las­tre: esa enfer­me­dad o tras­torno men­tal oculto.

5 trastornos mentales que sufren 5 de nuestros superhéroes más queridos 1

__ ¿Qué des­cu­bri­rás en este post? __

    • 1. Spi­der­man o “el hom­bre obsesivo-compulsivo”
    • 2. Hulk o “el cla­ro caso de tras­torno diso­cia­ti­vo de la personalidad”
    • 3. Iron Man o “el eterno narcisista”
    • 4. Lobezno o “el hom­bre sin recuerdos”
    • 5. Bat­man o “el cla­ro caso de estrés postraumático”
  • Apren­da a desa­rro­llar la resi­lien­cia fren­te al trauma
    • Nues­tros cere­bros están mol­dea­dos por nues­tras expe­rien­cias infan­ti­les únicas.
    • No se pue­de tra­tar un trau­ma sin com­pren­der cómo fun­cio­na el cerebro
    • Apren­der estra­te­gias de regu­la­ción posi­ti­va es esen­cial para lidiar con el trauma
    • Tra­ba­jar con nues­tros rit­mos natu­ra­les es cla­ve para curar­nos del trauma
      • Apren­der a for­mar rela­cio­nes posi­ti­vas es cla­ve para sanar el trauma
    • El estrés pue­de ayu­dar a desa­rro­llar la resi­lien­cia, en las dosis adecuadas
    • El trau­ma del racis­mo sis­té­mi­co se trans­mi­te de gene­ra­ción en generación
    • Pode­mos supe­rar las expe­rien­cias trau­má­ti­cas con el apo­yo adecuado

1. Spiderman o “el hombre obsesivo-compulsivo”

El que más o el que menos sabe cómo el joven Peter Par­ker aca­bó con­vir­tién­do­se en Spi­der­man: una ara­ña radio­ac­ti­va se cebó con él y ¡voi­là!, de repen­te podía tre­par por los edi­fi­cios de Nue­va York. Eso sí, tam­bién sabe­mos que no fue has­ta el ase­si­na­to de tío Ben a manos de un ladrón al que Peter dejó esca­par, cuan­do se dio cuen­ta de que tenía que usar sus pode­res para hacer el bien.

5 trastornos mentales que sufren 5 de nuestros superhéroes más queridos 2

Peter Par­ker empie­za a obse­sio­nar­se, has­ta con­ver­tir su obse­sión en un tras­torno mental.

Des­de ese momen­to, Peter Par­ker empie­za a obse­sio­nar­se: su sen­ti­do de la mora­li­dad y del bien es inque­bran­ta­ble; tan­to que aban­do­na rela­cio­nes, opor­tu­ni­da­des labo­ra­les y se enfren­ta a ami­gos y com­pa­ñe­ros super­hé­roes. Sin duda, Spi­der­man ilus­tra sín­to­mas del tras­torno de per­so­na­li­dad obsesiva-compulsiva.

2. Hulk o “el claro caso de trastorno disociativo de la personalidad”

Bru­ce Ban­ner es Hulk, y Hulk es Bru­ce Ban­ner. Tras una fuer­te expo­si­ción a gran­des dosis de radia­ción gam­ma, el cien­tí­fi­co Bru­ce Ban­ner con­si­gue un alter ego: Hulk, un gran mons­truo ver­de, apa­re­ce cada vez que Ban­ner está expues­to a gran­des dosis de estrés. ¿Te sue­na la his­to­ria? Al más puro esti­lo Doc­tor Jekyll y Mis­ter Hyde, Ban­ner divi­de su per­so­na­li­dad en dos opues­tos en un cla­ro caso de tras­torno diso­cia­ti­vo de la per­so­nal: uno es un bri­llan­te y tími­do cien­tí­fi­co; el otro, un bru­to ver­de con la inte­li­gen­cia de un niño.

3. Iron Man o “el eterno narcisista”

El hom­bre de hie­rro con un pro­ble­ma seve­ro en el cora­zón. Ese es Tony Stark, un genio millo­na­rio cuyo ego no le cabe en el pecho (lite­ral y figu­ra­da­men­te). A nivel psi­co­ló­gi­co, siem­pre se ha dicho que Tony Stark tie­ne un tras­torno nar­ci­sis­ta de la per­so­na­li­dad. Sin embar­go, Iron Man podría repre­sen­tar a la per­fec­ción un pro­ble­ma de alcoho­lis­mo: inclu­so Mar­vel lle­gó a dedi­car en su momen­to toda una saga al tema. Tras caer lo más bajo posi­ble, Stark se sobre­po­ne a su adic­ción y des­de enton­ces solo bebe agua.

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Algu­nos super­hé­roes son nar­ci­sis­tas; otros, nar­ci­sis­tas y alcohólicos. 

4. Lobezno o “el hombre sin recuerdos”

La amne­sia es un recur­so un tan­to mani­do por series, tele­no­ve­las y lite­ra­tu­ra de todos los tiem­pos, y la amne­sia retró­gra­da es par­te de la esen­cia de Lobezno.

Para los que aún no lo sepáis, Lobezno for­ma par­te de los X‑Men y es un mutan­te que sufrió expe­ri­men­tos cien­tí­fi­cos por par­te del gobierno. Sus hue­sos están refor­za­dos con ada­man­tium, el metal más fuer­te del uni­ver­so Mar­vel. El trau­ma de la inter­ven­ción le pro­vo­có la amne­sia retró­gra­da de la que habla­mos, que le impe­día recor­dar su pasa­do, los pocos recuer­dos que tie­ne son “implan­ta­dos”.

5. Batman o “el claro caso de estrés postraumático”

El millo­na­rio Bru­ce Way­ne pre­sen­ció el ase­si­na­to de sus padres cuan­do era niño, y eso cam­bió com­ple­ta­men­te su vida. Tras here­dar la for­tu­na y siem­pre de la mano de su fiel mayor­do­mo Alfred, Bru­ce se con­vier­te en Bat­man y lim­pia las calles de Gotham de criminales.

El pro­ble­ma lle­ga cada vez que se acer­ca una fecha seña­la­da o visi­ta la tum­ba de sus padres o la esce­na del cri­men: ahí revi­ve una y otra vez lo que ocu­rrió. Sin lugar a dudas, Bru­ce sufre un tras­torno de estrés pos­trau­má­ti­co de manual, a lo que hay que aña­dir el insom­nio y la irri­ta­bi­li­dad constantes.

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Bru­ce Way­ne sufre un tras­torno de estrés pos­trau­má­ti­co des­de niño.

Los super­hé­roes ten­drán super­po­de­res, pero tam­bién son huma­nos. Por eso sufren como cual­quier otra per­so­na o inclu­so más, por el peso del mun­do que sus crea­do­res les han hecho car­gar.“Dime de qué pre­su­mes y te diré de qué care­ces” podría ser una de esas fra­ses que nos recuer­dan el por­qué de estos excesos.

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Aprenda a desarrollar la resiliencia frente al trauma

¿Algu­na vez ha reac­cio­na­do a algo de una mane­ra que se sin­tió como si hubie­ra sali­do de la nada? ¿O ha sido impo­ten­te para dete­ner los hábi­tos adic­ti­vos como comer en exce­so o beber cuan­do está molesto? 

Bueno, esa reac­ción inex­pli­ca­ble, o esos hábi­tos poco salu­da­bles, pue­den ser impul­sa­dos ​​por un trauma.

El trau­ma es difí­cil de enten­der y tra­tar por­que a menu­do es invi­si­ble, inclu­so para noso­tros mis­mos. Si sufre abu­so o negli­gen­cia cuan­do era niño, esas expe­rien­cias mol­dean sus inter­pre­ta­cio­nes del mun­do y cómo res­pon­de al estrés. Pero si no es cons­cien­te del trau­ma, no podrá enfren­tar­lo de frente. 

Eso es algo que Oprah Win­frey sabe por expe­rien­cia per­so­nal. Expe­ri­men­tó negli­gen­cia, abu­so y agre­sión físi­ca en su infan­cia. Enten­der este trau­ma fue cla­ve para libe­rar­se de sus des­truc­ti­vos meca­nis­mos de afron­ta­mien­to, como com­pla­cer a la gen­te y comer en exce­so. Hoy en día, es una defen­so­ra apa­sio­na­da de los sobre­vi­vien­tes de trau­mas y tra­ba­ja con el Dr. Bru­ce Perry para aumen­tar la visi­bi­li­dad y la com­pren­sión del trau­ma y cómo afec­ta la vida de los jóvenes. 

Estos con­se­jos sin­te­ti­zan las ideas cla­ve de su con­ver­sa­ción, pro­por­cio­nan­do for­mas inno­va­do­ras de com­pren­der el trau­ma y el cere­bro, y estra­te­gias prác­ti­cas para apli­car en su pro­pia vida.

Estos con­se­jos están basa­do en el libro ¿Lo que le pasó? (escri­to por por Bru­ce D. Perry, MD, PhD y Oprah Win­frey). Es una explo­ra­ción en pro­fun­di­dad del trau­ma y cómo afec­ta al cere­bro. Mucho antes de que poda­mos dar un sen­ti­do racio­nal a las expe­rien­cias trau­má­ti­cas, se gra­ban en nues­tros cir­cui­tos neu­ro­na­les. Influ­yen en cómo res­pon­de­mos al estrés, for­ma­mos rela­cio­nes y damos sen­ti­do. Des­afor­tu­na­da­men­te, el trau­ma a menu­do se malin­ter­pre­ta. Al enten­der el trau­ma como un pro­ble­ma cere­bral y social, pode­mos comen­zar a apo­yar a los sobre­vi­vien­tes de trau­ma con las herra­mien­tas que nece­si­tan para sanar. 

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Las expe­rien­cias trau­má­ti­cas lite­ral­men­te trans­for­man nues­tro cere­bro, espe­cial­men­te cuan­do somos muy jóve­nes. Afec­tan la for­ma en que res­pon­de­mos al estrés y la rapi­dez con que nos recu­pe­ra­mos de la adver­si­dad. Si bien no pode­mos borrar las expe­rien­cias trau­má­ti­cas, pode­mos cul­ti­var la resi­lien­cia fren­te a ellas. Al desa­rro­llar nues­tras cone­xio­nes con otras per­so­nas y apren­der estra­te­gias posi­ti­vas para la regu­la­ción, pode­mos entre­nar nues­tros cere­bros para res­pon­der de mane­ra dife­ren­te a los des­en­ca­de­nan­tes. El trau­ma no es una pato­lo­gía indi­vi­dual. Es el resul­ta­do de expe­rien­cias des­truc­ti­vas, como el racis­mo y la pobre­za. Como socie­dad, debe­mos abor­dar el trau­ma juntos. 

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5 tras­tor­nos men­ta­les que sufren 5 de nues­tros super­hé­roes más que­ri­dos 17

Nuestros cerebros están moldeados por nuestras experiencias infantiles únicas.

El recuer­do más cla­ro de la infan­cia de Oprah Win­frey es un sen­ti­mien­to: un sen­ti­mien­to de inten­sa sole­dad. Inclu­so cuan­do era niña, sabía que no la desea­ban. Su madre era muy joven, una ado­les­cen­te. No tenía el dine­ro ni los recur­sos emo­cio­na­les para cui­dar de su hija. Enton­ces Oprah pasó su infan­cia al cui­da­do de dife­ren­tes miem­bros de la fami­lia, yen­do de un hogar a otro. Estos parien­tes solo empeo­ra­ron las cosas. No solo des­cui­da­ron a Oprah; a menu­do la gol­pea­ban severamente. 

Todas estas expe­rien­cias for­ma­ron la visión del mun­do de Oprah. Le die­ron for­ma a sus expec­ta­ti­vas de las per­so­nas que la rodea­ban. Le die­ron for­ma a cómo se veía a sí mis­ma. Y lite­ral­men­te afec­ta­ron la for­ma­ción de su cerebro. 

La par­te racio­nal del cere­bro de un niño, la cor­te­za, tar­da años en desa­rro­llar­se. Apro­xi­ma­da­men­te tres años, para ser exac­tos. La gen­te a veces pien­sa que esto sig­ni­fi­ca que los niños peque­ños no absor­ben mucho, que el abu­so o trau­ma expe­ri­men­ta­do por, diga­mos, un niño de dos años no cuen­ta. El opues­to es ver­dad. De hecho, cuan­to más peque­ño es un niño, más dañino es el trau­ma para su cere­bro. El cere­bro de un bebé se desa­rro­lla a un rit­mo asom­bro­so: 20.000 nue­vas neu­ro­nas por segun­do. Y cada expe­rien­cia se regis­tra en un “libro de códi­gos” per­so­nal en el cere­bro. Más tar­de, las expe­rien­cias trau­má­ti­cas pue­den mani­fes­tar­se como recuer­dos com­ple­jos que no pue­den enten­der­se racionalmente. 

Tome el ejem­plo de Samuel. Cuan­do era niño, su padre abu­só físi­ca­men­te de él. El abu­so solo se detu­vo des­pués de que los Ser­vi­cios de Pro­tec­ción Infan­til lo apar­ta­ron del cui­da­do de su padre. Des­pués de unos años tur­bu­len­tos reco­rrien­do hoga­res de aco­gi­da, Sam se mudó a un hogar gru­pal. Allí, obtu­vo el apo­yo que nece­si­ta­ba y esta­ba pro­gre­san­do bien. Pero lue­go con­si­guió un nue­vo maes­tro y, de repen­te, comen­zó a com­por­tar­se mal en la escue­la, vol­vién­do­se agre­si­vo y retraí­do. El Dr. Perry esta­ba des­con­cer­ta­do por este com­por­ta­mien­to has­ta que pre­sen­ció la visi­ta del padre de Sam. El hom­bre lle­va­ba una colo­nia fuer­te: Old Spi­ce. En un ins­tan­te, Perry se dio cuen­ta de que la maes­tra de Sam tam­bién ves­tía Old Spi­ce. El com­por­ta­mien­to de Sam de repen­te tuvo sen­ti­do. El aro­ma des­per­tó terri­bles recuer­dos sen­so­ria­les, lo que hizo que actua­ra como si estu­vie­ra sien­do ata­ca­do. Al final, la solu­ción al pro­ble­ma de Sam fue simple.

Cuan­do inten­ta­mos com­pren­der el trau­ma, hay una pre­gun­ta esen­cial que debe­mos hacer­nos: ¿Qué te suce­dió? Y, sobre todo, ¿qué te pasó cuan­do eras muy joven? Esa es una pre­gun­ta que ha sido fun­da­men­tal en la vida de Oprah mien­tras tra­ba­ja­ba para curar su trau­ma infan­til. Des­ci­frar su pro­pio libro de códi­gos per­so­nal lo ayu­da­rá a com­pren­der las reac­cio­nes apa­ren­te­men­te inex­pli­ca­bles y los meca­nis­mos de super­vi­ven­cia que evo­lu­cio­na­ron para ayu­dar­lo a man­te­ner­se a salvo. 

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No se puede tratar un trauma sin comprender cómo funciona el cerebro

El vete­rano de gue­rra Mike Rose­man tenía una cita cuan­do, de repen­te, se encon­tró acu­rru­ca­do en el sue­lo en un esta­do de com­ple­to terror. Su novia tra­tó de ayu­dar­lo, pero él arre­me­tió a cie­gas y la gol­peó en el pro­ce­so. Le tomó diez minu­tos salir y empe­zar a pen­sar con cla­ri­dad de nuevo. 

¿Qué ha pasa­do? Un coche había fra­ca­sa­do y su tubo de esca­pe emi­tía un fuer­te esta­lli­do. El rui­do era simi­lar a los dis­pa­ros y acti­vó un recuer­do trau­má­ti­co de cuan­do Rose­man había esta­do en la Gue­rra de Corea 30 años antes. Sus res­pues­tas de super­vi­ven­cia ins­tan­tá­nea­men­te se ace­le­ra­ron y se tiró al sue­lo como si se estu­vie­ra escon­dien­do de un francotirador. 

Los recuer­dos trau­má­ti­cos se alo­jan en el tallo cere­bral, así como en la cor­te­za. El tallo cere­bral pro­ce­sa los estí­mu­los pri­me­ro. Lue­go, ali­men­ta esa infor­ma­ción a las par­tes “supe­rio­res” y más desa­rro­lla­das del cere­bro, las par­tes aso­cia­das con las rela­cio­nes, las creen­cias y el sig­ni­fi­ca­do. Pero cuan­do las per­so­nas están trau­ma­ti­za­das, tie­nen una res­pues­ta sen­si­ble al estrés que acti­va sus sis­te­mas de super­vi­ven­cia muy rápi­da­men­te. Esto es lo que le pasó a Rose­man. Racio­nal­men­te, sabía que un auto que fra­ca­sa­ba no repre­sen­ta­ba una ame­na­za y que ya no vivía en una zona de gue­rra. Pero debi­do a que el soni­do pare­ci­do a una pis­to­la acti­vó ins­tan­tá­nea­men­te su sis­te­ma de super­vi­ven­cia, no tuvo la opor­tu­ni­dad de acce­der a la par­te racio­nal de su cerebro.

El Dr. Perry tie­ne déca­das de expe­rien­cia tra­ba­jan­do con sobre­vi­vien­tes de trau­ma como Rose­man. Este tra­ba­jo le ha demos­tra­do que es esen­cial adap­tar los enfo­ques tera­péu­ti­cos a cómo las dife­ren­tes par­tes del cere­bro pro­ce­san el trau­ma. Para faci­li­tar esta adap­ta­ción, creó una guía para tera­peu­tas y edu­ca­do­res. Se lla­ma mode­lo neu­ro­se­cuen­cial . El mode­lo sos­tie­ne que, antes que nada, hay que ayu­dar a la per­so­na a lidiar con sus sis­te­mas de super­vi­ven­cia sen­si­bi­li­za­dos y a regu­lar­se.Por ejem­plo, el Dr. Perry tuvo que ayu­dar a Rose­man a desa­rro­llar estra­te­gias para cal­mar­se y vol­ver­se menos reac­ti­vo a los fac­to­res des­en­ca­de­nan­tes. Lo ayu­dó a crear mejo­res patro­nes de sue­ño y lo alen­tó a hacer ejer­ci­cio con regu­la­ri­dad y reci­bir masa­jes. Estos enfo­ques mejo­ra­ron el bien­es­tar gene­ral de Rose­man, cal­ma­ron su cere­bro y redu­je­ron su sen­si­bi­li­dad al estrés. 

Solo enton­ces Rose­man pudo acce­der ver­da­de­ra­men­te a la cor­te­za: la par­te del cere­bro res­pon­sa­ble del pen­sa­mien­to racio­nal y la lógica.

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5 tras­tor­nos men­ta­les que sufren 5 de nues­tros super­hé­roes más que­ri­dos 18

Aprender estrategias de regulación positiva es esencial para lidiar con el trauma

Cuan­do comen­za­ba como perio­dis­ta, Oprah tra­ba­ja­ba habi­tual­men­te 100 horas a la sema­na, hacien­do todo lo posi­ble para sobre­sa­lir en su tra­ba­jo. Esta­ba exhaus­ta y estre­sa­da, pero igno­ró todas las seña­les que su cuer­po le esta­ba envian­do de que algo anda­ba mal. El abu­so que había expe­ri­men­ta­do la había entre­na­do para ser una hábil com­pla­cien­te con las per­so­nas. Ella igno­ró com­ple­ta­men­te sus pro­pios lími­tes, tra­tan­do de satis­fa­cer las nece­si­da­des de todos los demás. Y ador­me­ció sus sen­ti­mien­tos con su dro­ga favo­ri­ta: la comida. 

Siem­pre que nos sen­ti­mos incó­mo­dos o estre­sa­dos, sig­ni­fi­ca que esta­mos fue­ra de equi­li­brio. Pero, como Oprah, muchos sobre­vi­vien­tes de trau­mas han sido entre­na­dos para igno­rar las seña­les. Y no han apren­di­do estra­te­gias posi­ti­vas para regu­lar­se y res­ta­ble­cer el equi­li­brio cuan­do están estresados. 

El cere­bro de todos tie­ne un sis­te­ma de auto­rre­gu­la­ción incor­po­ra­do. Este sis­te­ma está com­pues­to por redes regu­la­do­ras cen­tra­les , o CRN para abre­viar. Estas redes están dise­ña­das para man­te­ner­nos en equi­li­brio. Una red con­tro­la las res­pues­tas al estrés cono­ci­das como “lucha y hui­da”. Otro invo­lu­cra rela­cio­nes y cone­xio­nes. Y otro más con­tro­la los cir­cui­tos de recom­pen­sa del cere­bro. Jun­tas, estas redes for­man lo que el Dr. Perry lla­ma un árbol de regu­la­ción . 

Cuan­do los cui­da­do­res de un bebé satis­fa­cen cons­tan­te­men­te sus nece­si­da­des bási­cas con ter­nu­ra y cui­da­do, sus CRN se vuel­ven resi­lien­tes y el niño adquie­re herra­mien­tas vita­les para regu­lar­se a sí mis­mo a medi­da que cre­ce. Pero si sus cui­da­do­res son incon­sis­ten­tes o abu­si­vos, enton­ces el Árbol de Regu­la­ción de un niño se ve afec­ta­do. El tér­mino téc­ni­co para esto es des­re­gu­la­ción . Si el árbol de regu­la­ción de un niño está des­re­gu­la­do, sus res­pues­tas al estrés se sen­si­bi­li­zan . Se vuel­ve hiper­vi­gi­lan­te ante las ame­na­zas en su entorno y entra en páni­co fácil­men­te. Debi­do a que sus cui­da­do­res fue­ron tan negli­gen­tes, ella aso­cia­rá a las per­so­nas con ame­na­zas y des­ilu­sio­nes, y lucha­rá por esta­ble­cer cone­xio­nes humanas. 

Esto hará que sea más difí­cil encon­trar for­mas posi­ti­vas de regu­lar­se a sí mis­ma a medi­da que cre­ce. Como Oprah, será más vul­ne­ra­ble a la adic­ción. Las dro­gas, el alcohol, las con­duc­tas auto­le­si­vas como cor­tar­se y los tras­tor­nos ali­men­ta­rios pue­den pro­por­cio­nar un ali­vio tem­po­ral de la angus­tia. El ali­vio se sien­te bien e ilu­mi­na los cir­cui­tos de recom­pen­sa en el cere­bro, aumen­tan­do la pro­ba­bi­li­dad de que se repi­ta el com­por­ta­mien­to de alivio.

Mien­tras tra­ba­ja­ba en la cura­ción del trau­ma, Oprah apren­dió a iden­ti­fi­car las seña­les de estrés de su cuer­po. Comen­zó a crear lími­tes salu­da­bles y apren­dió a decir que no si algo no le fun­cio­na­ba. Lo más impor­tan­te es que encon­tró for­mas salu­da­bles de cal­mar­se a sí mis­ma cuan­do esta­ba angus­tia­da. Inclu­so si no cre­ció con bue­nas estra­te­gias de regu­la­ción, tam­bién pue­de apren­der for­mas posi­ti­vas de recu­pe­rar el equilibrio.

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Trabajar con nuestros ritmos naturales es clave para curarnos del trauma

Pon tu mano sobre tu cora­zón por un momen­to y cálla­te. Lo sen­ti­rás latien­do cons­tan­te­men­te con­tra tu pecho. 

Un lati­do es el pri­mer rit­mo más pri­ma­rio que escu­cha­mos. Lo escu­cha­mos en el úte­ro. La fre­cuen­cia car­día­ca en repo­so de nues­tras madres de 60 a 80 lati­dos por minu­to se con­vier­te en nues­tra línea de base, lo que indi­ca segu­ri­dad y con­ti­nui­dad. Es por eso que los bebés se recon­for­tan ins­tan­tá­nea­men­te con un movi­mien­to rít­mi­co de balan­ceo. Y a medi­da que cre­ce­mos, el rit­mo sigue sien­do impor­tan­te para nues­tra salud mental.

Duran­te mile­nios, los huma­nos orga­ni­za­ron sus vidas en torno a los rit­mos del mun­do natu­ral. Pero esto ha cam­bia­do. Ya no estruc­tu­ra­mos nues­tros días según la sali­da y la pues­ta del sol. En lugar de comer ali­men­tos de tem­po­ra­da, pode­mos comer cual­quier cosa en cual­quier momen­to. Y nues­tros pai­sa­jes sono­ros aho­ra inclu­yen una caco­fo­nía de rui­dos que no pode­mos apa­gar. Estas con­di­cio­nes rui­do­sas y arrít­mi­cas pue­den ser espe­cial­men­te dis­cor­dan­tes para las per­so­nas con sis­te­mas de super­vi­ven­cia sensibilizados. 

Oprah cier­ta­men­te ha lucha­do. Debi­do a su pasa­do vio­len­to y abu­si­vo, se sen­tía cons­tan­te­men­te ner­vio­sa. Estar solo por la noche fue espe­cial­men­te difí­cil. A pesar de vivir en un edi­fi­cio con por­te­ro y segu­ri­dad, Oprah esta­ba con­ven­ci­da de que alguien entra­ría y la ata­ca­ría. Tenía pro­ble­mas para dor­mir y se sobre­sal­ta­ba con cada soni­do. Even­tual­men­te, Oprah se dio cuen­ta de que sus sis­te­mas de super­vi­ven­cia se habían vuel­to tan sen­si­bles que no se apa­ga­ban, inclu­so mien­tras dor­mía. Enton­ces, con el tiem­po, apren­dió a cal­mar su cere­bro vol­vien­do a estar en con­tac­to con sus pro­pios rit­mos naturales. 

Regu­lar­men­te se toma tiem­po para cami­nar al aire libre, con­cen­trán­do­se en el rit­mo de su res­pi­ra­ción y mara­vi­llán­do­se con el mun­do natu­ral. Tam­bién tie­ne per­mi­so un día a la sema­na, el domin­go, para des­can­sar. No impor­ta cuán fre­né­ti­co sea el mun­do, estas estra­te­gias le per­mi­ten man­te­ner­se en con­tac­to con­si­go misma.

Cami­nar, bai­lar y can­tar son acti­vi­da­des rít­mi­cas que pue­den ayu­dar­nos a regu­lar­nos y lidiar con el estrés. Los gol­pes rít­mi­cos de un masa­je pue­den ser par­ti­cu­lar­men­te cura­ti­vos para los sobre­vi­vien­tes de un trau­ma. Y, por supues­to, pode­mos tomar una hoja del libro de Oprah y salir. El mun­do natu­ral tie­ne rit­mos tran­qui­li­za­do­res que pue­den anclar nues­tros días. Mien­tras cami­na­mos, sin­to­ni­za­mos nues­tros pro­pios rit­mos natu­ra­les y somos capa­ces de des­can­sar del rui­do y la esti­mu­la­ción de nues­tras vidas ocupadas. 

5 trastornos mentales que sufren 5 de nuestros superhéroes más queridos 11

Aprender a formar relaciones positivas es clave para sanar el trauma

¿Cómo sabes amar a alguien? Si cre­cis­te con cui­da­do­res cari­ño­sos, te pare­ce­rá una pre­gun­ta extra­ña. La capa­ci­dad de amar pare­ce tan natu­ral como la capa­ci­dad de res­pi­rar. Pero, en reali­dad, es algo que tene­mos que apren­der des­de nues­tros pri­me­ros días. Si nun­ca ha sido ama­do, sim­ple­men­te no sabrá cómo hacerlo. 

Esa fue la expe­rien­cia de Glo­ria, una joven madre que había cre­ci­do en una serie de hoga­res de aco­gi­da. Que­ría amar y cui­dar a su hija, Tilly, pero no tenía idea de cómo. Al final, Tilly fue aten­di­da por­que no la esta­ban cui­dan­do ade­cua­da­men­te. Por lo gene­ral, las muje­res como Glo­ria son demo­ni­za­das como malas madres. Nadie se toma el tiem­po de mirar lo que suce­dió para con­ver­tir­los de esa manera. 

Pero, afor­tu­na­da­men­te, la his­to­ria de Glo­ria dio un giro que la mayo­ría no lo hace. Pudo obte­ner el apo­yo de tra­ba­ja­do­res socia­les y tera­peu­tas que enten­die­ron qué esta­ba moti­van­do su com­por­ta­mien­to negli­gen­te. En lugar de cas­ti­gar­la o con­de­nar­la al ostra­cis­mo, la tra­ta­ron con amor y res­pe­to. Expe­ri­men­tar el amor le mos­tró a Glo­ria cómo dár­se­lo a su pro­pia hija. Final­men­te, lle­gó a una eta­pa en la que pudo cui­dar de ella nuevamente. 

Apren­der a for­mar rela­cio­nes posi­ti­vas es la habi­li­dad más impor­tan­te que pue­de desa­rro­llar al lidiar con el trau­ma. El equi­po del autor reco­pi­ló datos de 70.000 casos de trau­ma en 25 paí­ses. Exa­mi­na­ron tan­to el trau­ma como la adver­si­dad que las per­so­nas habían expe­ri­men­ta­do y la fuer­za de sus rela­cio­nes socia­les con la fami­lia y la comu­ni­dad. Des­cu­brie­ron que la salud rela­cio­nal era un indi­ca­dor más impor­tan­te del bien­es­tar men­tal que un his­to­rial de trau­ma. Para decir­lo de otra mane­ra, la cone­xión huma­na miti­ga los efec­tos del trauma. 

Pero, cruel­men­te, las per­so­nas que más nece­si­tan cone­xio­nes socia­les a menu­do care­cen de las habi­li­da­des para desa­rro­llar­las. Pien­se en un niño en un salón de cla­ses que bus­ca aten­ción al com­por­tar­se mal, o en alguien cuyas expe­rien­cias han sido tan nega­ti­vas que se des­co­nec­tan en entor­nos socia­les. La bue­na noti­cia es que, como Glo­ria, cual­quie­ra pue­de apren­der a enta­blar rela­cio­nes. Así como pode­mos apren­der a tocar el piano, pode­mos apren­der a conec­tar­nos. Nues­tros cere­bros tie­nen neu­ro­plas­ti­ci­dad : pue­den apren­der cosas nue­vas a tra­vés de la práctica.

Pero solo pode­mos apren­der a tra­vés de nues­tras pro­pias expe­rien­cias. En otras pala­bras, no se pue­de apren­der a andar en bici­cle­ta leyen­do un libro. Tie­nes que ir a andar en bici­cle­ta de ver­dad. Y no pue­des apren­der a amar leyen­do un manual. Tie­nes que reci­bir amor para poder darlo.

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El estrés puede ayudar a desarrollar la resiliencia, en las dosis adecuadas

El estrés tie­ne mala repu­tación. Todos los días lee­mos his­to­rias de mie­do sobre cuán­to estrés afec­ta nues­tra salud físi­ca y men­tal. ¿Pero sabías que expe­ri­men­tar estrés en peque­ñas dosis es una par­te vital del desa­rro­llo humano?

Cada vez que tene­mos una nue­va expe­rien­cia, o hace­mos un pro­yec­to de tra­ba­jo que esti­ra nues­tras habi­li­da­des, expe­ri­men­ta­mos estrés. Mane­jar ese estrés con éxi­to es como levan­tar pesas; des­pués, somos más fuer­tes y resistentes. 

Los niños que cre­cen en hoga­res cari­ño­sos y esta­bles tie­nen una capa­ci­dad salu­da­ble para el estrés. Están cons­tan­te­men­te explo­ran­do, expe­ri­men­tan­do cosas nue­vas y lue­go regre­san­do a su base fami­liar fami­liar. El estrés solo se con­vier­te en un pro­ble­ma cuan­do es cró­ni­co o extre­mo. Y es espe­cial­men­te difí­cil lidiar con esto cuan­do es errá­ti­co o impredecible.

El Dr. Perry tuvo la opor­tu­ni­dad de tra­ba­jar con un gru­po de niños que habían sido res­ca­ta­dos de una sec­ta vio­len­ta. Su vida coti­dia­na había esta­do lle­na de caos y terror. Es más, les habían ense­ña­do des­de una edad tem­pra­na que todos los que esta­ban fue­ra del cul­to esta­ban en su con­tra. Rápi­da­men­te se dio cuen­ta de que impo­ner una tera­pia inten­si­va solo aumen­ta­ría su sen­sa­ción de impo­ten­cia y ampli­fi­ca­ría sus nive­les de estrés. 

Enton­ces, su equi­po creó un entorno que era lo más pre­de­ci­ble y segu­ro posi­ble. Los niños eran libres de ele­gir qué comer y qué hacer en su tiem­po libre, y podían inter­ac­tuar con el per­so­nal cuan­do les ape­te­cía. Con esa línea de base segu­ra, los niños len­ta­men­te comen­za­ron a abrir­se al per­so­nal, revi­vien­do sus expe­rien­cias trau­má­ti­cas en encuen­tros cor­tos que ellos mis­mos con­tro­la­ban. Con el tiem­po, desa­rro­lla­ron resi­lien­cia y pudie­ron lidiar con el estrés en sus pro­pios términos.

Cuan­do los niños trau­ma­ti­za­dos se ven obli­ga­dos a actuar en aulas y salas de tera­pia como niños neu­ro­tí­pi­cos, la expe­rien­cia pue­de agra­var su trau­ma. Los niños que han expe­ri­men­ta­do un trau­ma a menu­do tie­nen una edad de desa­rro­llo mucho menor que su edad real. No siem­pre tie­nen la capa­ci­dad de expre­sar sus sen­ti­mien­tos con pala­bras o adap­tar­se a un lar­go día de cla­ses. No tie­nen los recur­sos emo­cio­na­les para hacer cone­xio­nes. Así que ter­mi­nan actuan­do por frus­tra­ción y angus­tia. O se diso­cian y ter­mi­nan salien­do de la situa­ción. Tales com­por­ta­mien­tos pue­den lle­var a un diag­nós­ti­co erró­neo. Por ejem­plo, se podría pen­sar que un niño tie­ne TDAH cuan­do, de hecho, la ver­da­de­ra cau­sa de su pro­ble­ma es el trauma.

Para desa­rro­llar la resi­lien­cia, el desa­fío debe coin­ci­dir con el niño. Debe­ría ser un tra­mo salu­da­ble, no una haza­ña imposible. 

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El trauma del racismo sistémico se transmite de generación en generación

Ima­gi­na que estás cru­zan­do la calle con tu madre cuan­do te cru­zas con un perro gran­de. Sien­tes que tu madre se pone rígi­da a tu lado y, de repen­te, empie­zas a sen­tir miedo. 

Las emo­cio­nes son con­ta­gio­sas, espe­cial­men­te para los niños. Absor­ben los pen­sa­mien­tos y sen­ti­mien­tos de sus padres como una espon­ja. De esa mane­ra, el trau­ma pue­de trans­mi­tir­se de gene­ra­ción en gene­ra­ción. Así que no solo tene­mos que pre­gun­tar­nos: ¿Qué te pasó? Tam­bién tene­mos que enten­der lo que les suce­dió, lo que les suce­dió a tus padres y a sus padres, y ¿qué here­das­te de ellos?

Vol­va­mos al ejem­plo del perro. Es posi­ble que su madre haya res­pon­di­do con temor debi­do a una mala expe­rien­cia per­so­nal. Pero su mie­do tam­bién se ve refor­za­do por déca­das de trau­ma here­da­do. Los perros fue­ron entre­na­dos para cazar y ata­car a per­so­nas escla­vi­za­das. Muchas gene­ra­cio­nes des­pués, los perros se uti­li­za­ron como armas con­tra los mani­fes­tan­tes por los dere­chos civi­les en el sur de Esta­dos Uni­dos. Y hoy, los perros son uti­li­za­dos por la poli­cía que usa una fuer­za des­pro­por­cio­na­da con­tra los negros. Enton­ces, si eres negro, tu mie­do a los perros se here­da par­cial­men­te. Tie­ne una lar­ga historia.

El trau­ma se trans­mi­te en his­to­rias y ges­tos y por con­ta­gio emo­cio­nal. Pero tam­bién tie­ne el poder de afec­tar nues­tros pro­pios genes. Alguien naci­do en la escla­vi­tud tuvo que lidiar con una bru­tal vio­len­cia sis­té­mi­ca. Su sis­te­ma de super­vi­ven­cia habría esta­do en aler­ta máxi­ma, dan­do for­ma a sus redes regu­la­do­ras cen­tra­les. Las pri­me­ras inves­ti­ga­cio­nes han demos­tra­do que estas modi­fi­ca­cio­nes pue­den trans­mi­tir­se gené­ti­ca­men­te a las gene­ra­cio­nes futu­ras, inclu­so si sus entor­nos no con­tie­nen las mis­mas amenazas. 

Com­pren­der estas his­to­rias de trau­ma pue­de dar­nos empa­tía por las expe­rien­cias de nues­tros padres y abue­los, y por nues­tros pro­pios mie­dos apa­ren­te­men­te irra­cio­na­les. Tam­bién es un com­po­nen­te esen­cial de la aten­ción basa­da en el trau­ma. El trau­ma de las per­so­nas no blan­cas no ocu­rre en un vacío socio­po­lí­ti­co. Ocu­rre en el con­tex­to de siglos de colo­ni­za­ción vio­len­ta, escla­vi­tud y racis­mo. Hoy en día, la raza afec­ta los nive­les de vio­len­cia que los negros, more­nos e indí­ge­nas expe­ri­men­tan todos los días. Tam­bién afec­ta su tra­to por par­te de las ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les. Los hijos de per­so­nas de color tie­nen muchas más pro­ba­bi­li­da­des de ser sepa­ra­dos de sus fami­lias, sobre­me­di­ca­dos, ins­ti­tu­cio­na­li­za­dos o eti­que­ta­dos como “niños problemáticos”. 

Cual­quier ins­ti­tu­ción, ya sea una escue­la, un hos­pi­tal o una orga­ni­za­ción de aco­gi­da, pue­de apo­yar ade­cua­da­men­te a los sobre­vi­vien­tes de un trau­ma solo si tam­bién adop­tan el tra­ba­jo anti­rra­cis­ta. Eso sig­ni­fi­ca cues­tio­nar su pre­jui­cio y exa­mi­nar cómo sus ins­ti­tu­cio­nes per­pe­túan las prác­ti­cas racis­tas. La aten­ción basa­da en el trau­ma solo pue­de ser efi­caz si el trau­ma se ve como un pro­ble­ma social, en lugar de un pro­ble­ma indi­vi­dual, un pro­ble­ma que tene­mos que abor­dar juntos. 

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Podemos superar las experiencias traumáticas con el apoyo adecuado

Casi la mitad de los niños que viven en los Esta­dos Uni­dos han teni­do una expe­rien­cia trau­má­ti­ca gra­ve. Y el 60 por cien­to de los adul­tos infor­ma haber teni­do al menos un inci­den­te trau­má­ti­co en el pasado.

Dado lo que sabe­mos aho­ra sobre cómo el trau­ma afec­ta el cere­bro, ima­gi­ne el efec­to de estas expe­rien­cias en nues­tras comu­ni­da­des más amplias y en el país en gene­ral. Si tan­tas per­so­nas han sen­si­bi­li­za­do las res­pues­tas al estrés, ¿es de extra­ñar que tan­tos ata­quen con vio­len­cia o con into­le­ran­cia a la dife­ren­cia? ¿Es sor­pren­den­te que los adul­tos no pue­dan brin­dar­les a sus hijos el apo­yo que nece­si­tan para regularse? 

El trau­ma siem­pre deja una cica­triz. A la gen­te le encan­ta hablar de lo resis­ten­tes que son los niños. Les gus­ta ima­gi­nar que los niños no absor­ben la vio­len­cia como lo hacen los adul­tos, que tie­nen una capa­ci­dad inna­ta para recu­pe­rar­se del terror y el abu­so. Aho­ra sabe­mos que esto es com­ple­ta­men­te fal­so. Los cere­bros de los niños son malea­bles. Se verán afec­ta­dos por el trau­ma, inclu­so si no pue­de ver­lo por fuera. 

Qui­zás toda­vía les vaya bien en la escue­la, pero hacer­lo reque­ri­rá mucha más ener­gía que antes. O su salud físi­ca se dete­rio­ra­rá. Por ejem­plo, el estrés pue­de afec­tar los sis­te­mas neu­ro­en­do­cri­nos de los niños , aumen­tan­do su ries­go de enfer­me­da­des como la diabetes. 

Los sobre­vi­vien­tes de un trau­ma nece­si­tan apo­yo, no solo en los días y sema­nas pos­te­rio­res a un inci­den­te, sino has­ta la edad adul­ta. Nece­si­ta­rán la aten­ción ade­cua­da de pro­vee­do­res que com­pren­dan los desa­fíos úni­cos de tra­ba­jar con un cere­bro traumatizado. 

Pero, igual­men­te impor­tan­te, nece­si­ta­rán el apo­yo con­ti­nuo de sus comunidades.

No es una coin­ci­den­cia que el via­je de Oprah para curar su pro­pio trau­ma tam­bién haya invo­lu­cra­do la crea­ción de una comu­ni­dad. Duran­te las últi­mas déca­das, la joven que esta­ba tan sola y ais­la­da ha hecho una carre­ra sin cone­xión. Ha entre­vis­ta­do a dece­nas de miles de per­so­nas y les ha ense­ña­do a millo­nes más que no están solos en sus expe­rien­cias de trau­ma y abu­so. En cier­to sen­ti­do, ha crea­do la comu­ni­dad que nun­ca tuvo. 

Todos nece­si­ta­mos el apo­yo de nues­tras comu­ni­da­des para sanar. No solo el apo­yo de los tera­peu­tas o de nues­tras fami­lias, sino tam­bién de nues­tras escue­las, luga­res de tra­ba­jo, sis­te­mas de jus­ti­cia y luga­res de cul­to. Nece­si­ta­mos comu­ni­da­des infor­ma­das sobre el trau­ma. Con el apo­yo ade­cua­do, todos pode­mos apren­der a vivir con el trau­ma y extraer sabi­du­ría pos­trau­má­ti­ca de nues­tras experiencias. 

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5 tras­tor­nos men­ta­les que sufren 5 de nues­tros super­hé­roes más que­ri­dos 19

Si desea obte­ner más infor­ma­ción sobre el tra­ba­jo del Dr. Perry sobre el trau­ma infan­til y el cere­bro, con­sul­te la Neu­ro­se­quen­tial Net­work en www.neurosequential.com o The Child Trau­ma Aca­demy en www.childtrauma.org. 

_________

El Dr. Bru­ce D. Perry es neu­ro­cien­tí­fi­co y psi­quia­tra infan­til. Tam­bién es el direc­tor de Neu­ro­se­quen­tial Net­work y miem­bro prin­ci­pal de la Child Trau­ma Aca­demy. Sus libros más ven­di­dos ante­rio­res inclu­yen El niño que fue cria­do como perro y Naci­do para el amor .

Oprah Win­frey es la reco­no­ci­da con­duc­to­ra y pro­duc­to­ra super­vi­so­ra ​​de The Oprah Win­frey Show . Como acti­vis­ta y filán­tro­pa, ha tra­ba­ja­do incan­sa­ble­men­te para lla­mar la aten­ción sobre las expe­rien­cias de trau­ma y abu­so sexual, y abo­gar por los sobrevivientes. 

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