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Ser inteligente y creativo pasa una factura emocional

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Actualizado el lunes, 14 noviembre, 2022

El 12 de septiembre de 2008 David Foster Wallace, uno de los mejores novelistas estadounidenses del último siglo, entró a su garaje con una soga en la mano y se quitó la vida. El escritor llevaba 20 años sufriendo una depresión profunda.

Con su muerte, pasó a formar parte del grupo de artistas e intelectuales que se quebraron ante la genialidad, entre ellos podemos recordar a Vincent Van Gogh, Emily Dickinson, Ernest Hemingway, Jackson Pollock, Virginia Woolf y Sylvia Plath, aunque la lista continúa.

De hecho, la idea de que la inteligencia y la creatividad pasan una elevada factura emocional es muy antigua. Tanto la inteligencia como la creatividad pueden convertirse en una espada de Damocles que pende peligrosamente sobre las cabezas de las personas que tienen una visión diferente de la vida.

«No puedo ignorar al yo homicida: ahí está. Lo huelo y lo noto, pero no le daré mi nombre. Tengo que someterlo. Cuando dice: «No lograrás dormir, no eres capaz de dar clases», tengo que hacer caso omiso y seguir adelante, darle un puñetazo en plena nariz. Su mayor arma es y ha sido la imagen de mí misma como una mujer de éxito en todos los sentidos: en lo que escribo, en las clases y en la vida.

En cuanto huelo el fracaso en el rechazo de alguna revista, en las caras de desinterés de mis alumnas cuando me embrollo, o cuando percibo frialdad y rechazo en las relaciones personales, me acuso de ser una hipócrita y de fingir ser mejor de lo que soy: una mierda, en el fondo. Soy una mediocre. Y puedo vivir siendo una mediocre. No tengo el doctorado, ni libros publicados, ni experiencia docente. Tengo un trabajo de profesora. No puedo exigirme ser mejor profesora que cualquiera de los docentes que conozco y que tienen doctorados, libros publicados y experiencia.

Lo único que puedo hacer es, día a día, esforzarme por ser mejor profesora que el día anterior. Si, al cabo de un año entero de trabajo concienzudo, de fracaso parcial, de tenaz comunicación parcial de un poema o un cuento, puedo decir que he mejorado, que he ganado confianza y soy mejor profesora de lo que era el primer día, puedo darme por satisfecha. Tengo que asumir esta imagen de mí misma como algo bueno para mí, en vez de quedarme paralizada y temblar como un flan porque no soy como el profesor Fisher, la profesora Dunn o cualquier otro. Tengo una personalidad que está bien, me gustan el cielo, las montañas, las ideas, la comida rica, los colores vivos.

Mi demonio querría aniquilar esta personalidad exigiéndome que sea modélica y amenazando con huir si no satisfago sus elevadas expectativas. Tengo que esforzarme tenazmente por hacer las cosas lo mejor que pueda y no preocuparme por lo que los demás digan. Puedo aprender a ser mejor profesora, pero solo a fuerza de ensayo y error, por penoso que sea. La vida es ensayo y error.»

Fragmento de los Diarios de Sylvia Plath
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¿Qué pueden significar 10 puntos más de C.I. para la salud emocional?

Hace poco un grupo de psicólogos de la Universidad de Glasgow encontró una relación entre un Coeficiente Intelectual (C.I.) elevado y el aumento de las probabilidades de padecer un trastorno bipolar. Estos investigadores trabajaron con 1.881 niños, a los cuales les dieron seguimiento desde los 8 años hasta que cumplieron 22 o 23 años. A lo largo de ese periodo los investigadores los sometieron a una serie de test de inteligencia y evaluaron sus estados emocionales.

Los resultados publicados en la British Journal of Psychiatry  desvelaron que tener 10 puntos de C.I. por encima de la media a los 8 años incrementaba en un 10% las probabilidades de desarrollar rasgos maníacos a los 20 años.

Tener 10 puntos de C.I. por encima de la media a los 8 años incrementa en un 10% las probabilidades de desarrollar rasgos maníacos a los 20.

Por supuesto, no se trata del único estudio que ha encontrado una correlación entre la inteligencia y los trastornos emocionales. De hecho, hace algunos años investigadores de la Universidad de Kuopio echaron por tierra el mito de que solo los genios del arte, la música y la literatura sufren este tipo de problemas.

Estos psicólogos les dieron seguimiento durante 7 años a 195.019 jóvenes. Sus resultados, publicados en la American Journal of Psychiatry, desvelaron que a medida que aumentaba el rendimiento intelectual en el área de las matemáticas, también se incrementaba el riesgo de padecer esquizofrenia, psicosis o un trastorno bipolar.

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¿Cuestión de genes?

Durante décadas los científicos han intentado encontrar una conexión genética entre la creatividad y la inteligencia con los trastornos psicológicos. En este sentido, un estudio realizado en la Universidad de Toronto descubrió un vínculo entre la memoria y la curiosidad, entendida esta última como una característica de la inteligencia. La investigación publicada en la revista Neuron desveló que el receptor sensor de calcio a nivel neuronal es un factor común que incentiva la curiosidad y la memoria, pero que también se encuentra en la base del trastorno bipolar y la esquizofrenia.

Hace algún tiempo, psiquiatras de la Universidad de Semmelweis también descubrieron que la psicosis y la genialidad podrían estar unidas por un gen denominado neuregulin 1. Este gen es muy importante en la comunicación interneuronal, pero una variante influye en el funcionamiento de la corteza prefrontal del cerebro, específicamente la zona relacionada con el humor y los cambios de comportamiento, y puede causar trastornos como la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Resulta curioso que esa misma variación genética fue hallada en las personas que alcanzaron mayores puntuaciones en las pruebas de creatividad e inteligencia.

La mayoría de los genios nos muestra que desde pequeños se han sentido incomprendidos y excluidos.

La forma de pensar y el entorno también cuentan

Más allá de la posible determinación genética, lo cierto es que el medio en el que crece y vive la persona también influye en la aparición de los trastornos psicológicos. De hecho, la historia de la mayoría de los genios nos muestra que desde pequeños se han sentido incomprendidos y excluidos, lo cual ha marcado definitivamente su personalidad y ha influido en su visión del mundo.

«El destino de un genio es ser incomprendido, pero no todo incomprendido es un genio» – Emerson

Por otra parte, las personas más inteligentes y creativas también suelen procesar con mayor rapidez la información, lo cual incrementa las posibilidades de sufrir episodios maníacos. Además, son más propensas a encerrarse en su mundo interior, sobre todo cuando están inmersas en un proceso creativo, ya que suelen tener una enorme capacidad de concentración. Sin embargo, ese “don” tiene un lado oscuro ya que las aleja de los demás y debilita sus redes de apoyo social, lo cual las hace más vulnerables a sufrir diferentes problemas psicológicos.

“No existe un gran genio sin un toque de locura” –

Séneca
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