Actualizado el miércoles, 29 mayo, 2019
Naoto Matsumura, un japonés de 55 años, no tiene miedo al cáncer ni a morir con grandes dolores y malformaciones como le ocurrió a decenas de víctimas directas de Chernóbil. El conocido como ‘el guardián de Fukushima’ ha decidido exponer su cuerpo al aguijoneo de la radiación para cuidar a los animales que quedaron abandonados en las zonas contaminadas tras el cataclismo de la central.
El terremoto y posterior tsunami de Japón de 2011 provocaron una catástrofe instantánea y otra demorada, cuyos efectos perdurarían cientos de años. En la central atómica de Fukushima reventaron varios de los edificios que albergaban los reactores. Una semana después del accidente, los medidores registraron en las instalaciones unos niveles de radiación que superaban en 1.850 veces los límites permitidos. En poco tiempo, las partículas cruzaron el Océano Pacífico y fueron detectadas en California, aunque a niveles mucho menores.
El gobierno ordenó que se evacuara a toda la población en un radio de 30 kilómetros. Se trasladó a unas 170.000 personas hasta lugares seguros. Sin embargo, las autoridades no rescataron a todas las víctimas del veneno. Cientos de animales quedaron abandonados a su suerte. Permanecían encadenados, atrapados en jaulas o encerrados en establos. Matsumura se apenó por sus animales y regresó a su casa para alimentarlos y cuidarlos. Enseguida se percató de que muchas más criaturas requerían ayuda, de modo que decidió liberarlos y ocuparse de ellos.
Ahora vive en un área contaminada en un empeño que, de alguna forma, constituye un acto de justicia. Las fotografías evidencian que muchos de estos mamíferos pertenecieron a granjas. Estos seres dedicaban su existencia a alimentar al ser humano y, de repente, cuando la mano negra de la química les atacó, fue el mismo hombre el que se olvidó de ellos.
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