Actualizado el sábado, 19 febrero, 2022
Huffington Post recogía hace unos días la noticia de una familia que despertó con una desagradable sorpresa en la puerta de su garaje. Era un mensaje que simplemente decía «I’m gay» (soy gay) pintado con spray negro pero creada para «ofender» sus hijas.
La madre contó al periódico que que ella y Joe siempre habían querido apoyar tanto a Miranda como a su otra hija, Emily, de 14 años, que se identifican como bisexuales y que «no tienen nada de qué avergonzarse».
La noticia me sorprendió no sólo por lo anecdótico sino porque nos deja distintas enseñanzas a todos y son ese tipo de historias que merecen ser compartidas. Solemos ver en los telediarios y en la prensa amarilla casos de acoso, homofóbia, bullying… pero noticias como esta nos enseñan cómo hacer frente a ellas.
La madre optó que limpiaría el graffiti junto a sus dos hijas. Es decir, no las alejó ni les hizo evitar el problema. Les acompañó en su labor de hacerle frente. Y como solución para comunicar tanto al «agresor» como a cualquiera que en su comunidad pensase que ser gay puede ser motivo de insulto, decidieron, en lugar de volver a pintarla simplemente de blanco, darle un toque de color reprensentando el arcoíris del orgullo gay.
Un gesto par mostrar, según sus propias palabras, «con orgullo y en voz alta que somos una familia LGBT y que nos sentimos felices de que sea así».
«Decidimos que algunos mensajes se merecen algo más que una pintura con un spray de color gris», explica DeLong en la página Stop-Homofobia de Facebook.
Por supuesto, han recibido tanto críticas como elogios sobre su decisión. Algunos vecinos del barrio han sido duros, gritando eslóganes homofóbos a ella y a los miembros de su familia, incluso a su hijo de 9 años. En los últimos años son muchos los avances en igualdad,sin embargo, en muchas comunidades aún no está conseguida y aún tardará en ser aceptada como en su día ocurrió con los derechos de la mujer (sólo a través de una larga lucha y conquista de muchas activistas que dieron su vida, a veces literal, por nuestros derechos ahora la mujer puede trabajar, votar, divorciarse, hacer deporte o ser madre soltera… E igual sucedió por ejemplo, y sigue sucediendo, con las personas de raza negra. Parece que en cada país y en cada época de la historia siempre hay un colectivo que se opone al respeto y la convivencia pacífica con personas diferentes a ellos.
La LGTBfobia sigue existiendo todavía en nuestra sociedad, en nuestros centros laborales y especialmente en nuestros centros educativos. La mayoría de jóvenes LGTB manifiestan haber sufrido violencia en sus centros escolares. Muchas y muchos adolescentes no pueden construir su identidad o vivir de forma positiva su orientación afectiva y sexual, bien porque se reconocen a sí mismos como homosexuales, bisexuales o transexuales pero lo ocultan en público, bien porque no se atreven a reconocerse a sí mismos como tales.
«Hemos aprendido que hay un largo camino que recorrer para la aceptación LGBT. Es genial tener gente que nos apoya y nos dice que estamos siendo buenos padres, pero sería aún mejor si lo que hicimos fuese considerado simplemente como parte de una educación normal. Queremos que nuestros hijos sean personas felices, tolerantes, empáticos y buenas personas y hacemos esto para dar ejemplo de ese tipo de cosas».
De cualquier forma, las familias homoparentales siguen siendo foco de diversas y fuertes discusiones a nivel político y cultural en muchos países occidentales, pese a que la ciencia ha podido demostrar de manera consistente que tanto padres gais como madres lesbianas tienen la misma capacidad e idoneidad de los padres heterosexuales, e incluso la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) señala que “los resultados de algunos estudios sugieren que las habilidades como progenitores de madres lesbianas y padres gais pueden ser superiores a los de progenitores heterosexuales equivalentes.”
Los informes actuales indican que el bienestar físico, económico y emocional de los padres se extiende con el matrimonio, y que los hijos reciben beneficios cuando son criados por dos personas que están en el marco de una unión legal y reconocida por la sociedad.
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