Actualizado el lunes, 11 abril, 2022
Décadas después de la caída del Tercer Reich, parece imposible entender cómo un tirano como Adolf Hitler consiguió llegar al poder y sembrar el caos y el terror en toda Europa.
Si nos paramos a pensarlo un momento, en realidad no es tan difícil de entender: un cúmulo de pequeñas cosas hicieron que el partido Nazi tomase el control de Alemania y media Europa. Una serie de acontecimientos que es importante conozcamos para que, de volver a darse, no nos precipite a un Juego de Tronos real.
Para que seamos conscientes de cómo llegó Hitler al poder, Alex Gendler y Anthony Hazard han desarrollado una charla TED en forma de animación en la que nos explican, de forma sencilla y clara, lo que ocurrió en la Alemania de los años 20 y 30. Este vídeo habla del pasado, pero seguro que puedes encontrar paralelismos con el presente:
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Los paralelismos entre la llegada de Hitler al poder y el auge del populismo en Europa y Estados Unidos
¿Te ha venido algún nombre en particular a la cabeza mientras veías el vídeo? ¿Tal vez el de ciertos líderes de partidos de extrema derecha actuales? ¿Algún punto de inflexión te ha recordado a eventos recientes en Europa o Estados Unidos?
Otra gran explicación conectada con el nacionalsocialismo en España:
El contexto social y político: indignación y precariedad
La Alemania de los años 20 y principios de los 30 era un pueblo indignado, en el que los movimientos sociales se hacían cada vez más numerosos. Una economía maltrecha y débil convirtió el país en un hervidero de indignación, frustración y precariedad… Además, el gobierno alemán tuvo que asumir las sanciones impuestas por el bando vencedor de la Primera Guerra Mundial (IGM) como castigo por haber liderado el conflicto. En definitiva, el pueblo alemán, además de sufrir las consecuencias de la IGM, tuvo que responsabilizarse de la contienda y pagar las reparaciones, lo que acabó por debilitar aún más una economía ya en los suelos.
Salvando las distancias, este contexto político, económico y social de la Alemania de los años 20, ¿a qué te recuerda? Sin duda, al caldo de cultivo de indignación, pobreza, desempleo y precariedad que lleva dándose en Europa desde que estallara la crisis económica y financiera en 2008. Es más, hasta cierta medida, observamos un comportamiento similar en EE.UU.
En particular, los países del sur y del este de Europa se han visto obligados a pagar deudas y rescates a la banca inasumibles que han dejado sus economías más hundidas (si cabe). Los precios han subido desde 2008 —desde la cesta de la compra a los alquileres—, pero los sueldos, las pensiones y las prestaciones por desempleo se han congelado e, incluso, reducido. Con un número cada vez mayor de desempleados en el sur de Europa y una crisis que parece no acabar, la indignación está servida.
Culpabilizar a «los otros»
Hitler se obsesionó con las ideas de la humillación a la que se veía expuesto el pueblo alemán, la indignación que recorría las calles, el acuciante desempleo, etc. y recogió el testigo para llevar los mayores temores de los alemanes al extremo. Además, aprovechó el racismo y el antisemitismo preexistente en Alemania para crear un enemigo palpable: la comunidad judía.
Es importante entender qué es el antisemitismo. Según la RAE, es la «doctrina o tendencia de los antisemitas», es decir, de aquellos que se consideran «enemigos de los judíos, de su cultura o de su influencia».
Según Hitler, todos los males de Alemania eran debidos a este colectivo religioso y explotó este argumento hasta la saciedad, a pesar de que la mayoría de los judíos estaban perfectamente integrados en la sociedad del momento. Parece ser que el progreso y el éxito de muchos miembros de esta comunidad después de la IGM se utilizó para responsabilizarles del desastre alemán y se les culpabilizó de haberse aprovechado de las consecuencias de la guerra.
Aquí volvemos a encontrar un paralelismo indiscutible, lo único que en la Europa y los Estados Unidos actuales cambiamos de religión: ya no responsabilizamos de todos los males al judaísmo, sino que apuntamos con el dedo acusador al islam. El odio «al otro» se traduce, en la actualidad, en la islamofobia.
Según el informe Runnymede de 1997, la islamofobia es » el odio hacia el islam y hacia las personas musulmanas o leídas como musulmanas».
Lo dicho, en la Alemania prenazi se odiaba a los judíos por el hecho de profesar una religión como el judaísmo, y en la Europa moderna (y, sin dudas, en EE.UU.) se odia a los musulmanes por el simple hecho de profesar el islam. Por si fuera poco, como en su momento hizo Hitler —aprovechando una desconfianza latente y creando un problema donde no lo había—, líderes como Donald Trump, Marine Le Pen o los mandamases en partidos como Amanecer Dorado (Grecia), UKIP (Reino Unido), NPD (Alemania), Partido de la libertad (Austria), Partido Popular (Dinamarca) o JOBBIK (Hungría), entre otros muchos, alzan su voz para señalar a los musulmanes en particular y a la inmigración en general como los causantes de todos los males del occidente.
Imagen de OpenDemocracy.net
La utilización del discurso del odio para increpar a las masas
Muy relacionado con el miedo y odio «al otro» está la utilización del discurso del odio. A Hitler le funcionó muy bien este discurso manipulador y populista que echaba la culpa al colectivo judío (y a los extranjeros, y a los homosexuales…). Se unió a un pequeño partido ultranacionalista casi desconocido en la época y, gracias a su carisma y agresividad en la oratoria, llegó a su liderazgo, atrayendo a cada vez más gente. Su discurso era una fusión entre populismo y antisemitismo, y denunciaba que tanto el comunismo como el capitalismo eran estrategias judías para destruir Alemania.
Tanto en este punto como en el siguiente tenemos que aclarar un concepto: el populismo. ¿Qué significa esta palabra tan de moda hoy en día? Cuidado, porque tiene truco y, por definición, no es necesariamente algo negativo.
Según la RAE, populismo es la «tendencia política que pretende atraerse a las clases populares».
En el caso de la Alemania de finales de los años 20 y principios de los 30, el discurso populista de Hitler se basaba en intentar atraer a las clases populares, aquellas que más habían sufrido las consecuencias de la guerra y de la crisis económica. Vamos, que Hitler canalizó la frustración de muchos y la volcó en un discurso del odio enfocado en el antisemitismo.
Es más que evidente que el discurso del odio es el más utilizado en la actualidad por líderes como Trump, que no deja de arremeter contra los hispanos y los musulmanes, y otros tantos políticos europeos que culpabilizan a las minorías religiosas y étnicas y a los migrantes y refugiados de la crisis de la UE.
La era del populismo y la exaltación
Como vemos en el vídeo, el partido Nazi era bastante impopular al principio, sobre todo después de intentar hacerse con el poder de forma violenta. Por ello, acabó declarándose ilegal y Hitler terminó encarcelado por traición. Un año más tarde, salió de prisión y, después de muchas noches de planificación, reconstruyó el movimiento, esta vez con gran éxito.
Donald Trump con una gorra con su famoso eslogan «Make America Great Again» (hacer América grande otra vez)
Versión humorística del slogan de Trump (idea de regalo)
Tras la Gran Depresión de 1929, el discurso del odio de Hitler se avivó aún más. Sobre todo, después de que los bancos americanos se llevaran su dinero del país y la economía alemana acabase de colapsar por completo. Con un «hagamos Alemania grande otra vez», Hitler recogió el testigo de la indignación de la gente, mientras los partidos tradicionales no sabían cómo hacer frente a la situación y los de izquierdas se fragmentaban por disputas internas.
¿De qué te suena? Innegablemente ese «hagamos Alemania grande» recuerda mucho (muchísimo) al eslogan de Trump durante las elecciones estadounidenses. Sin lugar a dudas, las grandes crisis económicas son la excusa perfecta para que los partidos de extrema derecha y las ideologías más radicales exalten a las masas. Ponemos el ejemplo de Trump, pero hay una lista larguísima de partidos y políticos que han llamado a la «recuperación del origen de la patria» para, con un discurso xenófobo y retrógrado, atraer a los más indignados y castigados por la crisis.
Partidos que recogen el voto de la frustración
Sobran las palabras: en tan solo dos años el partido Nazi pasó de obtener el 3% de los votos en las elecciones al 18%. El punto de inflexión estuvo en la entrada y salida de prisión de Hitler. En el transcurso de ese tiempo su partido pasó de ser rechazado por la sociedad a ser aclamado.
Y como una imagen vale más que mil palabras, para comprobar cómo se ha repetido el patrón de pasar de impopular a «invitado a la fiesta» os queremos enseñar esta imagen que, si bien es de las últimas elecciones al parlamento europeo en 2014, es muy representativa de la evolución de la extrema derecha en Europa:
Ataques terroristas como excusa para recortar las libertades
En 1933, con Hitler ya como canciller, un joven prendió fuego al parlamento en forma de protesta y, cómo no, fue la excusa perfecta para que Hitler consiguiese declarar el estado de emergencia. Con él, el nuevo canciller se hizo con poderes más allá de su posición. En pocos meses abolió la libertad de prensa, se ilegalizaron todos los partidos menos el nazi y se aprobaron leyes antisemitas. Cuando el presidente alemán murió en 1934, sin nadie más para tomar el relevo, Hitler se hizo con el poder absoluto de Alemania.
Vale, cierto es que (todavía) no ha habido un partido político radical que se haya precipitado al poder después de un atentado. Pero, sin lugar a dudas, estos se están utilizando como excusa para recortar las libertades y los derechos de los ciudadanos de los países de occidente.
Además, a pesar de que el 87 % de los atentados yihadista desde el año 2000 han tenido lugar en países de mayoría musulmana, muchos líderes europeos, junto al presidente estadounidense, siguen afirmando que grupos terroristas como ISIS tienen como principal objetivo occidente. Además, caen una y otra vez en el juego perverso de confundir islam con terrorismo.
Los primeros pasos no siempre son violentos
No lo olvides: los primeros pasos de Hitler no fueron violentos. Sus discursos explotaron el miedo a lo diferente y promovieron el rencor y el odio.
Hitler llegó al poder, poco a poco, gracias a una oratoria que encendían a la población, sacando a relucir lo peor del ser humano. Además, los empresarios y los intelectuales, que querían estar en el «lado correcto» de la historia, decidieron apoyarle. Todos aseguraban que la retórica extremista y radical de Hitler era solo fachada, una «forma de hablar». Bromeaban con lo irracional que sería llevar a cabo todo lo que decía… sin duda, se equivocaron.
Muchos se ríen con los discursos de Trump o con la posibilidad de que Le Penn llegue al poder en Francia, o que cualquier otro líder de extrema derecha llegue a la presidencia de cualquier otro país europeo. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con esos líderes que explotan lo peor del ser humano. La historia nos lo ha demostrado.
El nazismo demostró la fragilidad de la democracia. Cuando aparecen líderes dispuestos a explotar el odio y la indignación del pueblo con discursos violentos, la democracia deja de estar a salvo.
Porque el mundo no necesita un nuevo Hitler, lucha contra el discurso del odio. ¡No te quedes callado! Recuerda, el silencio es cómplice.
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