Actualizado el sábado, 7 mayo, 2022
AJ+ Español publicó un video en Facebook sobre un grupo de chicas que luchan en contra del acoso callejero en la Ciudad de México apuntando a sus agresores con pistolas de confeti y música. Ellas se hacen llamar Las hijas de Violencia.
“Me hablas como si me fueras a violar” es una de las demandas que Las hijas de Violencia exponen a través de sus canciones, con las cuáles pretenden incitar a más mujeres a levantar la voz de forma divertida en contra del acoso callejero.
Explican que aunque saben que no cambiarán el mundo, para ellas es importante dejar de guardar silencio ante las miradas lascivas y los “piropos” callejeros que denigran al sexo femenino.
¿Pero cómo se fija el límite del halago o el insulto?
“Todo gesto o comportamiento que tengan la clara intención de expresar desprecio hacia una persona por razón de su sexo, de considerarla inferior o de reducirla a su dimensión sexual y que comporte un grave daño a su integridad”. Este es el texto legal que ha hecho posible que en Bruselas se hayan denunciado 85 casos y se hayan impuesto 22 denuncias tras un año de entrada en vigor de la ley.
Son prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios públicos como la calle, el transporte o espacios semi públicos (mall, universidad, plazas, etc.); que suelen generar malestar en la víctima. Estas acciones son unidireccionales, es decir, no son consentidas por la víctima y quien acosa no tiene interés en entablar una comunicación real con la persona agredida.
Todas las personas tienen derecho a transitar libremente y con la confianza de no ser violentados, independiente del contexto, la edad, la hora del día o el vestuario que ocupa la persona agredida, los derechos humanos no dependen ni se suspenden por detalles del entorno. No hay excusas ni justificaciones para el acoso sexual callejero.
Las prácticas de acoso sexual callejero son sufridas de manera sistemática, en especial por las mujeres, ocurriendo varias veces al día desde aproximadamente los 12 años, lo que genera traumatización no sólo por hechos de acoso especialmente graves, sino por su recurrencia aunque sean pocas las que aún denuncian un problema que ocurre en todo el mundo.
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