El 7 de febrero de 1937, una caravana de familias huyó de Málaga rumbo a Almería. Mientras aviones alemanes e italianos les bombardeaban, la flota franquista les disparaba desde la costa. Este episodio, uno de los más sangrientos y desconocidos de la Guerra Civil española, es la Desbandá. Según los historiadores Andrés Fernández y Maribel Brenes, 300.000 personas, la mayoría mujeres y niños, recorrieron a pie —descalzos incluso— la carretera que separaba las dos capitales andaluzas. Junto a ellos caminaba un médico canadiense, Norman Bethune, al que algunos describen como el «primer médico sin fronteras».
Nacido en Ontario (Bethune), tuvo vocación de servicio desde muy joven. Estando en la universidad, abandonó sus estudios de medicina varias veces. La primera, para incorporarse como maestro voluntario del Frontier College, enseñando a leer y a escribir en inglés a los inmigrantes de los campamentos madereros y mineros del norte de Ontario. La segunda, cuando estalló la I Guerra Mundial, como camillero voluntario en Francia. Con el título de medicina bajo el brazo, ejerció en Montreal durante los años de la Gran Depresión, centrándose en los más desfavorecidos, a los que trataba de forma gratuita. Presionó —sin éxito entonces— para que el gobierno canadiense reformara el sistema nacional de salud, algo que no sucedió hasta 1947 cuando la cobertura sanitaria para todos los ciudadanos fue una realidad en el país americano.
Un viaje a la antigua URSS en 1935 para conocer su sistema público de salud le convirtió en un comunista comprometido. Llegó a España con el Batallón Mackenzie-Papineau, integrado por canadienses. Lo vivido por Bethune y sus ayudantes, Hazen Sise y Thomas Worsley, durante la Desbandá le llevaría a escribir su relato El crimen de la carretera Málaga-Almería.
«[…] Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos….», denunció sobrecogido.
Tanto le afectó que, a su regreso a Canadá cuatro meses después, comenzó una gira para recaudar fondos y captar voluntarios para la lucha contra el fascismo en España.
La placa que marca su casa natal como edificio histórico le define como «un trabajador humanitario de fama mundial, un cirujano y un revolucionario» que instaló «la primera unidad móvil de transfusión de sangre» durante la Guerra Civil española. Una causa frecuente de muerte en el campo de batalla era el choque circulatorio provocado por la pérdida de sangre que causaba la muerte instantánea de un combatiente cuyas heridas no parecían graves. Bethune concibió la idea de la administración de transfusiones de sangre in situ para evitar la muerte instantánea derivada del choque circulatorio por la pérdida de sangre.
Su unidad móvil contenía 500 apósitos y suministros y medicinas para 100 operaciones. Además, organizó un servicio para recoger la sangre de los donantes y trasladarla al frente de batalla, salvando numerosas vidas. El trabajo de Bethune en España en el desarrollo de las unidades médicas móviles fue el modelo en el que se basaron posteriormente las unidades Mobile Army Surgical Hospital (MASH).
Una exposición en el Conde Duque de Madrid nos acerca a la trayectoria vital de este médico que afirmaba no haber venido a España «a derramar sangre, sino a darla».
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