Actualizado el lunes, 25 noviembre, 2024
Cada vez somos conscientes de que cada vez los productos son menos duraderos y más difíciles de reparar y reutilizarse. También sabemos que el sistema actual promueve esta realidad y consideramos que la ciudadanía es la más perjudicada. Queremos dar la vuelta a esta situación, conocida como obsolescencia programada, poniendo en marcha esta herramienta colaborativa.
La ingente producción de residuos y el despilfarro de recursos en vertederos e incineradoras tienen solución: reducir, reutilizar y reciclar. El reciclaje es una excelente opción cuando un producto ha perdido su utilidad y no se puede aplicar ninguna de las opciones previas: la reducción o la preparación para la reutilización.
No obstante, el reciclaje no es suficiente para reducir el uso de recursos naturales, si la demanda de consumo sigue la actual espiral de crecimiento. Así que proponemos empezar por el principio, la reducción. Apostamos por el uso de bienes duraderos, reparables, compartidos y comunales.
¿Qué es la Alargascencia?
¡Toma las riendas de tu consumo! Encuentra en Alargascencia los establecimientos más cercanos donde puedes reparar tus cosas, intercambiarlas, comprar de segunda mano y alquilar lo que necesitas. Rebélate frente a la obsolescencia y el sobreconsumo de recursos naturales. ¡Larga vida a la materia!
Obsolescencia navideña
La obsolescencia programada es una estrategia mediante la cual los fabricantes diseñan productos con una vida útil limitada de manera intencionada. Esto significa que los productos están destinados a volverse obsoletos o inutilizables después de un período específico de tiempo o después de un cierto número de ciclos de uso. Esta práctica tiene como objetivo principal fomentar la repetición de compras al hacer que los consumidores necesiten reemplazar sus productos con frecuencia.
La obsolescencia programada puede manifestarse de diversas maneras, como la incorporación de componentes que se desgastan rápidamente, la falta de actualizaciones de software para dispositivos más antiguos, o la fabricación de productos con materiales de baja calidad que se deterioran con el tiempo. Aunque esta estrategia puede beneficiar a los fabricantes al estimular la demanda de nuevos productos, también ha generado críticas debido a sus impactos ambientales y sociales, ya que contribuye al aumento de residuos electrónicos y puede generar un consumo más insostenible.
La obsolescencia percibida se refiere a la idea de que un producto se vuelve obsoleto no porque haya dejado de funcionar correctamente, sino porque los consumidores lo perciben como anticuado o desactualizado en comparación con productos más recientes. En este caso, la obsolescencia no está vinculada necesariamente a limitaciones técnicas, sino más bien a cambios en las preferencias del consumidor, modas o avances tecnológicos que generan la sensación de que el producto existente ya no es tan deseable.
Los fabricantes a menudo utilizan estrategias de marketing para fomentar la obsolescencia percibida, promoviendo la noción de que los modelos más nuevos son más modernos, elegantes o avanzados, incluso si las diferencias reales en funcionalidad son mínimas. Esto puede impulsar a los consumidores a buscar constantemente la última versión de un producto, incluso cuando el modelo anterior aún es completamente funcional.
La obsolescencia percibida puede estar vinculada a factores psicológicos y sociales, y su impacto en el medio ambiente y la sostenibilidad también es objeto de debate, ya que puede contribuir al desperdicio de productos perfectamente útiles que son descartados prematuramente.
La obsolescencia de especulación se refiere a la práctica de diseñar productos con el propósito de que se vuelvan obsoletos o inutilizables más rápidamente de lo que sería necesario desde un punto de vista técnico o funcional. A diferencia de la obsolescencia programada, donde el fabricante establece deliberadamente una vida útil limitada, la obsolescencia de especulación se basa en la creación de una sensación de obsolescencia mediante cambios en el diseño, características o estándares.
En este caso, los fabricantes pueden introducir deliberadamente cambios en el diseño de productos o en sus especificaciones para que los modelos más antiguos sean percibidos como menos deseables o ineficientes en comparación con los productos más recientes. Esta estrategia busca motivar a los consumidores a actualizar o reemplazar sus productos, incluso si los modelos anteriores aún son plenamente funcionales.
La obsolescencia de especulación a menudo está vinculada a avances tecnológicos rápidos y a cambios en las tendencias del mercado. Los fabricantes pueden aprovechar estos factores para crear la impresión de que los productos existentes ya no son tan efectivos o modernos, impulsando así la demanda de versiones más recientes. Esta práctica también puede contribuir al desperdicio de recursos y a problemas ambientales, ya que impulsa a los consumidores a desechar productos que todavía podrían ser útiles.
Alargascencia
Alargascencia es una iniciativa de Amigos de la Tierra. Hoy le hacemos en muhimu una entrevista personal a uno de sus creadores, Victor Barro:
– ¿Cómo surgió la idea?
La idea es de Amigos de la Tierra. Organización ecologista que dentro del área de recursos naturales se propuso encontrar una solución a la «obsolescencia programada y percibida», dar una segunda vida a los productos o directamente repararlos y prolongar su vida útil. Evitando así generar residuos, evitando la extracción de minerales y materias primas para producir productos nuevos y rompiendo con la dinámica del «usar y tirar» del modelo «consumista» actual.
– ¿Qué impacto está alcanzando?
Son cientos los establecimientos y empresas de todo tipo de que se han sumado. Sobre todo de sectores como venta de segunda mano y reparaciones, tando de textil, tecnolocía como de electrodomésticos. Están en todo el territorio español pero más concentrados allí donde la organización tiene grupos locales que han hecho una campaña de información al respecto.
– ¿Sabes si hay marcas que rechacen la obsolescencia programada?
Existen muchas más empresas de las que parece que viven precisamente de la reparación o el intercambio. Algo que es muy frecuente en sectores como el de la automoción debería extenderse a otros como el textil, donde está más extendida la segunda mano) o la tecnología, donde ahora empieza a despegar un gran sector de compra-venta. Dentro de los productores hay muchas marcas que fabrican con criterios de durabilidad, con materiales de gran calidad y garantizan en toda la cadena de suministro el respeto de los derechos humanos por ejemplo. Son productos que duran mucho más y que con frecuencia tienen las mejores prestaciones.
Fairphone fabrica teléfonos con los criterios antes mencionados y es un ejemplo llamativo porque lo hace dentro de un sector donde las modas están imponiendo un modelo de consumo insostenible. – ¿Sabes si hay alguna iniciativa legislativa de etiquetado que penalice estas prácticas? Lo desconozco. Existen iniciativas y propuestas a nivel de la Unión Europea en el marco del paquete de medidas denominado «de la economía circular» que busca solucionar algunos de los problemas del sobreconsumo de recursos naturales, pero creo que la principal baza está en la implicación de los ciudadanos y de las pequeñas empresas.
– ¿Cómo te gustaría que evolucionase la campaña?
La plataforma «alargascencia.org» aspira a convertirse en una referencia para las personas que quieren productos duraderos, que necesitan una reparación, una segunda vida o que los buscan de segunda mano. Más allá de gente sensibilizada por estos temas, pretende satisfacer una necesidad. Al mismo tiempo, también creo que está permitiendo a muchas empresas de este sector hacerse un hueco o mejorar sus cuentas de resultados. Es una oportunidad para ellas y me gustaría que en el futuro, hubiera muchos más empleos en empresas que fabrican productos duraderos, que se pueden reparar fácilmente o que son aptos para comprar y vender de nuevo que en las industrias del usar y tirar actuales. Creo también que la campaña contribuirá a cambiar una dinámica social relacionada con el consumo. Poner en contacto a personas sensibilizadas con empresas responsables y dar mayor visibilidad e influencia a Amigos de la Tierra y a sus campañas.
Vivir en la cara amable de la sociedad de consumo
Vivimos en la cara amable de la sociedad de consumo. Escaparates, moda, ofertas, entretenimiento… Paseamos por calles llenas de tiendas y nos metemos en enormes centros comerciales, y nos dejamos distraer por las luces de colores y esos carteles gigantes que anuncian rebajas. Y entramos y salimos de los establecimientos, y repasamos cada rincón de sus estanterías. Buscando eso que no necesitamos. Deseando tenerlo para saciar un impulso incontrolable que nace de la televisión y la publicidad.
Ese impulso que en Occidente nos lleva al consumismo es el que permite, al mismo tiempo, que se mantenga la explotación en otros países. En la fábrica del mundo, situada especialmente en el sur y este de Asia (en un enorme arco que viaja desde Pakistán hasta el norte de la costa china), las únicas rebajas que conocen los trabajadores son las que sufren sus salarios. Es la cara oscura de la sociedad de consumo.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de esta problemática desde un punto de vista ambiental y sanitario y tratando de descubrir quién fabrica lo que llevamos puesto. Normalmente, los análisis sobre los efectos negativos del consumismo se enfocan en ese tercer mundo que efectivamente sufre la explotación laboral, las malas condiciones de trabajo y donde no se disfruta del consumo. Pero en esta ocasión nos preguntamos: ¿realmente se disfruta del consumo?
Viendo el siguiente vídeo se nos plantea que los que viven esclavizados y presos de un sistema injusto son los niños que fabrican zapatos, las mujeres que cosen camisetas y los hombres con salarios ridículos. Siendo esto completamente cierto, es interesante ampliar la visión crítica y añadir: ¿y qué hay de los niños, mujeres y hombres que hacen el papel de compradores compulsivos?, ¿son afortunados por vivir en la cara amable de la sociedad de consumo?
Dejando claro que evidentemente la cara oscura de la sociedad de consumo es mucho más negativa (por eso lo de oscura), enfocar la reflexión sobre la cara amable de esta forma de vida es también interesante. Toda esa gente que se empuja y discute por entrar corriendo al centro comercial, los jóvenes que sienten la necesidad de comprarse esas zapatillas, los adultos que cambian de teléfono para aparentar algo que le han dicho que debe aparentar… todos esos esclavos de la publicidad son también víctimas de este modelo de sociedad. Y son víctimas, aunque vivan en bonitas casas y conduzcan bonitos coches. Son víctimas, aunque sean occidentales.
Cuando el centro comercial es el mejor lugar para nuestro ocio, cuando necesitamos ese móvil nuevo, cuando nos sentimos más seguros llevando la camiseta de marca… es en esos momentos cuando la cara amable de la sociedad de consumo se ha convertido en una cárcel. Es entonces cuando los carteles publicitarios y las luces de colores han conseguido engañarnos.
«Compro, luego existo». Es la nueva humanidad del S.XXI, atada a la última mejora del aparato electrónico de turno, esperando la nueva colección de primavera, desechando objetos que siguen siendo útiles. Atrapado en la cara amable de un modelo insostenible, injusto y deshumanizador.
La publicidad agresiva y la obsolescencia programada son las tácticas más efectivas de la sociedad de consumo y es muy complicado luchar contra ellas. Sólo con información (siendo conscientes de lo que ocurre) y con sensibilización (sabiendo que el sistema es injusto) es posible plantarse ante este modelo de vida. Una sociedad informada y sensible a la injusticia (social, económica y ambiental) estará más cerca de ser una sociedad libre.
Si se consigue formar a ciudadanos libres de la necesidad de comprar para disfrutar de la vida, se conseguirá acabar con la sociedad de consumo.
Se acabará con la cara amable de la sociedad de consumo (porque no caeremos en la trampa de la publicidad) y, con ello, se conseguirá acabar también con el lado oscuro. No se venderán zapatillas de marca en Occidente, y en Bangladesh y Malasia los niños no tendrán que fabricarlas. Tampoco compraremos el último modelo de smartphone y en las fábricas de la costa china las trabajadoras no serán explotadas.
Está en nuestras manos, en nuestras decisiones diarias. Un cambio en los hábitos de vida en el llamado primer mundo puede significar un cambio en la vida del tercer mundo. Es una gran responsabilidad de la que no podemos huir.
¿Cuánto tiempo más vamos a poder vivir en la cara amable de la sociedad de consumo?
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