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Por qué el conflicto político impide luchar contra cambio climático (que acabará con el planeta)

Merece ser compartido:

Actualizado el miércoles, 19 julio, 2023

Uno de los síntomas más notables del cambio climático es el aumento de las temperaturas. Las causas del cambio climático global son muy variadas, desde la falta de lluvias a la desaparición de las playas y la pérdida de los cultivos por las altas temperaturas y la falta de agua, entre otras.

El cambio climático es un fenómeno que ha capturado la atención del mundo entero. Sin embargo, más allá de ser simplemente un hecho científico, el cambio climático también se ha convertido en un conflicto político. En su impactante informe, «Losing Earth» (Escrito por Nathaniel Rich), se relata la historia completa de cómo el cambio climático ha sido tanto ignorado como obstaculizado por intereses políticos y económicos. Este detallado informe destaca el esfuerzo inicial de la comunidad científica para alertar sobre los peligros del cambio climático, así como los obstáculos impuestos por la industria de los combustibles fósiles para socavar esas advertencias.

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Aunque haya todavía muchos escépticos del tema: el planeta se está calentando y no hay vuelta atrás. Uno de los principales culpables de este cambio es la mano del ser humano. Un indicativo de ello es el aumento de 1˚C en la temperatura media desde la década de 1870, año en el que comenzó a desarrollarse la industrialización y, por consecuencia, la emisión de CO2 y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera.

La Crisis Actual del Cambio Climático

Es importante comprender que la actual crisis del cambio climático no era inevitable. Desde finales de la década de 1970, científicos y activistas dedicados han estado trabajando incansablemente para promulgar regulaciones drásticas de emisión de carbono y otras reformas. Sin embargo, estos esfuerzos iniciales para salvar nuestro planeta se vieron atrofiados debido a un impulso coordinado por parte de la industria de los combustibles fósiles y un liderazgo político miope y decepcionante.

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l cambio climático es un fenómeno que ha capturado la atención del mundo entero. Sus impactos sobre el planeta y la vida que lo habita son innegables, y la ciencia ha proporcionado amplias evidencias sobre su existencia y gravedad. Sin embargo, más allá de ser simplemente un hecho científico, el cambio climático también se ha convertido en un conflicto político.

La Historia Completa del Cambio Climático y su Negación Política

La historia del cambio climático se remonta a décadas atrás, cuando los científicos comenzaron a advertir sobre el calentamiento global y sus efectos catastróficos. A lo largo de los años, los estudios científicos han acumulado pruebas contundentes de que la actividad humana, principalmente la quema de combustibles fósiles, es el principal responsable del cambio climático.

La comunidad científica realizó esfuerzos iniciales para alertar sobre los peligros del cambio climático, presentando informes y estudios rigurosos respaldados por datos empíricos. No obstante, a pesar de la contundencia de las pruebas, el cambio climático ha sido objeto de negación y escepticismo por parte de ciertos intereses políticos y económicos.

Intereses Políticos y Económicos vs. Advertencias Científicas

La industria de los combustibles fósiles ha sido uno de los principales obstáculos para abordar adecuadamente el cambio climático. Las grandes compañías petroleras y del carbón han empleado estrategias de desinformación y lobby político para sembrar dudas sobre la realidad del calentamiento global. Han financiado campañas que promueven la negación del cambio climático y han presionado a los gobiernos para evitar la implementación de medidas que afecten sus negocios.

Además de los intereses económicos, la polarización política también ha tenido un papel importante en la negación del cambio climático. En algunos casos, partidos y líderes políticos han rechazado la ciencia del cambio climático debido a su vinculación con ideologías o para ganar apoyo de sectores de la población que desconfían de las acciones medioambientales.

El Rol de los Medios de Comunicación en la Percepción Pública

Los medios de comunicación también han desempeñado un papel relevante en la percepción pública del cambio climático. En algunos casos, han dado voz a voces negacionistas, presentando una falsa equidistancia que no refleja el consenso científico. Esto ha contribuido a la confusión y a la creación de debates infundados sobre la existencia del calentamiento global.

Además, la complejidad del tema y el uso de terminología técnica dificultan la comprensión general de los impactos del cambio climático. Los medios tienen el reto de simplificar la información científica sin perder precisión, lo que puede llevar a errores de interpretación o minimización de la gravedad del problema.

Avances y Desafíos en la Lucha contra el Cambio Climático

A pesar de los obstáculos políticos y económicos, ha habido avances significativos en la lucha contra el cambio climático. Los acuerdos internacionales, como el Acuerdo de París, han sido pasos importantes para unir a los países en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. También se han promovido políticas y tecnologías más sostenibles, como las energías renovables y la eficiencia energética.

Sin embargo, aún enfrentamos grandes desafíos para mitigar los efectos del cambio climático. Es fundamental que los gobiernos, las empresas y la sociedad en su conjunto trabajen de manera coordinada para reducir las emisiones y adaptarse a los cambios que ya son inevitables. La toma de decisiones basadas en la ciencia y la promoción de la educación medioambiental son pilares fundamentales para superar este conflicto y avanzar hacia un futuro sostenible.

El cambio climático es un tema que va más allá de la ciencia, ya que se ha convertido en un conflicto político debido a intereses económicos y polarización ideológica. La comunidad científica ha proporcionado abundantes pruebas sobre su existencia y gravedad, pero la negación y la desinformación han obstaculizado la acción efectiva.

Para enfrentar este desafío global, es imprescindible que se escuche a la ciencia y se actúe de manera colectiva y responsable. Los medios de comunicación tienen un papel crucial en la divulgación precisa y comprensible de la información sobre el cambio climático. Asimismo, es necesario que los gobiernos impulsen políticas ambiciosas y se promueva la participación ciudadana en la búsqueda de soluciones.

Si queremos asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras, es imperativo que actuemos ahora. El cambio climático no es un problema que podamos ignorar, y juntos podemos marcar la diferencia para proteger nuestro planeta y a todas las formas de vida que lo habitan.

El Conflicto Político como Obstáculo para la Acción Climática

Enfrentamos un desafío clave en la lucha contra el cambio climático: el conflicto político. Este conflicto ha impedido la adopción de medidas concretas para abordar el cambio climático, a pesar de que se trata de una amenaza inminente para nuestro planeta. ¿Por qué, entonces, hemos logrado tan poco progreso en las últimas décadas?

Las claves científicas nos brindan una respuesta exasperante y nos pintan una imagen vívida de los primeros intentos para combatir el cambio climático y cómo estos esfuerzos fueron obstaculizados por las grandes empresas. Basado en una exhaustiva investigación, el informe explica cómo la coordinación entre políticos y la industria de los combustibles fósiles ha llevado a la negación climática moderna y nos ha llevado por el camino hacia una crisis ecológica.

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El ser humano está matando al planeta lentamente. ¿Es el calentamiento global irreversible?

Pensar en la subida de un grado puede parecer una tontería, pero no es así. Según los expertos en clima, este aumento de temperatura causaría el aumento del número e intensidad de supertormentas, grandes incendios (como ya pudimos ver el año pasado) o la elevación del nivel del mar.

Los científicos lo tienen claro: ya ha empezado la cuenta atrás para prevenir el fin de la Tierra tal y como la conocemos hoy.

Las soluciones que se han puesto en marcha para aplacar el cambio climático durante el 2017 son pésimas. Después de conseguir durante años la estabilización de las emisiones de carbono, el 2017 acabó con un nuevo récord de incremento neto del 2%. Increíble pero cierto. Este CO2 emitido persistirá durante miles de años en nuestra atmósfera y, sin duda, demuestra el gran fracaso de la política internacional.

En el famoso Acuerdo de París de hace dos años, casi todos los países del mundo firmaron un pacto de medidas necesarias para mantener la temperatura media del planeta por debajo de 2˚C. Pero, por desgracia, el informe anual de la ONU publicado el pasado mes de octubre en el que se calcula la diferencia entre el recorte de emisiones previsto y la realidad ha demostrado que los recortes de emisiones son solo de un tercio de lo necesario.

El 2022 acabó con un nuevo récord de incremento neto del 2% de las emisiones de carbono

Si nada cambia y se mantienen estos datos, los expertos predicen un incremento de 3ºC para el año 2100. Si hasta ahora dos grados ya era un auténtico desastre, tres grados podrían ser lo más parecido al apocalipsis. El cambio debe empezar ya, mantener las tendencias actuales no es una opción.

La lucha contra el cambio climático se ha convertido en un recurso populista, político, social y psicológico de primer orden.

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El calentamiento del planeta y sus consecuentes olas de calor están teniendo un impacto devastador en nuestras vidas diarias, en nuestra salud y en la calidad de nuestro sueño. La realidad es que nos enfrentamos a la tercera ola de calor en lo que va de verano, y los registros de temperaturas continúan alcanzando niveles preocupantes. Esta situación nos obliga a reflexionar sobre el futuro que le estamos dejando a las generaciones venideras, especialmente a nuestros hijos.

El aumento de las olas de calor y sus efectos

El cambio climático ha contribuido al aumento en número y en intensidad de las olas de calor que estamos experimentando. Estas condiciones extremas no solo afectan nuestra salud y bienestar, sino que también tienen un impacto dramático en nuestros ecosistemas. Los bosques, en particular, se ven gravemente afectados por los incendios incontrolables que surgen como resultado directo de estas olas de calor. Un ejemplo claro de esta devastación es el incendio que actualmente consume el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente en la Isla de La Palma, el cual lleva varios días ardiendo y presenta enormes dificultades para ser controlado debido a las adversas condiciones meteorológicas.

La preocupante crisis climática y las esperanzas en la ciencia

Es alarmante presenciar cómo avanza la crisis climática ante nuestros ojos. Sin embargo, la ciencia nos brinda un rayo de esperanza al asegurarnos que todavía estamos a tiempo de revertir esta situación. Contamos con las herramientas necesarias para abordar el problema, pero esta década es crucial para lograrlo. Si no actuamos de manera contundente y efectiva, será demasiado tarde para evitar que el calentamiento global supere el límite seguro de 1,5 ºC. Las consecuencias de la crisis climática, como las olas de calor, inundaciones, sequías y lluvias torrenciales, ya están ocurriendo de manera cada vez más frecuente. A pesar de ello, aún no hemos alcanzado el límite de aumento de temperatura de 1,5 ºC. Si no implementamos cambios significativos, ¿te imaginas cómo sería el futuro si la temperatura aumentara hasta los 3,5 ºC? Lamentablemente, esa es la dirección hacia la que nos dirigimos si no tomamos medidas urgentes.

Es fundamental que tomemos conciencia de la grave situación que enfrentamos debido al calentamiento global y las olas de calor cada vez más intensas. Nuestro deber como sociedad es garantizar un futuro sostenible para las próximas generaciones. Aún hay tiempo para actuar y revertir esta crisis climática, pero debemos tomar medidas concretas y responsables ahora mismo. No podemos permitirnos el lujo de ignorar las advertencias de la ciencia y continuar con un rumbo que nos lleva hacia un futuro incierto y peligroso.

Del hecho científico al conflicto político

Losing Earth (por Nathaniel Rich) cuenta la historia del cambio climático, tanto como un hecho científico como un conflicto político. Este informe detallado de formato largo relata el impulso inicial de la comunidad científica para dar la alarma sobre el cambio climático y el esfuerzo coordinado que realizó la industria de los combustibles fósiles para frustrar esas advertencias.

La actual crisis del cambio climático no era inevitable. Científicos y activistas dedicados han estado trabajando para promulgar regulaciones drásticas de emisión de carbono y otras reformas desde fines de la década de 1970. Sin embargo, un impulso coordinado de la industria de los combustibles fósiles combinado con un liderazgo político miope y decepcionante atrofió estos primeros intentos de salvar el planeta.

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Oportunidades perdidas para frenar el cambio climático

El cambio climático es un hecho científico, uno que hemos entendido desde finales de la década de 1970. Entonces, ¿por qué, en las décadas siguientes, hemos hecho tan poco para frenar su progreso constante? 

Estas claves científicas brindan la respuesta exasperante y pintan una imagen vívida del primer impulso para combatir el cambio climático y cómo este esfuerzo fue obstaculizado por las grandes empresas. Sobre la base de una investigación exhaustiva, explican cómo un esfuerzo coordinado entre los políticos y la industria de los combustibles fósiles dio lugar a la negación climática moderna y nos puso en el camino hacia una crisis ecológica.

La historia que se cuenta aquí es tan impactante y tan importante que el New York Times Magazine dedicó un número completo al reportaje original de Nathaniel Rich. Ahora, esta cuenta ampliada y actualizada brinda aún más información sobre cómo llegamos aquí y hacia dónde nos dirigimos.

En estas claves científicas, aprenderás 

  • cómo la laca para el cabello renovó el movimiento ecologista; 
  • por qué los titulares de 1979 todavía funcionan hoy; y
  • que arruinó nuestra oportunidad de abordar el cambio climático desde el principio.

Cuándo comenzó la alerta por el cambio climático

Los científicos han exigido acción sobre el cambio climático por más tiempo del que piensas.

 El sitio: Ginebra, Suiza. Docenas de destacados científicos de todas las principales potencias del mundo se han reunido para la primera Conferencia Mundial sobre el Clima. Su mensaje es claro: la actividad industrial está elevando drásticamente los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. Si la humanidad quiere evitar el desastre, debemos actuar ahora.

Suena familiar, ¿no? Casi podría ser un titular de las noticias de esta mañana. Pero este evento no sucedió ayer o incluso el año pasado. Ocurrió en 1979.

La verdad es que hace tiempo que comprendemos la amenaza del cambio climático provocado por el hombre. Durante décadas, los científicos conocen las causas, los efectos desastrosos y cómo evitarlos. Pero, a pesar de sus esfuerzos, no hemos logrado hacer los cambios necesarios.

Podemos rastrear el impulso moderno para detener el cambio climático desde 1979. Este fue el año en que Rafe Pomerance, un ambientalista que trabaja para Amigos de la Tierra, se topó con un informe sorprendente. Fue publicado por Jasons, un grupo de expertos científicos dirigido por el geofísico Gordon MacDonald. 

El informe afirmaba que la actividad humana estaba en camino de duplicar la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera. Predijo que este cambio desencadenaría un efecto invernadero, elevando las temperaturas globales y causando una alteración ecológica generalizada. Era un escenario de pesadilla pero basado en argumentos sólidos.

Alarmado, Pomerance contactó a MacDonald. Los dos decidieron usar sus conexiones en el gobierno para impulsar un cambio drástico para evitar este destino. Durante los siguientes meses, se reunieron con todos los que pudieron en Washington. Hablaron con congresistas, el Consejo de Seguridad Nacional e incluso con altos funcionarios de la Oficina de Política Científica y Tecnológica del presidente. 

La respuesta fue tranquilizadora. Los funcionarios parecían tomarse la amenaza en serio. En julio, Jule Charney, una destacada meteoróloga, organizó una conferencia de las principales mentes científicas para abordar el tema. Y en la conferencia, el científico de la NASA Jim Hansen presentó modelos informáticos detallados que confirman las predicciones hechas por Pomerance y MacDonald.

El resultado de esta colaboración fue un informe final, a veces llamado Informe Charney, titulado Dióxido de carbono y clima: una evaluación científica. Sintetizó todas las variables conocidas en una narrativa clara: si nada cambiara, la temperatura promedio del mundo subiría tres grados. Los resultados serían desastrosos.

La primera legislación para frenar el cambio climático

La primera legislación sobre el cambio climático se vio obstaculizada por la indiferencia y la indecisión.

 Octubre de 1980. Un equipo diverso de políticos, expertos en energía y ecologistas se reúnen en el Pink Palace, un llamativo centro turístico en el sur de Florida. Han sido reunidos por el Congreso como parte de la Comisión Nacional de Calidad del Aire. Su tarea es presentar propuestas políticas concretas para hacer frente al cambio climático.

No es un trabajo fácil. Durante tres días, debaten la urgencia, el alcance y el mérito de varios enfoques del cambio climático. Algunos abogan por una acción de emergencia contundente y decisiva. Otros piden una respuesta suave y mesurada. 

Al final, no pueden llegar a un consenso. No se redacta ninguna política.

La conferencia celebrada en el Palacio Rosa fue un evento frustrante para Pomerance. Si bien él y MacDonald lograron que el cambio climático fuera un tema conocido en el Congreso, obligar al cuerpo legislativo a actuar fue un desafío más difícil. Fue particularmente difícil traducir el lenguaje cuidadoso y cauteloso de la proyección científica en acciones concretas y definitivas para el presente.

Pomerance y sus aliados argumentaron que dar a conocer la ciencia del cambio climático no era suficiente. La gente no haría los cambios necesarios para evitar un desastre que tardaría décadas en materializarse. En cambio, Estados Unidos necesitaba mostrar liderazgo y presentar una agenda audaz.

Para ello, Pomerance propuso dos políticas específicas para reducir drásticamente la producción de combustibles fósiles. El primero fue un impuesto modesto sobre el carbono. Si se implementa rápidamente, podría ser tan bajo como diez dólares por tonelada de emisiones. La segunda política fue hacer fuertes inversiones en energías renovables. Con una gran cantidad de fondos para nuevas tecnologías, la transición a un futuro libre de carbono sería más fácil.

A pesar de los pedidos de acción de Pomerance, el grupo no pudo ponerse de acuerdo sobre cómo redactar sus recomendaciones. Algunos de los asistentes a la conferencia se sintieron incómodos con el lenguaje contundente y otros estaban preocupados por cómo estas políticas afectarían a la industria de los combustibles fósiles. 

Por supuesto, mientras el comité debatía, la industria de los combustibles fósiles ya estaba actuando. Empresas como Exxon eran muy conscientes de que su producto era capaz de cambiar el clima. De hecho, tenían estudios privados que proyectaban este hecho ya en 1957. 

Entonces, en 1979, cuando los ejecutivos de Exxon notaron que el Congreso estaba pensando en aprobar una legislación sobre el carbono, estaban listos. La compañía planeó lo que los memorandos internos llamaron un “programa defensivo muy agresivo”, completo con un presupuesto anual de $600,000. Las líneas de batalla ya se estaban trazando.

Por qué los políticos niegan el cambio climático

Los activistas utilizaron las audiencias del Congreso para hacer del cambio climático un tema político popular.

 La conferencia del Pink Palace fue desalentadora, pero lo que sucedió a continuación fue aún peor. Cuatro días después de la reunión inconclusa, Ronald Reagan fue elegido presidente. El nuevo Comandante en Jefe era agresivamente de derecha, y la prioridad de su administración era reducir el gobierno federal, no la huella climática mundial.

Una vez en el cargo, Reagan desreguló la industria minera, aumentó la producción de carbón y abrió más tierras públicas para la extracción de petróleo. Además de esto, desmanteló el Departamento de Energía y nombró a Anne Gorsuch, una antiambientalista extrema, para supervisar el Departamento del Interior. 

Pomerance miraba horrorizado. Sabía que si algo iba a frenar el cambio climático, tendría que suceder pronto y necesitaría un amplio apoyo público.

Afortunadamente, incluso cuando Reagan redujo las protecciones ambientales, la realidad del cambio climático se estaba filtrando en el discurso general. El 22 de agosto de 1981, el New York Times publicó un artículo de primera plana sobre el tema. El artículo citaba el trabajo del científico de la NASA Hansen y sus colegas, quienes recientemente encontraron pruebas de que la Tierra se estaba calentando.

Pomerance vio la oportunidad de hacer del cambio climático un tema político popular. Si lograba que Hansen testificara sobre su trabajo ante el Congreso, era posible obtener la atención de los medios y comenzar a generar apoyo público para la legislación. Afortunadamente, un joven congresista de Tennessee estaba de acuerdo con el plan. Su nombre era Al Gore. 

El 25 de marzo de 1982, Gore supervisó una serie de audiencias sobre el plan de Reagan para eliminar los estudios del Departamento de Energía sobre el dióxido de carbono. Hansen testificó en las audiencias, junto con varios otros científicos estimados como el ganador del Premio Nobel Melvin Calvin. Expusieron el problema en términos simples y directos. La Tierra se estaba calentando, la culpa era de la producción humana de carbono y, si no reducíamos nuestro uso de combustibles fósiles, pronto llegaríamos a un «punto de inflexión», donde el desastre ecológico sería inevitable.

Las audiencias arrojaron resultados mixtos. Las advertencias de Hansen fueron cubiertas por Dan Rather en las noticias de la noche. Algunos legisladores, incluso republicanos como el representante Robert Walker, hablaron como si estuvieran decididos a actuar. Sin embargo, al final, no se aprobaron políticas ni regulaciones.

El resultado fue aún menos positivo para Hansen. Se recortó su financiación en la NASA y se restringió su investigación climática. A fines de 1982, su camino a seguir, y el futuro del clima de la Tierra, aún eran angustiosamente confusos. 

Cuándo ocurrió la crisis del ozono

La crisis del ozono revitalizó a lucha contra la contaminación

 En 1979, cuando Pomerance y MacDonald dieron la alarma por primera vez sobre el efecto invernadero, tuvieron un gran éxito. Convencieron a la Administración Carter para que financiara un estudio exhaustivo sobre el cambio climático. Ahora, en octubre de 1983, la Academia Nacional de Ciencias estaba preparada para entregar sus hallazgos.

Como era de esperar, las proyecciones eran sombrías. La disertación de 500 páginas de la Academia contenía los mismos hechos básicos y advertencias nefastas que el Informe Charney anterior . Sin embargo, al presentar los hallazgos a la prensa, la Academia siguió la línea de la Administración Reagan: el cambio climático no era una amenaza real, y si lo fuera, podríamos adaptarnos fácilmente.

Una vez más, no habría acción. Parecía que la pelea había terminado incluso antes de que comenzara. Pero entonces, sucedió algo curioso: los científicos encontraron un agujero en la capa de ozono. 

Los principales científicos del país habían perdido la oportunidad de presentar argumentos convincentes a favor de reformas radicales. En cambio, el gobierno abogaba por un enfoque moderado de «esperar y ver», argumentando que las inevitables innovaciones del mercado resolverían cualquier problema climático futuro. 

La industria de los combustibles fósiles recibió el mensaje alto y claro. Mientras que el Instituto Americano del Petróleo y Exxon se habían estado preparando para hacer grandes cambios para adaptarse a las nuevas y drásticas regulaciones, ahora se relajaron. Sin legislación en el horizonte, podrían volver a la normalidad: perforar, extraer y refinar combustibles con alto contenido de carbono.

Luego, en mayo de 1985, científicos británicos informaron al mundo que la capa de ozono estaba en peligro. Su informe indicó que los productos químicos utilizados en los refrigeradores, las lacas para el cabello en aerosol y las espumas plásticas llamadas clorofluorocarbonos o CFC, estaban agotando el ozono atmosférico. Sin esta molécula, la Tierra absorbería más radiación solar, lo que significaría más cánceres de piel, menores rendimientos agrícolas y el colapso de los ecosistemas marinos.

Y, por una vez, los gobiernos escucharon. En cuestión de meses, la ONU aprobó el Protocolo de Montreal, que estableció un marco para reducir drásticamente las emisiones de CFC. Incluso la Casa Blanca de Reagan firmó y aprobó regulaciones para reducir la producción de CFC en un 95 por ciento. Fue verdaderamente una acción a escala global para resolver un problema a escala global.

Los ecologistas tomaron nota. Las acciones rápidas y coordinadas que tomaron las naciones para limitar la producción de CFC proporcionaron un modelo positivo. Tal vez se podría usar el mismo enfoque para reducir las emisiones de carbono. Tal vez todavía había tiempo. 

¿Es el cambio climático una cuestión bipartidista?

A mediados de la década de 1980, la acción climática internacional bipartidista era una posibilidad real.

 Es 1985 y Pomerance está hablando con el miembro del personal del Congreso republicano Curtis Moore sobre la necesidad de una acción urgente sobre el cambio climático. Moore escucha y da su consejo honesto. Las emisiones de carbono pueden ser un gran problema, pero sin una solución alcanzable, ningún político lo asumirá. A los políticos no les gusta fallar. 

Un año antes, esta evaluación habría sido desalentadora. Sin embargo, con la lucha exitosa contra los CFC aún fresca en el espíritu cultural, abordar la producción de carbono no parece una propuesta tan perdida. 

Pomerance tiene un plan. Le dice a Moore que hay una solución alcanzable: un político inteligente debería impulsar un tratado internacional.

Pomerance, revitalizado por la reciente victoria sobre los CFC, renovó su compromiso de forzar el cambio político. Aceptó un trabajo en el Instituto de Recursos Mundiales y se convirtió en el primer cabildero de acción climática a tiempo completo del país. En unos pocos meses, había persuadido a John Chafee, un senador republicano de Rhode Island, para que aceptara su causa y realizara más audiencias sobre el cambio climático. 

En junio de 1986, las cosas marchaban bien. En las audiencias del Senador Chafee, Pomerance, Hansen y otros científicos y activistas relacionaron con éxito el efecto invernadero con el problema reciente de los CFC. Finalmente, estaban transmitiendo el mensaje de que el cambio climático era tanto una gran amenaza como un problema solucionable.

Y el mensaje estaba surtiendo efecto. Cada vez más políticos abordaban el tema del cambio climático. En 1987, se realizaron tres comités diferentes sobre el tema. Finalmente, en marzo de 1988, un grupo bipartidista de 41 senadores pidió a Reagan que negociara un acuerdo sobre el cambio climático con el segundo mayor productor de carbono del mundo, la Unión Soviética.

Estas negociaciones fueron un gran paso y dieron como resultado un acuerdo bilateral. En mayo, Estados Unidos y la URSS emitieron una declaración conjunta de que ambas potencias trabajarían para cooperar en el tema del cambio climático. El evento fue recibido con bombos y platillos, pero dejó inquietos a Pomerance, Hansen y otros científicos. 

Una declaración no era acción. No se establecieron regulaciones concretas de límites, y ninguno de los países presentó un plan serio para reducir su dependencia de los combustibles fósiles. Aún así, fue un comienzo e hizo que el cambio climático pareciera un tema popular que todos, incluso los rivales internacionales, podían respaldar. 

Sin embargo, el tiempo se estaba acabando. Después de todo, 1988 ya fue el año más caluroso registrado.

El cambio climático y la industria de los combustibles fósiles

La acción moderada contra el cambio climático recibió un fuerte rechazo de la industria de los combustibles fósiles.

 La década de 1980 terminó con una ráfaga de actividad. En junio de 1988, el junio más caluroso de la historia, Hansen testificó una vez más ante el Congreso, afirmando enérgicamente que el cambio climático era un peligro real y presente. El mundo necesitaba actuar de inmediato.

Cuatro días después, su llamada fue respondida. Representantes de 46 países se reunieron en Toronto para la Conferencia Mundial sobre la Atmósfera Cambiante. Después de largas conversaciones, los representantes adoptaron los primeros puntos de referencia internacionales para la reducción del clima. Tomando un objetivo sugerido por Pomerance, las potencias industrializadas del mundo acordaron tentativamente reducir las emisiones de carbono en un 20 por ciento para el año 2005.

Si bien este decreto no era vinculante, el progreso real todavía estaba en el horizonte. Sin embargo, mientras los ecologistas se regocijaban, los representantes de la industria del petróleo y el gas planeaban una contraofensiva.

La conferencia de Toronto hizo del cambio climático un tema de acción en el escenario global. En los Estados Unidos, también ocupaba un lugar central. Según las encuestas públicas de la época, casi el 70 por ciento de los estadounidenses vieron el efecto invernadero como una amenaza inminente. En las elecciones presidenciales de 1988, George HW Bush incluso se postuló en una plataforma de acción climática, prometiendo reducir las emisiones de carbono. 

La industria de los combustibles fósiles no estaba contenta. Si Bush aprobara regulaciones estrictas, otorgara más fondos para la energía renovable o instituyera un fuerte impuesto al carbono, podría reducir seriamente sus operaciones. A medida que crecía el espectro de la reforma, los ejecutivos del petróleo y el gas comenzaron a preocuparse más por sus ganancias. 

A lo largo de 1988, Terry Yosie del American Petroleum Institute organizó una serie de reuniones con delegados de alto nivel de Exxon, Mobil y otros importantes productores de energía. Ante la amenaza de una transición disruptiva hacia un futuro libre de carbono, los expertos del negocio decidieron que la mejor respuesta era intervenir activamente en la política de cambio climático. El plan: retrasar el cambio creando controversia.

Todas las principales empresas de combustibles fósiles sabían que el cambio climático era real. De hecho, empresas como Exxon y BP tenían memorandos internos que documentaban esta realidad. Sin embargo, a partir de fines de la década de 1980, invirtieron dinero en campañas de relaciones públicas que cuestionaban la ciencia. 

En declaraciones públicas y resúmenes de políticas, los cabilderos de los combustibles fósiles comenzaron a plantear preguntas. Desafiaron los datos climáticos, trabajaron para desacreditar a los expertos y trataron de dar la impresión de que no había consenso científico. 

A finales de año, toda la industria aparentemente se había decidido por un tema de conversación coordinado: «se necesita más investigación».

El verdadero papel de los Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático

El gobierno de los Estados Unidos abandonó su deber de liderar la acción climática.

Mayo de 1989. Hansen se prepara para testificar ante el Congreso. Como tantas veces antes, envía sus declaraciones a la Casa Blanca para su aprobación. Suele ser un trámite de rutina, un trámite que debe realizar como representante de la NASA. Sin embargo, esta vez, es diferente.

Sus notas vuelven llenas de correcciones y correcciones. La Oficina de Gerencia y Presupuesto quiere cambios importantes. Quieren que llame a sus hallazgos meras «estimaciones», que se refiera a sus modelos sólidos como «poco confiables» y que sugiera que la causa del cambio climático es «desconocida científicamente».

Las demandas fueron irritantes, pero no sorprendentes. Si bien Bush habló de boquilla sobre el cambio climático durante las elecciones, su administración se mostró apática y adversa a cualquier acción real.

El fallido testimonio de Hansen ante el Congreso fue solo la punta del iceberg. De hecho, toda la administración Bush parecía decidida a ponerse del lado de la industria del petróleo y el gas. Desde que llegó al poder, el presidente republicano había desalentado el movimiento del Congreso sobre la política de carbono y evitado activamente cualquier sesión informativa sobre cuestiones ambientales en general. 

Este desprecio por la ciencia del clima se remonta a John Sununu, el obstinado Jefe de Gabinete de Bush. Sununu, ex congresista de New Hampshire, era una figura idiosincrásica. A pesar de ser ingeniero mecánico de formación, despreciaba a otros científicos y favorecía un gobierno favorable a las empresas. Específicamente, pensó que cualquier tipo de legislación ambiental era una toma de poder autoritaria, más sobre controlar a las personas que salvar la Tierra.

En noviembre de 1989, la ONU convocó al Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático en Noordwijk, una pequeña ciudad de los Países Bajos. Delegados de más de 60 países se reunieron con el objetivo de ratificar un tratado vinculante para regular las emisiones industriales. Fue una oportunidad histórica para establecer límites exigibles a la producción de carbono.

Por supuesto, Sununu se aseguró de que este intento fracasara. Instruyó a la delegación estadounidense a interrumpir las conversaciones. Las negociaciones se prolongaron hasta bien entrada la noche. Cuando finalmente terminaron, los diplomáticos estadounidenses habían completado su tarea. No se adoptaron regulaciones vinculantes, ningún país o industria sería responsable del cambio climático. La conferencia fue un fracaso.

En la siguiente década, la negación del cambio climático se convirtió en ortodoxia republicana. Desde ese día en 1989, el mundo ha producido más carbono que en todos los milenios anteriores. El calentamiento global está en pleno apogeo y es aún más necesaria una acción drástica.


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