Actualizado el martes, 28 mayo, 2019
Los planteamientos más recurrentes en las distopías de moda imaginan mundos apocalípticos donde las máquinas imponen su poder sobre los hombres, la inteligencia artificial gobierna el destino de las personas o los supuestos avances tecnológicos degradan la vida de los ciudadanos. Pero ¿y si la clave de un mundo feliz dependiera de la capacidad de seguir riendo y esto corriera serio peligro? Con esta particular fantasía, a medio camino entre la ficción y la realidad, saluda Campofrío este año la Navidad.
El anuncio, esperada tradición televisiva en los últimos años al nivel de la Lotería, la vuelta a casa de El Almendro o las burbujas Freixenet, transcurre en un mundo donde el humor se ha convertido en un bien de lujo, al alcance sólo de personas acaudaladas. Los chistes, gracias y bromas se venden en una exclusiva tienda a precios inalcanzables para la mayoría de los ciudadanos.
Silvia Abril, Antonio de la Torre, Belén Cuesta, El Langui, Enrique San Francisco o David Broncano son algunos de los cómicos que participan en este anuncio, en el que se atreve con un cameo el periodista Jaime Peñafiel -con un guiño a los chistes sobre la Monarquía-, y donde también hay un debido homenaje al eterno Chiquito de la Calzada. Dirige el spotDaniel Sánchez Arévalo, cineasta que se suma a un destacado grupo de autores que han firmado en años anteriores el cuento navideño de Campofrío como Icíar Bollaín, Álex de la Iglesia o Benito Zambrano.
La grabación del spot, que tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madriddurante tres días a finales de noviembre con este diario como testigo, coincidió con la declaración en un juzgado de Dani Mateo por haberse sonado la nariz con una bandera de España en un sketch en su programa de televisión. Aunque la idea de la campaña ideada por la agencia McCann comenzó a desarrollarse semanas antes de que saltara esa polémica, la actualidad da un sentido especial a la grabación. «El caso me espeluzna», confiesa Sánchez Arévalo. «Está muy próximo a la censura de tiempos pasados que hemos dejado atrás y de repente vuelven», señala el director a este diario durante un descanso.
Enrique San Francisco aprovecha esa pausa para, literalmente, echar una cabezadita. El actor se acerca a un sofá del atrezo colocado fuera de plano, se sienta, levanta las piernas y cierra los ojos con total tranquilidad. La escena, sin duda, provocaría risa en cualquier gala de fin de año, pero la anécdota forma parte del lado serio del día. Sólo unos minutillos, eso sí: tres o cuatro, no más. A continuación se levanta y afronta una escena en la que comparte plano con Antonio de la Torre.