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Viajando Ligero: Reflexiones de un Nómada Accidental y Occidental

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Actualizado el viernes, 4 abril, 2025

Hace ya unos cuantos años, recibí un correo con una historia que me hizo pensar. Decía así:

Un viajero llegó a la casa de un sabio y, al entrar, se sorprendió al ver que apenas tenía más que un colchón en el suelo y unos pocos libros.

—Disculpe, maestro, ¿dónde están sus muebles? —preguntó.

El anciano lo miró con calma y le devolvió la pregunta:

—¿Y los suyos?

—Pero si yo solo estoy aquí de paso… —respondió el viajero.

El maestro sonrió y dijo:

—Yo también estoy de paso en esta vida, y mal haría en cargar mi existencia con todos los armarios de mi pasado.

La historia puede interpretarse de muchas maneras, pero en mi caso, su significado fue sorprendentemente literal. Acababa de completar mi tercera mudanza en Madrid en apenas un año y me había dado cuenta de algo: cada vez que cambiaba de casa, llevaba conmigo más y más cosas. Cada armario de mi pasado, literalmente, se trasladaba conmigo y hacía cada mudanza más pesada.

Por entonces trabajaba desde casa para una pequeña empresa tecnológica. Años después, me surgió la oportunidad de trasladarme a Tokio por trabajo. Tras pensarlo bien, mi pareja de aquel momento, Carla, y yo decidimos lanzarnos a la aventura.

Y ahí llegó otra mudanza. Entre muebles, cajas y trastos acumulados, repartimos nuestras cosas en tres casas de familiares que nos hicieron el favor de guardarlas. Es una sensación extraña dejar atrás todo lo que has usado a diario y saber que va a quedar almacenado sin que nadie lo toque.

Con solo dos maletas cada uno, aterrizamos en Japón sin imaginar cuánto iba a cambiar nuestra manera de ver el mundo.

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Acumulamos sin darnos cuenta. Mudanza tras mudanza, llevamos con nosotros cada vez más cosas que ni usamos ni necesitamos.

Qué aprenderás en este artículo:

El concepto de «nómada digital» ha sido glorificado en los últimos años, presentando una imagen idílica de libertad y aventura. Sin embargo, al mirar más de cerca, surgen críticas sobre esta tendencia que parece más un sueño vendido que una realidad alcanzable para muchos.

Los nómadas digitales son a menudo retratados como individuos que viajan por el mundo con solo una laptop y una conexión a Internet, disfrutando de la vida sin ataduras. Pero esta narrativa ignora las complejidades del estilo de vida nómada. No todos los que se identifican como nómadas digitales tienen la misma experiencia; muchos enfrentan desafíos significativos, desde la falta de estabilidad hasta el aislamiento social.

  • Acumulamos sin darnos cuenta. Mudanza tras mudanza, llevamos con nosotros cada vez más cosas que ni usamos ni necesitamos.
  • La sociedad nos empuja a correr sin reflexionar. Vivimos en piloto automático siguiendo un modelo predefinido sin preguntarnos si realmente nos hace felices.
  • El hiperconsumo no nos llena. Trabajamos para comprar cosas que apenas disfrutamos y que nos atan más de lo que nos liberan.
  • Viajar ligero te enseña lo esencial. La experiencia de reducir tus posesiones a una mochila cambia la perspectiva sobre lo que realmente importa.
  • El acceso es más valioso que la propiedad. No necesitamos poseerlo todo; basta con poder acceder a lo que necesitamos en cada momento.
  • Las relaciones y experiencias son lo más valioso. Invertir en personas y vivencias enriquece mucho más que acumular objetos.
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La sociedad nos empuja a correr sin reflexionar. Vivimos en piloto automático siguiendo un modelo predefinido sin preguntarnos si realmente nos hace felices.

Bajarse de la rueda

Con el tiempo me di cuenta de que, en mi vida cotidiana, nunca me había detenido a reflexionar sobre cómo vivía. Era como un hámster corriendo en una rueda, siguiendo la inercia de lo que la sociedad espera: estudios, trabajo, coche, pareja, casa, hijos… Se nos dice que, si sigues ese camino, tendrás una vida estable y feliz.

En Tokio, al observar una cultura diferente, tuve la oportunidad de frenar y mirar desde fuera. Allí, vi que muchas personas dedicaban la mayor parte de su tiempo a trabajar para poder comprar cosas que apenas podían disfrutar en sus pequeñas casas. Y, a cambio, tenían menos tiempo para la familia, los amigos o ellos mismos. El consumismo y el individualismo habían generado tensiones que todos asumían como normales. Pero, si miraba con honestidad, no podía negar que en España pasaba algo muy parecido.

Llevamos décadas siendo sociedades obsesionadas con acumular. Hasta hace poco, la forma en que se valoraba a una persona estaba marcada por sus posesiones, a menudo en comparación con las de los demás. Quien cuestionara esta mentalidad era visto como poco ambicioso o incluso “hippie”.

Y así llegamos a situaciones absurdas: pagar alquileres por trasteros donde guardamos cosas que no usamos, endeudarnos por objetos que no necesitamos o, en casos extremos, ver a personas arriesgar su vida por sus bienes materiales o por no poder pagar sus deudas. ¿Realmente tiene sentido vivir así?

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El hiperconsumo no nos llena. Trabajamos para comprar cosas que apenas disfrutamos y que nos atan más de lo que nos liberan.

La mochila como maestro

Después de dos años en Japón, decidimos que era momento de regresar. Gracias a los ahorros, logramos cumplir un sueño: antes de volver, viajamos por el mundo durante ocho meses.

El 5 de octubre de 2015, nos convertimos en viajeros, con la idea en mente de que estábamos “de paso”. Y eso lo cambió todo.

Preparar la mochila para un viaje tan largo fue una lección en sí misma. Durante ese tiempo, nuestras posesiones se redujeron a lo que cabía en dos mochilas grandes, de 14 y 17 kilos, y dos más pequeñas para el día a día.

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Viajar ligero te enseña lo esencial. La experiencia de reducir tus posesiones a una mochila cambia la perspectiva sobre lo que realmente importa.

En esos meses aprendí dos cosas fundamentales:

1. “El acceso es mejor que la posesión.” Durante el viaje, usamos transportes públicos, alquilamos vehículos cuando fue necesario, cocinamos con utensilios disponibles en hostales y casas, y conseguimos ropa de segunda mano o prestada según la ocasión. No ser dueños de todo no nos limitó, sino que nos liberó. Y, además, nos unió a otros viajeros con la misma filosofía.

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El acceso es más valioso que la propiedad. No necesitamos poseerlo todo; basta con poder acceder a lo que necesitamos en cada momento.

2. “Las cosas más importantes no son cosas.” Durante el viaje, nos dimos cuenta de que lo mejor no eran los objetos que podíamos comprar, sino las experiencias y las conexiones humanas. Gracias a la hospitalidad de amigos y conocidos, pudimos alojarnos en casas locales y conocer de cerca sus culturas. Lo que más nos enriqueció no tenía precio en dinero.

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Las relaciones y experiencias son lo más valioso. Invertir en personas y vivencias enriquece mucho más que acumular objetos.

Esto no significa que quiera vivir toda la vida con una mochila, pero sí que aprendí a cuestionarme la obsesión por acumular. ¿Cómo quiero vivir? ¿Qué cosas realmente necesito? Son preguntas que sigo explorando cada día.

Visión crítica de los nómadas digitales

El concepto de «nómada digital» ha sido glorificado en los últimos años, presentando una imagen idílica de libertad y aventura. Sin embargo, al mirar más de cerca, surgen críticas sobre esta tendencia que parece más un sueño vendido que una realidad alcanzable para muchos.

Los nómadas digitales son a menudo retratados como individuos que viajan por el mundo con solo una laptop y una conexión a Internet, disfrutando de la vida sin ataduras. Pero esta narrativa ignora las complejidades del estilo de vida nómada. No todos los que se identifican como nómadas digitales tienen la misma experiencia; muchos enfrentan desafíos significativos, desde la falta de estabilidad hasta el aislamiento social.

Además, hay un riesgo inherente en romantizar este estilo de vida. La presión por ser productivo mientras se navega en nuevos entornos puede llevar a un agotamiento extremo. La idea de viajar ligero se convierte en un peso emocional cuando cada nuevo destino trae consigo la necesidad constante de adaptarse y encontrar un lugar donde pertenecer.

Es crucial cuestionar si realmente estamos promoviendo un estilo de vida sostenible o simplemente alimentando una fantasía moderna que podría no ser viable para todos. Ser un nómada digital es más que solo moverse; implica enfrentar realidades duras que muchos prefieren ignorar en favor del glamour superficial asociado con este fenómeno contemporáneo.


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