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"Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa" 1

«Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa»

Merece ser compartido:

Actualizado el domingo, 20 junio, 2021

Son las palabras del psicólogo Alberto Soler Sarrió, después de que en un supermercado cuando iba con sus hijos de 15 meses, escuchara a un par de señoras decir lo mismo: “hay que ver lo que ayudan ahora los hombres a sus mujeres con los hijos”.

Después de escucharlas, no pudo más que morderse la lengua y sonreír, pero cuando llegó a su lugar de trabajo escribió en su web lo que le hubiera gustado decirles. Sin duda, un relato inspirador que debemos compartir.

«Ésta es una de esas situaciones que me encantan para poder provocar un poco y sacar mi lado más feminista. Pero hoy se hacía tarde para comer y me he limitado a sonreír, agradecer y seguir a casa.

¿Que qué le habría dicho a estas señoras? Probablemente, como en otras ocasiones, les habría respondido con un “disculpe señora, pero no, ni ayudo ni pienso ayudar a mi mujer con los hijos”.

«Antes de tener hijos yo nunca he sido de esas parejas o maridos que ayudan a su mujer con las tareas de casa. Pero es que mi mujer tampoco me ha ayudado nunca. Y cuando llegaron los hijos las cosas siguieron más o menos igual: ni le he ayudado con la casa ni ahora con los hijos. Habrá alguno que aún no haya pillado de qué va la cosa y esté pensando maravillas sobre mí y apiadándose de mi mujer (¡pobrecita, menudo le ha tocado!)»

No, yo no ayudo a mi mujer con los niños porque no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera responsabilidad.

Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con “lo mucho que ayudo a mi mujer”. Como si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y mucho gusto ni más ni menos que aquello que me corresponde. Al igual que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca podré llegar a hacer tanto y tan bien como hace ella.»

Después explica el por qué tenemos esta visión de las responsabilidades, diciendo que:

«Tenemos aún en la mente un modelo de familia patriarcal en el que hay un reparto de tareas muy bien definido: el hombre es el proveedor de recursos, la mujer la gestora del hogar (ahí se incluyen los hijos). Sin embargo la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas (afortunadamente) y este reparto de papeles ha pasado en muchos casos a la historia.

La mujer hoy en día, aunque sigue profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el agente de su propio desarrollo, tiene la capacidad de desarrollar una carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos, por una elección personal, y no por falta de oportunidades o derechos sociales.

Las tareas domésticas siguen recargando las jornadas de las mujeres mientras los hombres menos machistas entienden el asunto en casa como de ayuda voluntaria y no como una obligación compartida.

La lucha por la equidad de la mujer sigue. Primero fueron conquistas legales: el derecho a estudiar, a trabajar, a votar… y en estos momentos nadie se atreve a dudar ya de las potencialidades intelectuales o de liderazgo de las mujeres. Pero queda aún mucho por cambiar de puertas para dentro en cada casa.

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¿Hacia qué tipo de sociedad vamos si seguimos así?

  • Una sociedad con problemas de salud derivados de la mala gestión del tiempo.
  • Una sociedad donde se penaliza laboralmente a la mujer por ser madre.
  • Una sociedad con desigualdades de género puesto que son las mujeres las que asumen mayor carga de trabajo total (el trabajo remunerado y el no remunerado).

Y, sobre todo, una sociedad en la que las mujeres tienen que renunciar a su desarrollo profesional, al cuidado de sus hijos o incluso renunciar a ser madres. Miles de mujeres profesionales reivindican la racionalización de horarios para garantizar mejor calidad de vida y un reparto del tiempo más equitativo entre hombres y mujeres. Siendo conscientes de la complejidad empresarial, proponemos medidas concretas para impulsar una nueva cultura del tiempo en las empresas y, en consecuencia, en la sociedad.

En un momento en el que tenemos esta igualdad de roles entre hombre y mujer, asumir de facto que los hijos son responsabilidad de ellas es un vestigio del pasado. Hoy en día hombre y mujer se reparten (o deberían hacerlo) de modo equilibrado aquellas tareas que les atañen a ambos, como la casa y los hijos. ¿Y qué es “de modo equilibrado”? Ese equilibrio no implica en (casi) ningún caso un reparto 50-50, sino más bien una adaptación flexible entre la disponibilidad de los miembros de la familia y las tareas que se requieren…»

Más adelante señala cuáles son las tareas propias del padre o la madre.

«Bueno, pues más allá de ser la madre (por obvios motivos) la encargada de la teta, el resto de las casi innumerables tareas relacionadas con los hijos no son patrimonio exclusivo de nadie, son total y absolutamente intercambiables entre padre y madre en función de las circunstancias, preferencias (de ellos o de los hijos -hoy quiero que me duerma la mami/el papi-) o habilidades de cada uno.

"Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa" 2

Un buen reparto de esas tareas es el que es equilibrado, justo, que no genera conflicto y que permite un desarrollo armonioso de la rutina doméstica».

Es decir, que tu género biológico no determina tus responsabilidades ni en la crianza de los hijos ni en las tareas del hogar. Por último señala que quisiera que sus hijos crezcan «sin saber si planchar es cosa de hombres o de mujeres. Que no sepan si los baños son cosa de su padre o de su madre. Que no asocien la cocina con el feudo de nadie, ni tampoco la aspiradora, doblar ropa u ordenar los armarios. Que acudan con más o menos igual frecuencia a uno o a otro para dormir, para contar sus confidencias, para jugar o para enfadarse. Que no haya un “jefe” de la casa sino que todos convivimos del modo más feliz posible». A fin de cuentas… todos debemos colaborar en casa.

El texto finaliza con unas frases que ayudan a cerrar la reflexión:

«Así que no, señora, yo no ayudo a mi mujer con los niños. Tampoco con la casa. Estoy con ellos en el supermercado y les paseo porque son mis hijos y me acompañan allá donde voy. Les cambio los pañales, les baño, les llevo al parque o les preparo la comida no por ayudar a mi mujer, sino porque son mis hijos, son mi responsabilidad y quiero que crezcan con un modelo de familia y de reparto de tareas diferente a aquel que Ud. y yo hemos tenido.»

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PERO CAMINAMOS JUNTOS HACIA EL CAMBIO

Según reportes de agencias e instituciones de estudios sociales, el tema de de las diferencias de género hacia el interior de los hogares ha avanzado pero a paso más lento que a nivel social y no en todas las regiones del mundo.

En la era actual de globalización, a la vez que se libera el capital, muchas mujeres que los países occidentales han venido silenciando, alzan su voz para crecer en una lucha común por la no-discriminación de las mujeres y las niñas.


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