Actualizado el domingo, 23 junio, 2019
«Humanidad», tiene dos posibles acepciones. Una de ellas es: “El conjunto de todos los seres humanos”. Y la otra: “Capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas”. ¿Por qué comparten término éstas dos ideas? ¿Tienen el conjunto de seres humanos siempre la capacidad de sentir solidaridad hacia sus semejantes?¿Nos exime de no ser humanitarios sentir insensibilidad hacia otras especies que no sean la humana?
Lo cierto es que, en nuestra sociedad, parecemos saber delimitar a grandes rasgos, aquello que se encuentra fuera de lo considerado “humano”.
Vemos vídeos de torturas que juzgamos, nos emocionamos con aquellos otros que demuestran la bondad de las personas y somos capaces de sentir tristeza con dramas ajenos.
Pero, la diferencia, como en muchos casos, está en los pequeños matices que definen nuestros actos. Pequeñas costumbres del día a día que nos alejan de nuestro lado más desinteresado.
Si partimos de la teoría de la Nueva Síntesis del doctor E.Osborne Wilson, la Sociobiología explica que el altruismo existe porque beneficia a los genes del individuo que la emite.
Esta idea surge a raíz de una ecuación sin resolver en la teoría de la selección de la especie, ahí donde Darwin no supo justificar el porqué del comportamiento de seres dispuestos a morir por su comunidad (tales como hormigas o abejas).
Bien, para Wilson, la humanidad se forma a raíz de un comportamiento colectivo. De la fortaleza del ser humano en cooperación con sus semejantes, de la inteligencia social requerida durante siglos para la supervivencia. Es decir, el altruismo forma un papel fundamental en la supervivencia, de ahí, podríamos decir que el altruismo es innato porque partimos y nacemos gracias a que éste existe. Un grupo de no-cooperantes está condenado a extinguirse más rápido que un grupo de cooperantes en una comunidad, lo que indica que el gen superviviente es el cooperante.
Nos resulta forzoso creer estas teorías cuando leemos sobre guerras, neoliberalismo, esclavitud, intereses y corrupción política. Pero es entonces, cuando nos descubrimos navegando por el mundo virtual, con un ratón y un teclado en busca de historias que nos hagan creer aún en el lado bueno de las personas, esas que nos enganchan son aquellas en las que admiramos de los demás esa valentía desinteresada.
Uno de los estudios que más nos ha impactado, es el creado en el instituto Max Plack por Michael Tomasello, en el que nos explica, en un pequeño vídeo, esta naturaleza “humana” con niños pequeños y situaciones cotidianas.
Si existe ser espontáneo es, sin duda, un niño pequeño. De esta forma se ha tangibilizado esa idea ilusa de la bondad de las personas. Échale un vistazo al vídeo y observa cómo para ellos, no existe otra alternativa.
Después de ver esto, podemos decir que el altruismo está en nuestra alma. Existe en una parte de nosotros, a veces más grande, otras más pequeña. Y, aunque, esa imagen se vea ensuciada a diario en gran parte del sistema social y, aunque, un estudio sobre algunos niños no nos devuelva la fe en la humanidad, es cuestión de querer creer, de alimentar esa esperanza en nuestra especie.
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