Actualizado el lunes, 10 junio, 2024
Buddhism Plain and Simple es su guía práctica de las prácticas budistas esenciales. Desde la toma de conciencia hasta la vivencia del momento presente, las enseñanzas más importantes del budismo se explican de forma clara y accesible, y están vinculadas a aspectos de la vida cotidiana donde más las necesitamos.
Cuentan que hace siglos vivió un gran maestro zen a quien llamaban Roshi del Nido del Ave porque solía meditar sentado sobre el nido de un águila, en la cima de un árbol en una montaña.
Un día, un poeta y funcionario del gobierno lo visitó y, de pie en el suelo, muy por debajo del maestro, le preguntó por qué vivía de manera tan peligrosa.
El maestro le respondió con una sonrisa en los labios:
—¿Lo llamas peligroso? ¡Lo que estás haciendo es mucho más peligroso! Vivir en el mundo, ignorar la muerte, la impermanencia, la pérdida y el sufrimiento, como todos hacen día tras día, como si fuera la manera más normal y segura de vivir, es mucho más peligroso que subirse a este nido para meditar.
El maestro zen se refería a un estilo de vida en el que intentamos anestesiarnos, alejarnos del dolor viviendo como si fuéramos autómatas, buscando continuamente nuevas experiencias cada vez más intensas y al límite, que le den un sentido fugaz a nuestra vida. El problema es que, al intentar protegernos del sufrimiento, caemos en lo que pretendemos evitar y nos causamos un dolor más profundo.
El maestro zen de la historia se refería a que el camino de la evasión es el más peligroso, porque la adversidad terminará atacándonos por sorpresa y no tendremos las herramientas psicológicas para hacerle frente y reponernos.
El budismo ofrece una amplia variedad de enseñanzas y prácticas que pueden ayudar a transformar las experiencias negativas en sabiduría. Aquí tienes 55 consejos basados en principios budistas que pueden ayudarte a ver los desafíos de la vida desde una perspectiva más sabia y compasiva:
- Practica la meditación diaria: Ayuda a calmar la mente y a ver las cosas con mayor claridad.
- Acepta la impermanencia: Todo cambia, nada es permanente. Aceptarlo puede reducir el sufrimiento.
- Cultiva la compasión: Sé amable contigo mismo y con los demás, especialmente en momentos difíciles.
- Desarrolla la atención plena (mindfulness): Mantente presente y consciente de tus pensamientos y emociones sin juzgarlos.
- Practica el desapego: No te aferres a las cosas ni a las personas, ya que esto puede ser una fuente de sufrimiento.
- Reconoce el sufrimiento: Es parte de la vida y puede ser una fuente de crecimiento personal.
- Busca el equilibrio: Encuentra un equilibrio entre tus deseos y necesidades.
- Vive el momento presente: El pasado ya pasó y el futuro es incierto. El presente es lo único que tenemos.
- Practica la gratitud: Agradece lo que tienes en lugar de enfocarte en lo que te falta.
- Desarrolla la paciencia: Aprende a esperar y a aceptar que las cosas tomen su tiempo.
- Confía en el proceso: Todo tiene su propio ritmo y tiempo de evolución.
- Acepta tus emociones: No las reprimas ni las niegues, reconócelas y permíteles ser.
- Encuentra lecciones en las dificultades: Cada desafío es una oportunidad para aprender y crecer.
- Desarrolla la sabiduría: A través del estudio y la reflexión de las enseñanzas budistas.
- Practica el no juicio: No juzgues a los demás ni a ti mismo. Todos estamos en un proceso de aprendizaje.
- Cultiva la humildad: Reconoce tus limitaciones y aprende de ellas.
- Vive con integridad: Sé honesto y sincero en tus acciones y palabras.
- Mantén una actitud positiva: Enfócate en el lado positivo de las cosas.
- Practica el amor incondicional: Ama sin esperar nada a cambio.
- Desarrolla la empatía: Ponerte en el lugar del otro puede ayudarte a comprender y aceptar mejor sus acciones.
- Sé consciente de tus pensamientos: Los pensamientos negativos pueden ser reemplazados por positivos.
- Practica la generosidad: Da sin esperar recibir.
- Cultiva la ecuanimidad: Mantén la calma y la serenidad en todas las situaciones.
- Acepta tus errores: Aprende de ellos y sigue adelante.
- Desarrolla la autodisciplina: Mantén el control sobre tus acciones y emociones.
- Busca la verdad: A través de la introspección y la meditación.
- Practica el silencio: Encuentra tiempo para estar en silencio y reflexionar.
- Sé flexible: Adapta tu comportamiento y pensamiento según las circunstancias.
- Cultiva la alegría: Encuentra la felicidad en las pequeñas cosas de la vida.
- Practica el perdón: Perdona a los demás y a ti mismo.
- Busca el conocimiento: Aprende constantemente para enriquecer tu vida.
- Mantén una actitud de servicio: Ayuda a los demás de manera desinteresada.
- Desarrolla la resiliencia: Aprende a recuperarte de las adversidades.
- Cultiva la simplicidad: Vive de manera sencilla y sin complicaciones innecesarias.
- Practica la bondad: Sé amable en todas tus interacciones.
- Mantén la esperanza: Cree en un futuro mejor y trabaja para lograrlo.
- Desarrolla la fe: Confía en ti mismo y en el proceso de la vida.
- Practica el autocuidado: Cuida tu cuerpo y mente.
- Acepta la muerte: Es una parte natural de la vida.
- Vive con propósito: Encuentra y sigue tu propósito en la vida.
- Desarrolla la serenidad: Mantén la calma interior en cualquier situación.
- Practica el respeto: Respeta a los demás y a ti mismo.
- Cultiva la creatividad: Encuentra formas creativas de resolver problemas.
- Desarrolla la autodeterminación: Sé dueño de tu propio destino.
- Practica la autoaceptación: Acepta tus virtudes y defectos.
- Mantén la mente abierta: Sé receptivo a nuevas ideas y experiencias.
- Desarrolla la cooperación: Trabaja en equipo para alcanzar metas comunes.
- Practica la honestidad: Sé honesto contigo mismo y con los demás.
- Cultiva la confianza: Confía en tus habilidades y en el proceso de la vida.
- Desarrolla la claridad: Sé claro en tus pensamientos y acciones.
- Practica el amor propio: Cuida y respeta tu propio ser.
- Mantén la humildad: Reconoce que siempre hay algo nuevo por aprender.
- Desarrolla la autocompasión: Sé amable contigo mismo en momentos de dificultad.
- Practica la aceptación: Acepta las cosas tal como son, sin tratar de cambiarlas.
- Vive con propósito: Encuentra y sigue tu propósito en la vida.
Estas prácticas pueden ayudarte a transformar experiencias negativas en oportunidades de crecimiento y sabiduría.
¿Qué nos puede enseñar la filosofía budista?
A medida que aprendemos a dejar de hacer juicios sobre nosotros mismos, los demás y las situaciones que enfrentamos, podemos romper el ciclo de confusión e insatisfacción. Al comenzar a practicar nuevos enfoques de la vida, con atención plena e intenciones más profundas, podremos permanecer en el momento presente y disfrutarlo.
1. Deja de pensar en términos antagónicos
Una de las creencias más limitantes que nos ha inculcado la sociedad occidental consiste en pensar en términos de bueno o malo, positivo o negativo. Ese es el principio de la radicalización y la rigidez de pensamiento, además de ser una de las bases del sufrimiento.
En el budismo, así como en la mayoría de las tendencias filosóficas no duales, todos los fenómenos son una unidad que representa un contínuum donde los extremos no son antagónicos. De hecho, el famoso yin y yang son dos fuerzas complementarias que se necesitan mutuamente. Lo que puede parecer un mero juego de palabras, en realidad tiene profundas implicaciones para nuestra vida cotidiana porque nos permite comprender que todas las experiencias encierran una parte positiva y otra negativa, somos nosotros quienes le damos más importancia a una u otra según nuestros mapas mentales.
Este cambio de perspectiva nos permitirá abrir la mente lo suficiente como para comprender que incluso las experiencias aparentemente negativas encierran una oportunidad o, al menos, una enseñanza que puede convertirnos en personas más sabias o resilientes.
2. Sé paciente, resiste el impulso de actuar
Solemos asociar la paciencia a una actitud pasiva y poco glamorosa. Cualidades como la proactividad y la compasión son mucho más populares. Sin embargo, cuando los tiempos se ponen difíciles nos percatamos de que, sin la paciencia, el resto de las cualidades pueden ser bastante volubles porque una idea brillante, sin la paciencia necesaria para llevarla adelante, se quedará en el cajón de los proyectos frustrados.
Ser pacientes no implica simplemente esperar, sino ser capaces de usar inteligentemente ese tiempo, para recopilar más información o crecer como personas, desarrollando las herramientas que necesitamos para hacerle frente al reto. Practicar la paciencia consiste en notar lo que sucede y, en vez de reaccionar, aguardar el momento oportuno para responder. No corremos ni retrocedemos, pero tampoco nos quedamos atrapados. Así ahorramos una energía preciosa y respondemos con mayor sabiduría.
3. Reconduce la responsabilidad hacia ti
Quien busca culpables fuera, encontrará sosiego momentáneo pero jamás será dueño de su destino.
Para la filosofía budista, somos los máximos responsables de nuestra vida ya que, de una forma u otra, todas las decisiones que hemos tomado nos han llevado al punto en el que nos encontramos. Esta idea budista es el equivalente al concepto psicológico de “locus de control interno”, que es característico de las personas que tienen éxito profesionalmente y se sienten más satisfechas con sus vidas.
Por supuesto, eso no significa pensar que todo depende de nosotros o que debemos asumir la responsabilidad por todo lo que sucede, lo cual sería irracional, pero nos ayuda a aprender de las experiencias y a no cometer los mismos errores. Es probable que en un primer momento sea abrumador, pero más tarde generará una enorme sensación de empoderamiento porque concientizamos que tenemos el poder de cambiar nuestras vidas.
4. Libera tu ego
La vacuidad es uno de los conceptos más difíciles de entender y aplicar del budismo.
Según esta filosofía, aunque nos vemos como individuos aislados, en realidad todas las cosas están interconectadas y abiertas al flujo de la vida. Incluso nuestra personalidad está en constante transformación, como demostraron investigadores de la Universidad de Edimburgo tras analizar a más de 1.200 personas desde los 14 hasta los 77 años de edad. Sin embargo, nuestro apego al ego y la creencia de que es inmutable es una de las razones por la que sufrimos. De hecho, las críticas nos hieren y enfadan precisamente porque consideramos que es un ataque a nuestro ego. Si asumimos que estamos en constante cambio, podemos comprender que esa crítica forma parte del pasado y se refiere a un “yo” que probablemente ya no existe.
El espejo puede servirnos como metáfora para entender mejor esta idea: un espejo refleja todos los objetos que se ponen delante, pero estos no le afectan y puede seguir reflejando otros objetos. Nuestro problema es que nos confundimos y creemos que somos los reflejos que estamos proyectando en nuestra mente. Liberar el ego de ese engaño nos permitirá aprender más de cada experiencia porque podremos afrontarlas con una actitud más desapegada.
5. Practica la aceptación radical
Muchos piensan que aceptar es sinónimo de pasividad y resignación. En realidad, aceptar es el primer paso del cambio. Si queremos cambiar algo que no nos gusta, primero debemos aceptar que existe una situación que nos molesta o desagrada. Al contrario, negar la realidad implica quedarse bloqueados en una situación que nos genera malestar.
La aceptación radical nos propone aceptar todo lo que ocurre, para luego decidir conscientemente qué podemos hacer. Habrá situaciones que podamos cambiar y otras sobre las que prácticamente no tendremos ningún control. En ese caso, tendremos que cambiar nuestra actitud.
En el fondo, practicar la aceptación radical implica asumir una actitud madura, comprendiendo que hay cosas que no nos agradan pero aún así debemos lidiar con ellas. Al respecto, el psicólogo William James escribió: “La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”.
Pon en práctica estos consejos budistas y cuéntanos el resultado.
Aprenda a encontrar la tranquilidad y a ver las cosas como son realmente
Digamos que pasas una tarde agradable en el centro comercial, te encuentras con algunos amigos, disfrutas de un delicioso helado e incluso disfrutas del nuevo libro, teléfono inteligente o prenda de vestir que tenías en la mira, pero una vez en casa, te sientes agotado y vacío, con toda la emoción desaparecida hace mucho tiempo.
O tal vez te encuentres preocupándote constantemente; incluso la perspectiva de perder un tren o llegar tarde a un pago es suficiente para causarle un dolor de cabeza. Luego hay preocupaciones más profundas sobre la seguridad de sus hijos o la seguridad de su trabajo.
Mucha gente en los países occidentales se siente descontenta, deprimida y llena de miedo. ¿Qué nos estamos perdiendo? ¿Y por qué tantas celebridades simpatizan con el budismo? Después de todo, Bill Clinton, Philip Glass, Orlando Bloom y Tina Turner han profesado una inclinación por el pensamiento budista.
El budismo tiene mucho que ofrecer: enseña que todo lo que estamos buscando está justo frente a nuestras narices. Lo que anhelamos es experimentar la realidad, pero nuestros innumerables deseos, miedos y opiniones actúan como un velo que nos separa del mundo como realmente es.
Afortunadamente, no está condenado a vivir una vida falsa; hay prácticas que te ayudarán a vivir el momento, lidiar con las emociones dolorosas y encontrar tu tranquilidad.
Nuestra desdicha proviene de nuestra incapacidad para ver y aceptar las cosas son realmente
¿Te sientes vacío e insatisfecho con tu vida? ¿Siente que se está perdiendo algo que no puede identificar? En ese caso, el budismo podría proporcionar algunas respuestas.
Muy a menudo, sufrimos porque comparamos la realidad con nuestros deseos y expectativas; lo que deberíamos estar haciendo es simplemente ser conscientes del momento presente. Pero dado que todos los aspectos de nuestra vida cotidiana están dominados por hábitos que nos sacan del momento presente, esta puede ser una tarea muy difícil.
Pasamos gran parte de nuestro tiempo juzgándonos a nosotros mismos, a los demás y a las situaciones en función de lo que esperamos que sean. Por ejemplo, si llueve en verano, no estamos contentos porque esperamos que el clima sea soleado. Si no encontramos nuevas formas de sentirnos decepcionados, nos obsesionamos con deseos insignificantes, codiciando un coche nuevo, una casa de ensueño o una tez perfecta.
Todos estos deseos y expectativas son como un velo entre nosotros y la realidad. Evitan que experimentemos esa lluvia fría como algo más que la frustrante ausencia del clima que esperábamos.
Esta visión del mundo nos hace infelices por dos razones: primero, tenemos hambre de experiencias reales y nos las estamos perdiendo a menos que apreciemos lo que realmente hay. En segundo lugar, esperamos que la realidad sea algo que no es y, por lo tanto, nos estamos preparando para la decepción.
El budismo nos enseña que sufriremos mientras sigamos luchando contra el cambio. Vemos el cambio como un paso más hacia la muerte y no queremos morir o perder a nuestros seres queridos. Como resultado, estamos atrapados en un círculo de confusión, alarma e insatisfacción. Si gran parte de nuestro dolor está relacionado con nuestra incapacidad para percibir la realidad tal como es, ¿cómo podemos tomar conciencia de las cosas como son?
El budismo no nos aconseja que cedamos el control, sino que reconozcamos que nunca lo tuvimos en primer lugar. El cambio es una parte inevitable de la vida: todos cambiamos desde el momento en que nacemos. Crecemos, maduramos, envejecemos y morimos; estos procesos están fuera de nuestro control. Al igual que nosotros, todo y todos los que nos rodean también cambian.
El budismo recomienda estas prácticas para encontrar la paz mental
Las prácticas budistas pueden funcionar como una balsa que se puede usar para ir de una orilla a otra de un lago, alejándose del lado del sufrimiento humano, el duhkha . Las ocho prácticas clave son la visión correcta, la intención correcta, el discurso correcto, la acción correcta, el sustento correcto, el esfuerzo correcto, la atención plena correcta y la meditación correcta.
En primer lugar, para encontrar la tranquilidad, es necesario renunciar a la tendencia a ver el mundo como un telón de fondo de conceptos fijos. El mundo es un todo y está cambiando todo el tiempo; solo piense en el círculo de la vida o el agua que pasa de formas fluidas a gaseosas o sólidas.
A pesar de esto, tendemos a mirar aspectos únicos y temporales y tratamos de congelarlos en conceptos y opiniones. Es como mirar dentro de un caleidoscopio y fijarse en un solo aspecto. Pero piense en cuántas formas diferentes existen de percibir algo.
Por ejemplo, digamos que un niño domestica una rata. A sus ojos, esta rata es linda, tierno y adorable, mientras que su madre la percibe como sucia y repugnante. Ambas versiones de la rata son arbitrarias e incompletas.
Estos diferentes puntos de vista pueden ser una fuente de mucho conflicto si, por ejemplo, la madre echa a la rata de su casa. Al aprender a no juzgar los puntos de vista de los demás o interpretarlos arbitrariamente, podemos eliminar el conflicto. El Buda llama a esto adoptar el punto de vista correcto.
La intención correcta es la firme resolución de ver las cosas como realmente son. Es la intención de volver al momento presente, ser consciente de este momento y simplemente estar despierto sin querer otras cosas en tu vida. Incluso se podría decir que la intención correcta es la firme determinación de practicar la visión correcta, una y otra vez.
Otros dos consejos clave: la atención correcta y el esfuerzo correcto
Si la intención correcta es la firme resolución de ver las cosas como realmente son, ¿significa esto que debemos esforzarnos hacia la iluminación? Bueno, no del todo.
Lo que Buda llamó esfuerzo correcto es asegurarse de actuar y pensar sin esforzarse y nunca tratar de controlar lo que no puede. Por ejemplo, a menos que esté atravesando un pantano, el movimiento natural no debería requerir que se esfuerce; si lo hace, no lo está haciendo bien. El esfuerzo correcto implica que nunca debes esforzarte por alcanzar la iluminación y que no debes preocuparte por hacerlo.
El esfuerzo correcto consiste en no intentar controlar lo que está fuera de sus manos. Como dice el viejo refrán, puedes llevar un caballo al agua pero no puedes hacerlo beber.
Mientras tanto, la atención plena adecuada puede ayudarte a encontrar la calma. En la vida cotidiana, tendemos a simplemente reaccionar ante una determinada situación o reprimir esa reacción. Mientras vivamos de esta manera, seguiremos siendo muy vulnerables a las influencias externas e incluso las cosas más pequeñas pueden irritarnos, ¡solo piense en el ruido enloquecedor de un grifo que gotea!
Al practicar la atención correcta, harás algo diferente: no te concentrarás en la situación, sino en cómo te hace sentir. Concéntrate en tu reacción sin juzgar: ¿en qué parte de tu cuerpo sientes esa molestia? ¿Aprietas los dientes, te palpita la cabeza? Después de hacer esto por un tiempo, ¿siente que su respiración se hace más profunda, que sus mandíbulas se relajan? La práctica de la atención plena tiene un efecto calmante.
Practicando la atención correcta , te darás cuenta de que lo que realmente te aflige son tus propias reacciones y que a menudo las provocas con tus propios pensamientos y actitudes.
La noción del yo no es la definición de nuestra individualidad
En nuestra vida diaria, todavía experimentamos dilemas filosóficos similares a los de la gente en la época de Buda. Regularmente nos preguntamos: ¿Qué soy yo? ¿Qué me pasa cuando muera? ¿Partiré después de la muerte?
Tendemos a dar por sentado que cada uno de nosotros tiene una personalidad distinta, un yo. Pero durante siglos, ha habido mucho debate y confusión sobre la naturaleza de esa personalidad. Un campo defiende la existencia de un alma inmortal que está atrapada temporalmente dentro de un cuerpo físico. En el hinduismo, esta alma inmortal se llama atman .
La teoría opuesta, el materialismo, sostiene que no somos más que un ser psicofísico. Por lo tanto, tan pronto como nuestro cuerpo muere, nuestra mente también expira. Además de describir las creencias ateas populares, esta teoría también se remonta a la antigua India.
Según el budismo, ambas posiciones caen presa de la misma ilusión; en realidad, no existe el yo o la personalidad. Con nociones como «personalidad», «alma» o «yo», tratamos de capturar fenómenos fluidos y en constante cambio con conceptos inmutables y congelados. Se podría decir que tendemos a vernos a nosotros mismos como corchos flotando en una corriente de tiempo.
El budismo critica estos conceptos como puntos de vista congelados. Si miras en tu interior, encontrarás que estás cambiando todo el tiempo: tus ideas, emociones, pensamientos y actitudes fluyen constantemente. Cuando Buda habló sobre los individuos, usó la palabra corriente debido a este movimiento constante que es fundamental para nuestras vidas. De esta manera, no estamos flotando en una corriente, ¡nosotros mismos somos la corriente!
La verdad es que todas las cosas pertenecen a un todo
La realidad a menudo puede parecer que existe como un mundo de contrastes y diferencias. Pero, ¿por qué es realmente así? Es porque nuestras cosmovisiones se componen de verdades relativas, que usamos para darle sentido al mundo.
Las verdades relativas son arbitrarias, se producen en nuestras mentes cuando aislamos un objeto o concepto y lo diferenciamos de lo que no es, como una imagen y un fondo, un hombre y una mujer o el bien y el mal. Como una ilusión óptica que representa un jarrón o dos caras de perfil, depende de cómo lo veas.
De hecho, todo nuestro lenguaje también se basa en verdades relativas. Como estamos en contacto permanente con las verdades relativas, olvidamos que son arbitrarias.
Pero, en verdad, todo pertenece a un todo y todo está conectado. Todo sucede como resultado de otro evento, y nada en este mundo aparece por sí solo. Además, cada concepción que creamos sobre algo crea simultáneamente una concepción opuesta. Si piensa en la oscuridad, la define como la ausencia de luz. Ambos son partes inseparables de un todo.
Esta totalidad es la Verdad Absoluta. Si bien cada palabra intenta dividir el mundo en partes, la Verdad Absoluta es percepción directa e inmediata, lo que significa que nada se puede separar.
¡Sólo respira profundamente!
La próxima vez que se sienta realmente nervioso porque acaba de recordar un recuerdo desagradable, simplemente cierre los ojos y comience a enfocar su atención en su respiración. Poco a poco calmarás tu mente y descubrirás el poder de ser consciente del momento presente.
Los mejores 55 consejos budista para la vida actual
The Way of Zen (por Alan W Watts) es una obra clásica que expone los orígenes históricos y los principios fundamentales del budismo zen. Nuestro mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa y, a menudo, parece que las viejas reglas dejan de aplicarse tan pronto como nos acostumbramos a ellas. La filosofía oriental del zen puede ayudarnos a encontrar la quietud mental y la alegría en la incertidumbre que tanto necesitamos.
La historia y los principios básicos de la filosofía oriental del zen
El budismo zen fue moldeado por las filosofías del taoísmo y el budismo mahayana. Eventualmente, el zen se convirtió en una forma de vida por derecho propio, con un enfoque principal en la naturalidad, la espontaneidad y la falta de objetivos. Con una comprensión del zen, puedes liberarte de los engaños y las falsas premisas que te impiden experimentar la verdadera realidad, es decir, el momento presente.
Descubra la historia y los principios detrás de los consejos budistas
En algún momento u otro, casi todos los occidentales han usado la palabra zen en una conversación. Tal vez una habitación en la que está sentada una persona se siente muy zen, o ella va a pasar un fin de semana relajante tratando de recuperar su zen.
En Occidente existe una vaga noción de que el zen tiene algo que ver con la calma, la tranquilidad y la paz. Pero, ¿qué tan precisa es esta comprensión?
Los occidentales a menudo tienen problemas para comprender las ideas abstractas que constituyen el núcleo del pensamiento zen, algunas de las cuales parecen paradójicas. Pero, afortunadamente, el escritor y pensador Alan Watts está aquí para desmitificar el tema y revelar sus paradojas.
En los siguientes consejos budistas, obtendrá la visión de Watts sobre la historia del zen, comenzando con sus raíces en el taoísmo chino. Luego, observará algunos de los principios fundamentales del zen. Al final, es posible que te encuentres viendo el mundo un poco diferente.
En el camino, descubrirás
- lo que significa saber algo;
- si ya eres el Buda; y
- cómo causas tu propia realidad.
La filosofía taoísta china sentó las bases originales del budismo zen
¿Sabes respirar? Claro, sientes como si supieras cómo respirar; después de todo, lo estás haciendo constantemente. Pero si tuviera que explicar los procesos fisiológicos exactos que le permiten respirar, podría estar bastante perdido.
Lo que los occidentales consideran conocimiento es concreto y está basado en hechos. Sin embargo, pocas personas en cualquier parte del mundo dirían que no saben respirar, ver o mover las piernas. Entonces, de hecho, lo que sabes constituye una multitud de cosas sobre cuyo funcionamiento preciso no tienes idea. Tan pronto como te des cuenta de esto, comprenderás el concepto de conocimiento en el taoísmo, uno de los principales antepasados del budismo zen.
La fuente más antigua del pensamiento taoísta es un importante libro llamado I Ching , o Libro de los Cambios , escrito en China en algún momento entre el 3000 y el 1200 a. El libro describe un método de adivinación por el cual un oráculo primero «ve» un patrón de hexagrama en algún lugar de su entorno. Luego hace coincidir las características del hexagrama con las del I Ching para predecir el futuro de su sujeto.
Ahora, puede que no creas en tomar decisiones basadas en la predicción de un oráculo de tu futuro. Pero, ¿su método de toma de decisiones es más racional? Es posible que desee decir que sí . Pero, ¿cómo identifica el punto exacto en el que ha recopilado suficiente información para tomar una decisión? ¿No hay siempre más información que podría recopilar para tomar una decisión aún más «racional»?
Tomar una decisión verdaderamente basada en hechos llevaría mucho tiempo, tanto que el tiempo para tomar acción habría pasado para cuando reuniera todos los datos.
Nuestras decisiones en última instancia se reducen a un sentimiento acerca de qué opción es la correcta. Las buenas decisiones dependen de una buena intuición o, como diría un taoísta, de estar en el Tao. Si estás en el Tao, tu mente está clara y tu intuición es más efectiva.
Piénselo de esta manera: no hay cantidad de trabajo que pueda hacer para forzar a los músculos de la lengua a saborear con mayor precisión. Sólo tienes que confiar en ellos para hacer su trabajo. Del mismo modo, debes poder confiar en tu mente.
La claridad mental y la confianza en las habilidades naturales de la mente se convertirían más tarde en elementos centrales del zen. Pero antes de llegar allí, echemos un vistazo a los orígenes del budismo.
El budismo fue la filosofía general a partir de la cual creció el zen.
Según la tradición budista, el Buda se sentó bajo un árbol una noche después de siete años de meditación y vida ascética. Había estado siguiendo todas las prácticas correctas para entrenar su cuerpo, pero todavía no podía encontrar su verdadero Ser. Entonces, finalmente, simplemente se dio por vencido y decidió comer algo nutritivo debajo de un árbol imponente.
Mientras estaba sentado bajo el árbol, Buda encontró una súbita claridad. Se dio cuenta de que mientras el hombre siga tratando de comprender lo que es su propia vida, fracasará. Este aspecto del budismo, el despertar repentino, finalmente se convirtió en un aspecto central del zen.
El mensaje clave aquí es: el budismo fue la filosofía general a partir de la cual creció el zen.
Si bien Buda vivió en la India en algún momento entre los siglos V y IV a. C., el primer texto budista, el canon Pali, no se escribió hasta unos 400 años después. Previamente, el budismo había existido solo como una tradición oral. Esto dificulta la comprensión de las opiniones del propio Buda, pero aún podemos entender las ideas más importantes.
A lo largo de todo el pensamiento indio está la idea del autosacrificio de Dios, o atma-yajna. Al dar a luz al mundo, Dios es destruido y fracturado en muchos pedazos. Cada ser contiene un aspecto de Dios, y el propósito de nuestra vida es eventualmente reintegrarnos con el Uno.
Entonces, en el budismo, conocerte a ti mismo significa conocer tu identidad original: Dios. Para hacer eso, necesitas desenredarte de todas las formas de identificación. No eres tu cuerpo, tus pensamientos o tus sentimientos. Y tú no eres tu papel, como madre o médico.
Tenga en cuenta que el budismo pone un gran énfasis en el conocimiento negativo, es decir, saber lo que no es en oposición a lo que es. Esto puede resultar desconcertante para los occidentales, que tienden a esperar definiciones concretas.
Pero el mundo no siempre es tan concreto como nos gustaría que fuera. Por ejemplo, puedes afirmar que la Primera Guerra Mundial comenzó el 4 de agosto de 1914. ¿Pero realmente fue así? Un historiador puede revelar las causas de la guerra desde mucho antes de su fecha oficial de inicio.
Entonces, podemos ver que las divisiones de eventos, cosas y hechos son creadas por una descripción humana arbitraria, no por la realidad misma. Un budista indio llamaría maya , o ilusión, a estas divisiones artificiales. Y el objetivo de nuestra vida debe ser liberarnos de estas ilusiones.
El budismo mahayana ofreció una solución a los enigmas psicológicos del budismo tradicional
Cuando las personas curiosas le hicieron preguntas al Buda sobre la naturaleza del yo y el origen del universo, les dijo que tales preguntas eran irrelevantes. Preguntarlas no conduciría a la liberación.
Pero algunos budistas, los que se convertirían en el Mahayana, no estaban dispuestos a aceptar un no por respuesta. Los budistas Mahayana todavía buscaban la liberación y no tenían como objetivo construir un sistema filosófico completamente nuevo. Pero estaban muy interesados en su propia psicología. Esta diferencia entre el budismo mahayana y el budismo tradicional fue clave para la tradición zen posterior.
El budismo mahayana se separó del budismo tradicional entre el 100 y el 300 a. De alguna manera, Mahayana fue una respuesta a aquellos que buscaban un camino más fácil hacia la iluminación, uno que pudieran alcanzar en esta vida en lugar de después de muchas vidas. Mahayana quería que la iluminación fuera accesible para todos.
Si bien es accesible, el camino hacia la iluminación en Mahayana sigue siendo todo menos fácil. Para comprender las creencias Mahayana, deberá seguir una lógica estricta, así que abróchese el cinturón.
Primero, debes darte cuenta de que intentar captar la realidad es imposible.
Si captar la realidad en sí misma es imposible, ¿cómo es posible entonces que puedas esperar captar la iluminación ? Sería absurdo ver la iluminación como algo que se puede obtener.
Y de la misma manera, dado que la realidad es ilusoria, tu ego también debe ser una ilusión. En última instancia, esto significa que no puedes alcanzar la iluminación porque la idea de ti no es real.
Entonces, ahora hemos llegado al quid de la discusión. Si la iluminación no es un objeto que se pueda alcanzar, y si no existen entidades individuales, ¡entonces ya debemos estar en un estado de iluminación! Buscar la iluminación sería buscar algo que nunca habíamos perdido.
Podrías estar pensando: está bien, simple, así que debería dejar de intentar alcanzar la iluminación. Pero te has atrapado en un doble vínculo. Al tratar de no intentarlo, todavía lo estás intentando. Todavía estás motivado por tu deseo de alcanzar la iluminación, ya sea aferrándote o no aferrándote.
Para seguir verdaderamente el Mahayana, debes liberarte de la motivación para alcanzar la iluminación. No es posible que desees la iluminación real , porque es imposible saber qué es esa iluminación. Y al buscar convertirse en Buda, estás negando que ya eres Buda. Esta creencia es fundamental para el zen.
El zen se originó en China con el trabajo de unos pocos monjes perspicaces.
La historia cuenta que el monje indio Bodhidharma trajo el zen a China en el año 520 d.C. Cuando llegó, Bodhidharma entró en la corte del emperador budista Wu de Liang. Pero, se dice, al emperador Wu no le gustó la actitud o la doctrina de Bodhidharma. Entonces Bodhidharma se retiró a un monasterio. Allí conoció al monje Hui-k’o, quien eventualmente se convertiría en el Segundo Patriarca del Zen en China.
Si bien esta historia de origen generalmente se cuenta en la Escuela Zen, su precisión histórica es muy sospechosa. En cambio, podríamos encontrar los verdaderos orígenes del zen en las enseñanzas de un joven monje llamado Seng-chao, que vivió en China alrededor del año 400 d.C.
El mensaje clave aquí es: el zen se originó en China con el trabajo de unos pocos monjes perspicaces.
Algunas de las doctrinas de Seng-chao jugaron un papel central en el desarrollo posterior del zen.
Uno de particular importancia fue su punto de vista sobre el tiempo y el cambio. Los occidentales están acostumbrados a ver la vida como una especie de progresión: sienten que el día se convierte en noche y que el invierno se convierte en primavera, por ejemplo. Pero para Seng-chao, cada momento es independiente, sin relación con nada ni antes ni después. De manera similar, en el zen no existe otra realidad que la del momento presente.
Unos cientos de años después de Seng-chao llegó otro monje, Hui-neng. Se dijo que Hui-neng fue responsable de introducir el concepto de chih-chih . Este término significa la demostración del Zen a través de acciones o palabras no simbólicas.
Para una persona que no esté familiarizada con el zen, el chih-chih a veces puede parecer un poco loco. Por ejemplo, a un maestro zen se le puede hacer una pregunta espiritual sobre el budismo. En respuesta, el maestro hace un comentario casual sobre el clima. Estas respuestas no se pueden explicar con más detalle: o comprende de inmediato el punto que se está planteando, o no lo comprende.
Por ejemplo, tome la respuesta del monje Chao-chao a una pregunta sobre el espíritu: «Esta mañana hace viento otra vez».
Entonces, ¿cuál es exactamente el propósito de este formato inusual de preguntas y respuestas? Bueno, recuerda que cualquier cosa que el maestro zen diga o haga se considera una expresión de su naturaleza de Buda. Como todo lo demás en la tierra, sus palabras y acciones surgen espontáneamente de la nada, sin previsión.
A su muerte, Hui-neng transmitió su filosofía a cinco discípulos. Las enseñanzas de dos de estos discípulos todavía viven hoy como las dos principales escuelas de Zen en Japón.
El zen nos ayuda a desintegrar las ilusiones que nuestra mente ha creado
Para muchas personas, el objetivo final en la vida es simple: ser feliz. Pero, ¿qué sucede realmente después de alcanzar esa felicidad?
En la filosofía zen, la búsqueda de la felicidad se considera absurda. En realidad es el producto de una premisa falsa: que es posible experimentar solo lo bueno, sin nada de lo malo.
Podrías comparar la búsqueda de la felicidad con girar de izquierda a derecha en una cama dura. Estás incómodo en el lado derecho, así que giras hacia la izquierda. Eso se siente bien al principio, pero luego, la izquierda comienza a sentirse exactamente como la derecha. De hecho, la única razón por la que puedes entender la sensación de comodidad es porque primero entendiste la incomodidad.
Entonces, la incomodidad no solo es inevitable, sino simplemente otro aspecto de la comodidad. Esto podría llevarlo a la creencia de que no tenemos libre elección, que estamos resignados al destino que nos espera. Pero esa idea se basa en otra premisa falsa.
En Zen, es imposible ser una víctima indefensa de tus circunstancias. De hecho, usted y sus circunstancias son realmente inseparables.
Imagina un día sofocante en pleno verano. Estás empapado de sudor. Zen te diría que no estás sudando porque hace calor afuera. Más bien, el sudor es el calor.
Puedes pensar en tu mente y cuerpo a través de este mismo marco. A tu mente-cuerpo no se le puede dar un conjunto de circunstancias. En cambio, las circunstancias existen porque posees una mente y un cuerpo que pueden percibirlas.
Podría inclinarse a llamar a esta entidad perceptora, esta mente y cuerpo suyos, usted mismo. Pero el yo es otra ilusión más que el Zen puede ayudarnos a romper.
Cuando se le pida que se describa a sí mismo, puede enumerar varios adjetivos. O tal vez algunas experiencias pasadas que parecen definir quién eres. Pero, ¿alguno de estos descriptores es real en el verdadero sentido de la palabra? En resumen, no.
Nuestras mentes son poderosas y nos permiten construir una versión simbólica de nosotros mismos que en realidad no existe. Pero esta idea de nosotros mismos no está tangiblemente conectada con lo que nuestras mentes y cuerpos están experimentando en este momento .
Por lo tanto, en el zen, el yo real es simplemente la suma de todas las cosas de las que eres consciente en este mismo momento.
En Zen, la espontaneidad y la naturalidad son claves
Un enfoque principal del Zen es la naturalidad, o no esforzarse por “ser” nada en particular. En cierto sentido, Zen se trata de permitirse no tener rumbo, esencialmente, no hacer nada.
Para un occidental, no hacer nada puede sonar como una gran pérdida de tiempo. Pero, de hecho, es el estado natural de casi todo en el mundo. Un gato no intenta ser otra cosa que un gato, y tus oídos no intentan hacer nada más que oír. El zen nos dice que debemos permitir que nuestra mente opere de la misma manera: tan espontánea y naturalmente como sea posible.
En el zen, cualquier emoción que expreses naturalmente en respuesta a una circunstancia es valiosa, y lo es por su naturalidad.
Tomemos la historia de un monje zen que se echó a llorar después de enterarse de que un pariente cercano suyo había muerto. Un estudiante comentó que era indecoroso que un monje reaccionara de esa manera. Pero el monje respondió: “¡No seas estúpido! Estoy llorando porque quiero llorar”.
Nuestras acciones, por supuesto, aún pueden ser correctas o incorrectas en el sentido moral convencional. Pero en el zen, hagamos lo que hagamos y pase lo que pase, es correcto en el sentido de que es natural.
No son solo nuestras acciones las que deben ser naturales y espontáneas. Son nuestras palabras, también.
Por ejemplo, cuando se le pidió al maestro zen Yün-men que nombrara el último secreto del budismo, su respuesta fue: “Dumping”.
Aquí, la mente de Yün-men actuó completamente por su cuenta. Y en el proceso, reveló una verdad subyacente, una que una persona común podría no entender, pero que solo puede expresarse con la sola palabra «dumpling». Esto nunca hubiera sucedido si la mente de Yün-men hubiera estado confundida por la afectación.
La espontaneidad también se extiende naturalmente al concepto zen de satori o despertar repentino.
Satori es menos como una iluminación total y más como un estallido de intuición. Puede tomar la forma de una gran realización, tal vez algo que de repente comprenda acerca de los principios más profundos del budismo. Pero también puedes experimentar instancias menos monumentales de satori , como el recuerdo repentino de un nombre olvidado hace mucho tiempo.
Con todo el énfasis en la espontaneidad, podrías concluir que el Zen anima a ceder a los impulsos. Pero esto está lejos de ser el caso. En cambio, Zen se trata de eliminar los bloqueos mentales, permitiendo que tu mente opere en su estado más libre y natural.
La meditación debería consistir en sentarse y observar el mundo, exactamente como es
Si actualmente practicas la meditación, ¿cuál es tu objetivo cuando te sientas en silencio? Tal vez para purificar o despejar tu mente, o para lograr algún tipo de comprensión que sigue siendo difícil de alcanzar.
Para el zen, todos los objetivos asociados con la meditación están equivocados. En el budismo y el taoísmo, por ejemplo, el objetivo de la meditación sentada es vaciar la conciencia y purificar la mente. Pero en el Zen, nuestra naturaleza ya es pura, ya es Buda. Y si te esfuerzas por purificarlo, en realidad lo estás contaminando con tu deseo.
Es posible que la meditación sentada, o za-zen en japonés, no haya tenido mucha importancia para los pensadores zen originales. Pero en las comunidades Zen de hoy, es enormemente importante.
En Zen, es esencial sentarse y observar el mundo para experimentarlo de verdad. Después de todo, ¿existe el mundo solo cuando piensas y haces cosas dentro de él? Por supuesto que no.
Puedes pensar en tu mente como un río fangoso. A medida que avanza en su vida, su mente se vuelve turbia. Pero, ¿qué le sucede al agua fangosa cuando se deja sola? Eventualmente, la tierra y el sedimento se hunden hasta el fondo y las aguas quedan claras. De la misma manera, cuando meditas, tu mente se queda sola para aclararse.
Pero practicar za-zen no significa sentarse y tratar deliberadamente de no pensar en nada. Eso sería contraproducente. Tampoco se trata de concentrarse en algo en particular, como su respiración. En cambio, es simplemente una conciencia silenciosa de lo que sucede aquí y ahora. Tú y tu mundo externo son uno, y no tienes ningún propósito en mente mientras te sientas y observas.
Para los estudiantes de las escuelas zen, si la práctica de za-zen tiene algún objetivo , es poder responder mejor al koan . Estas son preguntas filosóficas difíciles para las cuales no hay respuestas publicadas formalmente. A medida que el estudiante progresa, se le piden koan cada vez más difíciles para los que debe proporcionar respuestas cada vez más creativas.
Por ejemplo, a un estudiante de Zen se le puede preguntar: “Sácate las cuatro divisiones de Tokio de la manga”. Este koan se puede resolver sacando un pañuelo de papel y dividiéndolo en cuatro.
Para responder al koan , la mente del estudiante debe ser clara y aguda, un estado que el za-zen ayuda a lograr.
El arte zen utiliza el vacío para generar un impacto poderoso
Hay una expresión zen que dice que “una demostración vale más que cien dichos”. Y quizás no haya mejor manera de mostrar una idea que a través del arte.
El tema principal de todo el arte zen, ya sea en pintura o poesía, es la vida sin rumbo. Lo que los occidentales podrían llamar una existencia vacía o sin sentido es en realidad, en el zen, una existencia de libertad ilimitada. El arte zen evoca esa sensación de alegría en libertad mediante el uso del poder evocador del espacio vacío.
Sumi-e es un estilo caligráfico de pintura que expresa fuertemente el sentimiento del zen. Las pinturas sumi se realizan solo con tinta negra, y el tono de la tinta varía según la cantidad de agua con la que se mezcla. Por lo general, solo se pinta una pequeña parte del lienzo, mientras que el resto solo puede tratarse con un lavado de tinta suave. Esta técnica permite que el espacio vacío del lienzo cobre vida, pareciendo estar envuelto en una suave niebla.
El vacío en las pinturas sumi refleja el principio zen de espontaneidad. La pequeña parte pintada del cuadro parece surgir de la nada.
De manera similar, la poesía zen muestra mucho y dice poco.
En algún momento, probablemente te hayas encontrado con un haiku, un poema corto de tres líneas que generalmente tiene como tema la naturaleza. Pero es posible que no sepas que los haiku son productos del pensamiento zen.
Un haiku malo es torpe y se esfuerza demasiado por decir algo significativo. Pero un buen haiku lanza una piedra en las tranquilas aguas de la mente del oyente. Dice lo suficiente para ser evocativo, mientras deja que la mente del oyente haga la mayor parte del trabajo pesado interpretativo.
Aparte de la pintura y la poesía, el pensamiento zen impregna la arquitectura, especialmente en el jardín. En un jardín zen, debes sentir la atmósfera de la naturaleza sin sentirte abrumado por la ornamentación. Incluso en un jardín sin fuentes de agua, tu mente debería poder conjurar el suave arrullo de un arroyo de montaña.
Ya sea en pintura, poesía o arquitectura, el camino del Zen está en acción. Al observar la momentánea y espontaneidad de un haiku o una pintura sumi , nos enfrentamos cara a cara con el momento presente. A través de él, aprendemos a liberarnos del tiempo ya comprender el hecho extraordinario de que la única realidad es el momento presente.
Respira libremente
El zen es ante todo una filosofía de la mente. Pero si hay un aspecto físico, definitivamente está en la respiración. Para respirar como un monje zen, imagina que tu cuerpo es vaciado de aire por una bola gigante de plomo que se hunde desde tu pecho hasta tu abdomen. Luego, permita que su próxima respiración fluya como un acto reflejo. Pero tenga cuidado: como en otros aspectos del zen, ¡no debe esforzarse demasiado para “dominar” esta técnica! En lugar de eso, trata de ver cómo tu respiración va y viene, y deja que suceda de forma natural.
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