Actualizado el sábado, 12 marzo, 2022
Perdimos a uno de los más reconocidos sociólogos, el polaco Zygmunt Bauman, famoso por su concepto de modernidad líquida.
Analizó no solo las teorías del cambio social, sino también el nazismo y el comunismo postmoderno. Considerado como padre de la antiglobalización y gran influente en esos movimientos, expuso las consecuencias inevitables de la modernización.
A grandes rasgos, su teoría se basa en que, hoy en día, la modernidad es líquida. Ni el trabajo ni el matrimonio es ya para toda la vida como en la época de nuestros abuelos o, incluso, de nuestros padres. Actualmente, el amor y, en general, la sociedad, son líquidos, precarios y menos sólidos que nunca.
Veamos 10 frases que caracterizan a Bauman:
Todas las medidas emprendidas en nombre del «rescate de la economía» se convierten, como tocadas por una varita mágica, en medidas que sirven para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres.
Lo que antes era un proyecto para “toda la vida” hoy se ha convertido en un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya no es “para siempre”, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente.
Con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar.
El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas.
Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota.
Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista.
El arte de romper relaciones y salir ileso de ellas supera ampliamente el arte de componer relaciones.
Practicar el arte de la vida, hacer de la propia vida una “obra de arte” equivale en nuestro mundo moderno líquido a permanecer en un estado de transformación permanente, a redefinirse perpetuamente transformándose (o al menos intentándolo) en alguien distinto del que se ha ido hasta ahora.
Uno de los efectos fundamentales de equiparar la felicidad con la compra de artículos que se espera que generen felicidad consiste en eliminar la posibilidad de que este tipo de búsqueda de la felicidad llegue algún día a su fin.
Además de tratarse de una economía del exceso y los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño. Apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas tomadas en frío; apuesta a despertar la emoción consumista, y no a cultivar la razón.
La nuestra es una sociedad de consumo: en ella la cultura, al igual que el resto del mundo experimentado por los consumidores, se manifiesta como un depósito de bienes concebidos para el consumo, todos ellos en competencia por la atención insoportablemente fugaz y distraída de los potenciales clientes, empeñándose en captar esa atención más allá del pestañeo.
¿Es el sentido del privilegio lo que hace felices a los ricos y poderosos? El progreso hacia la felicidad ¿se mide por número cada vez más reducido de compañeros de viaje?
El amor puede y suele ser tan aterrador como la muerte pero encubre la verdad bajo oleadas de deseo y entusiasmo.
No hay otra alternativa que intentarlo, e intentarlo y volver a intentar.
Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota.
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