Actualizado el sábado, 26 marzo, 2022
En un pequeño pueblo de montaña de la India vivía un hombre que nunca había visto el mar. Sin embargo, había escuchado tantos relatos y descripciones asombrosas que decidió que no podía morir sin ver el mar.
Así, tomó otro trabajo y ahorró todo lo que pudo, céntimo a céntimo. Mientras tanto, suspiraba por ver el mar. Fueron años difíciles pero finalmente ahorró lo suficiente, pudo tomar un tren y viajó hasta la costa. Se sentía entusiasmado y lleno de alegría. Caminó hasta la playa y observó el maravilloso espectáculo.
Pensó: “¡Qué olas tan magníficas! ¡Qué espuma tan bella! ¡Qué agua estupenda!”
Se acercó hasta el agua, cogió un poco con la mano y se la llevó a los labios para probar su sabor. Entonces, muy desilusionado y abatido, pensó: “!Qué pena que siendo tan bella, sepa tan mal!”
Este cuento nos enseña que en muchas ocasiones nos desencantamos simplemente porque albergamos expectativas irreales. Por eso, no es exagerado afirmar que la principal causa de nuestros problemas no suele estar en las dificultades sino en nuestras expectativas y reacciones.
Y este magnífico corto, que tiene como protagonista a Olaf, el simpático muñeco de nieve de la película Frozen, nos brinda un excelente ejemplo de cómo nuestra mente puede jugarnos malas pasadas, haciendo que reaccionemos de manera inadecuada y creándonos más dificultades.
5 lecciones muy valiosas para la vida
1. Nuestras expectativas no son la realidad
No somos observadores objetivos. Cada vez que nos sucede algo, lo valoramos a través del prisma de nuestras experiencias, estereotipos y expectativas. Eso significa que, en muchas ocasiones, realizamos juicios y sacamos conclusiones de manera apresurada, aunque a veces vayan en nuestra contra. Obviamente, si reaccionamos ante la película que estamos viendo en nuestra mente y no ante la realidad, tendremos grandes probabilidades de equivocarnos. Por eso, es importante ser conscientes de que en muchas ocasiones nuestras expectativas nublan la realidad.
2. A veces nuestras reacciones, en vez de solucionar, agravan el problema
Imbuidos como estamos en nuestro mar de emociones, a veces no nos damos cuenta de que nuestras reacciones, en vez de ayudarnos a solucionar el problema, lo agravan. Por eso, antes de reaccionar siempre es conveniente tomarse un tiempo, aunque sea para respirar profundamente, dar un paso atrás y adoptar una distancia psicológica que nos permita ver el cuadro completo. Saber que en ocasiones somos nosotros quienes empeoramos el problema o añadimos dificultades que no existían, nos ayudará a asumir una actitud más objetiva.
3. Todo problema encierra una oportunidad, aunque a veces no la veamos
Cuando estamos inmersos en la adversidad es muy difícil ver el lado positivo. Sin embargo, de las situaciones aparentemente más negativas podemos extraer grandes enseñanzas y aprovecharlas para crecer y mejorar nuestra vida o, simplemente, ampliar nuestro universo. En otros casos los problemas nos animan a acercarnos a los demás, por lo que podemos encontrar a personas excepcionales que nos sirvan de inspiración o nos ayuden —lo que se conoce como “tutores de resiliencia”—. En cualquier caso, lo más importante es que seamos conscientes de que los problemas nos sirven para crecer, aunque a veces ese crecimiento puede ser doloroso.
4. «Quien sufre antes de tiempo, sufre más de lo necesario»
Esta frase de Séneca ya tiene varios siglos, pero lo cierto es que se nos olvida demasiado a menudo. De hecho, el psicólogo Paul Watzlawick solía afirmar que los seres humanos tenemos un “talento innato para la tragedia”. Aunque no siempre somos conscientes de ello, en muchas ocasiones ni siquiera reaccionamos ante los acontecimientos sino que respondemos ante los peores escenarios que imaginamos en nuestra mente. De esta manera terminamos sufriendo innecesariamente y nos sumimos en un círculo vicioso de expectación aprensiva.
5. En ciertas situaciones solo es necesario saber fluir
Un principio fundamental del taoísmo es el wu-wei, que significa literalmente: no acción. Según esta idea, debemos aprender a seguir el curso natural de los acontecimientos, lo cual no significa no hacer nada y permanecer inactivos sino aprender a confiar en el curso de la vida y aprovechar las circunstancias según se vayan presentando. De esta manera podemos llevar adelante nuestros proyectos y enfrentarnos a las dificultades sin que estas se conviertan en una fuente de preocupación o sufrimiento inútil.
Y tú, ¿cómo reaccionas ante las dificultades?
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