Hay cosas en la vida que deberían ser tan simples como preguntar: «¿Quieres un café?» y esperar la respuesta. Y no hablamos solo de cafeteras humeantes y tazas hípster, sino de algo mucho más importante: el consentimiento.
Porque el consentimiento no es un «bueno, como ya me has dicho que sí una vez, pues me lo sirvo cuando quiera». No funciona así. Cada café, cada beso, cada encuentro, necesita su propio SÍ. Un SÍ claro, un SÍ con ganas. Un SÍ sin dudas ni presiones. Un SÍ con aroma a «me apetece muchísimo».
Piénsalo así:
- Si alguien te dice que no quiere café, ¿se lo echas en la cara? ¿Se lo metes a la fuerza? ¿Le dices «venga, si antes te gustaba»? No, ¿verdad? Porque no eres un psicópata cafetero.
- Si alguien acepta un café y luego dice «oye, mejor no», ¿se lo lanzas por la garganta igual? Espero que no. Se respeta y punto.
- Si alguien está dormido… ¿le sirves el café? ¿No? Entonces tampoco hay consentimiento.
El consentimiento es simple: es preguntar y respetar la respuesta. Y lo más importante: se puede cambiar de opinión. Nadie está obligado a terminarse el café si ya no le apetece. Y nadie tiene que dar explicaciones.
Porque el consentimiento es la base de cualquier relación sana. Nada de adivinar, ni asumir, ni sacar un «ella en el fondo quiere» de la manga. No. Pregunta. Escucha. Y actúa en consecuencia.
Así que la próxima vez que alguien te venga con excusas, recuerda: si no hay SÍ, es NO. Y si no lo tienes claro… no hay café.
Consentimiento afirmativo: por qué un «sí» claro cambia las reglas del juego
Hablar de consentimiento no es solo cuestión de educación sexual, sino de derechos y de entender cómo construimos relaciones más sanas y equitativas. Y aunque el concepto pueda parecer obvio, lo cierto es que seguimos necesitando recordarlo, explicarlo y, sobre todo, aplicarlo.
¿Qué es el consentimiento afirmativo?
El consentimiento afirmativo es la idea básica pero poderosa de que solo un «sí» claro, libre y entusiasta significa consentimiento. No basta con asumir, interpretar silencios o leer entre líneas. La ausencia de un «no» no es un «sí». Dormida, borracha, incómoda o presionada, una persona no está dando su consentimiento.
Este enfoque cambia la forma de entender las relaciones sexuales, porque coloca la responsabilidad en quien propone la interacción: no se trata de «mientras no me digan que no, todo vale», sino de «hasta que no me digan que sí, no sigo».
¿En qué países el consentimiento afirmativo es ley?
Aunque todavía son minoría, algunos países ya han incorporado el consentimiento afirmativo en sus leyes sobre agresiones sexuales. Esto significa que, legalmente, se exige demostrar la existencia de ese «sí» explícito. Entre ellos:
- España: Desde 2022, con la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, conocida como la «ley del solo sí es sí», el consentimiento debe ser afirmativo y expreso.
- Suecia: Desde 2018, su legislación exige un consentimiento claro y voluntario, y considera delito cualquier acto sexual sin ese acuerdo explícito.
- Dinamarca: En 2021 aprobó una ley similar, donde la falta de consentimiento afirmativo convierte la relación sexual en violación.
- Canadá y algunas jurisdicciones de Estados Unidos (como California y Nueva York) han incorporado el consentimiento afirmativo en entornos como universidades y escuelas.
Este tipo de legislación no solo protege mejor a las víctimas, sino que también cambia la conversación cultural: nos obliga a entender el consentimiento como un acuerdo mutuo, no como un derecho adquirido por defecto.
¿Por qué usar el humor y las metáforas ayuda a explicarlo?
El consentimiento afirmativo es fácil de entender, pero muchas personas siguen viéndolo como algo «complicado» o «confuso». Aquí es donde el humor y las metáforas cotidianas —como la del café— funcionan como un golpe de realidad.
Compararlo con ofrecerle a alguien una taza de café, una cerveza o una tostada nos permite sacar el tema del terreno incómodo y hacerlo más accesible. De repente, todo el mundo entiende que nadie te puede obligar a beber algo si no quieres, y mucho menos si estás inconsciente.
Las metáforas desmontan excusas como «es que no me dijo que no» o «ya había accedido antes» y ayudan a recordar que el consentimiento es un acuerdo activo y renovable.
El humor, lejos de trivializar el tema, lo convierte en algo que podemos compartir, explicar y debatir sin necesidad de tecnicismos. Porque si algo tan sencillo como «¿quieres un café?» nos ayuda a entender el consentimiento, quizás sea el momento de empezar a practicarlo en serio.
Metáforas sencillas y divertidas sobre el consentimiento
1. La metáfora del té
Probablemente una de las más virales y efectivas:
«Imagina que invitas a alguien a tomar una taza de té. Le preguntas si quiere té. Si te dice que no, no le haces el té. Si te dice que sí, le haces el té. Si en mitad de la taza decide que ya no quiere más, dejas de darle té. Y si está inconsciente, ni se te ocurra intentar darle té.»
Esta metáfora, que nació de un vídeo británico de animación en 2015, se hizo viral precisamente porque baja el consentimiento a lo cotidiano y ridiculiza la excusa de «no supe si quería o no».
2. «Sex Education» (Netflix)
La serie británica se ha convertido en un referente feminista por su forma directa y sin tabúes de hablar de sexo, consentimiento, deseo y placer. Uno de sus mayores aciertos es normalizar las conversaciones explícitas sobre lo que cada persona quiere o no quiere hacer, desmontando la idea de que «rompe la magia» preguntar.
3. «I May Destroy You» (HBO)
La serie creada por Michaela Coel explora la complejidad del consentimiento en situaciones que muchas veces no se ven como violencia sexual a primera vista. Desde el stealthing (quitarse el preservativo sin consentimiento) hasta el consentimiento bajo efectos de alcohol o drogas. La serie abrió debate mundial y fue aplaudida por su honestidad brutal.
4. La campaña «Sólo Sí es Sí» y otros lemas feministas
Frases como «Mi cuerpo, mis reglas» o «El consentimiento no se asume, se expresa» se han convertido en parte del lenguaje de las movilizaciones feministas y han ayudado a colocar el consentimiento como un derecho fundamental, más allá de lo sexual.
5. La película «Promising Young Woman»
Este thriller feminista muestra las consecuencias de una cultura en la que el consentimiento se ignora o se trivializa, especialmente cuando hay alcohol de por medio. La protagonista pone en jaque a los «buenos chicos» que se aprovechan de mujeres vulnerables.
6. Metáfora del ascensor
«Consentir es como entrar en un ascensor: nadie te puede meter dentro si no quieres. Y puedes bajarte en cualquier piso, cuando te apetezca, sin tener que justificarte.»
Aunque menos conocida que la del té, esta metáfora también ayuda a visualizar que el consentimiento es un proceso dinámico y reversible.
¿Por qué funcionan estos ejemplos?
Porque:
- Humanizan el concepto y lo sacan de lo puramente legal.
- Ridiculizan las excusas machistas que buscan justificar la falta de consentimiento.
- Permiten hablar del tema sin moralismos y con un enfoque práctico y cercano.
- Llegan a públicos más amplios, incluidas las generaciones más jóvenes, que se identifican con estas referencias culturales
7. «The Hunting Ground» (documental)
Este documental de 2015 sobre las agresiones sexuales en universidades estadounidenses expone cómo la falta de una cultura del consentimiento permite la violencia sexual en entornos donde debería primar la seguridad. También muestra el peso del consentimiento afirmativo en los protocolos universitarios conocidos como «Yes Means Yes».
8. «Big Mouth» (Netflix) – La Hormona de la Vergüenza
Esta serie de animación aborda la sexualidad adolescente sin tapujos y dedica varios episodios a la importancia del consentimiento. La aparición de la «Hormona de la Vergüenza» y las escenas sobre lo que se permite o no hacer con el cuerpo del otro sirven como lección directa (y divertida) sobre los límites.
9. «No es no» – Campañas feministas
El lema «No es No» se ha convertido en un grito común en manifestaciones y campañas en España y América Latina, visibilizando que cualquier negativa —explícita o implícita— debe ser respetada. Ejemplos como el caso de La Manada en España reavivaron este lema como recordatorio de que todo lo que no sea un sí, es un no.
10. «Llamando a las cosas por su nombre» – Los Simpson
En varios capítulos de Los Simpson se abordan temas de consentimiento (a su manera), como cuando Marge se enfrenta al acoso en su trabajo en la bolera o Lisa se niega a hacer algo solo por agradar. Aunque no sea el centro de la trama, estos momentos sirven como ejemplo de situaciones donde los límites y el respeto son claves.
11. El «Contrato de consentimiento» en comedias y series
En la sitcom «The Bold Type» y en algunas escenas de «The Big Bang Theory», se bromea con la idea de un contrato para dejar claro lo que ambas partes quieren o no quieren hacer. Aunque se exagera en tono de humor, ayuda a normalizar la idea de que hablar de consentimiento no mata el deseo, sino que lo refuerza.
12. Metáfora de las galletas
«Si alguien acepta una galleta una vez, no significa que tenga que comerse una cada vez que pases con el plato lleno. Y si no le apetece más, no insistas. No se le empujan las galletas a la boca.» Otra metáfora sencilla y cercana que explica que el consentimiento no es un cheque en blanco.
13. Música y videoclips
Algunos artistas han empezado a visibilizar el consentimiento en sus letras y vídeos:
- «Consent» de Alanis Morissette habla directamente de las dinámicas de poder y el derecho a decir no.
- «Til It Happens To You» de Lady Gaga fue compuesta para el documental The Hunting Ground y se convirtió en himno contra las agresiones sexuales.
¿Por qué son importantes todos estos ejemplos?
Porque el consentimiento deja de ser una charla incómoda o lejana y se convierte en algo que entendemos, compartimos y practicamos en lo cotidiano. La cultura popular y el humor permiten:
- Romper el hielo en entornos donde cuesta hablar de sexualidad y derechos.
- Crear referentes con los que las personas jóvenes (y no tan jóvenes) se identifiquen.
- Desmontar la idea de que preguntar mata el deseo y, al contrario, mostrar que el deseo compartido es mucho más sano y placentero.
Al final, todo se resume en algo tan sencillo como preguntar, escuchar y respetar. Como en cualquier buena historia, serie o canción… el consentimiento también es cuestión de complicidad y ganas.
Referencias en la cultura, la literatura y el cómic que ayudan a explicar el consentimiento
- «Pregúntame primero» – Abigail Garrido y Leire Salaberria (Literatura infantil)
Un cuento ilustrado que explica el consentimiento desde la infancia. La protagonista aprende que nadie puede tocar su cuerpo sin su permiso, ni para dar besos ni abrazos. Es un recurso muy utilizado en talleres sobre educación sexual y prevención del abuso desde edades tempranas. - «Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo» – Chimamanda Ngozi Adichie
Aunque no es ficción, este libro en forma de carta aborda la necesidad de enseñar el consentimiento como parte de la educación feminista. Adichie explica que el consentimiento no es negociable y debe enseñarse desde la infancia como un derecho fundamental. - «Más vale Lola que mal acompañada» – Raquel Riba Rossy (Cómic)
La protagonista, Lola Vendetta, se ha convertido en un referente del feminismo gráfico en español. En varias viñetas y libros, Raquel Riba aborda el consentimiento, el placer femenino y el derecho a decir no sin dar explicaciones, todo con humor y acidez. - «Cuerpos y fronteras» – María Murnau y Helen Sotillo (Cómic feminista)
Desde el proyecto Feminista Ilustrada, este libro gráfico expone de forma sencilla y directa temas como el consentimiento, la cultura de la violación y los límites del deseo. Un recurso visual útil para talleres y charlas. - «Habla» (Speak) – Laurie Halse Anderson / Novela gráfica adaptada por Emily Carroll
Una novela y novela gráfica sobre una adolescente que deja de hablar tras sufrir una agresión sexual en una fiesta. La historia aborda el peso del silencio y la dificultad de denunciar cuando nadie quiere escuchar. La versión gráfica es muy recomendada en institutos. - «El consentimiento» – Vanessa Springora
Una novela autobiográfica que narra cómo la autora fue seducida y manipulada por un escritor mucho mayor cuando era adolescente. El libro abrió en Francia un debate social sobre los límites del consentimiento y la edad en las relaciones. - «Persepolis» – Marjane Satrapi (Novela gráfica)
Aunque el consentimiento sexual no es el tema central, Satrapi reflexiona sobre el control sobre el cuerpo femenino y la importancia de la autonomía personal en contextos donde las mujeres no tienen derecho a decidir sobre su cuerpo. - «El Placer» – María Hesse (Ilustrado)
Una obra gráfica que habla del deseo, el placer y el derecho a explorar la sexualidad femenina sin culpa. Aunque no aborda solo el consentimiento, lo incluye como una parte fundamental de cualquier experiencia sexual libre y sana. - «Feminismo Ilustrado» – María Murnau y Helen Sotillo (Cómic)
Un clásico de la divulgación feminista en redes y papel, que dedica capítulos al consentimiento, desmontando mitos y explicando cómo la cultura patriarcal normaliza conductas que son violencia. - «La teoría King Kong» – Virginie Despentes
Ensayo directo sobre el cuerpo de las mujeres, la sexualidad y el consentimiento, escrito desde la experiencia de la autora como superviviente de una violación. Despentes analiza cómo el consentimiento es mucho más complejo de lo que nos han contado y cómo el sistema lo retuerce a su favor.
El consentimiento es la base de cualquier relación sana y debe entenderse como un proceso activo, donde cada persona expresa de forma libre y consciente su deseo de participar en una experiencia. En prácticas como el abrazo tántrico, que implica una conexión íntima y profunda más allá del contacto físico, el consentimiento adquiere un papel central: no solo se trata de aceptar el acto en sí, sino de mantener una comunicación constante sobre los límites y las emociones que surgen durante el encuentro. En cambio, cuando se recurre a estrategias como la psicología inversa y ciertos trucos para obtener lo que se quiere, se corre el riesgo de manipular al otro y poner en duda la autenticidad de su consentimiento, que deja de ser libre para convertirse en una respuesta condicionada. Por eso, es fundamental aprender a reconocer estas dinámicas y fortalecer la autonomía emocional a través de herramientas como los ejercicios para el desapego amoroso, que ayudan a tomar distancia de vínculos dependientes y a relacionarnos desde el respeto, la libertad y el acuerdo mutuo. Solo desde este lugar podemos construir relaciones donde el consentimiento no sea una formalidad, sino una práctica cotidiana y consciente.