Actualizado el viernes, 21 junio, 2024
Los padres somos los entrenadores físicos y emocionales de nuestros hijos. Estamos biológicamente predispuestos a ofrecer buenos cuidados a nuestros hijos. Pero, ¿estamos educando bien a nuestros hijos?
El estado emocional de un adulto dependerá, en su mayoría, del amor que se le proporcionó en la infancia. O lo que es lo mismo: «si llenamos el tarro sólo con miel, si un día se cae, sólo podrá derramar miel».
El proceso afectivo del niño comienza desde el mismo momento en que la mujer experimenta el deseo de tener un hijo, un hijo deseado parte de un buen pronóstico de salud emocional. Esto se debe a que disfrutará de aceptación, amor, respeto, atención y disciplina con balance, lo que poco a poco se convertirá en confianza y seguridad.
Por el contrario, un niño no deseado, que en su infancia fue golpeado por padrastros o madrastras, tíos, abuelos que los cuidan porque muchas veces las madres los rechazan o tutores, no tiene muchas posibilidades de un buen desarrollo emocional; y tristemente la mayoría de las veces terminan muy mal. Cuanto menos amor y cariño reciba más riesgo de enfermedad mental representará.
Los terapeutas psicológicos, sostienen que un bebé aprende de su madre, padre o cuidador. De ellos y de cómo se relacionan entre ellos. Así determinan que lo ideal es crecer en un entorno que brinde seguridad, salud física y un modelo de vida y cuidados emocionales. Si el bebé no parte de estos principios se les suele llamar niños que sufren desnutrición emocional.
Cuando un niño no es suficientemente nutrido emocionalmente durante la infancia, de adulto crecerá la necesidad de aquello de lo que le privamos.
Se considera una etapa especialmente sensible de los 0 a los 2 años, estos son muy importantes en la vida de cualquier persona, pues es la etapa en la que se desarrolla el autoestima, la seguridad y confianza.
Si hemos contribuido a la desnutrición emocional de nuestro hijo o hija, este se convertirá en un adulto celoso inseguro y con una autoestima muy baja, tenderá a llamar la atención a ser manipulador, adulador solo si le conviene y otras veces agresivo en su manera de hablar y actuar.
Es evidente que ningún ser humano tiene sus necesidades básicas satisfechas al 100%. Pero si es necesario que al menos durante los primeros dos años, estén cubiertas todo lo que nos sea posible. Es responsabilidad de la familia del menor pero también de la sociedad y la comunidad en la que se encuentra el pequeño. Sabemos que no es fácil, en muchos casos los padres trabajan, y los niños los cuidan profesionales que no aportan la vinculación emocional necesaria.
Quizás esto explique, que estemos ante generaciones enteras que han sufrido infancias muy «desnutridas» en lo emocional por la situación familiar y laboral de muchas familias.
Por lo tanto para desarrollarse de forma plena debes recordar siempre la importancia de alimentar sus emociones para fortalecer su salud mental y emocional. Los expertos coinciden en que una persona “desnutrida emocionalmente” desde la infancia, tiende a ser inestable emocionalmente lo que puede derivar en trastornos de ansiedad, enfermedades, depresión, fobias, etc. Todo esto se podría traducir socialmente en una mayor incidencia de delitos, personas adictas, suicidios, divorcios, y agresión o enfermedad hacia su cuerpo.
Estos adultos suelen perder la empatía, ya que es algo que se desarrolla desde muy temprana edad con grandes dosis de cariño, lo que les causa problemas que van desde establecer una relación de pareja hasta su actitud ante las finanzas.
La obesidad emocional serían, por su parte, las madres y padres proyectan sobre ellos sus inseguridades para reafirmarse personalmente, y así, tener mayor control sobre sus vidas y sobre la de sus hijos hasta llegar a hacerles completamente infelices.
Esto no siempre es así, afortunadamente si hay excepciones nada es una regla absoluta, muchas personas lograron superar sus traumas y complejos de su niñez y si son realmente felices, comprendieron la ignorancia y programación de sus familiares y lograron perdonarlos parte fundamental en la curación. De igual modo, hay transtornos que nada tienen que ver con la desnutrición sufrida durante la infancia y se desarrollaron posteriormente.
Ahora nos corresponde reconocer qué es lo que nos ha acontecido y decidir qué haremos hoy para construir el mañana de nuestros hijos.