Javier Muñoz Salas emprendió hace más de diez años un viaje para intentar comprender los principales problemas del ser humano. Para ello no solamente se valió de sus estudios en Historia, Filosofía y Educación en la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile, sino que entendiendo que el conocimiento no termina en la academia, se acercó a innumerables tendencias religiosas, espirituales, políticas y filosóficas.
Después de catorce años, en una meditación en permanente comunión con su experiencia de vida, logró obtener conclusiones que ha volcado a través de lo que denomina “El Camino de la Unidad”, una forma de comprender el mundo y actuar en consecuencia a ello.
Hoy, además de publicar el libro que es continuación de esta labor, se encuentra compartiendo espacios de conversación sobre estas ideas, en las que espera conformar una red de crecimiento y apoyo mutuo sin límites de fronteras.
Desde muhimu nos interesa explorar un poco en el conocimiento de Javier y visualizar cómo ve a la humanidad en unos momemtos tan convulsos de nuestra historia. Le preguntamos acerca de cuál esa esa esencia que yace en «El Camino de la Unidad»:
Tras estos más de 10 años de viaje, ¿cuál dirías que es la principal conclusión que has sacado acerca de la condición humana?
Cuando uno busca respuestas a las grandes problemáticas, es necesario acercarse a las creencias que han enfrentado estos problemas y ofrecen perspectivas acerca de la naturaleza de la realidad y la condición humana.
Sin embargo al poder observar y sintetizar la multiplicidad de creencias, religiones y filosofías se puede comprender que estas constituyen marcos de referencias que hemos conformado para intentar orientarnos en una vida que se nos presenta confusa, ardua y nos lleva por lo general al sufrimiento. El problema es que no hemos avanzado en entender que estas formas de comprensión de mundo, más que realidades en sí, son referencias alimentadas por nuestras categorías subjetivas, y por lo mismo difícilmente resuelven el sufrimiento humano. Desde estas comprensiones con toda la carga de la subjetividad, ha nacido la realidad humana en sus instituciones, religiosidades, prácticas y culturas.
Estas creencias nos hablan más que consistentes explicaciones de la existencia, de aspiraciones humanas. No existen así grandes realidades trascendentes, nuestras creencias son en realidad puro aprendizaje, el eco de miedos, deseos, imitaciones y adaptaciones ancestrales. Las creencias nos hablan de quienes somos al determinar en gran parte como percibimos la realidad y actuamos en ella.
Como aclaraciones nos han alejado de nuestra naturaleza y son impotentes a la hora de acometer los desafíos, dado que no apuntan a la raíz de todos los problemas y por el contrario, nos confunden en creencias que además nos llevan a confiar que podemos explicarlo todo y somos explicación de todo. El ejemplo más claro son todas las nociones dualistas de la existencia que separan la realidad en dos ámbitos contrapuestos: alma y cuerpo; dios y mundo; especulando sobre realidades metafísicas y creando planteamientos que conforman un abismo entre la persona y su objeto de creencia. Por esta razón, ante explicaciones tan inconcebibles y complejas se necesita la fe, asumir las nociones de dichas afirmaciones sin la experiencia. Lo que es un problema en varios sentidos, pues deja a las personas en dependencia de la autoridad y sin la posibilidad de experimentar y vivir sin contradicción el alcance de sus convicciones.
Los anarquistas creen que el principal problema es el estado, los comunistas la propiedad, los cristianos el diablo, el budismo el deseo, los ateos la religión, los musulmanes la falta de sumisión en Alá, etc. Pero todas aquellas son sino solo formas del problema central que todo lo vicia y además zanja líneas divisorias entre las mismas creencias. El problema es el egoísmo que desde El Camino de la Unidad lo definimos con claridad, entendemos donde surge y proponemos una práctica para superarlo. El ego ha alimentado desde los vicios más cotidianos, hasta la actitud de pueblos enteros volcados en la guerra.
A pesar que han existido grandes maestros universales que desde sus propias formulaciones han apuntado al problema central del ser humano, el desarrollo histórico de las creencias se ha perdido en cuestiones dogmáticas, metafísicas e incluso egoístas. Sin embargo, si logramos hacer énfasis en el problema central, pienso que podríamos propiciar una toma de conciencia más clara y por ende una práctica humana sin contradicción, en la medida que la fe, sería reemplazada por el sentir.
¿Cuáles son, en tu opinión, las grandes inquietudes del ser humano?
Las grandes inquietudes del ser humano tienen que ver principalmente con el significado de la vida. Por eso siempre nos hemos preguntado quienes somos, de dónde venimos, hacia donde vamos, cuál es el sentido de la vida, cuál es la naturaleza del sufrimiento y si existe vida después de la muerte. El problema es que los pensadores que han intentado resolver estos misterios, han asumidos dichas preguntas sin cuestionarse cuál es el fondo de aquellas interrogantes, qué es lo que motiva a requerir respuestas y qué es anterior a aquello que aparece oculto al entendimiento.
Estas preguntas están llenas de contenido pues hablan de las deformaciones en nuestras percepciones producto del ego, midiendo con su propia vara una vida que no basta a sus aspiraciones y por lo mismo, necesaria de propósito. Para qué estoy viviendo se pregunta el hombre: en el fondo ¿es satisfactoria la vida y tiene una razón para ser vivida dada toda muerte y sufrimiento?
Más allá del ego, ya no se necesita sentido, sino tan solo al sentirla en su verdadera realidad, se vive camino a la Unidad. Todas las respuestas que se intenten buscar, únicamente desde el puro yo, irán aparejadas al sentimiento de absurdo y por ende al sufrimiento o bien a presunciones metafísicas que constituyen simplemente ilusiones del yo.
¿Es posible afirmar la existencia de una sabiduría universal? ¿Qué naturaleza tiene esa sabiduría (racional, espiritual, emocional…)?
Oswal Spengler creía que los puntos de vista, sobre todo éticos, no tienen validez universal y tan solo son relativos a sus marcos de referencia. Sin embargo además de tener en cuenta las estructuras básicas al género humano que configuran las creencias, sigo mucho una interpretación que en los años cincuenta del siglo XX esgrimió el filósofo alemán Karl Jaspers. Buscando este pensador un significado de la historia universal como humanización del hombre, encontró un espacio en tal desarrollo que podría considerarse como el momento que habría despertado una conciencia desde el individuo hasta la totalidad del ser.
Jaspers divisó un punto de inflexión entre los siglos VIII y III a.C en la que en distintas partes del mundo se desarrollaron respuestas similares que podrían marcar un hito que fundamentó de manera universal lo que hoy llamamos lo humano. Fue la época de Buda y Mahavira en India, Lao Tsé en China, de Sócrates en Grecia y tantos otros desconectados entre sí, pero que en medio de grandes dificultades sociales llegaron a las mismas conclusiones. Karl Jasper denominó a este periodo la “era axial” o el “tiempo eje”.
La historiadora de las religiones Karen Armstrong, rescatando esta idea profundizó en su libro “La Gran Transformación” este tiempo histórico encontrando en los grandes maestros del periodo elementos comunes a sus conclusiones. Nosotros comprendemos que aquellas conclusiones no poseen límites de tiempo, ni personas, ni creencias y por ende sugieren la existencia de una sabiduría universal que reconociendo la Unidad como verdad, proponen al egoísmo como actitud a superar y la empatía como virtud universal. Esto vence cualquier relativismo. Y como comprendemos el ser humano en su misma unidad, la naturaleza de esta sabiduría es racional, espiritual, emocional y todo lo que hemos entendido en nosotros como parcelas separadas.
¿Cómo estás vehiculando hoy todo el aprendizaje que has adquirido tras estos años de vivencias?
Dado que estos aprendizajes conllevan una comprensión que no termina en conclusiones analíticas, sino van más allá constituyendo un sentir, tiendo necesariamente a compartir y proponer estas perspectivas para que así otras personas puedan experimentar sus alcances.
De esta forma intento comunicar estas ideas a través de distintos medios. Los dibujos, fotografías y escritos que realizo intentan reconocer la importancia de la diversidad, la belleza de la sencillez y el vínculo existente entre todas las cosas.
Hoy, además de publicar el libro que es continuación de esta labor, me encuentro compartiendo espacios de conversación sobre estas ideas, en las que espero conformar una red de crecimiento y apoyo mutuo sin límites de fronteras.
Por ello el valor de este esfuerzo así, no se encuentra en las conclusiones e ideas expuestas a lo largo del libro, sino en el vínculo que nace como reconocimiento de una verdad compartida, en un “abrazo capaz de cruzar un océano, hasta el rincón más olvidado del planeta”.
No podemos cambiar el mundo en soledad, pero en la constatación de la Unidad reconocemos la importancia de salvaguardar lo que ocurre muy lejos de nosotros, como en nuestro propio radio de acción. Por eso, siendo agentes transformadores que reducen el egoísmo y propenden a la cooperación, van uniendo voluntades que en sus propios radios pueden llegar lejos. La propia reforma interna, puede cambiar el mundo ya cuando lo vemos con otros ojos.
¿Podrías contarnos alguna experiencia transformadora concreta que hayas vivido en el camino que has recorrido en este periodo vital tan inspirador?
«El Camino de la Unidad» es una forma de comprender el mundo, un planteamiento que intenta responder las grandes inquietudes de los seres humanos con una aplicación práctica y sencilla. La intención principal es fomentar la reflexión personal y las actitudes empáticas en el reconocimiento del valor de los otros. Superar egoísmos que nos inmovilizan en intereses rígidos y miedos infundados, permite resolver conflictos de mejor forma y vivir una vida más feliz a partir de una perspectiva abierta y enriquecida en la comprensión, el altruismo y los afectos.
Al compartir estas ideas, poco a poco voy encontrando personas que les hace sentido y descubren en la simplicidad de sus propuestas una manera de ver la vida lejos de las artificiosas pautas que nos han inculcado. Siempre digo que estas perspectivas han sido como plantar un pequeño árbol, que sabrá extender solo sus raíces en búsqueda de terreno fértil. Si tiene algún valor crecerá y dará frutos, de no tenerlo morirá y debe morir. Sin embargo hasta ahora, va encontrando su primavera y sus hojas miran la luz del sol. Ello me anima, pues voy reconociendo que el camino es el correcto.
Y para terminar: ¿Dónde pueden los lectores interesados adquirir tu libro?
El texto está disponible principalmente en las librerías de Chile y sus plataformas electrónicas, pero ya se puede conseguir internacionalmente en BuscaLibre y Amazon. También pueden escribirme a jamsal79@gmail.com donde les contestaré con gusto.
Y en las siguientes redes nos podemos acompañar
facebook.com/elcaminodelaunidad
instagram.com/javiermunozsalas
Escrito para todo público, «El Camino de la Unidad» pretende exponer argumentos filosóficos en forma cercana a través de la conexión con hechos históricos, perspectivas científicas y sabidurías de distintas culturas en la búsqueda de principios universales. El libro contiene además diez dibujos y fotografías de Javier Muñoz Salas, a excepción de dos obras del autor chileno Francisco Barrera y Mimi Yip de Estados Unidos. En conjunto, la portada pertenece al visionario artista de principios del siglo XX Nicolás Roerich, cuya obra fue cedida especialmente por el Museo Nicolás Roerich de Nueva York.
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