Actualizado el viernes, 27 agosto, 2021
Antes de la llegada de la escritura, nuestros antepasados aprendían unos de otros las actividades que requería la vida cotidiana para la supervivencia. Conocimientos que se impregnaban en nosotros, a través del contacto con los demás y la repetición.
Educación líquida
Cuando esta llegó, el vehículo del conocimiento, fueron los textos y la figura del maestro. Y pasaron siglos en los que esta figura y forma de transmisión de sabiduría, desembocaron en la creación del sistema educativo.
Mucho tiempo después, durante la revolución industrial, el objetivo era la formación del futuro trabajador de fábrica. Seres humanos que repetían la misma acción o patrón durante toda su vida laboral. Así, la escuela que surgió de éste contexto, seguía el mismo patrón: niños que repetían una y otra vez determinados conocimientos, un proceso estandarizado y plano en el que se impartían materias que podían resultar de utilidad para la recién nacida economía industrial.
Este es el modelo que ha perdurado hasta nuestros días. Sin embargo, ha quedado obsoleto. Ya que el mundo que conocemos hoy día ha cambiado de forma radical en el último medio siglo.
Avances científicos y tecnológicos han provocado que la sociedad industrial dé paso a una nueva sociedad de servicios e información, en la que el motor son las ideas y la resolución de problemas. Además de la creatividad, con la que podamos reinventar nuevos oficios acordes al siglo XXI.
Uno de los autores que mejor interpreta e identifica este movimiento, es Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo, conocido por la introducción del concepto de Educación Líquida, en la que establece una metáfora para explicar fácilmente el estado de “incertidumbre social” actual.
En él sostiene que, los líquidos no conservan fácilmente una forma durante mucho tiempo y están en predisposición constante a cambiarla, para ellos predomina el flujo del tiempo ante el espacio que pueden ocupar.
La historia moderna puede verse fácilmente representada en el estado de fluidez. “El problema de la realidad líquida, es que no se puede pronosticar fácilmente la reacción a las diferentes crisis que la sociedad actual representa”, sostiene Bauman.
Son tiempos líquidos, y la educación requiere nuevos modelos para construir una identidad digital donde existan sujetos capaces de surfear esta realidad de continuas aguas turbulentas.
Uno de los retos a los que se debe enfrentar la educación, es a lo que Bauman denomina el «Síndrome de la Impaciencia». Un visión en la que se considera caduca a la idea de acumulación de cosas, sino el breve goce de éstas. Desde esta visión, la educación que conocemos hasta hoy día se somete a juicio como un producto más. Ya no nos vale la acumulación de conocimientos, sino el concepto de usar y tirar aquellos conceptos que nos vayan resultando útiles en épocas determinadas de nuestra vida.
Ahora, lo importante es crear ciudadanos que sepan reavivar la llama del espacio público y del diálogo (recuperada a través del concepto de red social e internet). Ciudadanos que sepan diagnosticar las prospectivas de la vida cotidiana y sepan adaptarse a ellas.
Los avances tecnológicos nos han demostrado algo que los griegos ya sabían, que no aprendemos repitiendo de memoria, sino haciendo, cuando nos emocionamos.
Necesitamos un sistema educativo que nos inculque el conocimiento a través de una enseñanza emocional y social que potencie el talento y el desarrollo de cada individuo, ya que de esto dependerá el futuro lleno de retos que requerirán nuevas soluciones.
Introduzca un cambio en su hogar, como una alimentación más saludable o menos tiempo frente a la pantalla, mediante una reunión familiar. Si sus hijos sienten que han tenido alguna participación en la decisión, es mucho más probable que la acepten. Y recuerde que el cambio duradero ocurre gradualmente. Empiece poco a poco y aumente lentamente.
Ken Robinson y la educación líquida
Ken Robinson, fue uno de los primeros en el sector educativo en hablar de la separación entre ciencias y artes. Y afirma que, como resultado de esta división y “etiquetado” de disciplinas, se ha olvidado el campo de la creatividad. Robinson sostiene que a esta educación lineal, fruto de la era industrial, debemos añadir también la influencia de la cultura intelectual de la ilustración que nos ha llevado a la cultura académica de la formación, donde se jerarquizan asignaturas, poniendo matemáticas o lengua sobre las disciplinas artísticas.
¿Por qué existe esta jerarquía?
Para el autor existen dos motivos: El primero de ellos es que aquellas asignaturas que se encuentran en la cima de la pirámide se consideran más rentables para la inserción al mundo laboral y el segundo motivo es que en nuestro concepto de cultura intelectual, existe una asociación directa entre ciencia y pensamiento objetivo. “Se cree que al trabajar con la ciencia se basa en hechos y certezas, que son las cosas que marcan diferencias en el mundo, mientras que la disciplinas artísticas se basan en una expresión personal pero, no son relevantes para la economía”.
“La Ilustración y la revolución científica crearon un modelo de inteligencia y conocimiento que ha imperado en nuestra cultura.Y, desde este momento, el arte se ha disociado del intelecto de la emoción”.
Ken, reta a la educación a aunar nuevamente la creatividad con ciencias y artes. Creando una comunión entre las tres, en la que sea imposible percibir el concepto creativo como una simple expresión individual de las ideas.
En este vídeo, nos explica de forma sencilla, los pasos que nos han llevado a eliminar nuestro “yo creativo” desde que somos niños:
Aprende a aceptar la imperfección y reconectarte con tus hijos
Cuando sigues tu instinto como padre o madre, terminas tomando mejores decisiones. No existe una manera perfecta de criar a sus hijos. Pero si mantiene abiertas las líneas de comunicación y prioriza la conexión sobre el control, recopilará información vital sobre lo que necesitan sus hijos. Al buscar patrones subyacentes cuando sus hijos se portan mal, puede encontrar formas proactivas de aliviar las situaciones estresantes.
¿Es usted un nuevo padre que busca una guía a través del desierto de los años de crianza de los hijos? ¿O tal vez solo está buscando una cura mágica para las rabietas de los niños pequeños?
Si es así, estas claves te decepcionarán. No le van a dar instrucciones paso a paso para la paternidad perfecta. Más bien, le pedirán que ignore todo lo que ha aprendido en su pila de libros para padres. De hecho, te aconsejarán que dejes de intentar convertirte en el padre perfecto y aceptes ser un padre imperfecto. Sintonice sus intuiciones naturales y aprenda a aceptarse a sí mismo y a sus hijos tal como es.
Parenting Outside the Lines, autor de Meghan Leahy es una guía esencial para olvidar todo lo que ha aprendido sobre la paternidad y, en cambio, seguir su intuición. Como padres, estamos inseguros y desesperados por hacerlo bien. Así que seguimos buscando el libro o el taller perfecto que nos diga cómo criar a nuestros hijos. Pero, sinceramente, no existe un método perfecto. Lo único que podemos hacer es aprender a sintonizarnos con nosotros mismos y con nuestros hijos, y responder a situaciones específicas con flexibilidad y gracia.
La autora, Meghan Leahy, se dio cuenta de que había llegado a un punto bajo en la crianza cuando se sintió tan frustrada con su hija de dos años que tuvo que encerrarse en el baño para refrescarse.
¿El problema? Una vez más, su hija se negó a prepararse para la guardería. Leahy había intentado todos sus trucos habituales: sobornar, engatusar, amenazar, incluso con la fuerza bruta. Pero nada funcionó. Su hija insistió en que quería quedarse en pijama.
Al final de su ingenio, buscó en Google recursos de apoyo para padres y se encontró con el Programa de estímulo para padres, o PEP. Llamó a la línea directa y le contó su problema a la mujer que parecía amable. Pero la respuesta del consejero la sorprendió. «¿Por qué no debería ir en pijama?» ella preguntó. «¿Es eso realmente tan importante?»
Al principio, la pregunta confundió a Leahy. Pero cuando dio un paso atrás y examinó la situación, se dio cuenta de que la mujer tenía razón. La única razón por la que se preocupaba por lo que vestía su hijo era su miedo al juicio de otras personas. Pero además de mantener las apariencias, no había una buena razón por la que su hija no debería usar su pijama suave y cómodo en la escuela.
Esa llamada telefónica fue una revelación. Leahy se dio cuenta de que había estado aplicando reglas y estándares arbitrarios a sus hijos. Había internalizado ideas dogmáticas como «si le das a un niño una pulgada, tomará una milla» y se convenció de que tenía que tener el control en todo momento. Pero en el proceso, la paternidad se había convertido en una lucha de poder. Y no tuvo tiempo para conectarse con sus hijos porque estaba muy ocupada diciéndoles qué hacer.
Para establecer una conexión con sus hijos, la autora tendría que desaprender todas esas viejas ideas y comenzar a sintonizar con la realidad como era, en lugar de como pensaba que debería ser. En lugar de impulsar su agenda a toda costa, tendría que aprender a leer a sus hijos y la situación, y dejar de ser padres basándose en miedos hipotéticos. También tendría que aprender a elegir sus batallas y distinguir qué reglas eran importantes para su familia. Comenzó a permitir que su hija fuera a la escuela en pijama. Se vio obligada a tragarse su orgullo por la apariencia de su hija y aprender a dejar de preocuparse por lo que pensaran los demás. Como resultado, las mañanas se liberaron de las luchas de poder y ella realmente comenzó a divertirse.
Los padres y la escalada de conflictos
Imagine la escena: está en medio de un supermercado abarrotado, metiendo frenéticamente comida en su carrito cuando su hijo de dos años sufre un colapso masivo. Ella está pateando, gritando y llorando y todos los demás compradores te miran con horror. Sientes que tu corazón late con fuerza en tu pecho y estás cubierto de sudor. ¿Qué haces?
Cuando esto le sucedió a Leahy, tomó a su hijo en brazos y huyó, abandonando su carrito de compras lleno en medio del pasillo. Mientras recuperaba el aliento en el estacionamiento, comenzó a preguntarse qué había salido mal. Se dio cuenta de que había jugado un papel importante en la creación de la situación. Sin saberlo, había empujado a su hija al límite.
Leahy se dio cuenta de que si no hubiera estado tan empeñada en impulsar su agenda a toda costa, habría podido ver mejor que su hija estaba agotada incluso antes de que hubieran entrado en el supermercado.
Al esperar que su hija cumpliera con sus planes a pesar de que estaba cansada, había sido totalmente irreal sobre lo que su hija era capaz de hacer. Su hija solo tenía dos años. No tenía la madurez para reprimir sus emociones, ni la paciencia para sufrir un recado que odiaba.
Entonces, ¿qué podría hacer la próxima vez que esté en una batalla de voluntades con su hijo? Lo más importante es concentrarse en las señales que le está dando su hijo. La sintonización le ayudará a salir del piloto automático y acceder a su intuición. También podría ayudarlo a ver que este es un momento terrible para ir de compras y que debería simplemente pedir pizza en su lugar.
A continuación, piense un poco en situaciones en su casa que habitualmente son estresantes y pregúntese si usted desempeña un papel en la escalada del conflicto. Por ejemplo, Leahy y sus hijos siempre peleaban por las mañanas antes de la escuela. Se dio cuenta de que estas mañanas eran en parte muy estresantes porque siempre tenía poco tiempo y se sentía muy desorganizada. Así que corrió ladrando órdenes que solo molestaban a sus hijos. Identificar esta dinámica le ayudó a implementar algunas estrategias, como preparar almuerzos y preparar el desayuno la noche anterior. A medida que se sentía más en control, sus mañanas poco a poco se volvieron más fáciles.
Cómo actuar ante las peleas entre hermanos
No hay nada más desalentador para un padre que ver a sus hijos pelear. Las peleas entre hermanos pueden convertir los viajes en automóvil en pruebas infernales y transformar las rutinas diarias en campos de batalla.
Pero las peleas entre hermanos también son muy normales. Los niños no pueden aplicar la lógica o la razón en una situación difícil. Entonces, cuando se sienten abrumados o frustrados, atacan.
Dicho esto, puede ser que haya patrones subyacentes en la lucha que se hayan vuelto invisibles para ti. Dar un paso atrás y echar un vistazo a la dinámica familiar puede darte algunas pistas sobre si hay algo que puedas hacer para mejorar la situación.
Las peleas entre hermanos son normales, pero es posible que las estés empeorando.
Una vez más, una gran parte de esta exploración se centrará en examinar su papel en la lucha. Así es, que no juega un papel.
Por un lado, sus hijos pueden estar luchando para llamar su atención. Después de todo, no hay mejor manera de obtener toda tu atención que tener una pelea de gritos. Si sospecha que eso podría ser una causa, comience a pensar en cómo brindarles atención positiva para que no dependan de la creación de problemas.
A continuación, observe detenidamente si muestra favoritismo hacia uno de sus hijos. Podría ser que usted sea más protector con un niño con necesidades especiales. O que le resulta más fácil llevarse bien con uno de sus hijos. Sus otros hijos sentirán esto, alimentando un sentido de competencia con ese niño que puede llevar a peleas.
Para evitar ese tipo de dinámicas, debe equilibrar cuidadosamente su tendencia a favorecer a un niño. Tenga especial cuidado al etiquetar a uno de sus hijos como alborotador. Bien puede ser que los demás los provoquen. Además, asegúrese de evitar cualquier forma de comparación. Incluso algo tan aparentemente inofensivo como «Tu hermano siempre come sus verduras, ¡seguramente tú también puedes!» puede alimentar un sentido tóxico de competencia.
Finalmente, considere si sus métodos para resolver las peleas están ayudando o si solo están agregando más leña al fuego. Si se mete en cada pequeña disputa y asigna culpas y castigos severos, es posible que esté empeorando la situación. Por otro lado, si camina de puntillas alrededor de sus hijos que pelean, es posible que esté renunciando a su papel de liderazgo. A veces, lo que los niños necesitan es que un padre grite fuerte y firmemente: «¡Ya basta!»
Cómo hacer que nuestros hijos nos acepten realmente
El problema comenzó con una cena de salmón aparentemente inocente. Leahy se había horrorizado por la comida poco saludable que estaban comiendo sus hijos, así que decidió hacer algo saludable. Cambió sus habituales nuggets de pollo por salmón, arroz y verduras.
Sus hijos odiaban la comida y se negaban a comerla. La comida fue una larga prueba de quejas, sobornos y amenazas, y terminó con muchos platos de comida abandonados. Estaba lívida: había hecho todo lo posible para cocinar para su familia y sus hijos se estaban comportando como unos mocosos ingratos.
Pero una vez que se enfrió, se dio cuenta de que el salmón representaba una dinámica mucho más profunda en su crianza: tenía expectativas poco realistas para sus hijos. Sus hijos nunca habían pedido salmón. De repente, había cambiado su rutina y los había privado de sus amadas pepitas, ¿y esperaba que lo apreciaran?
Probablemente se enoje cuando sienta que se está esforzando por sus hijos y ellos no lo reconocen. Quizás ha estado llevando a sus hijos a la escuela cuando son perfectamente capaces de caminar. O tal vez te sacrificaste y ahorraste para llevarlos de vacaciones elegantes, y se enfurruñaron todo el tiempo.
Pero esta es la cuestión. La crianza de los hijos no puede ser transaccional. Por ejemplo, no puede hacer cosas por sus hijos con la expectativa de recibir algo a cambio. No se puede comprar aprecio, respeto o felicidad. Tus hijos son tus hijos. Tienen mundos emocionales internos y no te deben a ti comportarte como si estuvieran encantados de estar de vacaciones si no lo están.
Entonces, ¿cómo puedes cambiar esta dinámica? Primero, y quizás lo más importante, dese algo de amor y aprecio. La crianza de los hijos es una tarea muy difícil y estás haciendo tu mejor esfuerzo a pesar de las circunstancias a menudo difíciles. Te mereces toda la validación por eso, pero no de tus hijos.
En segundo lugar, fíjese si está haciendo cosas por sus hijos que no puede pagar, ya sea económica o emocionalmente. Si llevarlos a la escuela agrega estrés adicional a su día, simplemente haga los arreglos para que tomen el autobús. Si las elegantes vacaciones están fuera de su alcance, entonces llévelas a divertidas excursiones de un día por la zona. Sobre todo, sus hijos solo quieren pasar tiempo con usted en lugar de gestos llamativos. Y a medida que empiece a sentirse menos estirado y haga lo que funcione de manera sostenible para usted, también necesitará menos validación externa.
Reducir la adicción a la tecnología de sus hijos
¿Qué fue lo último que hizo antes de quedarse dormido anoche? ¿Y lo primero que hizo al despertar esta mañana? Si eres como muchas personas, la respuesta sincera es que revisaste tu teléfono.
Hoy seguimos escuchando sobre cómo estamos en las garras de una epidemia tecnológica que está convirtiendo a nuestros hijos en pequeños vampiros que se quedan en sus habitaciones y solo juegan juegos de computadora. Escuchamos informes sobre lo peligroso que es el tiempo frente a la pantalla para nuestros hijos, pero se presta menos atención a las formas en que ha penetrado en nuestras vidas como adultos.
¿Revisas tu teléfono inteligente todo el tiempo, incluso cuando no es necesario? Entonces estás modelando la adicción a la tecnología para tus hijos. Tampoco puede estar presente para sus hijos.
Cuando se desplaza por las noticias mientras escucha a medias las últimas historias de sus hijos, les presta atención distraída . Estás fingiendo escuchar y hacer los ruidos correctos, pero pueden ver que tus ojos están en otra parte. La atención distraída es profundamente desconcertante para los niños porque nunca saben cuándo los estás escuchando. ¿El resultado? Empiezan a portarse mal y a quejarse, a pelear o a hacer lo que sea necesario para mantener su atención.
¿Eso significa que nunca podrás revisar tu teléfono? Por supuesto que no. Pero debes administrar tu tiempo de manera responsable. Eso puede parecer tener horarios de teléfono designados y horarios de exclusión. También puede significar que cuando revisa sus teléfonos con sus hijos, diga: “Disculpe, necesito enviar un mensaje urgente. ¡Vuelvo enseguida! » Puede sonar ridículo, pero es una estrategia poderosa. Decir en voz alta lo que estás haciendo les da a tus hijos información explícita sobre cuándo tienen tu atención, lo cual es muy tranquilizador. También modela el tipo de etiqueta tecnológica que le encantaría ver.
Una vez que haya examinado sus propios problemas tecnológicos, concéntrese en sus hijos. Necesitan una buena orientación sobre cómo y cuándo pueden usar sus dispositivos. Y las “niñeras” digitales que bloquean cierto contenido no reemplazan los controles parentales. Cree algunas reglas universales para su hogar sobre cuándo está permitido estar en línea y asegúrese de que toda la familia lo cumpla, ¡incluido usted!
Los padres deben mostrar un liderazgo firme y compasivo
No hay una manera fácil de decir esto. A veces, los niños pueden ser horribles. Pueden comportarse como pequeños tiranos, intimidando a sus padres hasta el punto de que incluso les tienen miedo. A veces, los niños toman las decisiones en la casa, dictando a quién se les permite ver a sus padres, qué puede comer la familia y qué ven todos en la televisión.
¿Como sucedió esto? Bueno, los niños no son matones natos. Aprenden el comportamiento de intimidación cuando sus padres les dan demasiado poder. Todos los niños rechazan las reglas a partir de los dos años. Esto es normal, pero a veces desgasta tanto a los padres que acaban cediendo a las rabietas. Si lo hace con demasiada frecuencia, los niños comienzan a tomar las decisiones.
De repente, ha perdido todo control sobre el control de los padres y está atrapado en una lucha constante de poder con sus hijos. Esto es tan difícil para ellos como para ti. Tus hijos no quieren tener el control. Son emocionalmente inmaduros y no están preparados para ello. Lo que quieren es su liderazgo claro y amable.
Si sigues cediendo, esencialmente estás renunciando a tu responsabilidad parental y les estás dando mucho más poder del que pueden hacer frente. Entonces, ¿cuál es la solución? Comience a respetar los límites y permita que sus hijos se enojen.
En la práctica, esto puede parecer como decir «No, lo siento, no puedes tomar un helado». En lugar de decir esto como si fuera un castigo, puedes decirlo con amabilidad. Comunique que comprende que esto les molesta, utilizando un lenguaje centrado en las emociones . Si bien nunca es agradable ver llorar a sus hijos, sepa que también es muy saludable. Encontrar situaciones en las que no se salen con la suya es esencial para desarrollar la resiliencia de sus hijos.
Si sus hijos están acostumbrados a gobernar, tomará mucho tiempo cambiar la dinámica. Recuerde que el cambio real ocurre lenta y gradualmente. En lugar de hacer cumplir todos los límites a la vez, aumente con el tiempo. A veces puede explotar y caer en viejos patrones, pero continúe. Con el tiempo, verá que el equilibrio de energía se ha vuelto más saludable. Y que tu relación con tus hijos ha mejorado exponencialmente.
Nada es más sanador que una disculpa sincera
Eres humano. A pesar de tus mejores intenciones, es probable que a veces pierdas la calma. Tal vez te asuste la indecisión y termines criticando a tus hijos. O tienes hambre y estás cansado, y el lloriqueo te empuja al límite.
Atacar a veces es muy normal. No eres un robot y, a veces, pierdes el equilibrio. La diferencia entre usted y sus hijos es que usted tiene el poder, y la responsabilidad, de reparar el daño causado.
La mejor manera de reparar cualquier daño causado por sus arrebatos es pedir perdón. Pero para que sea eficaz, tiene que ser una disculpa real e incondicional. Decir algo pasivo-agresivo como «Lamento que estés molesto pero me estabas provocando» simplemente no funciona. No es una disculpa real porque está echando la culpa a sus hijos y no muestra ningún remordimiento.
Una disculpa real nunca incluye un pero . Las disculpas reales implican asumir toda la responsabilidad por lo que has hecho. Por ejemplo, podría decir: «Perdón por gritar, estaba fuera de lugar». O, “Me disculpo por romper mi promesa. Eso estuvo mal.» No necesitas sentirte culpable por hacer algo mal. Solo tienes que ponerte boca arriba y seguir adelante.
Disculparse puede hacerte sentir vulnerable y como si estuvieras perdiendo el control. Puede hacerte sentir débil y como si tus hijos ya no te respetaran. Pero, de hecho, reconocer tus errores es un signo de fortaleza. Y les enseñará a sus hijos una lección poderosa sobre cómo hacer lo mismo.
Algunos padres evitan inconscientemente disculparse porque quieren que sus hijos muestren remordimiento primero. Pero eso es inútil. En primer lugar, no puede forzar sentimientos particulares a su hijo. En segundo lugar, no puede esperar que su niño pequeño, o incluso el adolescente, tenga más madurez emocional que usted. Después de todo, usted es el adulto en la casa y debe liderar la forma en que su familia se trata entre sí.
Por lo tanto, la próxima vez que sienta que se está desequilibrando, demuestre compasión. Ser padre es difícil y eres humano, y eso significa que a veces pierdes la calma. Y luego, cuando haya tomado un latido, vaya y hágalo bien. Navegar el conflicto de esta manera solo fortalecerá su conexión con sus hijos.
Recuerde, no existe una manera perfecta de ser padre. Tu intuición puede decirte todo lo que necesitas saber. Y, lo más importante, aprenda a ver a sus hijos como realmente son.
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