Actualizado el miércoles, 9 septiembre, 2020
Hace varios días que la RAE está en los medios manifestando su crítica y desacuerdo con las distintas y numerosas guías que, bajo el auspicio de las feministas, se han venido publicado a lo largo de toda la geografía española por grupos y asociaciones de mujeres, universidades, ayuntamientos comunidades autónomas y otros organismos que aconsejan hacer visible al 50% de la población, las mujeres.
La ausencia de presencia femenina en la Real Academia no es solo injusta, anacrónica e inapropiada, también tiene consecuencias sociales. Hubo que esperar a la 23ª edición (del 2014) del Diccionario para que se eliminaran significados como «periquear», que se utiliza cuando «una mujer disfruta de excesiva libertad» y un «huérfano» es «una persona de menor edad a quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre», o eliminar una de las acepciones de «femenino» que lo consideraba como ‘débil, endeble’ cuando lo «masculino», lo consideraba ‘varonil, enérgico’.
Ese mismo año, por fin, se consiguió que se admitieran términos adaptados a la realidad social, como ‘presidenta’. Pero el Diccionario continúa recogiendo definiciones sexistas; sonado es el caso de la ‘histeria’, “más frecuente en la mujer que en el hombre”, dicen todavía, contra todo criterio médico.
Quizás por ello, no hay mezcla más explosiva que este anuncio. La Academia de la Publicidad (sin ser consciente de ello) dedicando un anuncio completamente sexista a la Real Academia Española, para felicitarle por su 300 aniversario. Y no, no es una broma, era un anuncio real:
UN POCO DE HISTORIA
Hasta en tres ocasiones (1889, 1892 y 1910) rechazaron en la Real Academia a Emilia Pardo Bazán esgrimiendo la simple razón de que “las señoras no pueden formar parte de este Instituto”. Antes que la escritora gallega, ya había intentado entrar a formar parte la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Era 1853 y el escritor José Zorrilla fue todavía más claro en su caso: la mujer que escribe era “un error de la naturaleza”.
También entonces Juan Valera predijo: «No sería esto lo peor, sino la turba de candidatos que nos saldrían luego. Tendríamos a Carolina Coronado, a la Baronesa de Wilson, a Dª Pilar Sinués y a Dª Robustiana Armiño. Y a poco que abriésemos la mano, la Academia se convertiría en aquelarre».
En los albores de la democracia (1972) la candidatura de María Moliner, autora de uno de los diccionarios más completos de la lengua española, perdía la votación frente a la del mucho menos trascendente filólogo Emilio Alarcos Llorach.
En 1978, todavía fresco aquel bochorno histórico y a punto de estrenarse la Constitución, “tocaba” poner a una mujer. La primera desde que su fundación en 1714.
Desde ese 1978, queda mucho por hacer y las modificaciones que se han producido sirven para demostrar que la institución no es inamovible a los cambios sociales, pero también que «no es igual de sensible para todos los grupos pues resulta inverosimil, que su última actualización haya aceptado la incorporación de términos como:
Amigovio, via. (Fusión de amigo y novio). m y f. coloq. Arg., Méx., Par y Ur. Persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo
Papichulo. m. Mx, RD, PR, Bo, Py. Hombre que, por su atractivo físico, es objeto de deseo de una mujer. (papi chulín; papi chulo).
Culamen. m. vulg. Esp. culo (‖ nalgas). La inclusión de esta palabra en el diccionario, junto con ‘pechamen’, ‘canalillo’ y alguna más, despertó tanto bromas como sorpresa:
La RAE incluye en el Diccionario «pechamen», «culamen», «muslamen», «chumino», «canalillo»… y «lefa».
Me imagino a los académicos.— Luis Alcázar (@alcazardemurcia) 17 de octubre de 2014
¿Qué define un contenido sexista?
El Instituto de la Mujer señala los factores que determinan que un contenido sea sexista. Entre ellos, destacan los siguientes:
- Justificar comportamientos o actitudes que impliquen violencia contra la mujer.
- Exhibir el cuerpo femenino como reclamo de venta cuando sea ajeno al contenido del anuncio y de lo anunciado.
- Utilizar a la mujer y reducir su cuerpo a un mero objeto sexual.
Todos estos anuncios contienen al menos, uno de los factores que se han señalado anteriormente. Todos y cada uno de ellos perpetúan la imagen de la mujer como mero objeto sexual y, algunos de ellos, incitan a la violencia en todas sus formas llegando incluso al asesinato.
Algunos demuestran por tanto, que seguimos inmersos en la llamada “cultura de la violación” que, lejos de erradicarse, parece que se hace cada día más visible a través de los medios de comunicación. La permanente representación de estereotipos de género como los que acabamos de ver, ayuda a su perpetuación en la sociedad. Cosificar a la mujer es el primer paso para ejercer la violencia contra ella.
A nivel mundial, según informa Naciones Unidas, en 2000, una de cada tres mujeres en el mundo padecía malos tratos o abusos. Hoy en día, dicha cifra continúa sin reducirse y se estima que el porcentaje asciende al 70% de la población femenina mundial.
¿Hace falta representar el asesinato de una mujer para poder vender zapatos? ¿Qué efectos pueden tener sobre las nuevas generaciones de chicos y chicas, que la publicidad les diga que lo importante para una mujer es estar guapa con un buen peinado aunque sea maltratada y tenga secuelas físicas visibles?
Hay quienes no ven nada de malo en tales anuncios argumentando que se trata simplemente de provocación para ser innovador, de fotos artísticas o, simplemente, de una estrategia de marketing. Sin embargo, también son muchos los que denuncian que los efectos de este tipo de publicidad sobre la sociedad son nocivos, especialmente para los jóvenes y las jóvenes.
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