Actualizado el martes, 30 noviembre, 2021
¿Os dais cuenta que el tonto y el malo siempre son el otro? Todos, alguna vez, hemos deseado tener más tiempo o dinero, pero rara vez, deseamos ser mejor persona, como si ya lo fuéramos siempre. Como si el malo siempre fuera el otro.
La cueva de ladrones es uno de los experimentos más famosos en el campo de la psicología social. Se utiliza para determinar los prejuicios sociales y empezó a emplearse en 1945 en la Universidad de Oklahoma (Estados Unidos).
La idea de este experimento es estudiar la evolución natural de las relaciones entre miembros de un grupo y cómo afectan a sus sesgos cognitivos.
Muzafer Sherif y Carolyn Sherif, profesores de la Universidad de Oklahoma, seleccionaron a 22 niños de 11 años de edad para llevar a cabo su estudio. Solo podían formar parte del grupo niños que no tuvieran antecedentes de mal comportamiento, con buen rendimiento escolar y una situación familiar estable porque buscaban que no hubiera condicionantes externos que influyeran en el transcurso natural del experimento.
Los chicos provenían de diferentes colegios, no se conocían y, sobre todo, no conocían la existencia del otro grupo. Los niños tampoco sabían que estaban realizando un experimento sociológico.
El experimento se realizó en un parque conocido como Cueva de ladrones
La actividad se realizaba en Oklahoma, en una zona conocida como el parque estatal de La cueva de ladrones, de ahí el nombre del experimento. Al llegar, los profesores dividieron a los jóvenes de manera aleatoria en dos grupos antes de enviarlos a un campamento de verano.
El experimento contaba con tres etapas. La primera se centraba en alentar el sentimiento de pertenencia al grupo para lo que los profesores desarrollaron muchas actividades que afianzaban las relaciones internas en cada grupo. Tardes en la piscina, caminatas juntos y diversas actividades recreativas se llevaron a cabo. También les tocó elegir una bandera y un nombre para cada grupo. El grupo A se denominaron Ágilas y el grupo B, Serpientes de cascabel.
Los profesores pudieron comprobar que los chicos comenzaron a identificarse con su grupo y desarrollaron un fuerte sentido de pertenencia con aquellos que pertenecían a su mismo grupo. Tampoco tardaron en desplegar su propia jerarquía y roles dentro del colectivo. Además, se acrecentaron los vínculos entre los miembros de cada campamento.
Los miembros de cada equipo empezaron a desarrollar vínculos entre ellos
Si no eres de los míos eres peor que yo
La segunda etapa desarrolló una fase de fricción. En ella, se buscaba generar situaciones para crear conflicto con el otro grupo. Se les empezó a confrontar verbalmente y fueron los mismos chicos los que pidieron a los profesores la creación de actividades y competiciones entre ambos para ver quiénes eran mejor. Los profesores accedieron e incluso premiaban a los ganadores. En esta segunda etapa se impuso el grupo B.
Al crear competición entre ambos, los grupos empezaron no solo a desarrollar un sentimiento de empatía hacia los integrantes de su mismo grupo, sino que empezaron a crear odio y resentimiento hacia los miembros del otro grupo aunque fueran chicos muy parecidos a ellos y viviendo situaciones muy similares.
Tras estas jornadas de competición la rivalidad entre los dos grupos se acrecentó. Ambos crearon sus propios conflictos externos a los juegos hasta el punto de no querer comer cerca del otro grupo. Esta etapa tuvo que acortarse antes de lo esperado, ya que se temía por los continuos enfrentamientos entre ambos y por el bienestar de los menores.
Los investigadores se vieron sorprendidos por lo fácil que resultó generar sentimiento de grupo y, también, crear la rivalidad y sentimiento de odio hacia el otro grupo.
La rivalidad empezó a crecer rápidamente, tanto que sorprendió a los investigadores
El poder de la colaboración para superar retos
Para terminar con la tercera y última etapa, los profesores trabajaron en la integración. Guiados por los investigadores, intentaron que los conflictos se resolvieran y las diferencias generadas de forma artificial fueran eliminadas.
Para ello, buscaron metas colaborativas y crearon una serie de actividades donde tuviera mucho peso la cooperación entre ambos grupos. Idearon un juego de rol en el que unos supuestos delincuentes les habían robado todas las reservas de agua. Con ello consiguieron tener un enemigo común y dejar a un lado sus diferencias para trabajar y lograr recuperar el acceso al agua. El malo ya no era el grupo A o el grupo B, era un tercer enemigo imaginario. No solo cooperaban entre ellos en esta y otras actividades, sino que los gestos solidarios se sucedían entre un grupo y otro.
La última fase consiguió que los pequeños empezasen a colaborar entre ellos
Cueva de ladrones demostró los peligros de enfrentar grupos, pero también que cuando se establecen problemas y metas comunes podemos resolver conflictos y conseguir juntos lo que no sería posible separado.
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