Actualizado el viernes, 11 septiembre, 2020
Patricia Fernández Martín
Psicóloga clínica Hospital Ramón y Cajal
Twitter: @patriileo
Reencontrarse con algo significa según la RAE: “Volver a encontrar” o “Recobrar cualidades, facultades, hábitos, etc., que se habían perdido”. Añadiría una tercera acepción más psicológica: “el reencuentro como garantía de que tu pasado existe”.
Y de hábitos reencontrados, en condiciones particulares y con prudencia, ha transcurrido este verano. El primer hábito recuperado ha sido volver a los museos; entre ellos, al Museo del Prado. El recorrido de su exposición: “Reencuentro” se hace inolvidable. Las obras se han elegido con excesivo cuidado y el montaje nos invita a deleitarnos con unos cuadros que, de alguna manera, pertenecen a nuestra identidad colectiva. Las obras de Velázquez, Rubens, Tiziano o Goya condicionan nuestro estado de ánimo y producen ligero desasosiego porque te preguntas si alguna vez estarás tan cerca de alguien como en los cuadros de El Greco, que no invitan precisamente a la distancia social.
Todos recordamos con ilusión la primera vez que visitamos esta extraordinaria pinacoteca, y cómo nos abrumaban tanto el tamaño como el contenido de sus lienzos. La temática predominantemente religiosa, coyuntural a la idiosincrasia de los siglos retratados, conecta con las vivencias de la pandemia y la necesidad de hacernos las grandes preguntas sobre los misterios y las vicisitudes de la vida: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? Y ¿Adónde vamos? Y es en ese “Adónde vamos”, donde se generan más dudas. Sobre todo, ante un otoño lleno de incertidumbres e interrogantes.
Pero antes de adentrarnos en el otoño, nos quedará en la memoria un “verano 2020” extraño. En esta época de presente continuo y de transición, de calma tensa y de impasse, hemos elegido viajes “sencillos”, mientras nos asolaba un sentimiento de pereza y de aburrimiento ante lo que anticipábamos como un verano “poco aprovechado”.
Su final nos ha dejado un poso, como de sensación de haber tenido una navidad que se ha adelantado en el tiempo. Ha sido el reencuentro con los familiares, con los pueblos, con la naturaleza, con los amigos cercanos. Pero sobre todo, ha sido un verano de esfuerzo y de adaptación, en el que hemos disminuido las expectativas, improvisado planes, y desarrollado la curiosidad para sorprendernos con lo que ya teníamos. La falta de ocio nocturno, nos ha devuelto conversaciones interminables con los más cercanos en las que hemos podido compartir miedos, anhelos, necesidades, incertidumbres, dudas…y replantearnos objetivos realistas de cara a este nuevo curso.
Cuando nos entristezcamos, recordemos que El Museo del Prado nos ha dado la clave del enigma. La cultura, como siempre, no decepciona e inocula el insight necesario para verlo todo más claro. Porque es ese reencuentro con lo cotidiano lo que nos salvará de la frustración y del miedo, para sobrevivir psicológicamente a este otoño.