Actualizado el domingo, 7 agosto, 2022
Después de haber cumplido efectivamente el confinamiento por COVID-19 y haber respetado las normas sanitarias para disminuir los riesgos de contagio, llega un nuevo desafío: el regreso a clase de los niños. La salud de los niños es nuestra responsabilidad, pues ellos, en medio de su inocencia, puede que no evalúen los constantes riesgos a los que se enfrentan al compartir espacios públicos en las escuelas.
Por este motivo, lo recomendable es crear hábitos que deben afianzarse adecuadamente en las rutinas de nuestros hijos. Antes de salir de casa, debemos ser rigurosos con la limpieza y organización de sus pertenencias, incorporando elementos como las mascarillas, guantes y gel hidroalcohólico, elementos que, a partir de ahora, será una combinación de la que difícilmente podremos prescindir. Otro de los hábitos más prácticos puede ser el uso de bolsas porta snacks como una solución práctica, higiénica, saludable y ecológica para una vuelta al cole segura.
Aunque la educación online fue una herramienta muy útil en el pico más alto de la curva de contagios, la situación se ha normalizado y parece apropiado contar con el esquema regular de educación: la vuelta al colegio de forma presencial. Pero para que el riesgo de contagio se minimice, todos debemos estar en sintonía: estudiantes, maestros, personal y padres, debemos establecer y respetar los mismos parámetros.
Por ejemplo, los escritorios deben contar con una distancia mínima de 1 metro, y es recomendable que los niños lleven la mascarilla en todo momento, dentro y fuera del aula. Deberán desinfectarse las manos antes de entrar a la escuela y mantener la distancia social entre individuos de, al menos, metro y medio, una norma que hasta el momento ha aplicado para todos y ha generado resultados favorables.
Se deben incorporar señalizaciones en las escuelas para recordar a los niños la importancia de limpiar y desinfectar cualquier superficie donde van a trabajar, lavarse las manos y evitar el menor desplazamiento de los estudiantes por la escuela. Así, serán los profesores quienes acudan a las clases asignadas a cada grupo.
Impartir educación en espacios abiertos puede ser un recurso bastante viable, ya que se evita la concentración de gérmenes en espacios cerrados y con poca ventilación. Pero, sobre todo, no se puede descuidar en ningún momento la constante monitorización de temperatura y síntomas en los estudiantes.
Las evidencias recopiladas hasta la fecha arrojan que los niños menores de 10 años de edad son menos vulnerables a contagiarse de COVID-19, y las probabilidades de contagiar a otros también son mucho más bajas que las de un adulto. Esto no significa que estén totalmente exentos, por lo que mantener las medidas de forma rigurosa puede garantizar el control de las rutinas sin enfrentarnos a un nuevo rebrote.
En el caso de espacios abarrotados como autobuses, pasillos y parques, es aconsejable el uso de guantes y mascarilla en todo momento. Si existe una forma de evitar estos espacios, es recomendable optar por otras alternativas.
Mientras no exista una vacuna con resultados efectivos comprobados, seguimos siendo vulnerables ante una nueva crisis por COVID. Por lo que, lo más inteligente es estar atentos a las medidas sanitarias y reducir el riesgo. Siempre debemos contar con los recursos digitales al día y actualizados como móviles, tabletas, portátiles u ordenadores en el escenario de tener que optar nuevamente por las clases online en caso de contagio masivo en los espacios educativos.