Actualizado el lunes, 8 marzo, 2021
A estas alturas parece más que evidente que el modelo tradicional de escuela tiene los días contados. Memorizar largas listas de nombres o acontecimientos, repetir una y otra vez determinados conceptos o, simplemente, escuchar y memorizar una “lección” son actividades que han dejado de tener sentido en la era de Internet. La educación emocional y el aprendizaje en valores han irrumpido en el aula, dando paso a un paradigma educativo totalmente renovado.
Desde la neuropsicología está ampliamente contrastado que los niños que reciben una buena educación emocional están más motivados no sólo para estudiar y participar en la vida escolar, sino también para afrontar las dificultades del día a día. Tal y como se explica en este artículo, ahora lo que realmente importa es “crear ciudadanos que sepan reavivar la llama del espacio público y del diálogo; ciudadanos que sepan diagnosticar las prospectivas de la vida cotidiana y adaptarse a ellas”.
Éste es el objetivo de las numerosas iniciativas innovadoras que se están ensayando a lo largo de los centros educativos de medio mundo. Proyectos encaminados a despertar las habilidades personales y sociales de los alumnos, para que, a la larga, se conviertan en buenas personas y en ciudadanos responsables. Y uno de los ejes esenciales en todo este proceso es el desarrollo de las propias emociones, su expresión y la capacidad de reconocer las de quienes nos rodean.
El modelo de educación innovadora y emocional por excelencia es Finlandia. Este país, que tiene el considerado “mejor sistema educativo del mundo” por múltiples motivos, ha sido uno de los precursores a la hora de introducir en el aula elementos como el juego, la participación, el trabajo en grupo, el pensamiento crítico, el diálogo o la conciencia social.
Wellington College, un prestigioso internado inglés para alumnos de entre 13 y 18 años, parece seguir este modelo, tras introducir hace una década las que se conocen como “clases de felicidad”. Durante una hora a la semana, docentes especializados tratan de enseñar al niño a vivir. Así de simple y así de complicado. Lo hacen a través de debates sobre las emociones, fijando siempre objetivos vitales positivos. “Los gobiernos están cometiendo un error al plantear una disyuntiva entre los resultados académicos y la buena salud mental y el bienestar de los estudiantes. Las buenas escuelas son las que logran combinar ambas cosas”, sostienen desde la Dirección del colegio.
Conscientes de que muchos centros tienen claro hacia donde ir pero no cómo vehicular este cambio de rumbo, surgen también iniciativas como Delivering Happiness @School, una consultora que se marca como objetivo “inspirar a las escuelas a acompañar a niños y niñas para una vida más feliz”. Nuevamente, se hace especial hincapié en el tema de los valores –empatía, autoestima, respeto, comunidad- y la importancia de alinear los esfuerzos de todas las partes implicadas (escuela, profesores, padres y alumnos) en pos de la consecución de dichos valores.
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo” (Benjamin Franklin)
– La imagen de portada es de Greg Westfall –
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