Actualizado el domingo, 5 junio, 2022
Desde que el bebé es concebido hasta que cumple los tres años su cerebro sufre una cantidad de cambios impresionantes. Al nacer, el cerebro infantil ya cuenta con casi todas las neuronas que tendrá a lo largo de su vida, durante el primer año duplica su tamaño y al cabo del tercer año habrá alcanzado el 80% del volumen del cerebro adulto.
Sin embargo, lo más importante es que durante los primeros años de vida las conexiones neuronales se forman con gran rapidez. De hecho, durante esta etapa el cerebro crea muchas más conexiones de las que necesita, casi el doble de las que tendrá el cerebro adulto.
Ese exceso de sinapsis hace que el cerebro sea especialmente sensible y receptivo ante los estímulos externos. En práctica, le permite captar la información de manera más eficiente que más tarde en la vida, cuando se van produciendo las sucesivas podas sinápticas. Esto significa que muchas de las conexiones sinápticas que no son estimuladas desaparecen mientras que aquellas que reciben los estímulos adecuados se fortalecen, creando una especie de «autopistas neuronales» en el cerebro. Por eso se afirma que los niños tienen un enorme potencial.
La plasticidad cerebral disminuye con la edad
El cerebro humano es muy flexible, pero esa plasticidad decrece con la edad. En etapas tempranas de la vida el cerebro es capaz de adaptarse a una gran variedad de ambientes, situaciones e interacciones, pero a medida que madura y se va especializando las funciones se vuelven más complejas y es más difícil que se reorganicen para adaptarse a nuevos desafíos.
Por ejemplo, durante el primer año de vida las zonas del cerebro que diferencian los sonidos se van especializando en el lenguaje a medida que el niño se expone al idioma materno. En ese periodo, el cerebro también sería capaz de reconocer los diferentes sonidos de cualquier otro idioma. Obviamente, esa ventana para el aprendizaje de nuevos idiomas se mantiene abierta, pero a medida que pasan los años se va restringiendo y se hace más difícil adquirir otro lenguaje. Por eso se habla de los periodos sensitivos, que no son más que etapas en las que el cerebro es más receptivo a determinados aprendizajes.
¿Cómo estimular el cerebro infantil?
1. Permítele explorar las diferentes texturas
El tacto es un sentido muy importante para los bebés ya que con él descubren el mundo y las características de los objetos. Por eso, asegúrate de que desde muy pequeño tu hijo pueda explorar distintas texturas. Estar en contacto con las texturas no solo es una fiesta para los sentidos sino que también estimula el desarrollo del lenguaje. En este sentido, un estudio publicado en la revista Developmental Science reveló que los niños que podían tocar la comida y jugar con ella aprendían antes las palabras que se utilizan para referirse a las texturas.
2. Deja que ande descalzo
Andar descalzos, esa costumbre que se está perdiendo ya que muchos padres consideran que podría enfermar a sus hijos, en realidad es muy beneficioso para los niños. Esta práctica no solo fortalece las piernas y los pies sino que también potencia el equilibrio y la propiocepción. De hecho, la planta del pie cuenta con más de 200 000 terminaciones nerviosas que les brindan a los niños sensaciones increíbles al caminar sobre diferentes tipos de suelo y estimulan el desarrollo del cerebro infantil.
3. Léele
No hay dudas de que la lectura infantil mejora la memoria, potencia el pensamiento y estimula el lenguaje. Sin embargo, un estudio publicado en la revista Pediatrics ha ido más allá al revelar que también cambia el cerebro de los niños. Estos investigadores analizaron el cerebro de 19 pequeños con edades comprendidas entre los 3 y 5 años mientras les leían o escuchaban un ruido de fondo. También tuvieron en cuenta cuánto les leían en casa. Los escáneres cerebrales mostraron que los niños a quienes les leían en casa mostraban una mayor activación en regiones del cerebro vinculadas con la comprensión narrativa y la imaginería visual.
4. Anímale a solucionar rompecabezas
Los rompecabezas son una manera divertida de estimular el desarrollo cerebral infantil. Los primeros rompecabezas sencillos a los que se enfrentará el niño potencian la percepción visual y la coordinación pero más adelante, a medida que se vuelvan más complejos, contribuirán a desarrollar la memoria y el pensamiento crítico. En este sentido, un estudio publicado en la revista Development Science comprobó que los rompecabezas relacionados con los números mejoran las habilidades matemáticas de los niños y otra investigación publicada recientemente en Developmental Psychology concluyó que jugar con rompecabezas desde una edad temprana predice las capacidades espaciales que tendrán los niños. Solo debes asegurarte de que los rompecabezas son adecuados para su edad ya que de lo contrario solo generarán frustración.
«Jugar para un niño es la posibilidad de recortar un trocito de mundo y manipularlo, sabiendo que donde no pueda llegar lo puede inventar». Francesco Tonucci
5. Deja que juegue en la naturaleza
Los niños necesitan pasar tiempo en la naturaleza, no solo beneficia su desarrollo físico y emocional sino también a su cerebro. De hecho, cuando los pequeños no tienen a mano los juguetes estructurados de casa y se ven obligados a improvisar con las herramientas que encuentran en la naturaleza su creatividad crece, a la par de la imaginación. La naturaleza también es una fuente inagotable de estímulos para los sentidos y contribuye a reducir el estrés y la fatiga, dos estados que dañan enormemente el cerebro infantil.
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