Actualizado el lunes, 13 diciembre, 2021
«Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida«
Anatole France.
Este escritor francés y Premio Nobel de Literatura se refería al tsunami emocional que podemos experimentar cuando compartimos la vida con una mascota y la consideramos parte de la familia. De hecho, adoptar una mascota significa asumir una gran responsabilidad, pero también implica cuidarla y brindarle atención. Por desgracia, hay quienes no entienden el desgaste emocional que puede representar cuidar a una mascota enferma, y cuando esa incomprensión proviene de los amigos más cercanos, familiares o incluso la pareja, a la angustia por la enfermedad del animal hay que sumar las peleas y las presiones.
«La verdadera prueba moral de la humanidad, su prueba fundamental, consiste en sus actitudes hacia aquellos que están a su merced: los animales».
Milan Kundera
El síndrome del cuidador también afecta a quienes asisten a sus mascotas
Desde hace años, en el ámbito de la psicología se ha apreciado que las personas que ejercen como cuidadoras de familiares que no pueden valerse por sí mismos están sometidas a una gran presión. Estas personas comienzan a padecer una serie de síntomas que se engloban bajo el fenómeno conocido como síndrome del cuidador.
Este síndrome se caracteriza por un agotamiento físico y psíquico extremo. Como resultado de la lucha diaria contra la enfermedad, el cuidador termina agotando sus reservas físicas y mentales, lo cual no solo genera cansancio sino también depresión, irritabilidad y problemas psicosomáticos, como dolores de cabeza, temblores, vértigo, insomnio o incluso ataques de pánico.
En muchos casos, la persona que ejerce de cuidadora se encuentra asumiendo, de la noche a la mañana, una carga para la que no estaba preparada, que suele representar un cambio drástico en su estilo de vida y le obliga a reorganizar muchos de sus hábitos. Esa nueva situación no solo consume sus recursos físicos y emocionales, sino también su tiempo, por lo que poco a poco comienza a desatender otras áreas de su vida hasta llegar a desatenderse a sí misma.
Después de meses de cuidado, aunque el cuidador deje de serlo y retome su vida habitual, no siempre logra recuperarse de esa experiencia. A menudo comienza a sufrir estrés postraumático que se extiende durante meses o incluso años bajo forma de flashbacks de situaciones vividas, sentimientos de culpa y ansiedad.
Sin embargo, el síndrome del cuidador no se limita a quienes asisten a una persona, también se aprecia en quienes cuidan de sus mascotas enfermas cuando existe un profundo vínculo emocional. Estas personas también deben responsabilizarse por la medicación, las continuas visitas al veterinario y los cuidados que necesita su mascota.
La incomprensión de los demás acelera el desgaste emocional
Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Kent y publicado en la revista Veterinary Records analizó a 119 personas que cuidaban de sus mascotas enfermas. Los investigadores descubrieron que los síntomas que reportaban correspondían con el síndrome del cuidador. Entre los problemas más comunes se refería el estrés, la depresión, una afectación notable de la calidad de vida y un fuerte impacto emocional.
Lo más curioso de esta investigación fue que los psicólogos aplicaron el mismo test que se utiliza para evaluar el síndrome del cuidador, de manera que pudieron comparar los resultados del estrés percibido por cuidar a un familiar y a una mascota. Quienes cuidaban a otras personas puntuaron un promedio de 20 puntos en el test, mientras que quienes cuidaban de su mascota reportaban un desgaste mayor: 25,42 puntos como media.
«El hombre puede medir el valor de su propia alma en la mirada agradecida que le dirija un animal al cual ha socorrido». —Platón
Los investigadores creen que ese nivel más elevado de estrés y desgaste no se debe a que exista una mayor o menor implicación emocional en los cuidados, sino al hecho de que muchas de las personas que cuidan de sus mascotas no cuentan con una sólida red de apoyo. De hecho, algunos de los participantes confesaron «sentirse atrapados», no tanto por la enfermedad de la mascota y los cuidados que demandaba sino por la incomprensión de las personas cercanas. Estas personas referían una profunda sensación de soledad y reconocían que les afectaba no tener a nadie con quien hablar sobre lo que les estaba ocurriendo, ya que cuando abordaban el tema muchos cuestionaban sus decisiones o les decían que se sacrificaban inútilmente.
Más empatía y menos críticas
Hace poco nos hacíamos eco de una noticia sobre la concesión de una baja laboral a una empleada de la Universidad La Sapienza de Roma para que cuidara a su perra enferma, un caso que podría sentar un precedente legal que ayude a otras personas en la misma situación. Sin embargo, independientemente de la ley, no debemos olvidar que todos podemos formar parte de la red de apoyo de una persona que, por amor genuino y una firme convicción, esté cuidando a su mascota. Todos podemos formar parte de la red de apoyo de una persona. Aunque no entiendas sus motivos, muéstrale tu apoyo y no le critiques
«La gente que realmente aprecia a los animales siempre pregunta sus nombres». —Lilian Jackson Braun
En vez de criticar su decisión y añadir un estrés adicional, podemos asumir una actitud más comprensiva y apoyarle. A veces ni siquiera es necesario hacer mucho porque, en los momentos más difíciles, solo se necesita un hombro amigo sobre el que descansar para recuperar fuerzas o un corazón abierto que le dé cobijo a los temores e incertidumbres.
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