Actualizado el jueves, 18 mayo, 2023
Mientras nos adentramos en una nueva recesión económica tras la crisis sanitaria del coronavirus, la guerra en Ucrania, crece a la misma velocidad que la desesperanza: la falta de movilidad social hace que las generaciones jóvenes, sobre todo aquellas con menor nivel de ingresos, se encuentren ahora con menos posibilidad de ascender que sus padres.
Por desgracia vivimos en un mundo de desigualdad en el que no toda la gente tiene las mismas oportunidades, algo que podemos observar a diario. La educación para los hijos es fundamental, pero el acceso a ésta varía dependiendo de los recursos económicos disponibles y del contexto social en el que se habita. A pesar del auge que ha habido de la clase media con el desarrollo del estado del bienestar hoy parece que iniciamos un camino hacia la polarización de las clases sociales.
Por desgracia con los años algunas personas pierden las esperanzas de tener acceso a los estudios superiores. Entre varios motivos existe la necesidad de conseguir trabajo que ayude a obtener los ingresos necesarios para llegar a fin de mes. Los trabajos poco cualificados demandan cada vez más tiempo por una baja remuneración lo que restan capacidad de dedicación a los estudios. Y con ello se inicia una espiral que solo logra agudizar aún más la desigualdad.
Esta es la premisa que el diseñador Toby Morris desarrolló con gran agudeza en una tira cómica que muestra la historia de dos niños en situaciones muy diferentes, retratando la situación de desigualdad que vive mucha gente alrededor del mundo.
La mentira de la Meritocracia
La idea de la meritocracia es seductora; que si trabajas duro y tienes talento, tendrás éxito. Pero en realidad, es una mentira. La verdad es que el éxito está determinado por una combinación compleja de factores que incluyen suerte, privilegios y conexiones. Esto significa que aquellos que tengan la combinación correcta de estos factores tendrán más probabilidades de éxito que aquellos que no la tengan. Como tal, la meritocracia perpetúa la desigualdad y no reconoce el valor del verdadero talento.
La mentira de la meritocracia es un concepto que se analiza desde la perspectiva de la justicia social y cuestiona la creencia de que el éxito y el estatus social se basan únicamente en el mérito individual y el esfuerzo personal. La meritocracia sugiere que aquellos que tienen éxito en la vida lo logran principalmente debido a sus habilidades, talento y trabajo arduo.
Sin embargo, la realidad es que el éxito y el acceso a oportunidades no son distribuidos de manera equitativa en la sociedad. Existen numerosos factores estructurales, históricos y socioeconómicos que influyen en las oportunidades disponibles para las personas, lo que socava la idea de una meritocracia plena.
La justicia social argumenta que las desigualdades y las barreras sistemáticas dificultan que las personas logren el éxito de acuerdo con su mérito individual. Estas desigualdades pueden incluir la discriminación racial, de género, de clase y de origen étnico, entre otras.
Las personas que nacen en entornos desfavorecidos, con menor acceso a la educación de calidad, atención médica adecuada o redes de apoyo, se enfrentan a obstáculos significativos para lograr el éxito y la movilidad social. Mientras tanto, aquellos que nacen en familias más privilegiadas tienen más oportunidades y recursos a su disposición, lo que les brinda una ventaja inicial injusta.
Además, las estructuras sociales y económicas pueden perpetuar desigualdades sistemáticas. Por ejemplo, existe una concentración de poder y riqueza en manos de unos pocos, lo que limita las oportunidades para otros. La discriminación estructural y las barreras invisibles también pueden sesgar la toma de decisiones y perpetuar la desigualdad en los ámbitos laborales y educativos.
La meritocracia, por lo tanto, no tiene en cuenta estos factores y desafíos que enfrentan las personas, lo que lleva a la creencia engañosa de que el éxito individual se logra solo mediante el mérito. Ignorar las desigualdades y culpar a aquellos que no logran el éxito es injusto y socava los esfuerzos para promover la justicia social.
Desde la perspectiva de la justicia social, es fundamental reconocer y abordar estas desigualdades estructurales y trabajar hacia un sistema más equitativo, que brinde a todas las personas igualdad de oportunidades y una base justa para lograr el éxito. Esto implica políticas y medidas que promuevan la igualdad de acceso a la educación, la atención médica, el empleo y otros recursos necesarios para prosperar en la sociedad.
En un mundo donde la idea de «meritocracia» es fuerte, parece que el trabajo duro es la única vía a la prosperidad. Sin embargo, esta idea de que el mundo es justo y que solo aquellos que trabajan duro triunfarán es una mentira. Aunque todos merecen una oportunidad de éxito, no todos tienen las mismas oportunidades.
Hay barreras institucionales que dificultan la igualdad de oportunidades y el éxito. Por ejemplo, algunas personas tienen el privilegio de asistir a mejores escuelas, tienen acceso a un entrenamiento superior, tienen contactos profesionales que les pueden ayudar a avanzar en sus carreras, o tienen acceso a la información que les da ventaja sobre la competencia. Estos privilegios, lejos de ser la consecuencia de la meritocracia, de hecho, refuerzan la desigualdad de la misma.
Otra forma en que la meritocracia es una mentira es que la clase social y el género se usan a menudo como predecesores del éxito. Aunque la meritocracia sugiere que el mérito está ligado al trabajo duro, la realidad es que los privilegios y desventajas de clase y género a menudo tienen una influencia significativa en el éxito.
Por lo tanto, es importante recordar que la meritocracia no existe en un sentido real. Aunque todos merecen una oportunidad de éxito, la realidad es que la igualdad de oportunidades no existe. La desigualdad de clase, género y otros privilegios institucionales pueden tener un
La injusticia social crea desigualdad de oportunidades
La injusticia social se refiere al trato desigual o discriminatorio al que están expuestas algunas personas o grupos sociales, lo que les impide tener las mismas oportunidades que otros. Esto puede ser un resultado de la discriminación por motivos de género, raza, religión, edad, discapacidad, origen nacional, estatus socioeconómico u otros factores.
La desigualdad de oportunidades afecta a muchas personas en todo el mundo. Esto puede incluir el acceso a la educación, la posibilidad de obtener empleo o el acceso a servicios para personas con necesidades especiales. Esto afecta a las personas de todos los grupos socioeconómicos y sufre aún más a aquellos que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.
La desigualdad de oportunidades también se puede manifestar en el entorno laboral. Por ejemplo, mujeres y personas de color a menudo se enfrentan a la discriminación en el lugar de trabajo. Esto se ve reforzado por los sistemas de salarios desiguales, por lo que las personas de estos grupos tienen menos probabilidades de conseguir empleos bien remunerados y tienen menos oportunidades de ascender.
Para abordar la desigualdad de oportunidades, es necesario reconocer sus raíces y establecer políticas para abordar las injusticias que las causan. Las leyes antidiscriminación son necesarias para garantizar que todas las personas tengan las mismas oportunidades de éxito. Además, se deben implementar programas de educación y formación para apoyar a los grupos desfavorecidos.
El humilde emprendedor que sólo con un esfuerzo logra que su idea, tan original y disruptiva, se transforme en un caso de éxito… es mitología empresarial. Las biografías y artículos sobre su éxito nos detallan cómo superaron obstáculos que nuestro héroe ha debido sortear para llegar hasta lo más alto. La lección última siempre es la misma: si quieres, puedes. Si él pudo, superando tantas dificultades, quizá tú también. Y en consecuencia, si no tienes éxito, es tu culpa o tu responsabilidad.
Y es una frase falaz ya que sólo es verdad en parte. Es cierto que para tener éxito debes superar obstáculos. Pero también es cierto que con el mismo esfuerzo, dedicación, pasión… no todos llegan al mismo punto porque no todos partían del mismo lugar o las mismas condiciones.
Veamos tres ejemplos sencillos: Uno muy recurrente es el de Jeff Bezos y su deprimente primera sede de Amazon hace más de veinte años. En la mitología empresarial, nacer en una cochera es la prueba indeleble de los orígenes humildes. Pero suele estar repleta de falacias narrativas ya que si Bezos pudo llegar hasta donde está hoy se debe, en parte, a que sus padres le entregaron más de $240.000 dólares para evitar que su idea, Amazon, fracasara.
Bezos requirió del dinero de sus padres. Gates de los contactos de su madre. En ambos casos, fueron unos privilegiados. La mayor parte de las familias no cuentan con la suerte de canales de influencia que la familia del fundador de Microsoft tenía a su alcance a principios de los ochenta, y que jugaron un papel crucial en el éxito posterior, también pionero, de la compañía. Son dos caras de una misma moneda. Por ejemplo, la pobreza extrema atrapa a una familia en España hasta cuatro generaciones, es decir, ese hogar necesita 120 años para obtener unos ingresos que le permitan salir de esa situación, que obliga a sus miembros a vivir con menos oportunidades de estudios, más dificultad para conseguir un trabajo digno y peor salud. Y en países como Italia, las familias ricas son prácticamente las mismas desde el Renacimiento.
A menudo, los éxitos empresariales se explican si consideramos la posición social de los padres, un predictor muy preciso de la riqueza de los hijos. Veamos el último ejemplo.
La aventajada posición social y económica de los padres de Mark Zuckerberg le permitió asistir a la Academia Phillips Exeter, uno de los centros educativos más antiguos de Estados Unidos y frecuentado por las élites políticas y financieras. El coste por curso es de unos $57.000 al año cuando los ingresos anuales de la familia estadounidense de clase media son: $56,516.
Tal y como vimos en las viñetas del cómic anterior, no fue el único privilegio del que disfrutó. Cuando tenía once años, sus padres contrataron a un reputado desarrollador, David Newman, para que le diera clases particulares una vez por semana. Nada de lo anteriormente descrito niega el talento o el mérito de Bezos, Gates o Zuckerberg. Todos ellos tuvieron ideas revolucionarias y crearon productos atemporales, generacionales. Simplemente lo contextualiza. Sus padres fueron críticos en su formación, en su viabilidad económica o en su capacidad para estar en el lugar adecuado en el momento justo. No se hicieron a sí mismos. Se apoyaron en las redes familiares y sociales que tenían a su alcance para cimentar su éxito.
Aquí todos los detalles de estas tres historias de éxito vía Magnet Xataka
Desigualdades y Meritocracia en España
«La movilidad social existe porque la igualdad de oportunidades y la meritocracia son principios que nos vertebran, son parte de los grandes discursos sociales
Marta Gutiérrez Sastre, profesora de sociología en la Universidad de Salamanca
La movilidad es tan baja que depende prácticamente por completo de tu origen social seremos una sociedad con muchos problemas. Sobre todo, porque a la población le pasaría como en el Medio Oeste americano, donde no ven esperanza. Una cosa es ser pobre, y otra no tener esperanza de no dejar de serlo nunca.
Otros nombres como Ivan Krastev y Stephen Holmes comparten también la misma perspectiva, pero situándolas en el concreto contexto estadounidense. La pérdida de empleos fijos y bien pagados por parte de las capas más bajas entre las clase media blanca estadounidense supuso un golpe tan duro para su amor propio como para su bienestar material, afirman en su ensayo La luz que se apaga. Es parte, según explican, no solo de la elección de Donald Trump, sino de la pérdida de fe global en el liberalismo. Trump les dice que importan, que su voto cuenta. Están abandonados o jodidos, y han estado esperando mucho tiempo a que alguien les diga que su vida importa. Con la vista puesta en el otro lado del charco, quizá la conclusión sea que el ascensor social es un problema global del capitalismo.
Desde el inicio de la crisis por el COVID-19, la pérdida de renta media entre las personas más pobres fue de un 21%, mientras que entre las más ricas fue de un 2,1%
Rawls, justicia social y el velo de la ignorancia
John Rawls fue un filósofo político y moral estadounidense, que desarrolló una teoría de justicia social conocida como «teoría de la justicia». En esta teoría, Rawls defiende la idea de que la justicia social debe ser determinada a partir de un «velo de ignorancia» que supuestamente permite a las personas establecer una sociedad justa sin ser influenciadas por sus propios intereses o condiciones personales.
Según Rawls, el velo de ignorancia implica imaginar una situación en la que no se conoce ninguna información sobre uno mismo, incluyendo la riqueza, la inteligencia, la salud, la raza, la religión, etc. Bajo este velo, la sociedad justa sería aquella en la que las personas establecerían normas y principios que serían equitativos para todos, independientemente de sus condiciones personales.
Rawls escribió mucho y muy profundo, pero lo que más conocemos los profanos es su teoría de la justicia: Rawls imagina que la forma más justa de organizar una sociedad es por previo acuerdo de los participantes, es decir, decidiremos cómo es la sociedad sin saber qué puesto ocuparemos luego en ella (esto lo llamaba “el velo de la ignorancia”), si seremos ricos o pobres, privilegiados u oprimidos, de modo que todo el mundo preferirá la sociedad más justa, no vaya a ser que luego nazca por azar en el lado malo, como le pasa a tanta gente. El contrato social así surgido, dice Rawls, será el más justo posible. Me recuerda a cuando uno corta la tarta sabiendo que va a ser el último en elegir su trozo: tratará de hacer las porciones lo más equilibradas posibles, para no quedarse con una demasiado pequeña.
En resumen, para Rawls, la justicia social se logra a través de una sociedad que es justa para todas las personas, independientemente de sus diferencias individuales, y el velo de ignorancia es una herramienta para ayudar a garantizar que esto se logre.
El filósofo político John Rawls es conocido por su teoría de la justicia como equidad, que aborda la idea de la justicia social desde una perspectiva contractualista. Una de las herramientas clave en su teoría es el «velo de la ignorancia».
El velo de la ignorancia es un concepto imaginario que se utiliza como punto de partida para diseñar una sociedad justa. En este escenario hipotético, las personas se encuentran detrás de un velo que les impide conocer su posición social, económica, habilidades o talentos particulares, así como cualquier detalle sobre su vida personal.
La idea detrás del velo de la ignorancia es que, al no saber qué lugar ocuparán en la sociedad, las personas tomarán decisiones imparciales y justas sobre cómo organizarla. Al estar en igualdad de condiciones y sin información privilegiada sobre sí mismos, nadie tendrá incentivos para diseñar un sistema social que beneficie solo a unos pocos en detrimento de otros.
Desde esta posición de «ignorancia», Rawls argumenta que las personas tenderían a buscar un sistema en el cual la distribución de los bienes y las oportunidades beneficie a todos de la mejor manera posible, especialmente a los menos favorecidos. Esto se basa en el principio de diferencia de Rawls, que establece que las desigualdades económicas y sociales deben ser estructuradas de tal manera que sean para el mayor beneficio de los menos favorecidos en la sociedad.
El velo de la ignorancia actúa como un dispositivo para garantizar que no haya privilegios injustos o desventajas inherentes en la estructura social. Es una forma de asegurar que la justicia social sea considerada desde una posición imparcial y equitativa, sin tener en cuenta las circunstancias particulares de cada individuo.
En resumen, el velo de la ignorancia es una herramienta conceptual utilizada por Rawls en su teoría de la justicia como equidad. Al situarse detrás de este velo, las personas pueden diseñar principios de justicia social de manera imparcial y equitativa, asegurándose de que los beneficios y las cargas de la sociedad sean distribuidos de manera justa, especialmente en favor de los menos favorecidos.
Quino y la viñeta de las desigualdades
El viaje de un hillbilly hacia el éxito emprendedor
El término «hillbilly» es un término peyorativo utilizado para describir a los habitantes rurales de las montañas y colinas de los Estados Unidos, especialmente en las regiones del sureste y del medio oeste. Se refiere a personas que se consideran poco cultivadas y sin educación, y a menudo se asocia con estereotipos de personas de clase baja, alcohólicas y violentas. Este término se ha utilizado históricamente para marginar a ciertos grupos de personas y debe evitarse ya que es ofensivo.
JD Vance se crió en una casa rota y oxidada en Middletown, Ohio. Crecer en la pobreza y en un vecindario difícil lo llevó al fracaso, pero superó todas las probabilidades para tener un éxito tremendo. Su historia arroja luz sobre todos los demás campesinos que esperan que otro mundo sea posible.
El Sueño Americano suele ser una historia sobre cómo salir de la pobreza, romper con una educación desfavorecida y apuntar a las estrellas. Si logra el sueño americano, demuestra que todo es posible, incluso cuando las probabilidades están en su contra.
Os contaremos una historia clásica del sueño americano desde la perspectiva de un ex hillbilly convertido en empresario exitoso. JD Vance creció en un contexto familiar de peleas frecuentes, problemas de dinero y una puerta giratoria de figuras paternas, pero aún así logró triunfar, primero en el Cuerpo de Marines y luego en una firma de inversión líder en Silicon Valley.
“Campesinos de clase media”, una opción que ya no existe en la actualidad
JD Vance nació como un montañés . Creció en la pobreza en una ciudad siderúrgica de Ohio que se había desangrado tanto de sus trabajos como de sus esperanzas. Por eso se identifica con millones de estadounidenses blancos de clase trabajadora de ascendencia escocesa e irlandesa, personas que rara vez tienen títulos universitarios y que experimentan la pobreza como una tradición familiar.
Pero para comprender verdaderamente este linaje, debemos volver a la vida de sus abuelos. Ellos también eran campesinos y su experiencia era típica de este grupo.
Conocidos cariñosamente como Mamaw y Papaw, nacieron alrededor de 1930 en Jackson, Kentucky. Eran gente de las colinas o montañeses, como se les llama a los residentes de los Apalaches, a veces de manera despectiva.
En busca de trabajo, se fueron de Kentucky a Middletown, Ohio, donde Papaw consiguió un trabajo en Armco, una importante empresa siderúrgica. Y no fue el único. Durante la década de 1950, Armco reclutó agresivamente a residentes de Kentucky, inundando los pueblos y ciudades de Ohio con personas como los abuelos de JD.
Este trabajo de fábrica permitió a la pareja jubilarse cómodamente en la clase media. Pero hoy, la situación de los hillbillies es muy diferente. Ciudades como Jackson, Kentucky, han sido devastadas por la pobreza.
Como resultado, en muchos casos, la gente de las montañas es sinónimo de «gente pobre». Prácticamente un tercio de Jackson está empobrecido, incluida la mitad de sus hijos. Aunque las escuelas públicas se encuentran en tan mal estado que el estado ha tomado el control de ellas, los padres locales no tienen más remedio que inscribir a sus hijos en escuelas secundarias que apenas envían estudiantes a la universidad.
La gente de Jackson también tiene una salud física en general mala. Un documental de noticias de ABC de 2009 sobre los Apalaches de Estados Unidos informó que los niños pequeños sufren dolorosos problemas dentales, a menudo causados por el consumo excesivo de refrescos azucarados.
Pero si bien Jackson es un excelente ejemplo de la pobreza de los Apalaches, esta difícil situación es común en las ciudades y pueblos de la región, que se han visto agotados por la subcontratación de empleos. Aprenderás cómo este cambio industrial afectó la vida personal de los hillbillies que llaman hogar a Appalachia.
El tío de JD describe el hogar de la infancia que compartió con Bev, la madre de JD, como un hogar feliz de clase media. Pero para un observador externo, su descripción color de rosa parece fuera de lugar. De hecho, estaba constantemente al borde del colapso. Esta es la historia:
Bev nació en 1961 y, a mediados de la década de 1960, la bebida de su padre se había salido de control. Una Nochebuena, Papaw regresó a casa borracho y exigió una cena recién hecha. Cuando uno no se materializó, arrojó el árbol de Navidad de la familia por la puerta trasera.
En otra de las noches de bebida particularmente violentas de Papaw, Mamaw le dijo que lo mataría si alguna vez volvía a casa borracho. Y ella no estaba bromeando. Una semana después, cuando Papaw se quedó dormido borracho, sacó un recipiente de gasolina del garaje, roció a su marido con él y le prendió fuego. Increíblemente, logró sobrevivir al incidente con solo quemaduras leves, pero el matrimonio fue difícil, por decir lo menos, y la madre de JD lo pasó mal.
El propio Vance nació en 1984 y se crió en un barrio pobre de Middletown, Ohio. Cuando le robaron dos bicicletas de su comunidad en la misma semana, tuvo claro que el área se había ido cuesta abajo desde la infancia de su madre.
Mientras tanto, la empresa siderúrgica Armco, que alguna vez fue un sustento económico para sus abuelos, se estaba agotando rápidamente. Los trabajos de fabricación estadounidenses se exportaban a Asia, y Armco estaba haciendo lo mismo, permitiendo que la ciudad cayera en la pobreza.
Los blancos de clase trabajadora que llamaban hogar a la ciudad no tenían otro lugar adonde ir, y el valor decreciente de sus casas los atrapó en barrios cada vez más pobres. Hasta el día de hoy, Middletown está inmersa en una lucha económica. A pocas empresas locales les va bien y muchas han cerrado sus puertas por completo. Una calle que alguna vez sirvió como fuente de orgullo de la ciudad ahora es principalmente una cita para los adictos a las drogas.
Casi al mismo tiempo que JD estaba dando sus primeros pasos, sus padres estaban solicitando el divorcio. Durante varios años después de que se separaron, su padre estaba cada vez más distanciado y, a la edad de seis años, Bob, el nuevo marido de su madre, adoptó al niño.
Durante el mismo período, su madre obtuvo su licencia de enfermería. Si bien nunca había ido a la universidad, tenía un profundo compromiso con la educación. Ella lo sobrecargó de libros y su familia fue generalmente feliz.
Desafortunadamente, no duraría; cuando tenía nueve años, las peleas y la violencia también se hicieron comunes en su hogar.
Durante ese año, su madre y Bob decidieron mudarse al condado de Preble, unas millas al noroeste de Middletown. Después de la mudanza, sus peleas se intensificaron, a menudo manteniéndolo despierto.
Al mismo tiempo, JD empezó a tener peores resultados en la escuela. El trauma que estaba experimentando en casa estaba afectando sus calificaciones y afectando su salud.
Pero a pesar de todos estos problemas, había más problemas a la vuelta de la esquina. Su madre había estado en una aventura de años con un bombero local, y cuando Bob finalmente la confrontó al respecto, ella chocó intencionalmente su nueva minivan en su primer intento fallido de suicidio.
Después de este evento aterrador, JD y su madre se mudaron de regreso a Middletown, que ahora estaba invadida por las drogas y el alcohol. Su madre sufría de alcoholismo y un día, para disculparse por beber, lo llevó al centro comercial a comprarle unas tarjetas de fútbol. En el camino, en respuesta a algunas pequeñas críticas, pisó el acelerador y amenazó con matarlos a ambos.
Eventualmente se detuvo sin chocar el auto y en lugar de un choque fatal, le dio una paliza seria. Estaba tan fuera de control que la policía tuvo que llevársela esposada.
Afortunadamente, su padre biológico pronto volvería a su vida con una nueva visión. Se había convertido en un cristiano devoto, y no pasaría mucho tiempo antes de que JD llegara a amar a su padre y a la iglesia.
JD creció con un elenco de figuras paternas en constante cambio, ya que su madre intercambiaba novios con frecuencia. Pero siempre hubo una fuerza masculina estable en su vida: su abuelo, Papaw.
Papaw practicaba matemáticas con él y, aunque no lo había hecho él mismo, le enseñó a respetar a las mujeres.
Como resultado, la muerte de Papaw cuando JD tenía trece años, golpeó mucho al niño y a su madre aún más. Fue entonces, mientras luchaba con el fallecimiento de su padre, que su madre finalmente fue ingresada en una clínica psiquiátrica.
En este punto, estaba saliendo con Matt, un bombero. Tenía problemas para procesar la muerte de su padre y comenzó a gritarle a las personas que la amaban: Matt, pero también a la hermana mayor de JD, Lindsay. Comenzó a tomar narcóticos recetados y pronto perdió su trabajo en el hospital después de pasar por la sala de emergencias en patines.
No mucho después de eso, intentó suicidarse nuevamente cortándose las muñecas. Después de este segundo intento fallido, fue ingresada en atención psiquiátrica y se inscribió en rehabilitación de drogas.
En cuanto a JD, se mudó con su abuela, Mamaw, y continuaría moviéndose repetidamente durante su adolescencia. Cuando su madre salió del hospital psiquiátrico, volvió a vivir con su padre biológico. Si bien su madre insistió en que se mudara a la casa de Matt en Dayton, Ohio con ella, él se negó con vehemencia; tenía amigos en la escuela que no quería perder.
Poco después de esto, regresó a la casa de Mamaw. La vida con su padre había sido tranquila y pacífica, pero Mamaw quería que volviera y él quería estar con ella.
Si bien encontró tranquilidad en la casa de Mamaw, esta paz no duraría. Su madre se volvió a casar, esta vez con un hombre llamado Ken, y trasladó a JD con ella a su casa. Fue el cuarto hogar del adolescente en solo dos años.
Comprensiblemente estaba agotado. Este carrusel de personas y lugares en perpetua rotación había pasado factura.
Vivir con su abuela cambió su vida
Ahora en Miamisburg, en la casa del nuevo esposo de su madre, Ken, JD se sintió atrapado en la casa de un extraño. Nunca se había sentido tan solo en su vida.
Naturalmente, sus calificaciones reflejaron este sentimiento y casi abandona la escuela secundaria. Pero por suerte para él, la relación de su madre con Ken no duraría. Cuando se separaron, volvió a vivir con Mamaw. Vivir con ella durante los próximos tres años le salvaría la vida.
Mamaw tenía tres reglas: sacar buenas notas, conseguir un trabajo y ayudarla. Ella las hizo cumplir estrictamente y JD cumplió felizmente.
Durante este período, aprendió mucho gracias al apoyo de su abuela. Por ejemplo, cuando comenzó a tomar clases de matemáticas avanzadas, su abuela gastó $ 180 para comprarle una calculadora gráfica, enseñándole sus valores y obligándolo a comprometerse con su trabajo escolar.
A pesar de sus estrictas reglas, finalmente estaba viviendo una vida armoniosa y divirtiéndose mucho. Las cosas estaban volviendo a la normalidad y sus calificaciones empezaron a subir.
Pero la casa de Mamaw no solo le dio un refugio temporal del mundo; también le dio la esperanza de una vida mejor en el futuro. Como resultado, superó el SAT, pero lo más importante, estaba feliz.
Sin embargo, como muchos jóvenes, no sabía qué hacer con su vida. Sus opciones eran básicamente la universidad o los marines y, asustado por la experiencia universitaria desestructurada, optó por lo último.
Como resultado, pasó sus primeros cuatro años de edad adulta en el ejército, aprendiendo a vivir como un adulto; aprendió de todo, desde la importancia del buen estado físico hasta la higiene personal e incluso cómo administrar sus finanzas, tomando clases sobre cómo hacer el balance de una chequera, ahorrar para el futuro y comenzar a invertir.
Pero lo más importante, aprendió que el liderazgo no se trata de mandar a la gente; se trata de ganarse el respeto y escuchar a los demás.
Mientras estaba en los Marines, la abuela de JD falleció. Fumaba desde hacía mucho tiempo y, a los 71 años, sus pulmones simplemente se agotaron. Probablemente ya esté claro que Mamaw fue lo mejor que le pudo haber pasado, y el esfuerzo que hizo valió la pena.
En gran parte gracias a su apoyo, comenzó la universidad en la Universidad Estatal de Ohio en 2007. Estaba emocionado de comenzar este nuevo capítulo y de hacerse un hogar en Columbus.
Los marines le habían dado una sensación de invencibilidad; estaba obteniendo A y no tenía problemas para cuidarse a sí mismo. Este optimismo profundamente sentido contrastaba poderosamente con el pesimismo que sentía al pensar en sus vecinos en Middletown.
Finalmente creyó que, si trabajaba lo suficiente, podría conseguir un trabajo bien remunerado. Entonces, en 2009, después de solo dos años, se graduó de Ohio State con una doble especialización, summa cum laude, y otro sueño: la escuela de leyes.
Siguió comprometido y en 2010 consiguió un lugar en Yale para estudiar derecho. Este nuevo capítulo fue abrumador para él, pero por buenas razones.
Yale desafió sus expectativas de sí mismo. Después de todo, no conoció a ningún graduado de la Ivy League mientras crecía. Fue la única persona de su familia inmediata que asistió a la universidad y la única persona de su familia extendida que asistió a una escuela profesional.
Así que, aunque sobresalió, obtuvo buenas calificaciones y consiguió un trabajo para el abogado principal de un senador de los Estados Unidos, siempre fue una anomalía en Yale. Era uno de los niños más pobres de allí y tenía claro lo diferente que era de sus compañeros de clase.
Escapar de la pobreza
Durante su tiempo en Yale, JD se enamoró de un compañero de clase. Su nombre era Usha, y pronto empezarían a salir, lo que le ayudaría a sentirse como en casa en su nuevo entorno de la Ivy League. La importancia de esta transformación realmente no puede exagerarse, ya que Yale se trata de a quién conoces.
Sus experiencias en este entorno le enseñaron lo que los economistas llaman capital social : las redes de personas e instituciones que los seres humanos utilizan para su beneficio económico. Después de todo, en Yale, la creación de redes es tan natural como respirar. Los estudiantes no envían currículums al graduarse; solo conocen gente. Como resultado, pueden enviarle un correo electrónico a un amigo o hacer que su tío haga una llamada y contar con un trabajo o al menos una entrevista.
JD sabía que la única forma de conseguir una entrevista cuando solicitara un puesto con un juez federal poderoso era si su profesor empujaba su solicitud. Fue con este capital social recién descubierto que finalmente lo logró. Venció las probabilidades y nunca volvería a ser pobre.
Este logro es realmente sorprendente, ya que hay varios estudios que muestran que las “experiencias adversas de la niñez” como las que sufrió JD hacen que los niños tengan un desempeño deficiente en la escuela y luego padezcan ansiedad, depresión, obesidad e incluso enfermedades cardíacas. Sin embargo, JD superó su educación traumática, se graduó de Yale, encontró un buen trabajo y se estableció felizmente con Usha.
¿Qué podemos aprender de su experiencia?
Podemos construir políticas que se basen en una comprensión más fundamental de las barreras que bloquean el éxito de personas como JD. Tal enfoque podría reconocer que los problemas reales que enfrentan estos niños ocurren en casa. Podríamos promulgar una política de vivienda que evite la segregación de los pobres.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.