Actualizado el domingo, 14 enero, 2024
En 2017 fallecía Marta Vásquez a los 90 años en su querida Buenos Aires. Vásquez era la presidenta de la organización argentina de derechos humanos Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
Vásquez se encontraba hospitalizada en el Sanatorio Anchorena, en la capital argentina, tratándose de una dura neumonía a la que no pudo ganar. La noticia se hizo eco cuando el jefe del Servicio de Paz y Justicia, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, lo confirmó, recordándola como «una luchadora coherente por los derechos humanos».
Mientras su salud se lo permitió, Vásquez participó semanalmente en las tradicionales rondas de los jueves de las Madres, las llamadas marchas de la Resistencia. Una personalidad derrochadora que la llevó a plantarse en numerosas escuelas para transmitir el mensaje de construcción de la memoria sobre el período dictatorial que vivió su país. Una lucha que no tuvo fronteras, portando su bandera por el mundo.
Entre los numerosos galardones que recibió, destaca su reconocimiento de «Personalidad Destacada de los Derechos Humanos» en 1986 por la Legislatura porteña.
Otro de sus grandes hitos fue los años que lideró la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Desaparecidos (Fedefam). Con ella llegó a conseguir la redacción de la ONU de la primera Convención Internacional contra la Desaparición Forzada de Personas en diciembre de 2006.
Numerosas personalidades han querido dedicarle unas palabras de despedida a esta gran mujer, como es el caso de la ex presidenta Cristina Kirchner que publicó en sus redes sociales:
Por su parte, el ex canciller Jorge Taiana expresó: «Murió Marta Vásquez, madre de Plaza de Mayo, incansable luchadora. En 1981, junto a organismos de derechos humanos, lideró el camino para la aprobación de la Convención contra la Desaparición Forzada de Personas. En 2007, en París tuve el honor de compartir con ella su emoción en la apertura para la firma de dicha Convención, fruto de tantos años de lucha. Su ejemplo y compromiso seguirán guiando nuestro camino».
Las Madres de Plaza Mayo
Esta asociación argentina fue creada durante la dictadura de Jorge Rafael Videla. Su único fin era el de devolver con vida a aquellas personas detenidas y desaparecidas a sus familiares.
A raíz de ello, las Madres de Plaza de Mayo se volcaron también en la lucha por encontrar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad y promover su enjuiciamiento. Este grupo se mantuvo unido para posteriormente continuar la lucha sus propios hijos, desde la misma asociación, con una radio propia, una universidad (UPMPM), un programa de televisión, un café literario, un plan de viviendas sociales y una guardería infantil.
Entrevista, frases y reflexiones de Marta Ocampo de Vásquez
Testimonio de Marta Ocampo de Vásquez
Entrevista realizada en la Biblioteca Nacional
25 de julio de 2012
Programa de Derechos Humanos y Departamento de Comunicación, Biblioteca Nacional Mariano Moreno
Reflexiones Autobiográficas
Marta Ocampo de Vásquez: Mi nombre es María Marta Ocampo Casco. Estoy muy contenta de haber podido llegar acá y dejar impresas estas pequeñas inspiraciones sobre la vida nuestra, que no hubiera sido importante si no fuera por lo que sucedió en nuestro país en los años setenta. Yo vivía en La Plata; me casé a los 20 años, a los 21 tuve a mi primer hijo, a los 23 tuve otro y a los 24 tenía tres. En total mis hijos fueron seis. Mi marido, José María Vásquez, fue nombrado diplomático por Perón en el año 46 y partimos a nuestro primer destino, Milán. Luego estuvimos en Roma, unos meses en Lyon, Francia, en Argentina dos veces, en Chile, en Perú, en México. Esa fue nuestra trayectoria a través de cuarenta y siete años, año terrible en el que quedé viuda, y que me costó muchísimo porque ya se habían llevado nuestra hija María Marta.
Mis hijos eran cinco varones y una mujer. A María Marta la llevaron el 14 de mayo de 1976, y como todos, durante un tiempo no supimos nada de ellos. La primera noticia fue gracias a Emilio Mignone, porque María Marta fue llevada junto con su marido César Amadeo Lugones en un operativo que empezó a las once de la noche en la casa de unos amigos y siguió hasta las cinco de la mañana, en distintas casas.
La primera fue la de Horacio Pérez Weis, casado con Betty Carbonel, amiga de las chicas. Todos eran de un grupo de amigos que trabajaban en la villa miseria del Bajo Flores, hoy la terrible 1-11-14, creo que es. Siempre pienso, los chicos trabajaron con tanta dedicación, con tanto amor, con tantas ganas… Si hoy se despertaran, ¿qué dirían al ver en qué se convirtió esa villa? Yo no puedo dejar de pensarlo, realmente, qué terrible sería para ellos, y para mí también, porque tanto sacrificio que ellos hicieron… Dejaban todo, su familia, la fiesta, familiares por estar allí con los jóvenes y los niños.
El mayor de mis hijos hoy tiene 64 años, y de ahí para abajo, el menor debe tener 53, de manera que son todos creciditos ya. La ausencia de María Marta la hemos sentido muchísimo, dado que era la única mujer y María Marta se hacía querer mucho por sus hermanos, por sus amigos, por todo el mundo. Yo cada vez que pienso digo que nunca me daba ningún trabajo, ella se arreglaba siempre sola, ella arreglaba siempre su vida y la de los demás.
Estudios de Marta Ocampo de Vásquez
Ya se había recibido de psicopedagoga; cuando se la llevaron, ejercía en la Universidad de Luján y también estuvo en el Hospital Piñero y no me acuerdo en qué otros lugares, porque yo estaba afuera del país en esa fecha, estábamos en México. La verdad es que yo nunca creí, creo que mi esposo tampoco, nunca creímos lo que pasaba en realidad, no podíamos ni siquiera suponer ni pensar, era cosa de locos para nosotros, todo, no sabíamos. La noticia llegó por medio de los sacerdotes Yorio y Jalics, que fueron detenidos una semana después, al oficiar una misa con siete catequistas en otro lugar de la villa del Bajo Flores. Ese día se llevaron a las catequistas y a los dos sacerdotes; se supo que ellos estaban en la Escuela Mecánica de la Armada y ese fue el dato que nosotros obtuvimos. A ellos se los llevaron creo que el 21 de mayo. Verdaderamente fue otra la situación. Las catequistas estaban dirigidas creo que por la señora de Manrique, que era ministro no me acuerdo de qué, y lógicamente a los dos días o al día siguiente las liberaron.
Cuando se pudo hablar con estos sacerdotes, que los liberaron en octubre en un campo en Cañuelas, dormidos, supimos que los chicos estaban ahí, en la Escuela de Mecánica, esa fue la última noticia. Por eso sabemos, estamos luchando y hoy somos querellantes en el juicio en la ESMA. Yo me enteré
después de un año de que se la habían llevado que ella estaba embarazada, por amigos, por mi empleada, que estuvo luego como veinte años con nosotros, y por comentarios que me iban llegando, a los que no quería hacer caso. Hasta que un día me encuentro con una Abuela y me dice: “¿Por qué no lo aceptás?
Mirame a mí, yo no sabía que mi hija estaba embarazada, y sin embargo tuvo su hijo y yo lo tengo”. No me recuerdo el nombre de ella, pero eso me cambió la manera de pensar. Porque si a ella le pasó, ¿a mí por qué no me puede pasar igual? Cambié completamente; yo me acuerdo que la gente de la Justicia —creo que era uno de los camaristas de la Corte, la primera que juzgó a los comandantes— se asombró cuando yo reclamé por mi nieto, cuando reclamamos en un aviso de los detenidos
Cómo se enteró de la noticia
No, nosotros nos enteramos de la noticia el 14 de mayo a las cinco de la mañana. Uno de nuestros hijos nos llama y nos cuenta. Me acuerdo que atiendo el teléfono y Carlos me dice: “Mamá, se llevaron a María Marta”. Yo no entendía lo que me estaba diciendo. ¿Cómo me iba a imaginar semejante cosa? Le paso el teléfono a mi marido, salgo corriendo, despierto a nuestro otro hijo que estaba con nosotros, agarramos otro teléfono y escuchamos, y nuestro hijo dice: “Yo estoy al tanto, estoy en contacto con Emilio Mignone”. Como las chicas eran muy amigas y compañeras del Misericordia, del último año —María Marta hizo la secundaria en Lima—, entonces me dicen: “Estamos trabajando juntos así que no venga nadie porque nosotros vamos a averiguar”. A los quince días llamó desesperado: “Por favor, venga uno de ustedes porque no hemos podido obtener nada”. Viaja mi marido, yo me quedé porque no encontré sentido a viajar yo sola. En esa época no tenía el recorrido que tengo hoy.
Hábeas corpus
No es el primer trámite que hacemos. Por la posición de mi marido y de Emilio también —estaban conectados con el gobierno y a algunos de los que estaban en el gobierno los conocían de antes— pensaron que iba a ser mucho más fácil. Visitaron ministros interiores, ministros exteriores, secretarios de Interior, Arguindegui, Ruiz Palacios, jefes de regimientos, no les faltó a nadie. Estuvo dos meses en eso y volvió allá desilusionado y triste. Dijo: “No conseguimos nada, es imposible”. El paso siguiente fue que a él lo hicieron volver a Buenos Aires, y a fines de octubre ya los hijos nos habían avisado que venía cesante; tenía 37 o 38 años de servicio en
la Cancillería. Llamaron a toda la embajada que estaba en México, en el Consulado y en la Delegaduría Cultural, todos tuvieron que volver al país, todos cesantes. Porque la acusación era que habían estado con Cámpora cuando era embajador, y la verdad era que mi marido había ido a México por Cámpora, que le pidió que lo acompañara, no lo conocíamos de antes. Así que cuando llegamos acá, durante un año diría yo, mi marido siguió haciendo diligencias con Emilio y Augusto Ponte. En fin, ellos se ocupaban. Un día yo veía que Chela acompañaba siempre a Emilio, entonces me rebelé y dije: “Yo también quiero ir”, y así empecé, acompañándolos. Un día dijo Emilio, serio: “No vamos a ir nosotros, van a ir ustedes solas”.
Fuimos al Edificio Libertad de la Marina. Las dos temblábamos como conejitos y salimos con esa sensación de que te están mintiendo y te están engañando y se están burlando de uno. Así salimos, así que costaba mucho ir a verlos. Y así llego el día que Chela me dice: “Marta, están yendo un grupo de madres a la Plaza, van tal día”, y dije: “Bueno”, pero no fui, no hice caso. Como a los diez días me vuelve a decir: “No fuiste, hay que ir”. Entonces tomé la realidad y fui. La primera vez que fui debe haber sido, yo cálculo, que a fines de mayo del 77. Me voy a corregir, porque no estaban en la Plaza. Yo me acerqué ese día y no estaban en la Plaza, estaban en el atrio de la Iglesia San Francisco, a la entrada, donde hay una Capilla de San Roque al costado. Ahí la conocí a Azucena, conocí a varias, a casi todas menos a Chela, que era la amiga que me había llevado. Y seguí un recorrido, leímos unas cartas, firmamos y, por indicación de Azucena, fuimos a la Editorial Atlántida y ese mismo día fuimos al diario inglés, al Buenos Aires Herald, que a partir de ahí fue uno de los que más nos atendió y nos daba refugio y nos publicaba datos que llevábamos.
Verdaderamente, ¡cómo se portó Cox! Y después, cuando él se fue, el otro chico, siempre tenemos que estar agradecidas por ellos. Después de eso, sí ya fui a la Plaza. Y me acuerdo del día, yo creo que no había pasado más que una o dos veces, estábamos sentadas al lado de la fuente que da a lo que era el Banco Hipotecario, y habremos sido quince o dieciocho, no éramos más. Aparecen dos policías y nos dicen: “Señoras, no pueden
estar acá, hay estado de sitio, tienen que circular”, y nos dieron la idea… empezamos a circular. “Qué bien, qué bien”, decíamos, y así comenzamos nuestras primeras vueltas, que eran frente al monumento Belgrano hacia la Casa Rosada. Y ahí estuvimos mucho tiempo dando vueltas. Cuando vino el mundial de fútbol estábamos haciendo esas rondas.
Emilio Mignone nos insinuaba lo que teníamos que hacer. Pedíamos siempre consejos, solas no sabíamos qué teníamos que hacer, y entonces nos dijeron de hacer hábeas corpus, ahí nos pusimos de acuerdo de que era mejor que fuéramos todos juntos, era nuestra manera de actuar.
Fuimos a Tribunales, nos tocó un juez que era muy conocido, no me voy a acordar ahora, y fuimos más de doscientas personas. Iban familiares, abuelas, nos juntamos todos. Y después hicimos lo mismo cuando empezó la Conadep. Nos pusimos de acuerdo para ir todas juntas a la misma hora, de manera que en la calle hubiera más de una cuadra de gente esperando y la gente que pasara nos viera y preguntara por qué. En aquella época era nuestra manera de denunciar y lo hacíamos así cuanto podíamos.
Viajes al extranjero
Yo me acuerdo cuando vino un embajador de Estados Unidos muy conocido y fue a las once de la mañana a la Casa de Gobierno; entonces arreglamos que un grupo notorio de Madres fuera esa ahora. Por más de que algunas personas nos decían: “¿Para qué van a la Embajada de Estados Unidos?
No vayan, son unos mentirosos. ¿Para qué van si no los van a auxiliar en nada?”. Cada vez que nosotros veíamos que venía de allá una persona destacada salíamos corriendo. Teníamos a este primer secretario que nos recibía, nos ayudaba, nos daba datos de dónde podíamos estar. Y después cuando vino el negro —sin ánimos de discriminar, sino cariñosamente—, fuimos ahí al costadito de la Plaza, frente a donde entran los autos, y él llegó en auto, y nosotras gritamos, hicimos un escándalo, y supimos que él
había preguntado quiénes éramos. Después otra vez vino una periodista inglesa de la BBC, ese también debe ser un episodio conocido; fuimos unas pocas a la mañana a la Plaza a acompañarla y apareció la policía de civil con un jefe. Se notaba cuál era el jefe, teníamos intuición y nos dábamos cuenta cuando se acercaba uno que era policía, enseguida los descubríamos. Un día nos preguntaron: “¿Cómo se dan cuenta ustedes quiénes somos?”. En un viaje a Mendoza nos hicimos pasar por misioneras, fuimos cuarenta y dos Madres. Fuimos por el Congreso Mariano del año 80. Creo que nos fue muy bien, a pesar de todo. Se dieron cuenta de quiénes éramos ya en el camino, no entramos a Mendoza.
Visita a obispos
Ese viaje fue porque pensábamos que venía el Papa, pero vino un delegado de él, el cardenal Mejía. Hicimos un documento para entregárselo denunciando lo que pasaba, fuimos a la casa de una chica de allá que pertenecía a Madres también, a pasar el documento, era la época de las maquinitas. Cuando salíamos, caminábamos tres o cuatro juntas, yo iba al medio. De pronto me vi sola y sentí que corrían. Cuando quise acordarme pasó uno a mi lado izquierdo, otro por mi lado derecho, y la carpeta con
todo me la quitaron de abajo de mi brazo y se la llevaron. Yo empecé a correr como loca atrás de ellos gritando “ladrones, ladrones”, pero no los alcancé, por supuesto.
Cuando llegué a la esquina, ellos ya habían hecho una cuadra y subían a un auto. Ese día llegamos de nuevo al hotel en el que parábamos, descorazonadas. “¿Qué hacemos?”. Y nos recibió el cardenal Mejía. ¿Qué hicimos? El borrador que habíamos hecho con lápiz, le entregamos. Esas eran las anécdotas nuestras. No sabíamos cómo hacer. ¿Cómo íbamos a la entrevista y le decíamos que no teníamos nada? Él ni la habrá visto, la habrá roto y chau, conociéndolo.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos
También, en la Avenida de Mayo había una fila enorme. Ellos recibieron a todos los familiares. En la Avenida de Mayo hay un lugar que tiene un teatro muy grande, un recinto. Y yo me acuerdo que Élida Galletti fue la encargada de hablar por todas nosotras. Nos hizo llorar. ¡Qué maravilla! Yo por ahí tengo guardada esa nota porque fue una maravilla. Todo el público y los delegados que habían venido quedaron sin palabras. En el 81, antes de este período nuestro, se hizo en Costa Rica un seminario, y fuimos con Élida Galletti en representación de las Madres. Era enero del 81. Esa fue la primera semilla donde creció Fedefam. Ahí lo conocí a Patricio Rais. El que nos había convocado era el padre español. Ya en noviembre se hizo un segundo congreso en Lima.
Fedefam
De que nos uniéramos los organismos de todos los países latinoamericanos donde se llevaba a cabo la desaparición forzada como delito de lesa humanidad. El objetivo de esto era unirnos porque, decía el padre monseñor Silva, unidos era la única forma de conseguir algo. Y tenía razón, había que unirse. Así fue que Fedefam comenzó. Lo trágico o, no sé cómo calificarlo, es que en ese momento de la creación de Fedefam, los países no eran muchos. Perú no tenía desaparecidos, Colombia no tenía desaparecidos, otros no se presentaron. Pero después, cuando fue pasando el tiempo, fue increíble como en toda Centroamérica… Guatemala, no, digamos. De El Salvador venían siempre. Los miembros de El Salvador, las
madres de El Salvador, nos copiaron el pañuelo, hicieron, para diferenciarlo, un pañuelo de encaje blanco, más elegante. La verdad que hubo muchos logros en Fedefam. Comenzamos a trabajar porque había
abogados que nos ayudaban, que nos enseñaban, como el esposo de Élida Galletti, Alfredo, un abogado chileno, otro uruguayo, otro de El Salvador, todos nos ayudaban. Las primeras comisiones hicieron un trabajo muy intenso. Así comenzamos el trabajo entre Naciones Unidas, la OEA, con organismos, con ONGs independientes, como la Amnisty, Human Rights, y eso la verdad que nos dio conocimiento y nos hizo conocernos. Ya no solamente se trabajaba por Argentina sino por toda América Latina.
Llegué a tener la presidencia en 1999, hasta el 2003. Tuve dos períodos y ya no quise aceptar más, porque acá me estaban por sacar los ojos las compañeras, las tenía muy abandonadas. Pero fue una linda experiencia, y estoy contenta de haberlo podido hacer, aunque yo diría que fue el período más difícil de Fedefam desde que empezó. Estábamos felices con el triunfo de Alfonsín, muy contentas. En realidad, lo apoyábamos porque antes de hacerse cargo como presidente había recibido un grupo de Madres, teníamos mucha esperanza en él. Pero después con el andar del tiempo y los hechos, nos desilusionaron las cosas que fueron sucediendo, aunque no se le pueden quitar algunos méritos, como el nombramiento de la Conadep. Los familiares queríamos que en vez de la Conadep hubiera una comisión bicameral, y el tiempo nos hizo ver que verdaderamente estábamos equivocadas; hubo Madres que se plantaron en eso y querían eso y discutían eso. Donde hubo comisión bicameral fue en Tucumán, y no hizo absolutamente nada. El trabajo que hizo la Conadep fue maravilloso, las personas que integraron esta comisión… verdaderamente hay que sacarse el sombrero. Nunca nos imaginamos; sabíamos de los centros de detención
clandestinos, teníamos en cuenta unos doscientos o trescientos, y después de la Conadep supimos que eran casi quinientos, y ahora son más de seiscientos, porque siguen apareciendo.
Élida Galletti fue un baluarte dentro de Fedefam; María Adela Antokoletz, ella y yo mantuvimos los lazos con Fedefam, contra viento y marea, porque Hebe no quería que perteneciéramos, pero nosotros vimos la necesidad de estar ahí. Si a nosotros se nos repetía lo que estábamos pasando o habíamos pasado, ¿quién iba a levantar la voz por nosotros? Fedefam, porque para eso estaba preparado. Denunciaba lo que sucedía en todos los países de Latinoamérica, y después terminó enseñando a gente de Asia y se formó la Federación Asiática. En África no tuvimos esa suerte, pero ahora hay un grupo conformado. La idea era hacer una Confederación, que no se ha podido porque la situación en Argentina cambió, la gente que nos ayudaba de Europa, sobre todo a seguir adelante, consideró que había que mirar para África o Asia, pensando que nosotras no necesitábamos ayuda. Por más que decíamos que la situación seguía igual y denunciábamos, no llegaba más ayuda económica y Fedefam no pudo sostenerse. Actualmente hay grupos de gente joven que quiere reflotarlo y que vuelva a estar; yo creo que eso sería lo más adecuado y me gustaría verlo antes de partir, dada la trayectoria que ha tenido, que pueda estar al frente y defender
los derechos humanos. Porque tristemente es terrible la situación en todos los países hoy día. No lo podíamos creer, iniciamos Fedefam pensando que íbamos a erradicar de Latinoamérica y el resto del mundo la desaparición forzada, ese terrible flagelo. No lo erradicamos y se extendió a muchos otros países. Es increíble. Vos leés lo que pasa ahora en México… Está bien que actúa la droga, los príncipes de la droga, pero la cantidad de muertos que hay en los últimos años… Se habla de setenta mil desaparecidos, ¿cómo
es posible? En la época en que se creó Fedefam había quinientos desaparecidos en México. Colombia no tenía; después de unos años se incorporó porque empezaba a tener, y ahora sigue.
Anulación de las leyes de Punto Final, Obediencia Debida y los indultos
Yo te diría lo bien que nos sentimos cuando las votaron. Porque hicimos movimientos, hicimos marchas que fueron contra el indulto, contra las leyes de Obediencia Debida, y no obteníamos nada. Finalmente tuvo que transcurrir un buen tiempo, porque no había forma de obtenerlo.
Cuando todavía estaba Alfonsín, los diputados lo que hicieron fue reconocer que estas leyes no podían andar, pero no las anularon, seguían vigentes. Recién cuando cambia el gobierno, después de varios años y viene Néstor Kirchner y luego su señora, Cristina Fernández de Kirchner, nosotros hemos podido dar gracias por todo lo que hemos recibido. No recuperamos a nuestros hijos, pero sí aquí nadie puede decir que no sabía, cómo decían antes. Nuestra soledad se acabó, nuestro trabajo solitario se acabó. Ha habido un despertar muy grande, y lo que más queremos hoy en día es darle gracias a Néstor y a Cristina por lo que han hecho por los derechos humanos, cómo han consentido que las leyes de Punto Final y Obediencia Debida fueran anuladas. Después también por el indulto. Se formó una Corte Suprema con mucho discernimiento, razonamiento, de gente superior, a la que estamos agradecidas por la manera de actuar. Después de ello, poquito a poco hemos seguido insistiendo en la justicia, ante la justicia, porque no es posible la lentitud que ha tenido, los años que hemos tenido que esperar.
Recién ahora hemos cumplido las Madres de Plaza de Mayo 35 años y podemos decir que algo hemos logrado, porque aquí y en el resto del mundo se sabe lo que sucedió. No ha habido ocultamiento, silencio, al contrario. Hoy en día la Argentina es un ejemplo de lucha y de vigencia de la ley, favoreciendo al que más ha sufrido y que menos tiene para poder sacar adelante a su familia. No había trabajo, faltaban muchísimos trabajos;
ahora ha cambiado, ha cambiado la situación del país muchísimo, y entonces seguimos esperando que la justicia siga avanzando.
Hay varios juicios en todo el país, nunca lo hubiéramos soñado, verdaderamente ha sido un despertar muy bueno. Nunca ellos se imaginaron lo que les podía llegar a pasar, a los represores me refiero. Verdaderamente tenemos que seguir insistiendo: cárcel común para los asesinos, no cárcel domiciliaria, y que cumplan con toda su condena
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