Actualizado el jueves, 8 agosto, 2024
En agosto de 2021, los talibanes tomaron el control en Afganistán, dejando a sus ciudadanos abandonados por los países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza. La aprehensión que nos embargó en ese momento se ha convertido en una cruda realidad, especialmente para las mujeres afganas. Este artículo explora las consecuencias desgarradoras que enfrentan las mujeres bajo el régimen talibán y los hallazgos alarmantes de un informe de las Naciones Unidas.
El compromiso inicial de los talibanes de respetar los derechos de las mujeres resultó falso, sumiendo a millones de mujeres afganas en el abismo de restricciones y legislaciones impuestas por los talibanes. Afganistán ha obtenido ahora la dudosa distinción de ser uno de los peores países del mundo para las mujeres.
La situación de las mujeres afganas es profunda, con restricciones que se extienden a varios aspectos de sus vidas. Niñas y mujeres se encuentran excluidas de instalaciones deportivas, tienen limitado el acceso a espacios públicos y se ven obligadas a cumplir con un estricto código de vestimenta. Más allá de eso, se les niega la educación más allá de los niveles primarios, los salones de belleza han cerrado, e incluso una simple visita a una cafetería está fuera de límites. Todo esto simplemente porque nacieron mujeres.
La Tiranía se Intensifica
Los talibanes parecen implacables al idear nuevas medidas para restringir aún más las ya mínimas libertades. En mayo de 2023, las Naciones Unidas documentaron casos de brutales castigos corporales, que incluyen latigazos, flagelaciones, lapidaciones y obligar a las mujeres a permanecer de pie en agua fría o a afeitarse la cabeza por hacer algo «inapropiado». La vaguedad que rodea lo que constituye «inapropiado» destaca el ambiente opresivo para las mujeres en Afganistán.
Un Giro Inquietante
La situación ha tomado un giro aún más oscuro, como revela un reciente informe de las Naciones Unidas. Sorprendentemente, las mujeres afganas que se atreven a denunciar abusos ahora son amenazadas con la prisión, todo bajo el pretexto de protegerlas de la violencia de género. Antes de la toma de poder de los talibanes, existían 23 centros para mujeres maltratadas, cerrados en los últimos meses por considerarlos innecesarios e influencia occidental. Con estos centros cerrados, la cárcel ahora espera a aquellas que buscan ayuda. La ironía de legislar castigos contra las mujeres en lugar de los hombres abusivos es evidente.
¿Encarceladas para Protegerlas?
El informe de la ONU condena esta práctica escandalosa, declarando que «confinar a las mujeres en centros correccionales, más allá del alcance de la ley penal y con el propósito de garantizar su protección contra la violencia de género, constituye una privación arbitraria de la libertad». El informe también señala los posibles efectos negativos de confinar a mujeres vulnerables en entornos punitivos. Es un recordatorio contundente de que las autoridades que toman estas decisiones son exclusivamente hombres, con una notoria ausencia de mujeres en las fuerzas del orden y la judicatura.
Un Llamado a la Acción
Si esto no es un crimen contra la humanidad, ¿qué es? La indiferencia de la comunidad internacional ante estas atrocidades puede convertirla en cómplice. Los líderes con la capacidad de intervenir y ayudar a estas mujeres deben reflexionar sobre su responsabilidad. Surge la pregunta: ¿pueden aquellos en el poder, con la capacidad de aliviar estos problemas, dormir tranquilos por la noche? La esperanza es que no encuentren descanso hasta que se tomen acciones significativas para abordar esta grave injusticia.
«Nunca olvide que basta con una crisis política, económica o religiosa, para que los derechos de las mujeres sean puestos en duda. Estos derechos no son permanentes, usted tendrá que permanecer vigilante toda su vida».
Simone de Beauvoir.
El machismo ha sido una parte integral de la sociedad afgana durante siglos, pero su evolución en los últimos años ha sido fuente tanto de tensión como de cambio. Con el surgimiento de los talibanes y otros grupos militantes, el machismo se asocia cada vez más con la violencia y la agresión. Al mismo tiempo, existe una tendencia creciente entre los jóvenes afganos a desafiar los roles de género tradicionales y adoptar puntos de vista más progresistas sobre la igualdad de género. Este cambio de actitud está cambiando lentamente la cara del machismo en Afganistán, a medida que más personas se oponen a las normas culturales opresivas.
¿Cómo era Afganistán antes?
Cayó Kabul. El talibán la rodea mientras se inician las negociaciones para «una pacifica rendición». Afganistán está en manos del talibán desde esta mañana. «No habrá revanchas», prometen. «No habrá ataques a la ciudad. No va a haber ningún problema en la ciudad», anunció el Talibán, sin que hubiera una batalla en la ciudad.
Ganó el bando Talibán (y quienes los financian). Afganistán regresa a sus más oscuros años. Como si no hubieran pasado 20 años desde la ocupación occidental, el talibán llegó a la capital. Los negociadores talibán se dirigen al palacio presidencial para preparar la transferencia de poder. Las tropas del gobierno se rindieron y centenares de soldados están recibiendo una carta de amnistía del Talibán en las ciudades donde lo combatieron. Es inminente la renuncia del presidente Ghani hacia una gobierno de transición.
Principales cambios sociales y culturales que ha sufrido Afganistán en los últimos 60 años
En los últimos 60 años, Afganistán ha experimentado cambios significativos en términos de su sociedad y cultura. Algunos de los principales cambios son los siguientes:
- Cambios políticos: Afganistán ha experimentado una serie de cambios políticos en las últimas seis décadas, incluyendo la caída del gobierno monárquico en 1973 y la invasión soviética en 1979. Desde entonces, ha habido una serie de gobiernos y régimenes, incluyendo los talibanes y el gobierno actual.
- Cambios en los derechos de las mujeres: Afganistán ha visto cambios significativos en los derechos de las mujeres en las últimas décadas, incluyendo la promulgación de una nueva Constitución en 2004 que garantiza la igualdad de derechos para hombres y mujeres. Sin embargo, la discriminación de género sigue siendo un problema importante.
- Cambios en la religión: Afganistán es un país predominantemente musulmán, pero ha habido cambios significativos en la forma en que se practica la religión en el país. Los talibanes impusieron una forma muy conservadora del Islam durante su gobierno, pero desde su caída en 2001, ha habido un aumento en la tolerancia religiosa y una mayor libertad de religión.
- Cambios en la educación: Afganistán ha visto un aumento significativo en la educación en las últimas décadas, incluyendo la construcción de nuevas escuelas y la mejora de la educación para las niñas. Sin embargo, la falta de recursos y la inseguridad han limitado el acceso a la educación en algunas partes del país.
- Cambios en la cultura: La cultura afgana ha sufrido cambios significativos en las últimas décadas, con una mayor influencia de la cultura occidental y una mayor apertura a otras culturas. Sin embargo, la tradición y la religión siguen siendo importantes en la cultura afgana.
En general, Afganistán ha experimentado cambios significativos en los últimos 60 años, aunque muchos de ellos han sido el resultado de conflictos y dificultades. Aunque ha habido avances en algunos ámbitos, como la educación y los derechos de las mujeres, el país todavía enfrenta importantes desafíos sociales y económicos.
¿Cómo era Afganistán antes de la llegada de los talibanes?
Antes de la llegada de los talibanes a Afganistán en 1996, el país experimentó cambios significativos en términos sociales y culturales. Durante la década de 1960 y 1970, Afganistán experimentó una época de modernización y liberalización, y se convirtió en un centro cultural en el centro de Asia. Las mujeres tenían más libertad y podían estudiar y trabajar en diversas áreas.
El país estaba gobernado por una monarquía constitucional, y aunque había una minoría de la población que vivía en condiciones de pobreza, la mayoría tenía acceso a servicios básicos como educación y atención médica.
Afganistán también fue un destino turístico popular, con visitantes que llegaban de todo el mundo para explorar la rica historia y cultura del país.
Sin embargo, durante los años 80, Afganistán sufrió la invasión soviética y la posterior guerra civil, lo que provocó un deterioro significativo de la sociedad y la cultura. La inestabilidad política y la violencia tuvieron un impacto negativo en la vida de las personas y sus derechos humanos.
En cuanto al trato a las mujeres, antes de la llegada de los talibanes, las mujeres tenían ciertos derechos, como el derecho a votar y a trabajar fuera del hogar. Si bien la discriminación y la violencia de género eran aún comunes, la situación de las mujeres mejoró significativamente en comparación con la era talibán posterior.
Los talibanes impusieron una versión extremadamente conservadora de la ley islámica, la sharia, y privaron a las mujeres de sus derechos básicos. Las mujeres fueron obligadas a llevar burkas y no podían trabajar o estudiar fuera del hogar. El trato a las mujeres por los talibanes fue extremadamente opresivo y restrictivo, y todavía se siente su impacto hoy en día.
Viendo las fotografias del pasado, hoy Afganistán no es un peor país solo para las mujeres. También lo es para sus infantes. La desastrosa situación en la que se encuentran los infantes en Afganistán, se debe a los numerosos conflictos activos en las diversas regiones, provocando desplazamientos forzosos, falta de acceso al agua potable, hambruna y violencia sistémica. En este caos en el que muchas familias no pueden subsistir (en 2008, el 36 % de la población estaba por debajo del umbral de la pobreza) los padres venden a sus hijos a cambio de una suma de dinero. Además, en caso de que la familia pierda al marido, será el niño mayor el encargado de sustentarla ya que pasa a ser el cabeza de familia, viéndose obligado a recurrir a dichas prácticas.
Pero Afganistán no siempre fue así. Mohammad Qayoumi, creador de la página de esta página de facebook, creció en Kabul en los años 60 y 70 y ha colgado varias fotografías para que la gente tome conciencia sobre lo que ha sucedido en Afganistán. Mohammad escribe en su página:
Afganistán años 70
“Hace medio siglo, las mujeres afganas hacía carreras como medicina; hombres y mujeres se mezclaban casualmente en los cines y los campus universitarios de Kabul; las fábricas de los suburbios producían en serie productos textiles y otros bienes. Había una tradición de ley y orden, y un gobierno capaz de llevar a cabo grandes proyectos nacionales de infraestructura, como la construcción de centrales hidroeléctricas y carreteras, aunque con ayuda externa. La gente común tenía un sentido de esperanza, la creencia de que la educación podría abrir oportunidades para todos, la convicción de que un futuro brillante que le esperaba. Todo lo que ha sido destruida por tres décadas de guerra, pero era real.
Así era Afganistán …”
Afganistán hace 50 años
Las refugiadas necesitan nuestra ayuda. Apelar al miedo para justificar las políticas xenófobas no es nuevo. Y en el contexto del terrorismo yihadista es, además falso. Basta un repaso por los diferentes memorándums y publicaciones de los diversos centros de estudios estratégicos europeos para desmontar estas teorías.
¿Cómo vivían las mujeres afganas antes de la llegada de los talibanes?
Las mujeres en Afganistán obtuvieron el derecho al voto después de que el país se independizara de Gran Bretaña en 1919 y un año antes de que se permitiera a las mujeres estadounidenses hacerlo. 11 años antes que en España.Afganistán no fue siempre un territorio plagado de burkas integrales.En Afganistan, como en otros territorios/países, ha habido épocas en los que los derechos de mujeres y hombres eran respetados por igual.Y no, obviamente no todos los hombres son iguales (es aquí cuando toca remarcarlo), ni todos los gobernantes ejercen el poder de la misma forma.
Thomas Sankara es un ejemplo. Este líder revolucionario africano, no solo le dio un nuevo nombre a su país, Burkina Faso (antes llamado Alto Volta durante el colonialismo), sino que devolvió la dignidad perdida a su pueblo. Consiguió escolarizar a la mayor parte de la población, vacunó a menores de edad de sarampión salvando de la muerte a más de 1 millón. Impuso la austeridad en el gobierno siendo él mismo el ejemplo principal y reivindicó el importante papel de la mujer en el proceso revolucionario, denunciando que habían sido relegadas al rango de animales de carga, soportando el doble peso del colonialismo y del hombre y devolviéndoles la oportunidad arrebatada.“hablar de la emancipación de la mujer no es un acto de caridad o un arranque de humanismo. Es un requisito fundamental para el triunfo de la revolución. Las mujeres sostienen la otra mitad del cielo”.
«No habrá revolución social verdadera hasta que la mujer se libere. Que mis ojos no tengan que ver nunca una sociedad donde se mantiene en silencio a la mitad del pueblo”.
SANKARA
Bajo el reinado del rey Amanullah Khan, las mujeres afganas recibieron los mismos derechos, incluido el derecho al voto. Khan creó otras reformas para las mujeres, incluida la Ley del Código de Familia, que prohibía el matrimonio infantil, y otorgó a las mujeres el derecho a elegir a sus maridos. Durante la década que Khan estuvo en el poder, creó la primera constitución de Afganistán, que abolió la esclavitud, garantizó la educación secular e instituyó la igualdad de derechos para hombres y mujeres.La reina Soraya , esposa del rey Amanullah, también tuvo un peso importante en la gestión durante esos años y realizó diversas reformas urgentes para mejorar la vida de las mujeres. Fundó la primera revista para mujeres, así como la primera organización de mujeres, Anjuman-i Himayat-i-Niswan , las escuelas para niñas Masturat School (1920) y Ismat (Malalai) School (1921) y el Hospital Masturat para mujeres. (1924) y contribuyó en la revista femenina Ishadul Naswan (1922). Para abolir la desigualdad de género a través de símbolos arraigados extremistas, apareció con su esposo quitándose el velo en público, y su ejemplo fue seguido por otras mujeres.En 1929, los líderes tribales, que estaban cada vez más agitados por las reformas que había introducido Khan, lo obligaron a huir del país y reclamaron el trono. Muchas de las reformas de Khan se anularon rápidamente. Se reinstauró el velo y eliminaron derechos de las mujeres, reforzando el purdah y Afganistán volvió a la ley Sharia con una monarquía y sin derecho a voto para nadie durante casi 40 años.
Como nuestros 40 años de dictadura en los que nadie tuvo derecho a voto (excepto el año en que se hizo un referéndum democrático muy cuestionado).Los sucesores Mohammed Nadir Shah y Mohammed Zahir Shah trabajaron por la mejora moderada y constante de los derechos de las mujeres, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno consideró necesarias reformas de modernización de cara a la igualdad.En 1946 se fundó la Asociación de Bienestar de la Mujer, apoyada por el gobierno, con la reina Humaira Begum como patrocinadora, , que impartía clases escolares para niñas y clases de formación profesional para mujeres y entre 1950 y 51 se aceptaron mujeres estudiantes en la Universidad de Kabul.En España, la dictadura cortó la trayectoria que llevaban las mujeres desde que en 1910 se les permitiera tener estudios superiores. En 1940 las facultades se habían convertido en un lugar hostil para las mujeres y la decisión de qué debían hacer o no con su futuro no estaba en sus manos, sino en la de los hombres de la familia. Estaba mal visto que las chicas quisieran entrar en carreras nobles como Medicina o Derecho y las que se atrevían (poquísimas) eran las peor tratadas de todas las facultades, haciendo exámenes apartadas de sus compañeros y siendo tratadas con desdén por parte de sus profesores. Además, apenas tenían salida laboral.A las mujeres en Afganistán se les otorgó nuevamente el derecho al voto en 1964 (14 años antes que en España, ya que hasta 1978, 3 años después del fallecimiento de Franco, no se pudo volver a votar), después de que una nueva constitución marcara la próxima era de la democracia moderna. Junto con el derecho al voto, a las mujeres se les permitió postularse para cargos públicos. A pesar de varios golpes de Estado y cambios de poder, durante la próxima década se incrementaron las libertades para todos los ciudadanos afganos. Se alentó a las mujeres a que se educaran y votaran (al menos en las ciudades).En 1979, la Unión Soviética derrocó al gobierno y comenzó una ocupación que duró una década.
La ocupación soviética no fue bien recibida ni aceptada por la mayoría de los afganos, especialmente en las regiones más rurales y montañosas. Estados Unidos aprovechó la oportunidad para debilitar a su adversario de la Guerra Fría inundando la región con dinero y armas para apoyar a los guerrilleros, o muyahidines , que continuaban luchando contra los soviéticos. Muchos de estos combatientes eran de áreas tribales conservadoras donde hombres y mujeres tenían roles separados y distintos en la sociedad.El 15 de mayo de 1988, el gobierno soviético implosionó y se retiró de Afganistán, creando un enorme agujero negro de poder y gobernanza. La región se disolvió en luchas entre los muyahidines y los poderes tribales, ninguna de las facciones estaba dispuesta a otorgar derechos de voto a las mujeres.En 1996, los talibanes tomaron el poder y aplicaron una forma increíblemente estricta de la ley Sharia, que requería que los hombres se dejaran crecer la barba y que las mujeres llevaran un velo completo. Después de que los ataques aéreos de Estados Unidos y Gran Bretaña derrocaran a Kandahar en respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre, los talibanes renunciaron oficialmente al poder en 2001.
En 2004 se elaboró la constitución más reciente y se volvió a otorgar a las mujeres el derecho al voto. Con el 55 por ciento de los votos, Hamid Karzai ganó la primera elección del nuevo gobierno. A pesar de la nueva ley, a muchas mujeres todavía se les impidió votar en la primera elección de la nueva constitución por parte de sus familias y comunidades.Bajo Karzai, los derechos de las mujeres se erosionaron lentamente una vez más. En 2009, el gobierno promulgó la Ley de familia chií, que requería que las mujeres pidieran permiso para salir de casa a menos que fuera urgente.Por suerte, en el año 2007 en España, se promulgó la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que aunque aparecía en la Constitución, necesitaba de leyes más concretas para aterrizar esta demanda y dotarla de recursos.En 2014 en Afganistán, un número récord de mujeres acudió a votar y postularse para cargos públicos, a pesar del peligro y las amenazas de los talibanes y los miembros de la comunidad conservadora que deseaban mantenerlas en casa. 308 mujeres se postularon para ocupar los escaños del consejo provincial y 97 ganaron en estas últimas elecciones . Si bien hubo muchos que protestaron contra las mujeres en las urnas, otros grupos las recibieron, protegieron y alentaron.
En agosto de 2021, en España tenemos un gobierno con más mujeres que hombres, aunque eso no refleje una realidad ideal, ya que aún nos queda mucho por lograr la igualdad real que se recoge en papel tanto en la Constitución como en las leyes de Igualdad. En agosto de 2021 en Afganistán, retiradas las fuerzas extranjeras que estaban controlando el avance del terrorismo islámico de los talibanes, la población en general y muy especialmente las mujeres, han perdido sus derechos de manera absoluta. Si quieren sobrevivir a partir de ahora, tendrán que cumplir a rajatabla las 29 normas de comportamiento y por supuesto, dejarse violar tantas cuantas veces sea solicitado. Ante esta nueva realidad, EEUU echa la culpa al pueblo Afgano y se va.
Es cierto que existe complicidad interna en Afganistán, como la hay en España y en cualquier gobierno del mundo. Por eso triunfan los golpes de estado, por eso se alzan gobiernos con presidentes a la cabeza inimaginables y por eso ganan escaños quienes machacan a sus propios votantes sin que éstos se lleguen a dar cuenta. Porque los gobiernos suelen dar pasos en función de sus intereses económicos (petróleo y recursos naturales) y/o de poder, y no se suelen poner al servicio del cumplimiento de los derechos humanos. Una vez más, en pleno SXXI, las mujeres afganas están condenadas a la esclavitud ( y no son las únicas), mientras el mundo occidental mira para otro lado. Lo peor es que se lavan las manos (nos lavamos las manos) y se excusan (y nos excusamos), como si no supieran (y no supiéramos), como pasa con el cambio climático, que más pronto que tarde, todas las mujeres estaremos expuestas a esta ‘nueva realidad’ si no actuamos ahora.Pero claro, esta es tan solo nuestra historia, la OTRA HISTORIA.
Pd. Fuente principal- Central Asia Institute
Más fotografías de Kabul antes de la llegada de los talibanes
Moda de Kabul en los años 50 – 70
Tienda de discos en Kabul, 1960
Coro afgano
Aeropuerto de Kandahar construido en la década de 1960
Auxiliares de vuelo de Ariana Afghan Airlines
Kabul en el año 1960
Visitantes extranjeros acampan en Band-e Amir en 1970
Ruta en coche por Afganistán
Madres y niños juegan en un patio de recreo de la ciudad
Estudiantes de la Universidad de Kabul durante su graduación en 1960
Pero hoy Afganistán es, sobre todo, un peor país para las mujeres. Conocida es la historia de Malala Yousafzai por su activismo a favor de los derechos civiles, especialmente de los derechos de las mujeres en el valle del río Swat, donde el régimen talibán ha prohibido la asistencia a la escuela de las niñas.
Mujeres en la escuela infatil afgana
Rally de La Mujer en Afganistán 1980
Sala de reuniones / clase para mujeres – alrededor de 1980
Aula de enseñanza en Kabul, 1960
Mujeres afganas trabajando en oficinas
Clase de Biología en la Universidad de Kabul, con un alto porcentaje de mujeres estudiando
El diseñador de moda Safia Tarzi en su estudio Kabul, 1969
Escaparates de moda afgana en 1960
Señoras afganas en el aeropuerto de Kabul
Por si esto fuera poco el país está repleto de minas antipersona. El uso extendido e indiscriminado de minas y municiones durante casi 30 años de conflicto ha hecho de Afganistán uno de los países con mayor presencia de minas en el mundo. De media, 40 personas al mes son víctimas de las minas terrestres y de los restos explosivos de guerra. La mayoría de ellas son varones y más de la mitad niños. Aunque la cifra de víctimas está bajando, la pobreza obliga a muchos marginados a ganarse el sustento con la chatarra de los restos explosivos de guerra y a correr riesgos al recoger combustible en zonas minadas. Las minas y los restos explosivos de guerra no sólo pueden causar daños físicos a los afganos, sino que también privan a los agricultores de su medio de vida y dificultan su alojamiento y reasentamiento, así como el pastoreo del ganado.
Cuando Afganistán estaba en Vogue, diciembre 1969
La revista de moda Vogue decidió dedicarle su número de Diciembre de 1969 con un completo reportaje que tituló “Afganistan Adventure”. En el interior podemos encontrar una sesión fotográfica para mostrar la moda de Kabul así como sus lugares más emblemáticos y locales más chic.
Fotografías del reportaje “Afganistan Adventure”
Las modelos fueron fotografiadas en ruinas antiguas y prósperos bazares
Parte de este artículo y sus fotografías ha sido extraidas de: Messy Nessy Chic
¿Cómo es la situación de la mujer bajo la ley Sharia y el régimen talibán?
A pesar de algunos tímidos avances en los últimos años Afganistán es hoy un país donde la influencia religiosa talibán ha afectado profundamente a su sociedad, y con especial virulencia a sus mujeres.
Como explican desde RAWA, la lista elaborada ofrece solo una «ojeada sobre la infernal vida que las mujeres afganas están obligadas a llevar bajo los talibán». Las restricciones y maltratos contra las mujeres y las niñas en el régimen talibán que tuvo lugar en Afganistán entre 1996 y 2001 incluyen los siguientes puntos:
- 1. El trabajo femenino queda terminantemente prohibido fuera de los hogares. Solo unas pocas doctoras y enfermeras tienen permitido trabajar en ciertos hospitales de Kabul para atender a mujeres y niñas.
- 2. Las mujeres tienen prohibido salir de casa para realizar cualquier actividad siempre que no vayan acompañados de su mahram, hombre de parentesco cercan0, como padre, hermano o marido.
- 3. Las mujeres tampoco pueden cerrar tratos con comerciantes masculinos.
- 4. La atención médica es también precaria para las mujeres, ya que no pueden ser atendidas por sanitarios varones. Al haber un número tan reducido de médicas y enfermeras, son muchas las que no pueden acceder a una atención adecuada, lo que deriva en problemas de salud de diferente gravedad e incluso la muerte.
- 5. La educación está vetada a las mujeres. No pueden acudir a estudiar a escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa.
- 6. Las mujeres no pueden mostrar ninguna parte de su cuerpo en público, por lo que están obligadas a llevar un velo largo que les cubre incluso el rostro (burka).
- 7. Todas aquellas mujeres que no vistan de acuerdo a las reglas establecidas por los talibán o que no vayan acompañadas de su mahram serán sometidas a azotes, palizas y abusos verbales.
- 8. Las mujeres que muestren sus tobillos serán sometidas a azotes en público.
- 9. Las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio serán lapidadas.
- 10. Se prohibe el uso de productos cosméticos. De hecho, durante el ‘reino del terror’ talibán entre 1996 y 2001 se reportaron casos en los que se amputaron los dedos a mujeres a las que se detuvo por llevar las uñas pintadas.
- 11. Las mujeres tienen prohibido hablar o dar la mano a varones que no sean su mahram.
- 12. Ningún extraño debe oir la voz de una mujer, por lo que las mujeres tienen prohibido reír en público.
- 13. También está prohibido que las mujeres lleven zapatos de tacón, ya que pueden producir sonido al caminar (un varón no puede oir los pasos de una mujer).
- 14. Las mujeres no pueden subirse a un taxi sin la compañía de su mahram.
- 15. Las mujeres no pueden tener presencia en la radio, la televisión o en reuniones públicas de cualquier tipo.
- 16. El deporte también está vetado para el género femenino. No pueden practicarlo ni acceder a ningún centro deportivo.
- 17. Las mujeres tienen prohibido montar en bicicleta o en motocicleta.
- 18. Está prohibido que las féminas lleven ropas de colores vistosos, ya que los talibanes dicen que son «colores sexualmente atractivos».
- 19. Las mujeres no pueden reunirse con motivo de festividades con propósitos recreativos.
- 20. No pueden lavar la ropa en los ríos o plazas públicas.
- 21. En el régimen talibán, ninguna calle, plaza o avenida puede llevar la palabra ‘mujer’ en su nombre. Así, durante el régimen talibán en Afganistán de los 90, el «Jardín de las Mujeres» de Kabul pasó a llamarse «Jardín de la Primavera».
- 22. Las mujeres tampoco pueden asomarse a los balcones o ventanas de sus domicilios. No deben ser vistas.
- 23. Para evitar que cualquier extraño pueda ver a una mujer, es obligatorio que las ventanas sean opacas.
- 24. Los sastres no pueden tomar medidas a las mujeres ni elaborar ropa femenina.
- 25. Las mujeres tiene prohibido el uso de baños públicos.
- 26. Existe segregación en los autobuses. Así, hay medios de transporte para hombres y otros para mujeres.
- 27. Las mujeres tiene prohibido utilizar pantalones acampanados, incluso cuando estos quedan ocultos bajo el burka.
- 28. Nadie puede fotografiar o filmar a mujeres.
- 29. Además, está totalmente prohibido publicar imágenes de mujeres impresas en revistas y libros. Tampoco pueden colgarse imágenes de mujeres en casas y tiendas.
A todo esto se les suman otras restricciones, que afectan tanto a hombres como a mujeres y que coartan los derechos y las libertades básicas de la población. Así, los ciudadanos bajo el régimen talibán tienen prohibido escuchar música, ver películas, televisión y, en definitiva, cualquier tipo de vídeo. Además, es obligatorio que todas las personas que tengan un nombre no islámico se lo cambien.
Por otro lado, la juventud está obligada a raparse el pelo y los varones deben llevar indumentaria islámica y gorra. Los hombres no pueden afeitarse o recortarse la barba, la cual debe crecer hasta que queda al menos un puño por debajo de la barbilla.
Afganistán es hoy un país afligido, no solo por la influencia Talibán, sino por las dos guerras que ha sufrido el país en las últimas cuatro décadas. Esto ha situado al país en una situación de «alto riesgo» de caer en un Estado Fallido, o lo que es lo mismo, un país sin control alguno de su territorio físico, con pérdida de su autoridad legítima para la toma de decisiones, incapaz de suministrar servicios básicos e incapaz de interactuar con otros Estados. Hoy, el Fund for Peace, sitúa Afganistán en el puesto número 7 de su ránking de Estados Fallidos. En el año 2005 (cuando se inició el ránking) su posición era la 11ª.
Antonio Pampliega narra como el estadio Ghazi, en Kabul (Afganistán), es un antiguo gimnasio de suelo mullido, paredes descoloridas y desconchadas. Es el mismo lugar que utilizaban los talibanes para sus ejecuciones públicas y castigos ejemplarizantes. Aquí, 24 chicas de 14 a 22 años se reúnen ahora para practicar boxeo, desafiando a todo y a todos. De hecho, en el país sigue estando muy mal visto que las mujeres practiquen cualquier tipo de deporte. Mohammad Sabir Sharifi, uno de los dos entrenadores, afirma haber recibido más de una amenaza de muerte. Asimismo, las deportistas sufren la oposición y la humillación de sus vecinos y a menudo de su propia familia. Aunque pueda parecer un triunfo que 24 niñas acudan tres veces por semana a practicar deporte, realmente es un estrepitoso fracaso. Estas muchachas pertenecen a familias de clase alta; sus padres les han permitido y hasta alentado a practicar boxeo. Los afganos de a pie y en el corazón del país mantienen los prejuicios y el odio que los talibanes les inculcaron hacia la mujer. Muchos padres no entienden ni siquiera que las niñas vayan al colegio cuando su función principal en la vida va a ser servir a su marido. Sumisión y devoción. El papel de las afganas no ha cambiado mucho en los diez años tras la marcha del Mulá Omar del poder.
La guerra estadounidense en Afganistán
La guerra estadounidense en Afganistán es una mirada en profundidad a uno de los conflictos definitorios del siglo XXI. Este análisis exhaustivamente investigado se sumerge en los detalles de esta prolongada y compleja ocupación militar
La guerra de Estados Unidos en Afganistán fue el enfrentamiento militar activo más largo en la historia del país. Comenzó como una misión de represalia para interrumpir y destruir la red terrorista de al-Qa’eda, pero rápidamente se convirtió en un atolladero de dos décadas. Cargado con una misión confusa y no apto para navegar por la complejidad cultural de la región, Estados Unidos no logró establecer ni apoyar un próspero estado centralizado. Mientras tanto, los talibanes siguieron comprometidos con su causa y, finalmente, derrocaron a las fuerzas estadounidenses.
Un análisis en profundidad de un inhumano conflicto afgano
A fines de agosto de 2021, salidas de aviones de transporte C-17 parten de Kabul. A bordo hay cientos de soldados estadounidenses junto con agregados diplomáticos, trabajadores civiles y sus familias: esto pone fin al conflicto armado más largo de Estados Unidos.
Entonces, ¿cómo llegaron los militares estadounidenses a esta humilde salida? Estas claves históricas cuentan la historia completa de la prolongada invasión y ocupación de Afganistán por 20 años. Este análisis comienza con la invasión inicial a raíz del 11 de septiembre, rastrea la creciente participación de los militares a lo largo de los años de Bush y Obama, y culmina en los últimos y complicados días antes de la retirada final del país. En el camino, detalla los innumerables obstáculos culturales, estratégicos y políticos que guiaron el camino de la ocupación.
En estas claves históricas aprenderás
- qué hace de Kandahar una provincia tan estratégica;
- por qué los sufíes lucharon contra los talibanes; y
- cómo los combatientes insurgentes sobrevivieron a un imperio global.
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La guerra de Afganistán es el último capítulo oscuro de una historia larga y compleja del terrorismo
Dos décadas es mucho tiempo, y es un tiempo especialmente largo para una ocupación armada de una tierra extranjera. Sin embargo, desde el otoño de 2001 hasta el verano de 2021, el ejército de los Estados Unidos mantuvo una huella constante en la nación de Afganistán.
Esta prolongada ocupación duró cuatro administraciones presidenciales, quemó a 15 generales estadounidenses y se basó en el trabajo de cientos de miles de tropas estadounidenses. No solo eso, extendió la ya prolongada guerra civil de Afganistán y trastornó millones de vidas afganas con violencia y destrucción.
Mirando hacia atrás, está claro que la guerra reformó la política global, la estrategia militar estadounidense y la sociedad afgana. Aunque hoy en día, el verdadero legado del conflicto sigue siendo complejo, confuso y empañado por el fracaso y la decepción.
Es difícil resumir un país tan complejo como Afganistán. La nación se encuentra en una encrucijada crucial entre Europa, Asia y Oriente Medio. Su paisaje es accidentado y hermoso, definido por escarpadas montañas rocosas y desiertos secos y desolados. Su población de alrededor de 33 millones de personas vive principalmente en el campo, aparte de la bulliciosa ciudad de Herat en el este y Kabul, la capital, en el oeste.
La gente de Afganistán es étnica y culturalmente diversa. Las etnias pashtunes del este y el sur constituyen alrededor del 40 por ciento de la población y tradicionalmente han sido el grupo dominante. Los tayikos del norte y el oeste constituyen el segundo grupo más grande, mientras que los hazaras, uzbekos y nuristaníes también tienen una gran presencia.
El país tiene una historia rica y en capas. Desde su fundación oficial en 1747, el estado se ha enfrentado a invasiones extranjeras casi constantes. De 1839 a 1919, los británicos realizaron tres intentos fallidos de colonizar la región. Luego, después de décadas de autogobierno, el país fue asediado nuevamente en 1978, esta vez por la Unión Soviética. Pero, después de una década destructiva y desestabilizadora, esta incursión también fracasó.
Después de la retirada soviética, el país se dividió entre regiones tribales rivales. Este vacío de poder permitió que una nueva fuerza política, los talibanes, tomara el control. A partir de 1994, este grupo militante de fundamentalistas islámicos encabezados por Mullah Mohammed Omar pacificó lentamente la región mientras implementaba una serie de estrictas reformas sociales y económicas. Si bien los talibanes crearon una política afgana unificada, lo hicieron con una interpretación rígida de la ley islámica: los derechos de las mujeres se vieron severamente restringidos y floreció el extremismo religioso.
La invasión estadounidense de Afganistán tuvo éxito rápidamente y luego fracasó lentamente
El 11 de septiembre de 2001, terroristas volaron aviones de pasajeros secuestrados contra el World Trade Center y el Pentágono. El 7 de octubre, el ejército de Estados Unidos lanzó ataques aéreos iniciales contra objetivos en Afganistán.
Las semanas entre estos dos eventos fueron fundamentales. La inteligencia estadounidense rápidamente identificó a Al Qaeda como los perpetradores del ataque. Este grupo islámico militante estaba encabezado por Osama bin Laden y tenía su sede en Afganistán. Utilizando intermediarios en el ejército paquistaní, la administración Bush exigió que los talibanes entregaran a bin Laden ya todos los operativos de al-Qa’eda.
Los talibanes, divididos en su apoyo a al-Qa’eda, objetaron. En cambio, Mullah Omar se ofreció a entregar a Bin Laden a un tercer país. Por lo tanto, las negociaciones se rompieron y el ejército estadounidense se preparó para la invasión.
Es probable que las negociaciones fracasaran. Si bien los talibanes no dictaron directamente las acciones de al-Qa’eda, bin Laden fue, no obstante, una figura popular en las alas fundamentalistas del partido. Además, la administración Bush detestaba parecer débil ante el terrorismo y estaba interesada en una fuerte respuesta militar. En ese momento, las encuestas sugirieron que el 67 por ciento de los estadounidenses estaban a favor de una invasión terrestre.
Y así fue como Estados Unidos lanzó la Operación Libertad Duradera. El objetivo inicial de este plan era interrumpir a Al Qaeda y derrocar a los talibanes mediante una combinación de ataques aéreos y operaciones terrestres. Para hacer esto, operativos de la CIA y algunos miles de fuerzas especiales estadounidenses colaborarían con la Alianza del Norte, una organización militar anti-talibán con base en Afganistán.
Los talibanes tenían pocas posibilidades frente a la abrumadora ventaja militar de Estados Unidos. En pocas semanas, las provincias del norte cayeron y el 13 de noviembre los talibanes fueron expulsados de Kabul. Mullah Omar hizo su última batalla en la región sur de Kandahar, pero finalmente fue vencido por las fuerzas lideradas por Hamid Karzai, un líder pastún respaldado por Estados Unidos.
Después de las hostilidades, Karzai instaló a Karzai como presidente interino del país con la creencia de que sería la mejor manera de unificar las facciones rivales de Afganistán. Trabajando juntos, Karzai y la administración Bush intentaron establecer un plan para reconstruir la sociedad afgana para que fuera más estable, democrática y, fundamentalmente, alineada con los intereses estadounidenses. Mientras el país estaba en una situación desesperada, Bush confiaba en que podría prevalecer con una pequeña presencia militar estadounidense de alrededor de 5.000 soldados; en los años siguientes, esto demostró ser tremendamente optimista.
Una contraofensiva de los talibanes permitió al partido formar una nueva base de apoyo
Los años 2002 a 2005 fueron engañosamente pacíficos. Respaldado por el poder estadounidense, el gobierno de Karzai supervisó la reconstrucción del país después de la guerra equilibrando cuidadosamente las tensiones étnicas y otorgando a los gobernadores regionales amplios poderes para administrar sus provincias.
Sin embargo, debajo de la superficie, aumentaron las tensiones. Fuera de Kabul, los talibanes conservaron una gran popularidad y continuaron entrenando combatientes y recibiendo financiación de puestos de avanzada en Pakistán. Mientras tanto, el ejército estadounidense estaba perdiendo apoyo debido a que las operaciones militares fallidas mataban a civiles con regularidad; por ejemplo, en 2002, las fuerzas estadounidenses bombardearon una fiesta de bodas y mataron a 54 personas.
Finalmente, el gobierno interino comenzó a perder el control en las provincias sureñas de Kandahar y Helmand. Aquí, el diputado talibán Mullah Dadullah estaba formando una milicia insurgente mientras las fuerzas de Karzai, sintiéndose socavadas por las luchas internas del gobierno, desertaban en gran número.
En 2006, Mullah Dadullah lanzó su ofensiva contra el gobierno de Karzai. La campaña comenzó en febrero con escaramuzas en las regiones del norte de Helmand y se intensificó ese verano con extensas batallas en Kandahar. Si bien Dadullah solo comandó a unos 7,000 soldados en el área, el gobierno interino envió aún menos, solo 5,000 militares y policías, en su mayoría aislados en las ciudades.
La campaña de Dadullah fue un gran éxito para los talibanes. Su éxito se debió en parte a la mala planificación del gobierno. Si bien los comandantes estadounidenses sobre el terreno estaban al tanto de la amenaza, la administración Bush ignoró en gran medida sus advertencias. En lugar de apuntalar a las fuerzas afganas, redirigió los recursos y la atención a la guerra recién lanzada en Irak.
A finales de año, los talibanes controlaban grandes franjas de Kandahar y Helmand. Este éxito no solo revitalizó al Talibán como movimiento político, sino que también le dio al partido control sobre el comercio ilegal de amapola en la región, un importante motor económico de la economía afgana. Estas nuevas áreas controladas por los talibanes mantuvieron una relativa estabilidad política y económica en comparación con el resto del país.
Esta base de apoyo permitió a los talibanes intensificar su resistencia en los años siguientes. En 2006, ejecutó alrededor de 5.000 ataques contra las fuerzas gubernamentales y estadounidenses. Para 2009 había realizado más de 11.000 operaciones. Al gobernar estas regiones, los talibanes demostraron ser una fuerza política real. El partido podría construir infraestructura, resolver disputas tribales e incluso pagar salarios a sus funcionarios y milicias. A medida que pasaba el tiempo, parecían ser más eficaces para satisfacer las necesidades locales que cualquiera de las potencias ocupantes.
El prolongado combate en el frente oriental obstaculizó aún más las fuerzas estadounidenses
En los años siguientes a 2006, el escenario sur de la guerra de Afganistán estaba en crisis. Los talibanes hicieron avances constantes en toda la región y las fuerzas estadounidenses, afganas y recién llegadas de la OTAN a menudo estaban insuficientemente abastecidas y superadas en maniobras.
Sin embargo, a pesar de estas pésimas condiciones, el comando del sur fue al menos coherente. Las líneas de batalla eran relativamente distintas y los objetivos de ambos bandos eran claros. En contraste, el extremo oriental de la guerra estaba en completo desorden. Aquí, las tropas estadounidenses y afganas se enfrentaron a un entorno más duro y montañoso y a una diversa gama de fuerzas enemigas más allá del frente unificado de los talibanes.
Así que, al igual que los ejércitos del gobierno cedían terreno en el sur, se veían continuamente arrastrados a confusos atolladeros en el este. La guerra fracasaba en dos frentes.
El frente oriental de la guerra de Afganistán se definió por sus paisajes accidentados y su compleja dinámica social. Las provincias a lo largo de la frontera con Pakistán, como Kunar y Nuristan, están dominadas por montañas rocosas y escarpadas y valles densamente boscosos. Esta región también alberga una amplia variedad de grupos étnicos que operaban independientemente unos de otros y eran especialmente hostiles a la mayoría pastún en Kabul.
En esta región, las fuerzas estadounidenses tomaron la iniciativa bajo el estandarte de la Operación Mountain Lion. En esta campaña, las fuerzas especiales estadounidenses y las tropas afganas lucharon contra los soldados talibanes, así como contra otros antagonistas como contingentes de los talibanes paquistaníes, los combatientes supervivientes de al-Qa’eda y Hezb Islami, otro grupo militante. El combate fue feroz: las fuerzas de la coalición a menudo tenían que luchar por cada colina, valle y cresta y, a menudo, no podían depender del apoyo aéreo para cubrirse y abastecerse.
Una batalla emblemática de esta campaña tuvo lugar el 13 de julio de 2008. Aquí, una brigada de 200 combatientes locales de la resistencia Nuristaní tendió una emboscada a las fuerzas gubernamentales en las afueras del puesto avanzado de Wanat en la montaña. El asalto duró horas antes de que el apoyo aéreo finalmente hiciera retroceder a los asaltantes a las montañas: más de 30 soldados murieron o resultaron heridos. Al final, el ejército estadounidense decidió abandonar toda la región.
Estos reveses, combinados con el control fallido de la OTAN sobre el sur, fueron una llamada de atención para las fuerzas de la coalición. Estados Unidos respondió comprometiendo cada vez más tropas a la lucha; en 2008, el número de soldados en el país había aumentado de 20.000 a más de 32.000. Aún así, estos esfuerzos parecían inútiles. El 10 de septiembre de 2008, Mike Mullen, presidente del Estado Mayor Conjunto, dio una franca evaluación al Congreso de los Estados Unidos. Él le dijo: «No estoy seguro de que estemos ganando».
Algo cambió el curso de la guerra, pero solo por un corto tiempo
Es enero de 2009 y Barack Obama tiene que tomar una decisión. El presidente recién elegido ha heredado la guerra de Afganistán de su predecesor. Ahora, como comandante en jefe, es su deber trazar un rumbo hacia adelante.
La pregunta central gira en torno a un plan conocido como Surge. Esta estrategia implicará el envío de 20.000 soldados adicionales a los campos de batalla de Afganistán. Los altos mandos militares como el general David McKiernan argumentan que este aumento de personal, junto con las nuevas técnicas de contrainsurgencia desarrolladas en Irak, pueden cambiar el rumbo de la guerra.
Obama, siempre buscando una moderación sensata, considera sus opciones. Finalmente, el 16 de febrero, el Presidente hace su llamada. El Surge seguirá adelante: se desplegarán 17.000 soldados adicionales. En los meses siguientes, ese número solo crece.
Al principio de su administración, el presidente Obama ordenó una revisión exhaustiva del estado actual de la guerra afgana. Los resultados desalentadores llevaron a la administración a cambiar la estrategia general. Ahora, en lugar de buscar derrotar por completo a los talibanes, el ejército estadounidense utilizaría una oleada de tropas concentrada para interrumpir y ralentizar su avance. El objetivo era estabilizar el país el tiempo suficiente para convertir el control total sobre el gobierno afgano en dos años.
El Surge inicial fue supervisado por el general Stanley McChrystal, un comandante experimentado que había servido anteriormente en Irak. La campaña comenzó con la entrada de 12.000 infantes de marina a la provincia sureña de Helmand. Estas tropas estaban integradas con el ejército y la policía locales para apoyar las operaciones de contrainsurgencia. Para 2011, estos esfuerzos habían tenido un gran éxito: los talibanes estaban perdiendo el control de la región.
Mientras tanto, en Kandahar, el Surge se utilizó para implementar la Operación Hamkari. Esta estrategia tenía como objetivo asegurar lentamente el territorio alrededor del principal centro de población de la región, la ciudad de Kandahar. Las tropas usarían un enfoque de construcción clara para tomar territorio gradualmente, luego usarían controles estratégicos y puntos de control para monitorear los viajes y la actividad. Para el otoño de 2012, la provincia estaba más segura de lo que había estado en años.
Entonces, ¿el Surge fue un éxito? Eso depende. La estrategia detuvo a los talibanes mientras duró la operación. Pero lo hizo a un alto precio: miles de soldados estadounidenses y afganos murieron y resultaron heridos y el tesoro gastó casi $ 110 mil millones por año en lo que equivalía a un indulto temporal. A fines de 2012, Estados Unidos estaba listo para entablar conversaciones de paz con los talibanes, aunque los talibanes estaban decididos a simplemente esperar.
Los levantamientos locales enfriaron el apoyo de los talibanes, pero no lograron unificarse detrás del gobierno central
Abril de 2012. Un grupo de combatientes talibanes se encuentra inmerso en una feroz batalla en la provincia rural de Ghazni, al suroeste de Kabul. Durante horas intercambian disparos con sus asaltantes antes de retirarse finalmente al campo.
Curiosamente, estos talibanes no fueron derrotados por los marines estadounidenses o incluso por las fuerzas afganas enviadas por el gobierno interino. No, en esta escaramuza fueron derrotados por una milicia independiente de Andar y, lo que es más importante, este no fue un incidente aislado.
Verá, si bien los talibanes gozaron de un apoyo generalizado en muchas de las provincias que controlaban, su enfoque de gobierno de mano dura también generó resentimiento. Para 2012, ese resentimiento se estaba convirtiendo en una total resistencia armada.
El pueblo Andar de Ghazni practica una cepa del Islam llamada sufismo. Esta tradición religiosa tiene raíces profundas y pone especial énfasis en la erudición, las artes y especialmente la música. Como era de esperar, las prácticas religiosas sufíes a menudo constituían una violación directa de la versión más austera de la ley islámica de los talibanes. Entonces, cuando los talibanes intentaron imponer restricciones en comunidades sufíes como los andar, la gente se defendió.
Al principio, la resistencia de Andar fue dispersa e intermitente, pero poco a poco se convirtió en un movimiento genuino. A finales de 2012, el gobierno de Kabul se dio cuenta y trató de nutrir el levantamiento enviándoles armas y combatientes de respaldo. Los Andar se mostraron escépticos de esta alianza, pero finalmente aceptaron la ayuda de la coalición. Durante los años siguientes, el movimiento insurgente interrumpió gravemente las operaciones de los talibanes en todo el centro de Afganistán.
Para 2014, el gobierno de Karzai era el más fuerte que jamás había sido: había asegurado más de 20 provincias y estaba al mando de una fuerza militar y policial de más de 300.000 efectivos. Pero quedaban muchos problemas internos. El gobierno aún luchaba por coordinar la prestación de servicios básicos y logística, y los altos funcionarios utilizaron sus puestos para enriquecerse y librar pequeñas disputas. Las encuestas en ese momento mostraron que solo el 10 por ciento de las fuerzas afganas sentían algún deber o lealtad fuerte al gobierno.
Las elecciones de 2014 acentuaron aún más estas vulnerabilidades. Debido a los límites de mandato, Karzai no pudo ser reelegido y no hubo candidatos entre los diez candidatos oficiales que se postularon. Las elecciones en sí fueron manchadas por los ataques de los talibanes, la baja participación y el fraude generalizado. Después de dos rondas de votación, no hubo ningún ganador: los funcionarios estadounidenses tuvieron que negociar un acuerdo de reparto de poder entre dos rivales, Abdullah Abdullah y Ashraf Ghani. El nuevo gobierno de unidad tendría menos legitimidad que su predecesor.
El apoyo vacilante condenó al ya débil estado afgano
A medida que 2014 avanzaba hacia 2015, Afganistán se encontraba nuevamente en un punto de inflexión y, desafortunadamente, no estaba girando en una dirección positiva.
Por un lado, el llamado gobierno de unidad estaba en realidad inestable y dividido. Ashraf Ghani se desempeñó como presidente, mientras que Abdullah Abdullah trabajó como su director ejecutivo. Ambos hombres lucharon por el control y todo, desde los nombramientos del gabinete hasta las reformas económicas, fue objeto de acalorados debates. La rivalidad mantuvo al estado en un estancamiento perpetuo.
Mientras tanto, la administración Obama continuó reduciendo lentamente la presencia militar y la asistencia financiera de Estados Unidos. La retirada gradual estaba sofocando la ya débil economía del país.
Y, por supuesto, los talibanes se quedaron. Sus incesantes ataques mantuvieron al país en constante estado de alerta sin un final a la vista.
Durante la segunda mitad de los años de Obama, Estados Unidos se encontraba en un punto muerto estratégico. Los generales sabían que derrotar a los talibanes era casi imposible. Sin embargo, la Casa Blanca se mostró reacia a poner fin por completo a la ocupación. A los funcionarios les preocupaba que una retirada completa pudiera hacer que la administración pareciera débil ante el terrorismo. Esta consideración política fue especialmente sensible dado el reciente ascenso del Estado Islámico. Esta red terrorista agresiva y conocedora de los medios dominaba cada vez más las noticias en la región.
Entonces, el presidente mantuvo alrededor de 10,000 soldados en todo el país, principalmente para evitar que el gobierno de unidad colapsara. Anteriormente, las fuerzas estadounidenses habían sido más proactivas. Las fuerzas especiales estadounidenses ejecutaron operaciones con el ejército afgano y prestaron generosamente poder aéreo cuando se les solicitó. En el futuro, la mayoría de los soldados permanecerían en la base y se le dijo al ejército que solo realizara ataques aéreos in extremis , es decir, solo cuando fuera absolutamente necesario.
Este apoyo de milquetoast socavó seriamente la capacidad del ejército afgano para defenderse de los ataques. En el verano de 2015, los talibanes montaron una vez más una ofensiva masiva, esta vez encabezada por el nuevo líder del partido, Akhtar Mansour. Esta campaña se dirigió directamente a varias ciudades más grandes y capitales de provincia. El partido incluso logró invadir por completo y capturar la ciudad de Kunduz, una metrópolis estratégica en el extremo norte del país.
Muchas de estas victorias fueron aceleradas por problemas de moral en curso en el ejército afgano. Para muchos soldados afganos, el ejército era solo un cheque de pago. Desde la invasión, el gobierno no había logrado mejorar materialmente su vida cotidiana, por lo que no estaban particularmente motivados para arriesgar sus vidas defendiéndola. Entonces, cuando los ataques de los talibanes se intensificaron, muchos simplemente abandonaron el trabajo. Más de 1.000 soldados desertaron solo en Kunduz.
Con Donald Trump, Estados Unidos acordó poner fin a su presencia en Afganistán
Donald Trump nunca fue conocido por su decoro. A lo largo de la campaña presidencial de 2016, apareció regularmente en los titulares por sus peroratas, arrebatos y comentarios improvisados. Como presidente, poco cambió, solo que ahora su temperamento salvaje dirigió el curso de una guerra extranjera.
Después de asumir el cargo, Trump convocó una serie de reuniones con el secretario de Defensa James Mattis y los generales que actualmente supervisaban las operaciones en Afganistán. En estas reuniones de alta tensión, el nuevo presidente se enfureció por el estado actual de la guerra. Estaba enojado porque Estados Unidos estaba perdiendo el control y furioso porque eso lo estaba haciendo quedar mal.
Pero a pesar de sus fanfarronadas, Trump no ofreció un plan concreto. Al final, dejó que los generales resolvieran los detalles.
Bajo el liderazgo inestable de Trump, las fuerzas armadas cambiaron una vez más sus estrategias en Afganistán. Si bien el presidente inicialmente amenazó con retirarse por completo, finalmente accedió a enviar 4.000 soldados estadounidenses adicionales, así como fuerzas especiales y asesores diplomáticos adicionales. También ejerció presión adicional sobre Pakistán: el país vecino recientemente había estado poniendo menos esfuerzo en combatir a los talibanes dentro de sus fronteras.
El presidente se interesó especialmente en aplastar al Estado Islámico. La red radical se había afianzado en Afganistán y estaba ejecutando ataques más violentos e impredecibles que los talibanes de mentalidad más tradicional. Si bien el Estado Islámico llevó a cabo ataques suicidas desenfrenados, las fuerzas estadounidenses respondieron con fuertes bombardeos aéreos; en 2017, el ejército incluso arrojó una «bomba madre de todas las bombas» de 11 toneladas sobre los recintos del Estado Islámico.
Pero la escalada de violencia tuvo poco efecto. Los talibanes se mantuvieron firmes en su compromiso: no renunciarían hasta que Estados Unidos se retirara. Finalmente, la administración Trump cedió. En otoño de 2018, la Casa Blanca envió al embajador Zalmay Khalilzad para comenzar las conversaciones. En las negociaciones, los talibanes se mantuvieron firmes. Se negaron a trabajar con el gobierno afgano, renunciar a al-Qa’eda o incluso aceptar un alto el fuego hasta que Estados Unidos se fuera.
El 29 de febrero de 2020, Estados Unidos firmó un acuerdo de paz conocido como Acuerdo de Doha. En él, los talibanes se comprometieron a disuadir a los grupos terroristas de atacar a Estados Unidos. A cambio, Estados Unidos acordó retirarse por completo en 14 meses. Pero la administración Trump no cumplió con este plazo. Al final, el presidente Biden supervisaría la retirada final de Estados Unidos en agosto de 2021. Cuando las últimas fuerzas estadounidenses abandonaron el país, los talibanes entraron en Kabul con la intención de establecer un nuevo gobierno afgano.
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