Defy – Sunita Sah
En Defy (2025), Sunita Sah examina las fuerzas sociales que nos llevan a ceder ante la presión, incluso cuando va en contra de nuestros valores. A partir de una investigación innovadora, presenta un marco revolucionario para comprender la desobediencia como una herramienta positiva, ofreciendo estrategias prácticas para alzar la voz y tomar decisiones alineadas con nuestros principios.
A lo largo de la vida, enfrentamos elecciones que nos definen. Desde prácticas cuestionables en el trabajo hasta dilemas éticos, estos momentos ponen a prueba la tensión entre la presión externa y nuestros valores personales. Sin embargo, hablar o actuar en consecuencia suele parecer imposible. ¿Por qué las personas bienintencionadas tienen dificultades para sostener sus principios en estas situaciones?
La psicología organizacional muestra que nuestra tendencia a obedecer está arraigada desde la infancia, pero eso no significa que no pueda reconfigurarse de forma consciente. En este libro, descubrirás herramientas prácticas como la Brújula de la Desobediencia, aprenderás a diferenciar entre simple cumplimiento y consentimiento genuino, y fortalecerás tu capacidad para actuar conforme a tus valores cuando más importa.
Un caso emblemático es el de Alex Kueng, quien se unió al Departamento de Policía de Minneapolis con la intención de generar un cambio desde dentro. Como oficial birracial con familiares que habían sufrido acoso policial, esperaba tender puentes entre la comunidad y la institución. Pero en su tercer día de servicio activo, se vio envuelto en uno de los episodios más infames de brutalidad policial en la historia reciente: el asesinato de George Floyd.
Este caso ilustra la brecha entre nuestra autoimagen moral y nuestro comportamiento real bajo presión. Mientras el oficial Derek Chauvin mantenía a Floyd inmovilizado con una rodilla en el cuello, Kueng revisó su pulso dos veces y no encontró señales de vida, pero no intervino. Su compañero, el oficial Thomas Lane, cuestionó la técnica de su superior en dos ocasiones, pero también terminó obedeciendo mientras Floyd perdía el conocimiento.
La investigación psicológica revela que esta brecha es más profunda de lo que imaginamos. Ya sea en empleados que callan ante el acoso laboral o pacientes que aceptan procedimientos médicos innecesarios, muchas veces nos paralizamos o cedemos en situaciones que exigen acción.
¿Cómo podemos cambiar esto?
El primer paso es redefinir la desobediencia. Solemos pensar en ella como simple rebeldía o resistencia a la autoridad, pero esta visión es limitada. Desafiar el statu quo no se trata solo de oponerse, sino de actuar intencionalmente en función de nuestros valores, incluso bajo presión. Este enfoque transforma la desobediencia de una reacción impulsiva en un acto de propósito. No siempre se trata de gestos grandilocuentes, sino de elecciones silenciosas pero decisivas.
La tragedia de la muerte de George Floyd no solo radica en la brutalidad de Chauvin, sino en la pasividad de quienes, aun reconociendo el mal, sintieron que no podían intervenir. Comprender este patrón y aprender a romperlo es fundamental, no solo a nivel individual, sino también para transformar nuestras instituciones y sociedades.
Ideas clave:
- La presión social nos lleva a obedecer, incluso cuando va en contra de nuestros valores.
- Nuestra tendencia a cumplir órdenes está condicionada desde la infancia, pero podemos reconfigurarla.
- Herramientas como la Brújula de la Desobediencia ayudan a distinguir entre cumplimiento y consentimiento.
- La brecha entre cómo nos percibimos y cómo actuamos bajo presión es mayor de lo que creemos.
- La desobediencia no es solo resistencia a la autoridad, sino un acto consciente de alineación con nuestros valores.
- Romper el ciclo de la obediencia ciega es esencial para el cambio social y personal.
El Origen de la Obediencia: Cómo Aprendemos a Cumplir Antes de Cuestionar
Mucho antes de aprender a cuestionar la autoridad, aprendemos a obedecerla. Este proceso comienza con nuestras primeras figuras de autoridad: nuestros padres.
Para un niño, la guía de sus padres está directamente vinculada con su supervivencia y bienestar. Por ello, las lecciones de la infancia se refuerzan mediante un sofisticado sistema de recompensas biológicas. Cuando obedecemos y recibimos aprobación, nuestro cerebro libera dopamina, el neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Este mecanismo fortalece las conexiones neuronales que favorecen la obediencia, mientras que la desobediencia, al no recibir el mismo refuerzo positivo, no desarrolla circuitos neuronales igualmente sólidos. Con cada acto de cumplimiento exitoso, la tendencia a obedecer se vuelve más automática.
A medida que crecemos y salimos del entorno familiar, el círculo de figuras de autoridad se amplía. En la escuela, se nos enseñan nuevas formas de obediencia: levantar la mano antes de hablar, seguir horarios estrictos, cumplir con códigos de vestimenta. Al mismo tiempo, los grupos de pares refuerzan la conformidad a través de dinámicas sociales sutiles: desde la mesa del comedor escolar que excluye a los “diferentes” hasta las reglas implícitas sobre qué ropa es aceptable en la adolescencia.
El resultado es un sistema de entrenamiento en el cumplimiento que opera simultáneamente en niveles neurológico, psicológico y social. Su efectividad radica en su invisibilidad: lo interiorizamos tanto que seguir estas normas nos parece lo natural, mientras que desafiarlas nos genera incomodidad.
Esta sofisticada programación tiene funciones sociales importantes. Facilita la cooperación a gran escala, permite la transmisión de conocimientos culturales y contribuye al mantenimiento del orden social. Sin embargo, también puede dificultar la identificación de situaciones en las que la obediencia es inapropiada o incluso perjudicial, tanto para nosotros como para los demás.
Comprender este condicionamiento profundo nos ayuda a explicar por qué desafiar la autoridad nos resulta tan incómodo: no solo estamos cuestionando una norma social, sino que estamos luchando contra nuestra propia configuración neurológica.
Consentimiento vs. Cumplimiento: La Diferencia Entre Decidir y Ceder
Cuando el buscapersonas de la doctora Sunita Sah vibró en medio de una reunión con un asesor financiero, no esperaba que la interrupción le enseñara una lección crucial sobre la naturaleza de la elección. Agotada tras un turno de treinta horas, escuchaba a Dan, el asesor, hablar sobre la inversión en un fondo mutuo. Durante casi una hora, él construyó confianza, discutió su futuro y le ofreció asesoramiento aparentemente desinteresado. Solo al final reveló que recibiría una comisión si ella aceptaba invertir.
Esa revelación lo cambió todo. Pero, en lugar de hacerla desconfiar, Sunita sintió una presión aún mayor para aceptar. Se debatía entre su creciente escepticismo y el deseo de no parecer desconfiada. Entonces sonó su buscapersonas: debía atender a un paciente. Ya lejos de Dan, pudo ver con claridad que la inversión no era la mejor opción para ella.
Esta historia ilustra las sutilezas de la presión social y la diferencia fundamental entre cumplimiento y consentimiento. Aunque solemos usarlos como sinónimos, representan dos formas muy distintas de decir «sí». El cumplimiento es una respuesta a presiones externas, ya sea por normas sociales, autoridad o restricciones del sistema. Ocurre cuando aceptamos términos de servicio sin leerlos o cuando nos sometemos a procedimientos médicos que no comprendemos del todo. En estos casos, aunque haya un «sí» verbal o escrito, falta el verdadero consentimiento.
¿Qué es el consentimiento real?
El campo de la medicina ofrece un marco sólido para responder a esta pregunta: el consentimiento informado. Este se basa en cinco elementos esenciales:
- Capacidad: Tener la claridad mental y cognitiva para tomar decisiones.
- Conocimiento: Contar con información precisa y completa sobre la elección.
- Comprensión: No solo recibir información, sino entender sus implicaciones y consecuencias.
- Libertad: Poder decidir sin coerción ni restricciones prácticas.
- Autorización: Dar un «sí» explícito y afirmativo, basado en los elementos anteriores.
En la vida real, estos elementos suelen verse comprometidos. Un trabajador puede firmar un contrato sin libertad real para rechazarlo. Alguien puede inscribirse en un gimnasio sin entender la letra pequeña del acuerdo. Estas situaciones crean la apariencia de consentimiento cuando, en realidad, falta su esencia.
Cuando un médico recomienda un tratamiento mientras se mantiene de pie sobre su paciente o cuando una actualización de software exige aceptación para que el dispositivo funcione, las condiciones del consentimiento real se ven erosionadas.
Reconocer estos cinco elementos nos permite identificar cuándo estamos siendo empujados al cumplimiento en lugar de recibir una opción genuina. En un mundo diseñado para obtener nuestro «sí» automático, comprender esta diferencia es el primer paso para recuperar nuestro poder de decisión.
Ideas clave:
- Cumplimiento y consentimiento no son lo mismo: el primero responde a presiones externas, el segundo requiere una decisión libre e informada.
- El consentimiento real se basa en cinco elementos: capacidad, conocimiento, comprensión, libertad y autorización.
- Muchas situaciones cotidianas crean la ilusión de consentimiento cuando en realidad falta libertad o comprensión.
- Identificar estas dinámicas nos ayuda a tomar decisiones más conscientes y alineadas con nuestros intereses.
El Compás de la Rebeldía: Cómo Alinear Valores y Acción
La tensión entre quiénes somos y cómo actuamos surge con frecuencia en el ámbito profesional. Un claro ejemplo es la experiencia de Sunita con Pradnya, una inmigrante india sometida a una histerectomía forzada a los 24 años. Cuando otros médicos ignoraban sus problemas de salud por su dominio limitado del inglés y hacían bromas en la sala de descanso sobre lo “difícil” que era como paciente, Sunita percibió una desconexión alarmante entre los ideales médicos y la realidad del ejercicio profesional. Fue un momento de claridad: incluso las instituciones dedicadas a la sanación pueden perpetuar desigualdades e injusticias.
Situaciones como esta nos obligan a enfrentarnos a preguntas esenciales sobre identidad y acción: ¿Quién soy? ¿Qué tipo de situación es esta? ¿Qué haría alguien como yo en esta situación? Juntas, estas tres preguntas forman el «Compás de la Rebeldía», una herramienta de navegación introspectiva. Cuando enfrentamos dilemas éticos o conflictos internos, podemos formularnos estas preguntas repetidamente, permitiendo que cada respuesta refine la siguiente.
Las discrepancias entre nuestros valores y nuestras acciones suelen manifestarse a través de nuestro diálogo interno. Si algo te genera incomodidad, escúchalo: es una señal de alerta, un indicio de disonancia cognitiva entre tu identidad y tu comportamiento. Ignorar esta sensación puede llevar a que nuestras acciones terminen moldeando nuestras creencias, debilitando los valores que nos definen.
Un ejemplo claro es el caso de Jeffrey Wigand, bioquímico en la tabacalera Brown & Williamson. Con formación en salud, inicialmente justificó su trabajo como una forma de desarrollar cigarrillos “más seguros”. Pero con el tiempo, la distancia entre su integridad y las mentiras de la compañía sobre los efectos nocivos del tabaco se volvió insoportable. Se convirtió en denunciante. Su decisión no solo expuso una corrupción corporativa; fue, sobre todo, un acto para preservar su propia identidad.
Actuar en coherencia con nuestros valores requiere más que reconocimiento: exige coraje para desafiar la presión institucional y sabiduría para elegir la rebeldía cuando es necesaria. Es un ejercicio continuo de resistencia ante la erosión que producen las concesiones diarias y las exigencias del sistema.
Esta perspectiva cambia nuestra manera de abordar las decisiones difíciles. La rebeldía no es un rasgo de carácter, algo que se tiene o no, sino una práctica consciente que surge cuando nos mantenemos fieles a lo que realmente nos importa.
Ideas clave:
- Existe una brecha frecuente entre nuestros valores y nuestras acciones, especialmente en entornos profesionales.
- El «Compás de la Rebeldía» nos ayuda a tomar decisiones alineadas con nuestra identidad a través de tres preguntas clave.
- La disonancia cognitiva es una señal de que nuestras acciones pueden estar en conflicto con nuestros valores.
- Ignorar esa disonancia nos lleva a justificar conductas que poco a poco erosionan nuestra identidad.
- La rebeldía no es un rasgo innato, sino una práctica que requiere valentía y compromiso con nuestros principios.
El Arte de la Rebeldía: Cómo Fortalecer la Capacidad de Decir No
La capacidad de decir no en momentos clave no es un rasgo innato, sino una habilidad que se puede desarrollar. Como entrenar un músculo o aprender a tocar un instrumento, la resistencia basada en principios se fortalece con la práctica deliberada. Cada intento, exitoso o no, refuerza las conexiones neuronales que hacen que futuros actos de desafío sean más accesibles.
El proceso de pasar de la conformidad a la resistencia consciente ocurre en cinco etapas. Comienza con una tensión interna, esa sensación visceral de que algo no encaja con nuestros valores. El segundo paso es reconocer conscientemente ese malestar en lugar de ignorarlo. Luego, en la tercera etapa, expresamos nuestras dudas a los demás. En la cuarta, declaramos nuestra intención de resistir. Finalmente, en la quinta, tomamos acción concreta.
Incluso sin completar todas las fases, avanzar en este proceso es un aprendizaje valioso. Un ejemplo es el caso del oficial Kevin, quien enfrentó la presión de realizar un registro ilegal en un garaje. Su voz tembló y su tartamudeo infantil reapareció al desafiar a sus superiores, pero su preparación mental previa —imaginando escenarios como este tras la muerte de George Floyd— le permitió llegar hasta el final. Aunque el miedo se reflejaba en su cuerpo, logró mantenerse firme en su negativa.
El miedo, de hecho, juega un papel crucial en la psicología de la resistencia. La misma ansiedad que nos empuja a la conformidad puede convertirse, si se canaliza bien, en un motor de acción. Kevin, consciente de los posibles desenlaces trágicos —una confrontación violenta con el dueño del garaje, un error fatal— transformó su temor en determinación. Con práctica y repetición, el cerebro puede reconfigurar su respuesta al miedo, haciendo que la resistencia basada en principios se vuelva más natural.
Pero la resistencia efectiva no surge de la nada. La visualización y el ensayo mental crean mapas cognitivos que nos permiten reaccionar bajo presión. Como escribió el poeta griego Archilochus: “Bajo presión, no nos elevamos a nuestras expectativas, sino que caemos al nivel de nuestro entrenamiento.” Por eso, pequeños actos de resistencia —cuestionar un procedimiento dudoso, desafiar una práctica problemática— son fundamentales. Cada uno de ellos refuerza la estructura mental que nos permite enfrentar desafíos mayores cuando realmente importa.
Esa preparación es la diferencia entre quienes alzan la voz y quienes guardan silencio. A través de un entrenamiento constante y desafíos progresivos, construimos la base que nos permitirá actuar con integridad cuando la presión sea más intensa.
Ideas clave:
- La capacidad de decir no en momentos clave es una habilidad, no un rasgo innato.
- La resistencia consciente sigue cinco etapas: tensión interna, reconocimiento, expresión, declaración de intención y acción.
- El miedo puede convertirse en un motor de acción cuando se gestiona correctamente.
- La visualización y la práctica fortalecen la capacidad de actuar bajo presión.
- Pequeños actos de resistencia crean el entrenamiento necesario para afrontar desafíos más grandes.