Actualizado el domingo, 31 enero, 2021
✅ Para saber más sobre cómo la comunicación te puede ayudar a resolver conflictos personales y profesionales, te recomendamos los retos formativos de Diseño Social EN+
La comunicación puede ser difícil, pero afortunadamente es una habilidad que cualquiera puede aprender. Todo se reduce a cultivar la presencia, elegir conscientemente cuándo hablar, aprender a escuchar profundamente y prestar atención a nuestras necesidades y emociones. Cuando tenemos la sincera intención de conectarnos, podemos practicar los pasos que conducen a conversaciones verdaderamente satisfactorias y productivas.
Say What You Mean es una guía para una comunicación significativa y productiva. Muestra cómo puede dejar atrás los viejos hábitos inútiles y desarrollar las habilidades para decir lo que piensa de una manera clara y auténtica. También enseña algunas prácticas sencillas para que sus conversaciones sean más efectivas y satisfactorias.
Habilidades prácticas para una comunicación más significativa
Si eres como cualquier otro ser humano en este planeta, probablemente hayas experimentado el poder que pueden tener las palabras. Pueden ser la diferencia entre rendirse y encontrar una nueva esperanza en un momento doloroso, o pueden ser el elemento que hace o rompe una relación.
Las palabras que usamos y la forma en que las decimos son fundamentales para la forma en que nos conectamos con las personas que nos rodean.
Pero aunque pocas cosas son tan comunes como el diálogo, es sorprendentemente difícil hacerlo bien. Aunque todos hablamos constantemente, muchos de nosotros carecemos de las palabras que necesitamos para expresarnos de una manera auténtica. Con demasiada frecuencia, no sabemos cómo decir exactamente lo que queremos decir y ser escuchados.
La buena noticia es que encontrar su voz y decir lo que piensa son habilidades que cualquiera puede aprender. En este artículo descubrirás los ingredientes para una comunicación exitosa y los principios simples que puede utilizar para mejorar la calidad de las conversaciones que tenga.
Comprenderás cómo sentirte más a gusto al mencionar temas difíciles y cómo escuchar las preocupaciones profundas detrás de las palabras de los demás.
Comprensión a través de la conciencia
¿Ha tenido la experiencia de hablar con alguien que simplemente no parece escucharte? ¿Te has encontrado contando una historia a un amigo cuya atención estaba centrada en su teléfono, o intentaste tener una conversación con un compañero cuyos ojos están pegados a la televisión? Si es así, sabrá que esto puede ser increíblemente frustrante, porque aunque ambos hablan el mismo idioma, simplemente no hay ninguna conciencia de lo que esta sucediendo ni la importancia de compartir esas palabras.
Puede parecer obvio, pero rara vez nos detenemos a pensar por qué nos estamos comunicando. ¿La respuesta? Todo se reduce a una simple palabra: comprensión . La comprensión es el propósito de toda comunicación.
Para que la comprensión sea el resultado final de nuestra comunicación, necesitamos conciencia . Pero, ¿qué significa conciencia cuando se trata de comunicación?
Tiene una respuesta sencilla: lo único que requiere es presencia . Más que un simple estado mental, la presencia significa ser consciente y sentir físicamente todos los aspectos de uno mismo a través de su cuerpo. Es estar en sintonía con sus estados mentales y sus experiencias emocionales, tal como se expresan en su cuerpo.
Tener presencia plena, aunque sea unos minutos, es bastante fácil para la mayoría de nosotros; es tan simple como dirigir su atención hacia adentro y tomar conciencia de lo que está sintiendo y experimentando en ese momento. Y sin embargo, es realmente desafiante mantener esa conciencia activa, especialmente cuando estás en medio de una conversación. Nos hemos malacostumbrado a la multitarea, a la multipantalla, a la ensoñanción, a la distracción.
Por un lado, se necesita tiempo y esfuerzo para dejar de lado nuestros viejos patrones respuestas instintivas, que pueden incluir cosas como gritar cuando o una respuesta agresivo-pasiva a través de la frialdad emocional. Incluso cuando sabemos que estos métodos contraproducentes son ineficaces, aún puede ser bastante difícil reemplazarlos con algo que mejore la vida.
La buena noticia es que la presencia para la escucha activa se puede aprender, es solo una cuestión de voluntad y aprendizaje de algunos principios básicos.
El principio básico de una comunicación eficaz
Piensa en la última vez que admiraste la belleza de una puesta de sol, disfrutaste de las sensaciones en tu cuerpo dentro del mar o compartiste un momento de verdadera confianza con un amigo cercano.
Durante estas maravillosas e intensas experiencias, nos sentimos completamente despiertos, estamos total y totalmente conectados. Es lo que nos trae la eternidad al momento presente.
Pero los beneficios de la presencia consciente no se detienen ahí. La presencia no se limita a esos momentos extraordinarios, en realidad está disponible para nosotros a lo largo de nuestro día a día. Una vez aprendido, puede sentar las bases para una verdadera conexión y nos permite comunicarnos con éxito.
¿Cómo le damos más presencia consciente a nuestras conversaciones?
Comienza con saber lo que está sucediendo en el momento actual sin juzgar ni reaccionar. Puedes utilizar una técnica sencilla para desarrollar tu capacidad de estar presente, comenzando por reflexionar primero sobre lo que ya sabes al respecto.
Para hacer eso, piensa en lo que te ayuda a mantenerte conectado y lo que lo distrae o te desconecta. Por ejemplo, puede notar que eres más consciente del mundo que lo rodea, y de tus propios sentimientos e ideas, cuando disminuyes las prisas, escuchas la música adecuada o meditas. Por otro lado, factores como el hambre, el cansancio o el estrés tienden a hacernos perder nuestra presencia. Nuestra capacidad para hacer bien las cosas se ve afectada cuando perdemos presencia y, lo que es más importante, también lo hace la comunicación. Pero una vez que sepa las cosas que te impiden permanecer conectado, debes detectarlas en tu vida diaria y tomar las medidas necesarias para cambiarlas.
Recuerda que ante todo, la presencia consciente significa ser real y honesto contigo mismo. Eso no significa simplemente estar de acuerdo con lo que esté sucediendo o decir brutalmente todo lo que tenemos en mente. Significa reconocer la realidad de lo que está sucediendo en tus emociones y tus razonamientos. El método RULER te puede ayudar a hacerlo.
De esa manera, puedes identificar más fácilmente de tus emociones y ser más reflexivo al respecto. Aunque no siempre puedes evitar que se desarrollen estos estados emocionales, ser consciente de ellos te permite elegir cómo reaccionar. Y si reflexionas más sobre sus reacciones, podrá evitar conflictos innecesarios.
Elegir conscientemente cuándo hablar o escuchar
Una profesora de meditación que trabajaba con un grupo de prisioneros les pidió que calcularan los años que llevaban allí y los años que tardarían en salir. Luego planteó la siguiente pregunta: ¿Cuánto tiempo te llevó decidir cometer el crimen que te trajo aquí? La mayoría contestó que fue cuestión de minutos. Todo un contraste, ¿verdad?
La mayoría de nuestros impulsos pueden no ser criminales, pero esta pausa crucial entre un impulso para ejecutar una acción y el efecto resultante es útil para mucho más que evitar la cárcel. Cuando se trata de una conversación, las pausas reflexivas tienen el poder de hacerla más atractiva y, en última instancia, satisfactoria.
Cuando abordes una conversación con presencia, notarás que cada momento ofrece la opción de hablar o escuchar. Esta conciencia puede marcar la diferencia entre entablar una conversación brillante o tediosa. Los diálogos significativos requieren decisiones conscientes de los participantes, y saber cuándo y dónde escuchar o hablar en el flujo de la conversación se denomina punto de elección .
¿Cómo reconoces los puntos de elección en las conversaciones?
Necesitarás mucha práctica. El primer paso es conocerse a sí mismo un poco mejor centrándose en comprender cómo funciona la conversación para ti. Para hacer eso, comienza por elegir a alguien en tu vida con quien te sientas cómodo. Esto es importante porque ya estarás más relajado al comenzar a hablar con esta persona.
Cuando tengas esta conversación, presta atención a cuándo eliges hablar. Si descubre que estás en medio de un monólogo en el que no tenías la intención de entrar, intenta detenerte y dejar un poco de espacio para que la otra persona pueda intervenir.
También puedes notar que en ciertos puntos sentirás la presión de decir algo, mientras que en otros te sentirás con ganas de reprimirte. A medida que avanza la conversación, presta especial atención a lo que se siente al estar consciente y proactivo, en lugar de lanzarte automáticamente a responder y preguntar sin mucho sentido.
Poner en práctica esta exploración de tus tendencias y patrones te pondrá en el camino hacia una forma de expresión más auténtica. Puede parecer que estás condicionando tu forma de comunicarte pero es justo lo contrario, estas tomando las riendas para que no sean las circunstancias, la eventualidad, el estrés o el sarcasmo las que tomen esas riendas.
Lo mejor de la comunicación es que no hay una forma correcta de hacerlo, se trata de participar de una manera que funcione para ti y para tu interlocutor. Practicar el ser consciente de cuándo hablar y escuchar te ayudará a llenar tu vida con esas charlas brillantes que hacen que conversar sea un placer.
Identifica conflictos inútiles y no busques culpables
¿Alguna vez viviste con alguien que no fuera tan ordenado como tú? Imagínate pasar horas fregando la cocina y luego encontrar un montón de platos sucios en el fregadero. La frustración que puedes sentir como resultado podría hacer que le preguntes a gritos a tu compañero de piso porqué es tan vago y desconsiderado.
Por el contrario, si consideras que tu compañero de piso está obsesionado con la limpieza y es muy injusto que te cargue a ti con ese trabajo y responsabilidad, puede que la respuesta a esos gritos sean más gritos.
Si te concedes un instante de reflexión y das un paso atrás, notarás cómo, sin importar de qué lado de la conversación estés, tu reflexión sobre el conflicto a menudo se reducirá a lo que la otra persona está haciendo mal. Eso es porque cuando las cosas no salen como queremos, no nos hacemos cargo de nuestra parte en la disputa y, a menudo, ponemos el foco en encontrar todos los argumentos posibles para culpar a los demás.
Culpar es lo que suele sucede cuando reaccionamos sin pensar pero solo termina empeorando el conflicto. Está demostrado que si quiero que cambies un comportamiento, es poco probable que culpar, criticar, insultar, menospreciar o hacer sentir mal a otros sea útil. Solo conseguirás que de forma automática, la otra persona se ponga a la defensiva.
Desafortunadamente, estos fracasos los hemos vivido demasiadas veces. Todos hemos aprendido más de una forma inútil de lidiar con los conflictos. La buena noticia es que podemos cambiar estos hábitos reconociéndolos primero y luego reemplazándolos por otros que, en cambio, generarán conversaciones más productivas.
Los 4 estilos principales de conflictos inútiles
Hay cuatro estilos principales de conflictos inútiles. Veamos si te identificas con alguno de ellos.
Evitar conflictos
Primero, está la evitación de conflictos. Como sugiere el nombre, es cuando intentas evadir el conflicto a toda costa, ya sea cambiando de tema cada vez que surge un problema o simplemente ignorándolo por completo. Te anticipamos algo: no suele ser una buena decisión.
Confrontación Competitiva
Luego está la confrontación competitiva . Ahí es cuando presionamos con fuerza por lo que queremos, ignorando por completo el punto de vista de la otra persona. Alzar la voz, hacer demandas o incluso amenazar a alguien puede ser parte de esto. Puedes ganar la discusión pero perderás la confianza y el respeto de tu interlocutor.
Pasividad
En tercer lugar, tenemos pasividad . Eso es lo opuesto a la confrontación. Es cuando nos damos por vencidos antes de empezar, acordamos lo que la otra persona quiere, ignoramos nuestras necesidades y no expresamos nuestra opinión. Es una comunicación igual de improductiva que la competitiva.
Agresión pasiva
Finalmente, está la agresión pasiva . Ésta es una forma indirecta de confrontación que aunque sutil, es igual de peligrosa y poco productiva. Es cuando un comentario duro o agresivo generalmente se entierra bajo una réplica aparentemente inocente o pasiva. Aunque este estilo de conflicto puede parecerse a la evasión, en realidad es activo, pero no abierto al respecto.
La intención es el elemento más poderoso de la conversación
Aunque los conflictos pueden ser un punto delicado en nuestra comunicación, eso no significa que una diferencia de opinión sea siempre algo malo. Todo lo contrario: las diferencias son las que nos permiten crecer, evolucionar, innovar. A veces, superar con éxito un profundo desacuerdo con una pareja o un amigo cercano puede conducir a un sentido más profundo de intimidad.
Son las diferencias entre nosotros las que enriquecen la vida. Nos unen y nos ayudan a conocernos mejor. Pero, ¿cómo nos aseguramos de que nuestros desacuerdos generen nuevas ideas y conocimientos en lugar de terminar en conflicto? La respuesta se reduce a una palabra: intención.
Cuando se trata de comunicación, lo importante es la intención detrás de lo que estamos diciendo. Si comenzamos con el tipo correcto de intención en lugar de quedar atrapados en nuestros patrones habituales de culpa, podemos crear conexiones genuinas con los demás.
Piensa en cómo abordas sus experiencias. Intentas alejarte de lo que no te gusta y aferrarte a las cosas bonitas, ¿verdad? Es una forma muy natural de vivir en tu zona de confort.
Cuando nuestra mente juzga todo lo que sucede como bueno o malo, se resiste a las experiencias desagradables e intenta que las más agradables duren más. Y cuando eso no funciona, a menudo terminas enojándote contigo mismo o con los demás.
Pero, ¿te has detenido a pensar en cuánta energía se necesita para perseguir el placer y evitar el dolor? Especialmente cuando estas cosas están fuera de nuestra responsabilidad, como el comportamiento de otra persona. Tratar de controlarlo todo puede volverse rápidamente frustrante y agotador ya que poner el foco en lo que no podemos cambiar también nos resta energía para responsabilizarnos de lo que sí podemos cambiar.
Afortunadamente, existe otra forma de hacer las cosas. En lugar de juzgar y controlar, podemos simplemente poner el foco en comprender. Y eso es exactamente lo que significa cambiar nuestras intenciones.
¿Cómo podemos cambiar nuestra intención comunicativa? La respuesta se puede resumir en dos palabras: curiosidad y cuidado.
Curiosidad
Abordemos la curiosidad. Este sentimiento suele estar provocado por un interés en aprender y reconocer lo que aún no sabemos sobre algo. Ya sea que estés en una conversación o leyendo un correo electrónico, puedes trabajar tu curiosidad sobre cualquier tema planteado tres sencillas preguntas: «¿Qué es importante para mí?», «¿Qué es importante para la otra persona en esta situación?» y «¿Qué puedo aprender de esto?»
Este enfoque puede desencadenar un cambio sutil a la hora de sacar conclusiones. Una vez que hagas esto de forma natural, verás que la calidad de tu comunicación cambia.
Cuidado
La otra palabra clave es: cuidado. Podemos resumirlo en buena voluntad y voluntad de prestar atención. Significa que debes comenzar asumiendo que la otra persona tiene algo valioso que aportar. Tan pronto como lo veas como una persona valiosa con sus propias necesidades que merecen ser tomadas en cuenta, te comprometes de forma sincera a respetarlas.
Escuchar para conectar en una conversación
«¡No me estas escuchando!« ¿Alguna vez escuchaste, o dijiste, esas palabras en medio de una acalorada discusión?
Si eres como la mayoría de la gente, entre las que me incluyo, probablemente la respuesta sea sí. Todos hemos estado en esas frustrantes discusiones en las que nuestro mensaje simplemente no llega. Ambas partes amontonan razón sobre razón, argumento sobre argumento, pero nadie parece entender, ni siquiera reconocer, el punto de vista del otro.
Cuando eso sucede, es una clara señal de que en algún lugar del camino se ha perdido la conexión. Cuando alguien nos dice que no estamos escuchando, generalmente significa que la otra persona no se siente escuchada o comprendida. A menudo, es una llamada a la empatía.
¿Cómo hacer que el otro se sienta escuchado?
Una herramienta sencilla que puedes utilizar es la reflexión . Es la mejor forma de verificar que lo que estás escuchando es lo que la otra persona pretendía decir. Y para hacer eso, o haces una pregunta o repites lo que ella dijo con tus propias palabras. Hacer esto deja espacio para que tu contraparte te diga si eso es lo que quiso decir.
Esta herramienta de comunicación no solo ayuda a transmitir el mensaje deseado, sino que también establece un sentimiento de empatía, que puede marcar la diferencia entre una discusión productiva y una pelea desagradable. Recuerda usar esta herramienta de reflexión con curiosidad y cuidado sinceros, no como arma arrojadiza de sarcasmo o burla.
Reflexionar de esta manera no siempre te saldrá natural, no te preocupes, es normal al principio. Pero debes seguir practicando y confiando en esta «herramienta» de comunicación. Lo crucial es que evolucione la sinceridad de tu intención, porque cuando las personas se sienten escuchadas, también es más probable que escuchen. Así es como las conexiones se mantienen vivas.
Reconocer nuestras necesidades
Imagínate cómo sería si además de oir las palabras pronunciadas, siempre pudieras escuchar las preocupaciones internas y silenciosas detrás de sus palabras y acciones. Imagina que siempre hubieras sabido, intuitivamente, lo que importaba en cada situación.
Este tipo de armonía contigo mismo y con los demás no tiene por qué ser una fantasía. Es posible traer este super poder a tu vida diaria porque en realidad, todo se reduce a aprender a reconocer tus valores y necesidades, y los de los demás.
Nuestras necesidades son los valores básicos que impulsan todas nuestras acciones. Son lo que más nos importa y la razón por la que queremos lo que queremos. Cuanto mejor comprendamos nuestras propias necesidades, más abiertos estaremos a escuchar a los demás. Y cuanto mejor comprendamos las necesidades de los demás, más oportunidades tendremos de crear conexiones verdaderas.
Las necesidades humanas van desde lo básico como comida y refugio hasta otros más abstractos como la creatividad y la realización. Nuestras necesidades también incluyen conexiones como relaciones con la familia o con una comunidad y sentimientos como respeto y confianza. Pero ya sean simples o complejas, el hecho es que todas nuestras necesidades importan.
Sin embargo, lo que se muestra en nuestras interacciones diarias no son las necesidades en sí mismas, sino las estrategias que hemos desarrollado para satisfacerlas. Una estrategia es solo una forma específica de satisfacer una necesidad y, a menudo, se expresa como algo que desea, especialmente de otra persona.
Por ejemplo, si digo que necesito que me escuches ahora mismo , es una estrategia. La necesidad que hay detrás probablemente sea la comprensión. O si me quejo de que llegas tarde cada vez que nos vemos, puede que sea por una necesidad de respeto.
En pocas palabras, nos metemos en conflictos debido a cómo expresamos las necesidades que estamos tratando de satisfacer. Entonces, la clave para evitar conflictos es reconocer las necesidades detrás de las estrategias.
Las emociones son señales que nos alertan sobre nuestras necesidades
¿Qué harías si una alarma de humo en tu casa se encendiera repentinamente? ¿Seguirías haciendo lo que estabas haciendo, con la esperanza de que de alguna manera el fuego se apagara solo con el tiempo, o comenzarías a buscar por qué está sonando y cómo solucionar el problema?
Puede parecer un ejemplo un tanto exagerado, pero la situación es muy similar a cuando ignoramos señales emocionales. Si bien todos entendemos que la llamada a la acción de una alarma es inconfundible, las señales que provienen de nuestras mentes y cuerpos pueden ser mucho más difíciles de descifrar.
Estas señales son nuestras emociones, y cada una de ellas está tratando de decirnos algo. Así como sabemos qué hacer cuando escuchamos la alarma, debemos aprender a decodificar los mensajes que envían nuestras emociones.
En muchas culturas, la mayoría de las personas están socializadas para creer que las emociones son irracionales, dañinas o aterradoras, y tienden a asociarse con cosas como la debilidad o la manipulación. En consecuencia, muy a menudo, a medida que crecemos, estamos entrenados para reprimir e ignorar lo que sentimos. Por ejemplo, ¿cuántas veces escuchaste que “los niños no lloran” o “las chicas buenas no se enfadan”? Seguramente más de una vez.
Pero las emociones están ahí por una razón. De hecho, son la principal forma en que nuestro cuerpo y nuestra mente nos envían mensajes sobre nuestras necesidades. Cuando se satisfacen nuestras necesidades, nos sentimos bien. Cuando no lo son, se apoderan de las emociones desagradables como la ira o la tristeza. Cuando nos negamos a prestarles atención, pueden empezar a dañar en lugar de mejorar nuestras vidas.
Por ejemplo, podemos sentirnos tan abrumados por una emoción como la ira que nos volvemos impulsivos y atacamos, dañando nuestras relaciones en el proceso. O, en el otro extremo, podemos tener tanto miedo de sentirnos abrumados que reprimimos las cosas.
Las emociones no reconocidas pueden ser dañinas y afectar nuestra comunicación con los demás. Seguirán apareciendo en nuestro lenguaje corporal, nuestro tono de voz, las expresiones de nuestros rostros y las palabras que elijamos. Todas estas expresiones pueden informar a las personas sobre cómo nos sentimos realmente. Una sonrisa falsa o un resentimiento silencioso y hirviente no solo se notarán, es probable que ayuden a que los demás se vuelvan en nuestra contra.
Agilidad emocional
La habilidad de manejar sus emociones de una manera reflexiva se reduce a la agilidad emocional. Esto implica poder nombrar lo que está sintiendo, encontrar formas de experimentar ese sentimiento de manera equilibrada y expresarlo abiertamente, sin juzgar ni culpar. Cuanto más consciente te vuelvas de tus emociones, más consciente podrás ser acerca de cómo eliges participar en las conversaciones.
Plantear un tema difícil con éxito
La culpa se basa en juicios e interpretaciones. El resultado final es que cuando la otra persona no está de acuerdo con tu juicio, lo cuestionará. Y antes de que te des cuenta, estás en medio de una pelea a gritos.
Pero, ¿cómo decimos lo que queremos decir de una manera que nos permita mantenernos fieles a nosotros mismos sin lastimar a la otra persona o comenzar una pelea?
La respuesta se reduce a cómo comenzamos la conversación, y el truco consiste en comenzar con los hechos. Todos estamos de acuerdo en que cuando se trata de una comunicación constructiva, simplemente escuchar a la otra persona puede llevarte bastante lejos. Sin embargo, a menudo también tenemos cosas que decir. Además, es posible que a veces también necesitemos plantear cuestiones que son difíciles de escuchar para otros. Por eso es importante encontrar puntos en común desde el principio.
Para hacer eso, puede comenzar con una observación , una descripción neutral y concreta de la situación que está separada de tu juicio individual y sea un punto en que ambas partes estéis de acuerdo.
Puede ser difícil separar las observaciones de nuestras interpretaciones subjetivas. Una prueba rápida que puede usar es hacerse una pregunta simple: «Si esta situación fuera filmada, ¿qué capturaría la cámara?» Es decir, interpreta los hechos a través de imágenes descriptivas, no con pensamientos argumentales.
Otro buen punto de referencia es pensar si lo que estás a punto de decir puede provocar una actitud defensiva. Estás intentando conectarte con otra persona, no alienarla. Pregúntate: ¿Cómo puedes decir lo que tienes que decir de la manera más neutral posible?
Por ejemplo, comenzar con «Cuando me ignoraste …» es provocativo porque es un juicio. Una forma más neutral de abordarlo es simplemente comenzar declarando un hecho: «Cuando te vi entrar y pasar junto a mí …». La otra opción sería plantear cómo te sentiste tú: «Me sentí mal al no poder hablar contigo…»
Cuando comiences a convertir tus juicios en observaciones, verás que siempre hay más de una interpretación posible en cualquier situación dada. Eso en sí mismo a menudo puede ser suficiente para hacernos más abiertos a escuchar realmente lo que otros tienen que decir sobre qué piensan, cómo vivieron una situación o cómo se sintieron.
Pedir es encontrar una forma de satisfacer una necesidad
¿Tienes problemas para pedir ayuda incluso cuando realmente la necesita? Si es así, no estás solo. Para muchos de nosotros, puede resultar más fácil llevar una carga pesada que enfrentarnos a la vergüenza o el temor a pedir ayuda. Y eso es comprensible por dos razones:
- No queremos parecer débiles, ineptos, incapaces…
- O no queremos ser una carga para otras personas.
No es que nuestras intenciones sean malas, pensar en las necesidades de los demás es genial. Pero en el proceso, a menudo descuidamos el nuestro. Y no podemos cuidar a las personas que amamos ni a nuestra propia comunidad si primero no cuidamos nuestras necesidad esenciales.
La razón por la que a muchas personas les puede parecer tan difícil pedir ayuda es que cuando pedimos algo, reconocemos nuestra dependencia de otras personas. Puede hacernos sentir muy vulnerables. El motivo es que abre la posibilidad de rechazo y decepción.
Pero el impulso de dar y recibir es uno de los más naturales. No hay nada más sano y natural que la colaboración. Piensa en la última vez que ayudaste a un amigo, no porque sintieras que tenías que hacerlo, sino simplemente porque querías hacerlo, o cuando alguien tuvo un gesto de bondad hacia ti. Te sentiste bien, ¿verdad? Pues hay que hacerlo más.
Si aprendemos a pedir lo que necesitamos, todas nuestras necesidades pueden consistir en experimentar esta alegría de dar y recibir. A menudo, cuando no se satisfacen nuestras necesidades, la razón es simple: es porque nadie se da cuenta de que queremos algo. Una petición educada y sincera es una herramienta que le permite a otra persona conocer tu necesidad y la acción específica que te gustaría que realizara para satisfacerla. ¿Recuerdas cuando hablamos de estrategias? Las peticiones son una gran estrategia para satisfacer una necesidad.
¿Cómo pedir ayuda en una conversación?
La respuesta se reduce a la claridad. Cuanto más claro seas acerca de lo que quieres y por qué, más fácil será encontrar la manera de hacerlo realidad. No uses la ironía, ni el sarcasmo ni las indirectas. Cuando se trata de claridad, es útil que las peticiones que realices tengan las siguientes tres cualidades:
- Deben ser positivas: en otras palabras, di lo que quieres, no lo que no quieres.
- Deben ser específicas: eso significa que debes pedir algo concreto y factible.
- Deben ser flexibles: conviértelo en una sugerencia abierta a otras posibilidades, no en un ultimátum (a no ser que lo sea).
El diálogo fluirá si logras mantener la atención
Al igual que una coreografía de baile, la conversación tiene sus propios ritmos. De hecho, hay tres partes principales para una conversación exitosa: podemos expresarnos, escuchar atentamente o simplemente descansar y asimilar todo lo que ha ocurrido.
Esos son los movimientos básicos del baile. Y aquí hay algunos principios que puede aplicar para que sucedan de la manera más elegante posible.
Encuadre
Para empezar, está el encuadre . Se trata de cómo configurar las cosas. Como ya hemos comentado anteriormente, lo importante es comenzar con algo que tengáis en común. De esta manera, crea la sensación de trabajar juntos en lugar estar compitiendo.
Seguimiento
Tras un buen comienzo del diálogo es donde entra en juego el seguimiento . Implica estar al tanto del proceso y del contenido de su conversación. Para hacer eso, primero, presta atención al tipo de conversación que estás teniendo. Por ejemplo: Si tu pareja te dice que eres un egoísta por no acompañarla a un evento importante ¿Es tu relación lo que está en juego en la discusión o simplemente está tratando de resolver un problema logístico? Quizás el problema no sea la necesidad de ir acompañada a una fiesta sino la necesidad de tener una pareja que la apoye cuando lo necesita.
Centro de atención
Otra cosa a tener en cuenta es quién es el centro de atención en cada momento. En otras palabras, ¿quién tiene la palabra y cómo se mueve de una persona a otra? Cuanto más consciente esté de esos cambios, más podrá hacer para asegurarse de que todos tengan la oportunidad de decir lo que necesitan decir. Y ahí es cuando fluye la conversación.
¿Y si surgen bloqueos o problemas durante la conversación?
Toma una pausa. La próxima vez que te sientas abrumado en medio de una conversación, busca una manera educada y sencilla de hacer una pausa. Deja en claro tu deseo de mantenerte conectado con la otra persona y comparte que necesitas una pausa. Por ejemplo, podrías decir algo como «Solo necesito un momento para ordenar mis pensamientos». De esta manera, ambos podéis tener algo de tiempo para reflexionar y recuperar la empatía el uno por el otro, en lugar de decir algo hiriente de forma espontánea.
3 respuestas a «Di lo que necesitas decir: Un enfoque consciente de la comunicación no violenta»