A veces, la realidad supera la ficción, como la del hombre irá a la cárcel en EEUU por recoger agua de lluvia. La vida parece que siempre encuentra esa oportunidad para sorprendernos y en este caso, se trata de una injusticia de esas que sólo puede ser derribada debatiendo juntos si realmente podríamos hacer que las cosas fueran diferentes. La situación es la siguiente:
Alicia Sánchez, una agente del cuerpo de la Guardia Civil ha sido acusada por desobediencia al negarse a portar un chaleco antibalas oficial. La agente alega que lo hace porque los oficiales no se adaptan a su fisionomía ni a la de ninguna mujer del cuerpo.
https://twitter.com/AUGC_Comunica/status/798526399699042309
La agente ejerce su profesión en Salamanca y ante la negativa del cuerpo de policía de ofrecerle de forma oficial un chaleco que se ajuste a su cuerpo, tan y como tienen los hombres, decidió comprarse uno por su propia cuenta. El motivo ante tanta preocupación es que es de gran importancia que el chaleco de ajuste al cuerpo a la hora de proteger a un agente. El caso está ante los tribunales y ya ha declarado ante el juez militar que instruye el caso, por el que incluso piden una pena máxima de seis meses de prisión.
Sin duda estamos ante un problema mucho más complejo que el de una insubordinación. ¿Por qué disponen de chalecos oficiales que se ajustan al cuerpo de los hombres y no al de las mujeres?
Junto a la agente y su abogado también se personó una representante de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) defendiendo su «derecho a decidir qué chaleco utilizar ante la falta de chalecos oficiales con las formas propias de la mujer». Este caso pone aún más de manifiesto la falta de integración de las mujeres dentro de los cuerpos armados.
Recordemos que la Guardia Civil cuenta con su propio régimen disciplinario, funcionan con el código militar, y es de los más duros dentro de los funcionarios públicos del Estado.
A todo esto se suma que la actualidad social en la que nos encontramos en un nivel cuatro de amenaza terrorista en España. Con esta medida se obliga a los agentes a ir provistos de sus chalecos antibalas, algo que sin duda puede salvarles la vida. Pero, ¿quién los proporciona? ¿Hay realmente alguna diferencia entre el chaleco del hombre y la mujer?
Como vemos, los chalecos no están hechos para el cuerpo femenino y esto genera mucha incomodidad a las mujeres y les dificulta incluso el acceso a sus armas reglamentarias Desde la asociación están luchando para que todos los guardias civiles se les proporcione un chaleco acorde con su anatomía nada más salir de la academia.
No es algo nuevo ni una exigencia excesiva: cuerpos como el de la Policía contempla chalecos femeninos de hasta siete tallas.
Por ello, casos como este ponen de manifiesto que es uno de los cuerpos del Estado en los que se encuentra más desamparada la figura de la mujer. Otro dato demoledor es que en los últimos veinticinco años, los uniformes femeninos ni siquiera han pasado por una comisión de riesgos laborales.
Juzgado Togado Militar Territorial Nº42 ha decidido archivar el auto abierto contra Alicia Sánchez, la guardia civil que afrontaba la instrucción de un delito militar por insubordinación, por haber optado en un control policial por vestir su propio chaleco antibalas frente al oficial, que no se adaptaba a su anatomía y por lo tanto no la protegía. Alicia ha sido defendida por la asesoría jurídica de AUGC, para la que el auto viene a acoger las tesis jurídicas que siempre ha sostenido en sede judicial. Contra esta resolución cabe recurso de apelación.
Comenzamos a las 20.30 h! Damos voz a @AUGC_Comunica y @Sup_Policia ¿Se ha corregido la deficiente dotación de chalecos para mujeres? pic.twitter.com/NUBXK01fNd
— Un alto en el camino (@unaltoencamino) December 29, 2016
Desde AUGC y muhimu lamentamos el sufrimiento y las presiones que ha soportado la agente, para la que este «vía crucis» aún no ha terminado, ya que la Guardia Civil todavía puede iniciar expediente disciplinario por estos mismos hechos, algo que esperamos que no suceda a pesar de tristes experiencias anteriores en las que el código disciplinario se antepuso a la lógica.
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