Cuando somos niños tenemos pocos conocimientos sobre economía y finanzas, quizás era una idea global de que todo tiene un costo, o qué debíamos ahorrar en el cochinito unas monedas para luego comprar lo que quisiéramos (o pudiéramos según lo ahorrado). Y a medida que crecimos la cosa no ha ido cambiando. Nos limitamos a sacar cuentas de cuánto generamos, cuánto gastamos y hacemos mea culpa por aquellos gastos en cosas que “no debimos comprar, pero para eso trabajamos”. No conocemos la existencia de páginas como fintudy.com que nos ofrece diversas opciones para pedir préstamos, ni conocemos cómo o dónde invertir nuestro dinero.
Esta desconexión con la economía puede cambiar cuando surge interés en comenzar un negocio o cuando hay excesiva abundancia o necesidad. Pero lo cierto es que no debimos esperar hasta entonces para empezar a cultivar lo que algunos llaman cultura financiera. Para este momento quizás ni queramos hablar de dinero por ser un tema que nos genere ansiedad y preocupaciones.
No es tarde para empezar: gastos hormigas y gastos fijos
Es un consejo muy común que escuchamos con exagerada frecuencia, pero no por eso deja de tener razón. Bien sea a través de un especialista, o tomando alguna formación, podemos empezar a gestionar nuestros ingresos de una manera más satisfactoria. Un primer paso sencillo (en la teoría) es no llegar con deudas a fin de mes. Hay que aprender a reconocer aquellos que llaman gastos hormigas: pequeños gastos que se generan diariamente y que tienen un impacto a fines de mes.
Por lo general es fácil reconocerlos, porque no suelen ser gastos que se realicen de manera fija. Hacer un listado de que requerimos pagar mensualmente ayuda a identificar gastos innecesarios. Sabemos que la renta, los servicios, la comida, el transporte o cubrir compromisos adquiridos como un préstamo, son necesarios darles respuesta mes a mes. Pero la botella de vino, el almuerzo en el restaurant o el tabaco pueden ser gastos prescindibles. Ni hablar de la compra de productos o servicios innecesarios en ciertos momentos, como por ejemplo varios servicios de streaming a la vez.
De igual forma siempre podemos intentar limitar un poco los gastos fijos de nuestro presupuesto, tales como: usar medios de transportes alternativos, disminuir el consumo de energía en casa y a veces hasta arrendar un apartamento con menos pretensiones, puede ser una forma de mejorar las finanzas. El buen uso de los instrumentos financieros también puede resultar en un alivio al momento de cuadrar el fin de mes.
Tal como comentamos, hay expertos que pueden darnos mayor claridad sobre que estamos haciendo mal en cuanto a nuestras decisiones de consumo y por supuesto, como mejorarlo. Una vez que haya un excedente de dinero podemos definir si es momento de invertirlo en bienes, emprendimientos u otras alternativas como la bolsa.
No repitamos el mismo error: cuidemos nuestra salud mental
Para aquellos que tienen la oportunidad de compartir con niños o adolescentes, aprovechen de inculcarles conocimientos financieros y económicos. La necesidad de ahorrar, de invertir, de pensar a mediano y corto plazo como fundamentos básicos, es importante. Esto además de reconocer que pueden comprar tomando como referencia sus prioridades y lo importante (y problemático si lo desean) de adquirir deudas. Estas enseñanzas cuando aún son jóvenes podrían facilitarle su futuro, no solo económicamente hablando sino en otros aspectos.
El manejo de la economía en un hogar es un asunto que como muchos otros, influye en la salud mental. Mientras más habitantes haya, más necesidades habrá que cubrir y por lo general, se requiere más cantidad de ingresos. Todo esto genera una presión que provoca cuadros de ansiedad, estrés y en algunos casos depresiones, con todo lo que ello implica. Problemas entre los miembros de la familia por una mala gestión del dinero o por la toma equivocada de decisiones financieras suelen ser habituales. Y es que si bien, el dinero no da la felicidad, no podemos negar que muchos de nuestros problemas disminuirían si no faltara el mismo.