The Demon of Unrest es una obra que capta la esencia de la dramática confusión y los momentos clave de los primeros días de la Guerra Civil Americana. Relata con intensidad la caída de Fort Sumter y ahonda en las emociones y maniobras estratégicas que llevaron a ese evento histórico. La obra pinta un retrato inquietantemente relevante de un mundo al borde de la guerra, mostrando cómo cada decisión y acción en ese momento crucial tenía el potencial de alterar el curso de la historia.
Resumen de The Demon of Unrest por Erik Larson
La obra The Demon of Unrest de Erik Larson captura los meses previos a la Guerra Civil Americana, un período marcado por tensiones y transformaciones profundas. Los eventos dramáticos en torno a la caída de Fort Sumter no solo tuvieron consecuencias inmediatas, sino que también dejaron entrever la magnitud de lo que estaba por venir. Uno de los puntos más relevantes que aborda Larson es la subestimación por parte del Norte de las emociones arraigadas que impulsaban el deseo de secesión en el Sur.
La Subestimación del Norte y la Pasión del Sur
Larson ilustra cómo, en Washington, las maniobras políticas resultaron insuficientes para detener el conflicto que se desataría en Fort Sumter, sentando las bases para una guerra de gran escala. Estas acciones, en lugar de calmar las tensiones, acentuaron las divisiones y aumentaron la urgencia en toda la nación. Políticos y líderes del Norte no lograron comprender la profundidad del descontento sureño, enraizado en la defensa de un estilo de vida basado en la esclavitud y la oposición a los cambios que se estaban gestando.
El autor detalla cómo los preparativos y la falta de acción decisiva en torno a Fort Sumter reflejaron un malentendido fundamental de la situación: mientras en el Norte se esperaba una solución sin derramamiento de sangre, en el Sur, la pasión por proteger lo que consideraban sus derechos e identidad crecía a un ritmo alarmante.
Un Relato de Momentos Clave y Vidas Personales
Larson logra entrelazar los momentos históricos clave con las experiencias personales de figuras importantes, como el mayor Robert Anderson, el presidente Abraham Lincoln y líderes como Edmund Ruffin. A través de estas historias, el lector puede entender mejor cómo las decisiones individuales y los eventos aparentemente aislados contribuyeron al estallido de la guerra.
La narrativa también muestra cómo la guerra tomó a muchos por sorpresa, tanto en el Norte como en el Sur, y cómo las expectativas de una guerra breve y decisiva se desvanecieron rápidamente. Los costos personales y las tragedias de la guerra fueron mucho más profundos de lo que la mayoría podía anticipar al comienzo del conflicto.
The Demon of Unrest revela que los meses previos a la Guerra Civil fueron una época de tensión sin precedentes, donde cada decisión y evento ayudó a cimentar el camino hacia un conflicto devastador. La falta de comprensión del Norte sobre la fuerza del sentimiento secesionista y las maniobras políticas ineficaces de Washington hicieron que la guerra fuera inevitable. Larson, a través de una narrativa detallada y envolvente, permite al lector experimentar las emociones y las decisiones críticas que llevaron a la nación al borde de una guerra civil que cambiaría su historia para siempre.
El Legado de un Conflicto Divisivo
Aunque la Guerra Civil Americana concluyó en 1865, las divisiones en Estados Unidos persisten, con raíces que se remontan a ese conflicto del siglo XIX. La expresión «demonio del desasosiego» fue acuñada por Dennis Hart Mahan, profesor de West Point, en una carta donde describía el impacto perturbador de la rápida industrialización. Mahan observó cómo estos cambios alteraban la estabilidad de los grandes terratenientes del sur, cuya economía y forma de vida dependían de la esclavitud.
La llegada de la industrialización era una señal clara de que el cambio estaba por venir. No solo se enfrentaba el Sur al desafío de la modernización, sino que la abolición de la esclavitud estaba ganando terreno en otros países, y el movimiento abolicionista en el Norte se hacía cada vez más fuerte. Para los dueños de las plantaciones, esto no solo representaba una amenaza económica, sino también un ataque a su ideología de supremacía racial y a la estructura sobre la cual habían cimentado sus vidas y riqueza.
Un Tiempo de Inquietud e Insubordinación
En los meses previos al inicio de la Guerra Civil, los políticos del Norte subestimaron el profundo resentimiento que se extendía por los estados del Sur. Esta brecha, alimentada por la resistencia al cambio y el temor a perder el control de su estilo de vida, se intensificaba día a día. Las tensiones eran palpables; cada discurso inflamado y cada elección estratégica acercaba más a la nación al borde de una guerra inevitable.
La caída de Fort Sumter en abril de 1861 fue el punto de inflexión. El primer disparo que se escuchó en el fuerte no solo marcó el inicio de un conflicto militar, sino que se convirtió en el símbolo de la división insalvable entre el Norte y el Sur. Para entonces, el «demonio del desasosiego» había hecho su obra: un país desgarrado por el miedo al cambio y por la incapacidad de reconciliar dos visiones radicalmente diferentes de lo que significaba ser estadounidense.
Las Secuelas del Desasosiego
La Guerra Civil Americana se llevó consigo incontables vidas y dejó una marca indeleble en la historia y la psique de la nación. Aunque las balas dejaron de volar en 1865, las cicatrices permanecen. Las mismas ideas de supremacía racial y la resistencia al cambio que alimentaron la guerra han seguido resurgiendo en la sociedad estadounidense. La obra The Demon of Unrest (2024) nos recuerda que, aunque los conflictos armados terminen, las divisiones subyacentes pueden persistir durante generaciones.
En esta reflexión sobre los meses de incertidumbre que llevaron a la batalla de Fort Sumter, vemos cómo un conjunto de decisiones, aparentemente individuales, contribuyó al inicio de una guerra de cuatro años que continúa siendo una sombra en la conciencia colectiva de la nación. Hoy, al examinar los ecos de ese desasosiego, podemos entender mejor las raíces de las divisiones actuales y reconocer la importancia de enfrentar, de una vez por todas, a nuestros propios «demonios» históricos.
La Elección de Lincoln y el Camino hacia la Secesión: Los Meses Previos a la Guerra Civil
En los meses previos a la elección de Abraham Lincoln en 1860, Estados Unidos se encontraba al borde del caos. La esclavitud, una cuestión que dividía profundamente al país, era el epicentro de la discordia y estaba causando estragos en el panorama político de la nación.
Una Nación Dividida
El Partido Demócrata, que había mantenido una posición dominante en Washington durante años, se fracturó en facciones del Norte y del Sur, cada una nominando a su propio candidato presidencial. A su vez, un tercer partido, el Partido de la Unión Constitucional, apareció con la esperanza de unir a las crecientes divisiones entre el Norte y el Sur, pero sin una solución concreta al tema de la esclavitud. Mientras tanto, el Partido Republicano, una fuerza política emergente, se posicionó firmemente en contra de la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios de Estados Unidos y eligió a Abraham Lincoln como su candidato.
Con la fragmentación de los votos entre los otros tres candidatos, los republicanos vieron una oportunidad clara para asegurar la victoria de Lincoln. Sin embargo, para los estados del Sur, la posible elección de Lincoln no era solo un cambio político: representaba una amenaza existencial.
La Reacción del Sur
Los estados sureños, impulsados por los “fire-eaters”, facciones radicales pro-esclavitud, percibían a Lincoln como un peligro directo a su modo de vida. La sociedad adinerada del Sur, que se autodenominaba “la caballería”, dependía de la esclavitud para sostener su estructura económica y social. A pesar de las repetidas promesas de Lincoln de que no intervendría en la esclavitud donde ya existía, el Sur no confió en sus palabras. La retórica republicana y el apoyo al abolicionismo alimentaron el miedo y el resentimiento.
Los periódicos sureños, como el Charleston Mercury de Carolina del Sur, comenzaron a hacer llamados a la secesión en caso de una victoria de Lincoln. La tensión crecía, y la desconfianza en la estabilidad de la unión se intensificaba a medida que se acercaba el día de las elecciones.
La Victoria de Lincoln y la Creciente Inquietud
El 6 de noviembre de 1860, Lincoln logró la victoria en estados clave como Nueva York, asegurando así la presidencia para los republicanos. Aunque obtuvo menos de la mitad del voto popular debido a la fragmentación de sus oponentes, dominó el Colegio Electoral. Sin embargo, su triunfo fue cualquier cosa menos unificador. En el Sur, apenas recibió apoyo: en Kentucky, el estado en el que había nacido, obtuvo menos del uno por ciento de los votos, y en diez estados sureños ni siquiera figuraba en la papeleta.
Aunque Lincoln había ganado, quedaban meses antes de que asumiera el cargo, y durante ese tiempo se mantuvo en un inquietante silencio mientras los llamados a la secesión se intensificaban en el Sur. En Charleston, Carolina del Sur, figuras militares como el coronel John Gardner estaban en alerta máxima. Gardner, que comandaba las fuerzas del ejército estadounidense en la ciudad, temía que milicias locales o turbas enardecidas pudieran tomar control de los fuertes estratégicos, especialmente Fort Sumter, una fortaleza a medio construir en el puerto.
Gardner pidió más tropas para proteger estas posiciones vulnerables, pero en Washington surgieron dudas sobre su capacidad para manejar la situación. Poco después, fue reemplazado por el mayor Robert Anderson, un oficial experimentado con raíces en el Sur, conocido por su lealtad a la Unión. Anderson asumió el mando en un clima de creciente tensión en el puerto de Charleston, un ambiente que no haría más que intensificarse en los meses siguientes.
El Camino a la Guerra
El silencio de Lincoln y la falta de medidas contundentes en Washington contribuyeron a una atmósfera de incertidumbre. Mientras tanto, los líderes sureños se preparaban para lo inevitable. La llegada de Anderson a Fort Sumter marcó el inicio de un nuevo capítulo en una historia que culminaría en el estallido de la Guerra Civil.
En retrospectiva, los meses previos a la guerra fueron una tormenta perfecta de miedos, malentendidos y decisiones estratégicas que llevaron al país al borde de un conflicto que marcaría para siempre su historia. La elección de Lincoln y la reacción del Sur son recordatorios de lo frágil que puede ser la unidad en una nación dividida por ideologías y visiones contrapuestas.
Charleston: Corazón del Comercio de Esclavos y la Semilla de la Secesión
Charleston, Carolina del Sur, era mucho más que una ciudad; era un epicentro del comercio doméstico de esclavos y un símbolo de la profunda dependencia del Sur en la esclavitud. En sus calles y plazas, las subastas de esclavos eran un espectáculo común, donde familias enteras eran vendidas al mejor postor, separadas sin miramientos. Esta escena reflejaba la realidad de una sociedad donde la población esclavizada superaba en número a la libre y no se limitaba solo a las plantaciones. Los esclavizados formaban parte integral de la vida urbana, manejando carruajes y facilitando el comercio y las operaciones diarias de la élite sureña.
El Miedo a Lincoln y la Defensa de la Esclavitud
Este profundo entrelazamiento con la esclavitud hacía que la perspectiva de una presidencia de Abraham Lincoln resultara tan amenazante. Figuras como James Hammond, un influyente plantador de Carolina del Sur, ejemplificaban este temor. Hammond, que había escalado desde orígenes humildes para convertirse en uno de los hombres más ricos del estado, veía en la esclavitud la base de la sociedad sureña. Sin embargo, para finales de la década de 1850, su defensa de la esclavitud se tornaba cada vez más difícil de sostener. Un punto de inflexión importante fue la publicación de La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe en 1852, una obra que se convirtió en un fenómeno en el Norte y en un blanco de críticas en el Sur. Para Hammond y sus contemporáneos, la oposición norteña era incomprensible, aferrándose a la idea de que su sociedad, basada en el trabajo forzado, era ideal y justa.
En 1857, Hammond ganó inesperadamente un escaño en el Senado de los Estados Unidos, en gran parte gracias a su retórica pro-esclavitud. Su famoso “Discurso de los Mudsills” argumentaba que la esclavitud era el resultado natural de que una raza “inferior” sirviera a otra “superior” para el mejoramiento de la sociedad. Este discurso resonó profundamente entre la élite del Sur, consolidando su posición como defensor acérrimo de la esclavitud.
Ruffin y la Ferviente Defensa de la “Caballerosidad” Sureña
Otro personaje clave en la defensa del Sur fue Edmund Ruffin, un “fire-eater” conocido por su ardiente retórica y su incansable promoción de la secesión. Ruffin celebraba eventos como la incursión de John Brown en Harpers Ferry en 1859, donde el abolicionista intentó incitar una revuelta de esclavos a gran escala. Para Ruffin, estos incidentes eran la señal de que los estados del Sur debían actuar y liberarse de las fuerzas opresivas del Norte. Expresaba con pasión que, si el Norte lograba imponer su visión, los negros emancipados podrían pronto compartir la misma posición social que los blancos, una idea que los sureños describían con horror como “amalgamación” y que consideraban una amenaza existencial.
Aunque Lincoln no abogaba por la igualdad racial, este miedo al cambio se propagó por la sociedad del Sur y fue alimentado con vehemencia por figuras como Ruffin y Hammond. La percepción de que una victoria de Lincoln podría desencadenar una serie de cambios que pondrían en riesgo su modo de vida llevó a una creciente presión por la secesión, una respuesta radical a lo que veían como un intento de socavar la “caballerosidad” y la estructura social del Sur.
El Camino Hacia la Ruptura
La tensión en Charleston y en todo el Sur alcanzó un punto crítico en los meses previos a la Guerra Civil. La defensa apasionada de la esclavitud y el miedo a un cambio impuesto por el Norte se convirtieron en el catalizador de un conflicto que iba más allá de lo político: era una lucha por la identidad y la supervivencia de un modo de vida basado en la esclavitud.
Mientras las voces radicales del Sur pedían la secesión, los estados se preparaban para lo inevitable. Las llamas de la discordia, avivadas por hombres como Hammond y Ruffin, contribuyeron al incendio que finalmente sumió a la nación en una guerra devastadora, una guerra cuyas consecuencias todavía resuenan en la conciencia de Estados Unidos hoy en día.
La Tensión en Charleston y la Carga de Fort Sumter
Tras la elección de Abraham Lincoln en noviembre de 1860, Charleston se convirtió en un hervidero de fervor secesionista. Líderes como Augustus Longstreet comparaban el impulso de la secesión con una fuerza de la naturaleza imposible de detener. Personajes destacados como Edmund Ruffin, convencidos de la necesidad de separarse de la Unión, se sintieron entusiasmados con la perspectiva, mientras que otros, como Mary Chesnut, temían que la presidencia de Lincoln condujera a una guerra inevitable. Incluso su esposo, el senador estadounidense James Chesnut, renunció a su cargo para unirse a la causa secesionista. En el Norte, las reacciones ante Lincoln eran mixtas, y algunos dudaban de su capacidad para liderar a la nación en un momento tan crítico.
La Inacción de Buchanan y la Decisión de Anderson
A medida que los estados del Sur avanzaban hacia la secesión, el presidente James Buchanan, todavía en el cargo, permaneció en gran medida inactivo. Esta indecisión frustró tanto al Norte como al Sur. Líderes del Sur, incluido el futuro presidente confederado Jefferson Davis, se mostraron consternados por la falta de medidas de Buchanan para proteger sus intereses. Al mismo tiempo, su incapacidad para defender los fuertes federales, como los de Charleston, los dejó vulnerables a posibles ataques. Cuando Carolina del Sur se convirtió en el primer estado en separarse oficialmente de la Unión el 24 de diciembre de 1860, las tensiones en torno a estos fuertes se intensificaron aún más.
El mayor Robert Anderson, comandante en Fort Moultrie en el puerto de Charleston, pronto comprendió que el fuerte era indefendible frente a un ataque. A pesar de haber informado de la situación a Washington, Buchanan se mostró reticente a enviar refuerzos por temor a provocar un conflicto abierto. Ante la creciente tensión y la responsabilidad de proteger a sus hombres, Anderson tomó una decisión audaz: sin esperar órdenes directas, ideó un plan para trasladar a sus tropas al más seguro Fort Sumter, situado en medio del puerto y con gruesos muros de piedra capaces de resistir un asalto.
La Noche del Movimiento Secreto
El 26 de diciembre de 1860, bajo la cobertura de las celebraciones navideñas, Anderson evacuó en secreto a sus tropas, sus familias y suministros hacia Fort Sumter. No solo eso, también inutilizó los cañones de Fort Moultrie y destruyó la munición que no pudo llevarse. A la mañana siguiente, cuando Charleston despertó, el traslado ya se había completado, y columnas de humo se alzaban desde Fort Moultrie, señal de la destrucción intencionada. Indignado, el gobernador de Carolina del Sur, Francis Pickens, pidió la inmediata toma de los fuertes federales restantes. Aunque en el Norte la acción de Anderson fue vista como heroica, en Charleston solo sirvió para avivar aún más las tensiones.
Pickens ordenó de inmediato cortar los suministros a Fort Sumter y comenzó a posicionar tropas y artillería dentro del rango de ataque. Mientras tanto, en Washington, el presidente Buchanan se encontró desprevenido ante estos desarrollos, aunque el general Winfield Scott respaldó la decisión de Anderson. Scott presionó por refuerzos, pero los retos logísticos retrasaron cualquier acción militar inmediata. En lugar de ello, se ideó un plan para entregar tropas de forma encubierta utilizando el vapor comercial Star of the West.
El Primer Tiro en la Cuenta Regresiva
El 8 de enero de 1861, el Star of the West se acercó a Charleston, pero las fuerzas del Sur no fueron engañadas. Dispararon tiros de advertencia que obligaron al buque a retirarse. Anderson, queriendo evitar una escalada, se abstuvo de responder al fuego, pero el incidente dejó claro que mientras el Sur se preparaba para la guerra, el Norte aún luchaba por tomar medidas decisivas. El enfrentamiento en Fort Sumter se convirtió en una bomba de tiempo, con ambos bandos al borde del conflicto.
Este estancamiento marcó los últimos días de paz antes de que la Guerra Civil estallara oficialmente. Charleston, un centro del comercio de esclavos y el corazón del movimiento secesionista, se mantuvo como el epicentro de la crisis, con Fort Sumter como su símbolo. La inacción de Buchanan, la firmeza de Anderson y la creciente audacia del liderazgo sureño pavimentaron el camino hacia el inevitable choque de fuerzas que cambiaría la historia de Estados Unidos para siempre.
Fort Sumter y la Política de la No Acción
El mayor Robert Anderson, comandante de la guarnición en Fort Sumter, actuó con extrema cautela en cada paso. No deseaba ser parte de la chispa que iniciara una guerra total, y este deseo de evitar el conflicto pesaba en sus decisiones. Sin embargo, algunos de sus hombres, como el capitán Abner Doubleday, veían la situación desde otra perspectiva. Para Doubleday, el conflicto era inminente, y lo que Anderson lograba con su prudencia era simplemente retrasar lo inevitable, dando al Ejército de los Estados Unidos una apariencia de debilidad.
Las Tensiones Aumentan en Fort Sumter
Cada día que pasaba hacía que la cuestión de la pasividad de Fort Sumter fuera más apremiante. Las raciones de alimentos de los soldados disminuían, y mientras tanto, las fuerzas opuestas del Sur se hacían más fuertes y mejor preparadas, algo que exasperaba a Doubleday y a otros miembros de la guarnición. La indecisión, pensaban, solo servía para reforzar la posición de sus enemigos.
La agenda del Sur, en contraste, era clara y decidida. A finales de enero de 1861, Luisiana se había unido a la lista de estados secesionistas, que sumaban ya seis en total. En el puerto de Charleston, más de mil personas esclavizadas fueron obligadas a fortificar las playas, colocando un anillo de artillería alrededor de Fort Sumter. Anderson, con sus 75 hombres, se encontró enfrentando a cerca de 2,000 soldados de Carolina del Sur, una situación desesperada que solo podía observar sin tomar acción.
Lincoln y el Surgimiento de la Confederación
En febrero de 1861, mientras los Estados Confederados de América se formaban oficialmente, Abraham Lincoln, presidente electo, finalmente se dirigió a la nación en su viaje en tren desde Illinois hasta su próxima inauguración en Washington. Durante cada parada, Lincoln se esforzó por calmar las preocupaciones, negando cualquier intención de «invadir» o «coaccionar» a los estados que habían declarado su secesión. No obstante, subrayó con firmeza el derecho de la Unión a proteger su propiedad, incluyendo los amenazados fuertes del ejército en Charleston.
El mensaje de Lincoln era claro: no buscaría la guerra, pero tampoco permitiría la pérdida de propiedades federales. Sin embargo, en esos primeros momentos críticos, la creciente hostilidad en el Sur no pareció llegar a afectar completamente al presidente. Lincoln se mantuvo confiado y decidido a defender la Constitución, bajo la creencia de que la integridad de la Unión debía ser preservada a toda costa.
La Estrategia de la No Acción
La postura de Lincoln fue reforzada por su Secretario de Estado, William H. Seward, quien aconsejaba una estrategia de no intervención. Seward confiaba en que el apoyo pro-Unión en los estados del Sur sería suficiente para que la rebelión se disolviera por sí sola. Sin embargo, este enfoque demostró ser un grave error de cálculo. La realidad era que la fuerza y la resolución del movimiento secesionista superaban con creces las expectativas de Seward y otros en Washington.
Mientras la administración federal dudaba, el tiempo se agotaba en Fort Sumter. La guarnición estaba cada vez más aislada y sin refuerzos, rodeada de un enemigo que se fortalecía día tras día. Para Anderson, que veía la acumulación de artillería enemiga y la mejora de las fortificaciones en Charleston, la espera no solo era peligrosa, sino desmoralizadora.
La Cuenta Regresiva hacia la Confrontación
La confrontación en Fort Sumter se perfilaba como un punto de no retorno. El enfoque de la administración Lincoln, basado en la moderación y la esperanza de evitar un conflicto armado, solo sirvió para dar tiempo al Sur para prepararse mejor. La postura de Doubleday, que consideraba la guerra inevitable, resultó profética. La estrategia de la no acción no solo subestimó la determinación del Sur, sino que también permitió que la crisis se convirtiera en un polvorín listo para estallar.
Finalmente, la tensión acumulada en Fort Sumter y en el puerto de Charleston simbolizó la fragilidad de una nación al borde del colapso. Con un Sur seguro de su causa y un Norte titubeante, el conflicto que todos temían se convirtió en una realidad imposible de detener.
Lincoln, Fort Sumter y el Inicio de la Guerra
El 4 de marzo de 1861, Abraham Lincoln asumió la presidencia de Estados Unidos y pronunció su famoso discurso inaugural, recordado por sus líneas finales sobre las “místicas cuerdas de la memoria” y los “mejores ángeles de nuestra naturaleza”. Estas palabras movieron a algunos de los presentes hasta las lágrimas, pero también dejaron a muchos en el país con una sensación de incertidumbre. El discurso intentó encontrar un equilibrio entre la firmeza y la conciliación, dejando abierta la interpretación de si la paz o la guerra serían el futuro de la nación.
Las Reacciones en el Sur
Para Edmund Ruffin y otros líderes en el Sur, las palabras de Lincoln no fueron un llamado a la unidad, sino un preludio a la guerra. La llegada del General Pierre Gustave Toutant-Beauregard a Charleston, con la misión de reforzar las defensas, intensificó la expectativa de conflicto, colocando a Fort Sumter en el centro de la atención nacional.
El primer mensaje importante que Lincoln recibió tras su investidura fue una carta del mayor Robert Anderson desde Fort Sumter. Anderson describía la situación desesperada del fuerte, con suministros y alimentos que se agotaban rápidamente. Después de revisar el informe, el General Winfield Scott concluyó que la única opción viable era la rendición. Sin embargo, Lincoln se encontraba dividido. Sabía que abandonar Fort Sumter sería un golpe moral para la Unión y un incentivo para el avance de la Confederación.
El Plan de Gustavus Vasa Fox
Mientras Lincoln y su gabinete debatían qué acción tomar, surgió una propuesta audaz de Gustavus Vasa Fox, un antiguo guardiamarina de la Marina con grandes ambiciones. Fox creía que podía llevar a cabo una misión exitosa para entregar alimentos, suministros y refuerzos a Fort Sumter. Intrigado por la propuesta, Lincoln envió a Fox a Charleston para evaluar la situación de primera mano.
El 22 de marzo, Fox llegó a Fort Sumter y se reunió brevemente con el mayor Anderson. Durante la conversación, Anderson le comunicó que los suministros solo durarían hasta el 15 de abril si no llegaban refuerzos. Fox salió del fuerte con un optimismo renovado en su plan de reabastecimiento, pero Anderson permanecía escéptico respecto a sus posibilidades de éxito.
La Crisis en Fort Pickens
La situación se complicó aún más cuando surgieron preocupaciones similares en Fort Pickens, en Florida. El 28 de marzo, el General Scott presentó a Lincoln un panorama sombrío: ambos fuertes necesitaban ser evacuados o requerirían una intervención militar significativa para ser salvados. Este informe finalmente empujó a Lincoln a tomar una decisión. A principios de abril, el presidente autorizó una misión de reabastecimiento a Fort Sumter y un refuerzo de Fort Pickens. No obstante, el plan enfrentaría varios obstáculos en su ejecución.
La Cuenta Regresiva
La autorización de la misión de reabastecimiento por parte de Lincoln marcó un punto de inflexión. Mientras el Norte daba pasos para mantener su presencia en Fort Sumter, el Sur observaba los movimientos con creciente hostilidad. La situación en Charleston se volvió cada vez más tensa, y las acciones de Lincoln, aunque firmes, seguían caminando sobre una delgada línea entre la precaución y la provocación.
El 12 de abril de 1861, la tensión acumulada finalmente estalló en violencia cuando las fuerzas confederadas abrieron fuego contra Fort Sumter, iniciando la Guerra Civil Americana. La estrategia de no abandonar el fuerte, a pesar de la presión y las dificultades logísticas, reflejaba la determinación de Lincoln de no ceder ante la Confederación. Sin embargo, este acto también señaló el inicio de un conflicto que desgarraría al país durante los siguientes cuatro años.
El Comienzo de la Guerra Civil: La Caída de Fort Sumter
El 5 de abril de 1861, el presidente Abraham Lincoln se percató de un error crítico en la planificación de las expediciones a Fort Sumter y Fort Pickens: había asignado accidentalmente el mismo buque de guerra, el Powhatan, a ambas misiones. Cuando el fallo fue descubierto y se envió una orden correctiva, el Powhatan ya había zarpado hacia Fort Pickens. Los esfuerzos por hacer regresar al buque fracasaron, ya que su capitán, el teniente David Dixon Porter, ignoró la orden al no provenir directamente de Lincoln.
La Misión de Fox y la Tormenta que Retrasó la Ayuda
Mientras tanto, el capitán Gustavus Vasa Fox, sin conocer la confusión sobre el Powhatan, avanzaba con su misión, enfrentando una tormenta severa que retrasó aún más el reabastecimiento de Fort Sumter. El 8 de abril, las noticias del intento de reabastecimiento llegaron a Charleston, lo que llevó a los confederados a tomar una decisión urgente. Una última oportunidad para evitar la violencia surgió el 11 de abril, cuando la Confederación ofreció al mayor Robert Anderson la posibilidad de rendirse, oferta que rechazó cortésmente. Pero al día siguiente, el 12 de abril de 1861, a las 4:30 de la mañana, comenzó el bombardeo de Fort Sumter. Edmund Ruffin, un ferviente defensor de la secesión, tuvo el honor de disparar el primer tiro.
La Resistencia en el Interior de Fort Sumter
Dentro de Fort Sumter, el mayor Anderson y sus hombres permanecieron serenos a pesar de la embestida de los cañones. Prepararon un desayuno modesto y esperaron a la luz del día para devolver el fuego. Cuando los cañones de Sumter finalmente dispararon, los soldados sureños vitorearon. Las gruesas murallas del fuerte resistieron el asalto, pero los niveles superiores, donde se encontraban los cañones más potentes, eran vulnerables y quedaron inutilizados.
Mientras tanto, Fox llegó al punto de encuentro frente al puerto de Charleston, solo para descubrir que faltaban varios de sus barcos, incluido el crucial Powhatan. Con la marea baja, las aguas agitadas y sin refuerzos, el plan de Fox para llegar al fuerte bajo la cobertura de la noche nunca se materializó.
El Fuego y la Capitulación de Fort Sumter
La mañana del 13 de abril, un proyectil confederado atravesó los niveles superiores inacabados de Fort Sumter, provocando un incendio que amenazaba el polvorín del fuerte. Con los alimentos y la munición casi agotados y el fuego fuera de control, el mayor Anderson aceptó evacuar bajo las condiciones que le había ofrecido el general Beauregard, lo que incluía un saludo con cañones a la bandera de la Unión. En una trágica vuelta de los acontecimientos, la única baja del enfrentamiento fue el soldado Hough, quien murió en un accidente durante el saludo a la bandera, marcando un fin sombrío a la batalla.
La Despedida y el Respeto Mutuo
Cuando la guarnición abandonó finalmente Fort Sumter, el momento estuvo cargado de un respeto solemne. Al pasar por Morris Island a bordo de su barco de vapor, los soldados confederados, en un gesto de reconocimiento, se quitaron silenciosamente los sombreros en tributo a Anderson y sus hombres. Este gesto simbolizaba no solo el fin de la primera batalla de la Guerra Civil, sino el comienzo de un conflicto largo y sangriento que definiría el curso de la historia de Estados Unidos.
La Celebración en Charleston y el Inicio de la Guerra
La caída de Fort Sumter el 13 de abril de 1861 fue motivo de euforia en Charleston. Las calles resonaban con celebraciones, simbolizando un aparente triunfo de la causa confederada. Sin embargo, otras miradas observaban los acontecimientos con una visión más amplia. Sir William Howard Russell, un reportero renombrado del London Times, había estado presente en Washington y luego viajó al Sur para entender de primera mano la situación. Russell se sorprendió al descubrir que pocos políticos del Norte habían visitado los estados al sur de la línea Mason-Dixon o habían interactuado con un sureño. A pesar de las festividades en Charleston, Russell veía la toma de Fort Sumter como una señal de que lo peor aún estaba por venir.
La Respuesta de Lincoln: Un Llamado a las Armas
El 15 de abril de 1861, solo un día después de la evacuación de Fort Sumter, el presidente Abraham Lincoln emitió una proclamación solicitando setenta y cinco mil tropas para sofocar las revueltas en los estados secesionistas y restaurar la ley en el país. Su objetivo inmediato era recuperar los fuertes y propiedades federales capturadas por la Confederación. Lincoln esperaba que este acto tuviera un impacto limitado y ayudara a proteger a los estados fronterizos de una mayor polarización. Sin embargo, el llamado a las armas exacerbó aún más las divisiones existentes.
El 17 de abril, Virginia votó por la secesión, seguida rápidamente por Arkansas, Carolina del Norte y Tennessee. Un delegado de Carolina del Norte describió el impulso secesionista como una «epidemia moral» que arrasaba con la población entera. Aunque Maryland, Misuri, Kentucky y Delaware se mantuvieron en la Unión, respondieron de manera vacilante al llamado de Lincoln. A medida que el conflicto se intensificaba y la guerra se tornaba inevitable, el periodista William Russell observó que ya no había esperanzas de restaurar la Unión en su estado anterior.
El Inicio de una Guerra Devastadora
Edmund Ruffin, uno de los principales «fire-eaters» del Sur, pensaba que la guerra sería breve. Envió a sus hijos al frente con confianza, convencido de que la causa sureña triunfaría rápidamente. Sin embargo, la realidad fue muy distinta. La Guerra Civil duró cuatro años y se cobró la vida de 750,000 estadounidenses, culminando con la abolición de la esclavitud y el retorno de la Unión al control del país. El 14 de abril de 1865, en el aniversario de la rendición de Fort Sumter, la bandera estadounidense fue izada nuevamente sobre el fuerte, esta vez por el mayor Robert Anderson, quien había defendido la posición cuatro años atrás.
Una Victoria Amarga y un Desenlace Trágico
Esa misma noche, en el Charleston Hotel, se brindaron conmovidos homenajes, incluyendo uno de Anderson, quien elogió a Abraham Lincoln como el hombre que había reunificado la nación. Sin que nadie lo supiera, en ese preciso momento Lincoln agonizaba, tras haber sido herido de muerte en el Teatro Ford en Washington, D.C.
La guerra, aunque trajo consigo el fin de la esclavitud y la reunificación de los estados, dejó profundas cicatrices en la nación. La celebración en Fort Sumter fue un recordatorio del alto costo de la guerra y de los conflictos no resueltos que seguían latentes. La nación había sido reunificada, pero las secuelas de la guerra y los desafíos que se avecinaban mostraban que el camino hacia una paz verdadera y duradera apenas comenzaba.