Actualizado el viernes, 5 mayo, 2023
¿Y si te dijera que tenemos un segundo cerebro capaz de regular muchas de nuestras emociones? Pues sí, en el estómago existen en torno a 100 millones de neuronas, muchas más de las que contiene la columna vertebral, motivo por el que los científicos lo han apodado como el «segundo cerebro».
Aunque su red neuronal no elabore pensamientos, influye en el estado de ánimo y en el sueño.
Al igual que el intestino, el estómago posee su propia red de células que permite poner en contacto el sistema digestivo y el cerebro, a través de los nervios vagos, que informan de todos los alimentos que pasan por él. Cuando la comida llega al estómago, se liberan al torrente sanguíneo muchas hormonas.
La bombesina: la hormona saciante
Entre estas hormonas que libera el estómago destacamos la bombesina, encargada de saciar y reducir la ingesta, la grelina, también llamada la «hormona del hambre», el péptido GLP1, el encargado de disminuir los niveles de glucosa en sangre y favorecer la contracción del estómago y la colecistoquinina (CCK), encargada de reprimir el apetito cuando llegan grasas o proteínas al estómago.
La grelina: la hormona del hambre
La hormona grelina ha demostrado ser la causante de muchos tipos de obesidad. Se ha descubierto que su liberación hace que aumente el apetito, se reduzca el gasto energético y, además, favorece la formación de nuevos cúmulos de grasa. Por tanto, ganas peso.
Sus niveles tienden a aumentar considerablemente antes de cada comida y bajan justo después de estas.
También afecta a nuestro aprendizaje
El problema es que las personas con problemas de obesidad tienen una concentración de esta hormona muy alta, antes y después de comer. Al no variar, el individuo nunca se siente saciado. Pero aquí no acaban sus funciones: la grelina es capaz de activar el hipocampo, una región cerebral relacionada con el aprendizaje y la memoria, según demuestran estudios recientes.
Hambre y agresividad
Las conexiones entre el cerebro y el estómago no acaban aquí. Otra de las más destacadas es la relación que hay entre el hambre y la agresividad. Según varios artículos científicos, los seres humanos nos comportamos más agresivamente cuando tenemos el estómago vacío. O, lo que es lo mismo, la sangre endulzada enfría el temperamento caliente.
Nuestra dieta nos aporta una fuente muy alta de triptófano, uno de los aminoácidos más importantes y necesarios para la producción de neurotransmisores que controlan las emociones a nivel cerebral. Así ocurre con la serotonina, que disminuye cuando no comemos, lo que aumenta nuestros niveles de agresividad.
¿Eras consciente de que tu estómago era tu «segundo cerebro»?
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